En nuestra memoria social esta ocasión queremos recordar al movimiento libertario catalán de principios del siglo XX y, en concreto, a tres anarquistas: Pedro Mateu, Luis Nicolau y Ramón Casanellas. Fueron los tres protagonistas de la ejecución del presidente del Consejo de Ministros de corte conservador (sentido por las clases populares como perpetuador de las desigualdades sociales y la represión más cruel), Eduardo Dato, efeméride de la cual el próximo 8 de marzo de 2021 se cumple el centenario. Es el cuarto de los cinco magnicidios que se han realizado en el Estado español en la contemporaneidad y marca la descomposición del régimen monárquico alfonsino que derivó en una dictadura dos años más tarde con Miguel Primo de Rivera.
El ciclo revolucionario iniciado cincuenta años atrás con la Comuna de París, en 1871 y que llevaba medio siglo prendiendo la mecha y preparando un irrenunciable conflicto en forma de revuelta social estaba en su punto álgido en el Estado español. La estrategia de la clase obrera organizada en numerosas asociaciones, sindicatos y ateneos atravesaba a todas las capas populares en la época y especialmente en el territorio catalán. Se estaba dispuesto a responder toda la violencia social y política que se sufría desde las instituciones de poder, en concreto la persecución de sindicalistas a quienes se asesinaba, y en esa táctica se congregaba suficiente fuerza como para incluir la ejecución del presidente del gobierno de un régimen monárquico en profunda descomposición.
Frente a la dictadura borbónica del caciquismo: lucha sindical y popular
Los albores del periodo al que nos referimos se situarían en 1874, desde que fue restaurada la monarquía borbónica tras el primer periodo republicano federal, y al que le seguiría una durísima represión del incipiente movimiento obrero español que comenzaba a dar sus primeros pasos, y que eclosionó en el cantonalismo. El artífice de este régimen político monárquico fue Antonio Cánovas del Castillo, del partido liberal-conservador; creando un sistema de alternancia política ficticia junto al partido liberal-fusionista de Mateo Sagasta.
Si bien Cánovas del Castillo había sido asesinado en agosto de 1897 por un anarquista italiano en el municipio guipuzcoano de Mondragón, este régimen político, del que fue su principal ideólogo, continuó perpetuándose durante el primer cuarto del siglo XX. En la dinastía borbónica, a Alfonso XII le siguió su hijo Alfonso XIII; ambos representaban el autoritarismo simbólico de ese régimen y también fueron objetivo de atentados contra su persona.
En medio siglo de este proyecto político se sentaron las bases de un sistema oligárquico y centralista, donde la Iglesia católica aumentó su poder ideológico, social y económico. España se convirtió en un gran laboratorio donde implementar las ideas liberales que habían ido consolidándose en Europa durante el siglo XIX; se definieron e impusieron las estructuras políticas y sociales necesarias para la entrada del capitalismo de la Segunda Revolución Industrial que estaba teniendo lugar. A las clases dominantes históricamente se les otorgó un mayor poder material si cabe, la retención de la tierra y de la incipiente industria, y un marco legal que consolidaba la esclavitud de la clase trabajadora desposeída. Eso fue a grandes rasgos este régimen en el aspecto político, a lo que habría que sumarle la influencia del llamado Regeneracionismo intelectual; la cuestión nacional y los aspectos culturales renovadores que, si bien llegaban como un viento nuevo, en realidad sirvieron para sentar las bases del nacionalismo autoritario y elitista desarrollado en la Dictadura de Primo de Rivera y la Dictadura franquista. Herencia continuada posteriormente en el actual régimen monárquico junto a las reformas impuestas por el neoliberalismo a finales del pasado siglo XX.
La clase trabajadora en el Estado español fue articulándose en el último cuarto del siglo XIX al calor de las ideas de la Primera Internacional; tanto en el ámbito rural como urbano pronto encuentran cabida unos principios de libertad, igualdad y autonomía obrera, practicados tradicionalmente por los protagonistas de esta historia social. En el campo andaluz surgen organizaciones de apoyo mutuo obrero, también en el territorio catalán que se industrializa. A principios del siglo XX, tras la llamada Semana Trágica de Barcelona, nacerá la CNT, con un objetivo amplio y de masas como su intencionalidad confederal anunciaba. La Revolución Soviética en la vieja Rusia zarista, la experiencia espartaquista en Alemania y el Biennio Rosso italiano, abrían el camino a un ciclo revolucionario que en España se había evidenciado ya en la Huelga General revolucionaria de 1917, y la histórica Huelga de la Canadiense en Barcelona en 1919. El movimiento obrero estaba preparado para asaltar el régimen de la Restauración monárquica, apuntando al presidente del gobierno conservador.
Ejecución de Eduardo Dato en Madrid: la aplicación popular de la Ley de Fugas
La figura de Eduardo Dato queda, por lo tanto, enmarcada en este régimen político español que hemos descrito. Será hasta en tres ocasiones presidente del Consejo de Ministros en menos de una década. También fue ministro de Gobernación, Gracia y Justicia, Estado y Marina; un destacado abogado entre las clases privilegiadas. Su personalidad política iría de la mano de las actuaciones represivas del régimen monárquico, siendo un valedor de la conocida como ‘Ley de Fugas’ (el asesinato extrajudicial in situ efectuado por la fuerza policial a cualquier sospechoso delictivo), permitiendo y potenciando la guerra sucia de la patronal catalana contra el sindicalismo barcelonés.
El 8 de marzo de 1921 sufrió un ataque a última hora de la tarde en Madrid que le causó la muerte y provocó una grave crisis política en el país. Eduardo Dato fue abatido por más de una veintena de disparos efectuados por pistolas máuser desde una moto con sidecar contra su automóvil cuando circulaba por la capital de regreso a su casa, a la altura de la Puerta de Alcalá en la esquina con la calle Serrano.
Los autores materiales fueron Pedro Mateu, Ramón Casanellas y Luis Nicolau, todos ellos anarquistas catalanes, que habían estudiado minuciosamente el camino de regreso del presidente desde el Palacio del Senado a su domicilio. El tiroteo duró cerca de un minuto hasta vaciar sus cargadores y lo realizaron acercando su moto a la parte trasera del vehículo sin blindar. Dos impactos de bala en la cabeza de Eduardo Dato hicieron que muriera en el instante. Sin embargo, el automóvil llegó hasta la Casa de Socorro de Buenavista en la calle Olózaga, donde solo certificaron la muerte del presidente.
Este ataque fue considerado como una respuesta del anarcosindicalismo barcelonés a la dura represión ejercida por el gobernador civil Martínez Anido contra la clase obrera y sus líderes sindicales, nombramiento realizado por el propio Eduardo Dato unos meses antes. Previamente de la organización de grupos como Los Solidarios, que se formaría dos años después por la CNT para defenderse de estos ataques patronales, algunos grupos de afinidad ya estaban organizando una autodefensa activa frente a la guerra sucia del pistolerismo.
Proceso judicial y consecuencias políticas; los tres anarquistas años más tarde
Los tres autores de la ejecución lograron huir en un principio del lugar de los hechos, pero fueron detenidos a los pocos días debido a la declaración de los testigos del suceso, que vieron que los tres anarquistas huyeron por la calle Serrano. En concreto, un mulero al que casi atropellan en su huida a la altura de la calle Arturo Soria, cuando circulaban sin luces, y que observó la casa en la que se escondían en la zona de Ciudad Lineal, donde llevaban viviendo desde el mes de enero organizando el ataque y escondiendo allí las armas.
Las investigaciones del asesinato de Dato estuvieron salpicadas de irregularidades formales,y errores como el de la marca de las pistolas, o la confusión con la clase de coche en el que viajaba el presidente. El director general de seguridad, Fernando de Torres Almunia presentaría su dimisión poco después por los graves fallos en la seguridad del presidente que facilitaron el suceso. Además, se marcaba la descomposición de este régimen que se quitaría la máscara pasando a su ofensiva más represiva, y que anunciaba un inapelable conflicto de clases sociales en escalada de intensidad hasta la Revolución Social española de 1936.
Cinco días después de los hechos, y tras las pesquisas policiales queriendo dar una rápida respuesta con efecto mediático, fue detenido Pedro Mateu. Este joven anarquista catalán, natural de Valls, fue sorprendido en una casa alquilada en la barriada de Ventas, en la misma calle Alcalá. Luis Nicolau huyó inmediatamente con su compañera Lucía Forns a Berlín, donde fue detenido y extraditado a España por el gobierno de la República de Weimar. Por su parte, Ramón Casanellas huyó a Francia, desde donde pasó posteriormente a la Unión Soviética. Desde allí escribió una carta al Tribunal declarándose culpable de los hechos en defensa de sus dos compañeros que estaban siendo juzgados.
Tras el proceso ya mencionado repleto de irregularidades, y que sacaba los trapos sucios de la clase dirigente española, los dos encausados fueron condenados a muerte e indultados a cadena perpetua en 1924. Pedro Mateu se dedicó a estudiar en prisión. La amnistía concedida con la instauración de la Segunda República le permitió salir de la cárcel. Durante la Guerra Civil española participó en la Columna Durruti, actuando en la coma de Caspe, municipio aragonés. Se exilió posteriormente a Francia, teniendo cargos de responsabilidad en la CNT durante décadas y muriendo en Toulouse en 1982. Luis Nicolau, tras su extradición y condena, fue enviado a la cárcel de El Dueso, en Cantabria. Salió igualmente en libertad durante la Segunda República española y se estableció a vivir en Gironella, comarca catalana del Berguedà. Fue militante de la FAI (Federación Anarquista Ibérica); y fue fusilado en febrero de 1939 en La Quart, un municipio barcelonés, en pleno éxodo antifascista hacia Francia tras el avance rebelde en el conflicto bélico.
Ramón Casanellas, en cambio, se unirá a las filas del Ejército Rojo en la Guerra Civil rusa, y regresará a España en 1931 como reorganizador del PCE. Murió en un accidente de motocicleta en 1933 en un viaje hacia Madrid.