A diez años de la Huelga General del 29 de marzo: Reflexiones acerca de una de las últimas grandes movilizaciones por los derechos laborales

En unos días, concretamente el próximo 29 de marzo, se cumplirán 10 años de la convocatoria de una de las tres huelgas generales que se celebraron contra las reformas laborales que nos impuso la Troika en el contexto de la crisis económica-inmobiliaria del 2008.

La huelga del 29-M de 2012 fue, probablemente, la más agitada de las tres. La más descafeinada fue la primera de ellas, celebrada el 29 de septiembre de 2010, convocada a la vuelta del verano, contra el gobierno de Zapatero (lo cual supuso que cierta “izquierda” no pusiera todo su empeño en luchar) y en un contexto en el que los movimientos sociales todavía no habían alcanzado el esplendor que conocerían un año más tarde. La tercera, celebrada el 14 de noviembre del 2012 en toda Europa, flojeó en comparación con su predecesora, debido a que cundía un cierto pesimismo dado que las dos huelgas anteriores no habían logrado detener las reformas laborales y que, además, éstas se habían saldado con un alto nivel de represión: huelguistas detenidas, aporreadas o multadas fueron la tónica de esas jornadas.

Cartel de la campaña antirrepresiva «La Vaga que Volem» («la huelga que queremos»)

En cambio, la huelga que se celebró el 29 de marzo de 2012, tras casi un año de intensa lucha social en las calles impulsada por el movimiento 15-M (que surgió en el año 2011), unido a que había menos reparos en salir a luchar contra el gobierno de Rajoy, tuvo una afluencia considerable. Pero no debemos olvidar que su potencial, en el contexto de movilización social en el que nos encontrábamos, era mucho mayor, y si no se le sacó todo el jugo que se podía se debía al menguante poder de convocatoria de los sindicatos CCOO y UGT.

Aquel 29-M, en todas las ciudades del Estado en general, y en particular en Madrid y Barcelona, se organizaron numerosos piquetes al margen de estos sindicatos pactistas, que, al menos durante algunas horas, prácticamente paralizaron algunos barrios. Asimismo, por la tarde se celebraron grandes manifestaciones por los centros urbanos, en las que confluyeron asambleas de barrios, sindicatos combativos y asambleas libertarias. El resultado fue una jornada de lucha que desbordó el inmovilismo de los sindicatos oficiales y que puso de manifiesto que, con todas nuestras limitaciones y sin subestimar nuestras debilidades, existen colectivos u organizaciones anticapitalistas, vecinales y/u obreras con una considerable capacidad organizativa.

Durante el propio transcurso de la huelga, los políticos locales, regionales y estatales, de la mano de los grandes medios de comunicación, se afanaron en condenar y criminalizar las protestas. Tildaron de violentas y antisistema a las participantes que optaron por mantenerse al margen de CCOO, UGT y otros sindicatos que, recordemos, utilizaban ese día como excusa para legitimar su estatus de subvenciones y privilegios dentro del movimiento obrero. En esta línea, la represión no se hizo esperar y decenas de personas resultaron detenidas esa jornada. Asimismo, en los días posteriores, las Brigadas de Información de la Policía Nacional y de los Mossos d’Esquadra acudieron a los domicilios de diferentes huelguistas y procedieron a detenerlas. Este tipo de detención en diferido fue un proyecto piloto de lo que ahora es una práctica habitual al término de cualquier manifestación en la que se hayan producido disturbios.

Para que nos hagamos una idea de la dimensión represiva que alcanzaron estas movilizaciones, según un informe realizado por CCOO, que sirvió de base para lanzar su campaña Huelga no es delito, más de trescientas huelguistas fueron juzgadas por su participación en huelgas entre 2011 y 2016. Estas cifras sólo tienen en cuenta a afiliadas de este sindicato y de UGT, por lo que deja a fuera a decenas o centenares de militantes de los movimientos sociales o de sindicatos minoritarios que también sufrieron la represión judicial y policial.

Desde el Todo por Hacer hemos contactado con J., la primera persona que fue detenida en todo el Estado español en la jornada de Huelga General del 29-M de 2012. Le hemos pedido que nos relate su experiencia de aquel día y cómo valora la reforma laboral que, diez años después, ha aprobado el Gobierno del PSOE y de UP. Os dejamos a continuación con sus respuestas.

Entrevista a J., el primer detenido de la Huelga General: “La actual reforma laboral es una estafa”

Todo por Hacer (TxH): La Huelga General comenzó a las 00:00 horas del 29 de marzo. Pocos minutos después, ya te encontrabas detenido. ¿Cómo se produjo tu detención? ¿Cómo os trataron?

J: Fui detenido en el centro de Madrid, en la Plaza de Santa Ana, mientras participaba en un piquete que había sido organizado tanto por el sindicato CNT, como por la Asamblea del Barrio de Lavapiés. Este detalle creo que es muy importante, dado que marca la diferencia con huelgas anteriores, porque las movilizaciones no parten solo de los sindicatos – tanto mayoritarios, como alternativos o anarcosindicalistas – sino que tienen un papel muy importante las asambleas de los barrios, que en ese momento contaban con una fuerza bastante decente, gracias a la eclosión del movimiento 15-M que se había producido el año anterior.

El piquete, como decía, salió del barrio de Lavapiés, fue avanzando, intentando cerrar los pocos establecimientos que quedaban abiertos pese a la convocatoria de huelga y, tras recorrer la zona de bares de Lavapiés – como la calle Argumosa y sus callejuelas perpendiculares –, acabamos llegando a la Plaza de Santa Ana.

Allí, se produjo una carga policial, completamente indiscriminada, que tenía por intención disolver el piquete. Estamos hablando de la primera hora de la jornada, quizás serían las 00:10. En ese momento caigo al suelo y ahí se produce lo que yo considero es el primero de una lista bastante larga de malos tratos: estando tirado sobre el asfalto, a merced de la policía, me pegan varios porrazos, dirigidos a la cabeza, que me producen varios hematomas y la rotura de un dedo, por intentar proteger la cabeza con la mano.

En ese momento son detenidos otros dos compañeros más, nos meten a los tres en el furgón y los malos tratos continúan en forma de amenazas, malas palabras, empujones y apretando al máximo las esposas. Fuimos conducidos a la comisaría de Moratalaz y allí continuó ese ambiente hostil, con la intención de intimidar.

Llegados a este punto creo que es muy importante reseñar la utilidad de las charlas y los materiales de autodefensa legal dirigidos a explicar qué hacer en caso de detención. Yo soy una persona que estaba formada en esos temas y, por tanto, sabía, más o menos, qué podía pasar y qué no podía pasar. Creo que me vino bien para mantener la calma en un contexto hostil, muy distinto al ambiente en el que nos solemos manejar. Y creo que esto se notó perfectamente en los otros dos compañeros detenidos: uno pertenecía a los movimientos sociales y el otro no, pero ambos desconocían a qué se estaban enfrentando y percibí que pasaron mucho más miedo que yo. Manejar conceptos como “la puesta a disposición judicial” (que te lleven a declarar ante un juez), saber cómo es una comisaría y conocer tus derechos es de vital importancia para no perder los nervios.

TxH: ¿Cómo terminó tu procedimiento judicial?

J: Por fortuna, bien. Mi caso y el de otro compañero fueron enjuiciados como unas simples faltas y, aproximadamente un año después de la detención, fuimos juzgados y absueltos. Y es que las acusaciones no se sostenían por ningún lado: por ejemplo, entre las distintas acciones que nos imputaban, estaba la de haber realizado unas pintadas de color negro sobre el escaparate de un bar con un spray de color ocre.

Por otro lado, el tercero de los compañeros detenidos fue juzgado siete años después por delitos mucho más serios: atentado y desórdenes, los cuales llevan aparejadas penas de prisión. Le atribuían haber lanzado piedras, lo cual era totalmente falso. Yo presencié su detención y sé que no fue así. Por fortuna, también resultó absuelto por falta de pruebas contra él.

Sin embargo, volviendo al 29 de marzo, en las siguientes horas el calabozo se fue llenando con más detenidos y sé que no todos corrieron la misma suerte que nosotros tres.

TxH: Diez años después, en un contexto de desmovilización social, se ha aprobado una nueva reforma laboral. ¿Qué valoración haces de la reforma de Yolanda Díaz?

J: Entiendo que la última reforma laboral es una estafa y que, desde luego, no responde a las peticiones de la gente que se movilizó en el año 2012 en la Huelga General. Lo que se pedía era la derogación de la reforma laboral del PP que había entrado en vigor un mes antes, como antes se había pedido lo mismo con la que aprobó en el año 2010 el PSOE.

La actual reforma cambia o deroga muy poquito de lo que reformó en 2012 el PP y nada de lo que hizo el PSOE y, en consecuencia, como digo, el texto no es acorde a las peticiones de las huelguistas que salimos a las calles hace diez años.

La actual desmovilización social es fundamental para entender esta reforma. Los sindicatos mayoritarios no tienen ningún poder de negociación o de movilización en la actualidad, tal y como están evidenciando en las negociaciones por el salario mínimo ahora mismo. Por tanto, es el Gobierno el que está tirando de los salarios hacia arriba y si nos fijamos en los convenios colectivos que están firmando ahora mismo estos sindicatos, sus subidas salariales son, generalmente, porcentualmente inferiores a lo que es la subida del salario mínimo. Creo que eso nos demuestra en qué situación de extrema debilidad están ahora mismo estas organizaciones sindicales mayoritarias, que el Gobierno hace más por subir los sueldos que ellas. Hace tiempo, en este mismo periódico publicasteis algún artículo acerca de la esperanza, más o menos fundada, de que el poder que le iba a quitar a los sindicatos hegemónicos la aprobación de la reforma laboral de hace diez años iba a ser aprovechada por sindicatos más pequeños, que no negocian convenios sectoriales, pero que sí podían tener la oportunidad de hacerlo en ámbitos de aplicación más reducido (en empresas más pequeñas) y que pudieran llevar a cabo unas luchas más salvajes o menos domesticadas que a las que nos tenían acostumbradas CCOO y UGT. Lamentablemente, considero que os equivocasteis cuando depositasteis tantas expectativas o ilusiones en que eso pudiera ocurrir. Creo que el ciclo del 15-M, en el que se ponía en cuestión a un montón de instituciones antiguas (partidos políticos, sindicatos mayoritarios, etc.), podría haber sido mejor aprovechado por estos sindicatos alternativos o anarcosindicalistas, que cumplían todos los requisitos como para triunfar en un momento en el que se quería acabar con el viejo orden. Desgraciadamente, no se hizo un buen uso de esa fuerza y una década después las calles están vacías, la extrema derecha no para de crecer y las organizaciones obreras pierden influencia a pasos agigantados.

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