Como ya hiciera con el excelente documental La Pesadilla de Darwin en 2004, Hubert Saupert vuelve a la carga 10 años después con We Come as Friends, un duro documental donde expone las miserias del colonialismo que desembarca en pleno siglo XXI con el mismo objetivo de siempre: expoliar los recursos, llevando a la miseria a los habitantes del continente africano. Esta vez no es Tanzania y su lago Victoria; toca ahora Sudán, un país de enormes riquezas que será saqueado por grandes empresas, intereses económicos, geoestratégicos y políticos.
Los condenados son los de siempre, los más pobres, que engañados, manipulados y utilizados, ven cómo sus tierras, donde han vivido durante años, son ocupadas para intereses extranjeros, contaminando sus aguas y provocando su desplazamiento a otras zonas, condenándolos en definitiva a una vida de miseria. Al igual que hiciera en su anterior documental, en este, Hubert hace una fría, dura y directa narración, que es acompañada de imágenes grabadas en situaciones, encuentros y relatos donde es capaz de exprimir las miserias de unos y otros. Miserias a nivel ético de empresas, empresarios, políticos, militares y misioneros que llevan a la miseria más absoluta a quienes menos recursos tienen.
Hay relatos que son una patada directa al estómago del espectador y que provocan (si se tiene un mínimo de empatía o humanidad) la reflexión de lo que se está haciendo en el continente africano. Unos y otros llegan como amigos, con el único objetivo de extraer recursos para sus intereses. Petroleras chinas, mercaderes de armas, misioneros texanos; todos buscan un único objetivo: su beneficio e intereses, bajo una falsa imagen de inversión y ayuda. Los testimonios de los habitantes, de los perjudicados, de los miserables, son absolutamente demoledores. Conscientes en muchos casos del expolio al que se ven sometidos, golpean al espectador que no puede hacer nada más que apretar los dientes y tragar saliva ante semejante indecencia. Demoledor el relato de una persona que es engañada por una multinacional para quedarse con sus tierras. Demoledor el relato de aquel que denuncia la contaminación de sus aguas. Demoledor el relato de los habitantes de una aldea donde los misioneros imponen sus creencias y llevan adelante su fanatismo. Demoledora la inhumanidad que rodea todo y a todos. Un documental recomendable para ver de forma pausada, con dedicación y reflexión.
Un documental que deja poso, que provoca el análisis del mundo en el que vivimos y de las consecuencias que llevan estas acciones. Un documental que debería emitirse en institutos y universidades. Un documental, en definitiva, que es una clara muestra de que vienen como amigos, pero no lo son.
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