Son muchas. Miriam García (14). Desirée Hernández (14). Antonia Gómez (15). Sonia Carabantes (17). Rocío Wanninkhof (19). Diana Quer (17). Son tantas. Son las protagonistas de una misma historia multiplicada. Chico conoce a chica; chico mata a chica.
La investigación de la desaparición de Diana Quer se resolverá con el previsible resultado de siempre: un hombre se creyó con derecho sobre el cuerpo de una mujer y desdeñó su derecho a la vida. Punto. Sin embargo, han corrido ríos de tinta sobre los hábitos de la víctima. Los medios hablaron del físico de Diana, exhibieron fotos de sus sesiones como modelo, especularon sobre su sexualidad o las deficiencias de su carácter. Culparon a Diana, a su madre y a su hermana.
Tras la confesión de El Chicle no se oyeron las disculpas. Ni una. Pero han aflorado dedos acusadores que apuntan a los “medios aprovechados” movidos por el “morbo” que no saben que “no vale todo”. La misma cantilena de finales de los 90.
En 2013 El Periódico publicaba un artículo titulado “Alcàsser, la noche en que la TV tocó fondo” en referencia a la escabrosa velada televisiva del 27 de enero de 1993. Tal día Nieves Herrero retrasmitía en directo el hallazgo de los cuerpos de las niñas de Alcasser. Durante la tertulias se habló de si Toñi, Miriam y Desirée consumían drogas, iban borrachas o cuál de ellas tenía la regla el día de su desaparición. La fecha supone para algunos el nacimiento de la ‘telebasura’.
Como apunta el artículo “hubo un daño que Anglés y Ricart infligieron a las tres niñas, y por extensión a sus familias, y otro que los medios de comunicación, Nieves Herrero, Pepe Navarro, la basura televisiva, infligieron a todo el pueblo”. Sorprende darse cuenta que ha transcurrido un cuarto de siglo entre ambos asesinatos.
Resuelto el misterio de la autoría del caso Quer, se habla ahora de los límites de la información y la atenuante de la adicción al audímetro. Los platós dedican horas a hablar de lo que más les gusta: de sí mismos. Pero entre el cruce de reproches tres artículos se han alzado para evaluar los eventos desde una posición prospectiva y feminista.
Por un lado, la columna de Raquel Ejerique en ElDiario.es titulada “A la fresca de Diana Quer la mató la violencia machista” (31/12/2017) y, por otro, el editorial de El Periódico “Diana Quer y la violencia machista” (03/01/2018). Por su parte, las periodistas Sara Plaza Casares y Patricia Reguero publicaban en El Salto una concienzuda síntesis de las barbaridades difundidas durante los últimos meses. Con “Diez titulares con los que los medios culparon a Diana Quer” (02/01/2018) han señalado a los autores de este tratamiento mediático que no sólo es morboso; es, sobre todo, machista.
Y aquí la valiosa novedad. No es cualquier morbo el que dirige la atención de los medios sobre detalles sórdidos o insinuaciones insidiosas. Es la característica machista de ese morbo la que contribuye a perpetuar un discurso en el que un hombre se cree con derecho sobre el cuerpo de una mujer y desdeña su derecho a la vida.
Sólo desde esta cualidad puede entenderse que, tras encontrar el cadáver de Diana, el elemento noticiable fuera de nuevo la estética de la víctima, ahora genérica y potencial, rayando la amenaza. Con titulares como “Las víctimas del Chicle: jóvenes, altas, delgadas, morenas y con el pelo largo” (La Voz de Galicia; 06/01/2018) se comete una doble perversión. Al tiempo que se descarga responsabilidad sobre los hombros de las mujeres que cumplen el arquetipo, el periodista dibuja una falsa línea de causalidad entre las características de Diana y el resultado de su muerte.
Los medios no sólo deben reflexionar sobre el tratamiento de la noticia. Qué es relevante y qué morboso. Sino por qué algo es morboso. La llave está en analizar la realidad con perspectiva feminista.