Los movimientos migratorios vuelven a estar en primera página de los periódicos, las televisiones abren con noticias acerca de una supuesta invasión de africanos/as a España, cientos y miles de inmigrantes que parece que se dedican a saltar una valla para poder aprovecharse de la riqueza de nuestro país, eso es lo que nos cuentan. La imagen de un país próspero y rico que tratamos de vender fuera de nuestras fronteras parece que tiene éxito no solo entre los/as adinerados/as turistas, somos de los países más reclamados para acceder al gran Occidente, cuna del progreso y el desarrollo.
Después de estás noticias que a una parte de la población consterna y a la otra le llena de rabia bajo el pensamiento de “los negros nos invaden”, aparecen otras noticias que pareciera que no tienen ningún tipo de nexo con lo anteriormente expuesto, que si “fuga de cerebros”, “generación perdida”… Esta es otra cara de una misma realidad, el hecho de que parte de la población del Estado Español se vea forzada a desplazarse a otros territorios del continente europeo en busca de una salida laboral negada en su país de origen. Pero al fin y al cabo esta realidad no dista tanto de la realidad de miles de senegaleses, saharauis, etíopes, nigerianos… que ante la imposibilidad de desarrollar una vida digna en su territorio de origen se ven obligados a migrar a territorios supuestamente más prósperos. Probablemente la raíz del problema en ambos casos sea el mismo, el Capitalismo feroz que reduce las condiciones de vida a miseria y mercancía. Pero cómo se desarrolla el problema y cómo se vende al público distan mucho en ambos casos, el gran problema en territorio africano es el neocolonialismo de occidente que se dedica a comprar terrenos para el cultivo y/o extracción de recursos naturales (petróleo, gas…), obteniendo para sí mismos los beneficios económicos y productivos, en detrimento de las poblaciones locales las cuales son obligadas a dejar sus territorios de origen y emprender un camino cuyo fin, en algunas ocasiones pasa por recorrer cientos o miles de kilómetros de una manera tortuosa, muy lejos de los vuelos low-cost o las autovías recién asfaltadas, para al final llegar y enfrentarse a una valla criminal y asesina y aterrizar en un país que poco tiene que ver con el tuyo. ¿De verdad alguien puede pensar que una persona realiza todo este viaje de una manera voluntaria?
Acaparamiento de tierras
“El acaparamiento de tierras consiste en la sustracción de tierras rurales por parte de inversores internacionales para darles un uso comercial al mismo tiempo que niegan el acceso a esas tierras a la gente que tradicionalmente las usaba para ganarse la vida”
Imagina que España cediera la gestión de un territorio del tamaño de Extremadura a una empresa extranjera. O que hubiera ciudadanos/as que pasaran hambre mientras compañías foráneas produjeran comida en España que luego exportarían a sus países de origen. Parece difícil de creer, pero esa es la situación que se está dando en algunos países del áfrica subsahariana.
Desde 2001, los Gobiernos de países en desarrollo han arrendado, vendido o están negociando la cesión de 227 millones de hectáreas de tierras, o unos 2,27 millones de kilómetros cuadrados. De ese total, gran parte de los contratos, que involucraron en gran mayoría a inversores/as extranjeros/as, se firmaron a partir de 2008. Y, desde ese año, más del 70% de los contratos se han dado en el áfrica subsahariana, de acuerdo con un informe del Banco Mundial.
Mozambique, Sudán del Sur, Etiopía, Zambia, Liberia, Madagascar… incluso pequeños países como Uganda están cediendo grandes extensiones de tierra a firmas de origen extranjero. En la mayoría de los casos, estas adquisiciones conllevan la expulsión de las comunidades locales de las tierras en las que habitaban. Luego, estas son usadas con fines comerciales como la producción de biofuel o aceite de palma, o se utilizan para cultivar alimentos básicos como cereales o arroz que son exportados a otros países. Y la situación da una vuelta de tuerca más cuando se piensa que en algunos de estos países -como es el caso de Sudán del Sur y Etiopía- parte de la población requiere de asistencia humanitaria continua para no pasar hambre.
El auge de compra de tierras se produce en 2008, a raíz del incremento de los precios de los alimentos, debido a la especulación en el mercado financiero. Países como China, India, Arabia Saudí o Corea del Sur están entre los grandes compradores, unos debido a su alto nivel de población y otros debido a la no existencia de tierras de cultivo que satisfagan sus necesidades en sus respectivos territorios. Estos países y sus empresas se encargan de vender la imagen de que llevan el progreso y el desarrollo social a dichos territorios, mientras que la realidad es completamente contraria a dicha propaganda comercial. O si no, que se lo pregunten a las 20.000 personas desplazadas forzosamente solo en Uganda. Como en el antiguo colonialismo, parece imperar cierta tendencia supremacista que viene a decir que los/as africanos/ as, los/as negros/as, necesitan de alguien (ayer era el hombre blanco, hoy también el empresario chino o el jeque árabe) que les enseñe cómo vivir en sus tierras.
A la lacra del capitalismo transnacional y su necesidad de esquilmar los recursos de la naturaleza en pro del beneficio económico, hay que sumar los múltiples gobiernos títeres y corruptos que gobiernan por doquier en gran cantidad de países africanos, desde militares aupados por golpes de Estado a caudillos impuestos por la antigua regencia colonial. Ningún país africano requiere por ley el consentimiento libre, informado y por adelantado de los/as que viven en las tierras antes de que sean adjudicadas a un inversor. Curiosa manera de defender los derechos de la población tienen estos gobiernos.
La maldición del petróleo
Además del acaparamiento de tierras de cultivo otro de los elementos clave del dominio neocolonial del capitalismo occidental sobre el territorio africano es la explotación y extracción de los recursos naturales por parte de las empresas privadas occidentales. Al igual que con las tierras de cultivo, diversas empresas energéticas, más concretamente las petroleras, se dedican a la extracción destruyendo los métodos de vida y subsistencia de las comunidades locales. La contaminación de acuíferos, el desplazamiento forzoso, la construcción de infraestructuras al interés de las petroleras o la inutilización de las tierras de cultivo son la constante desde que estas empresas aterrizaron para hacer imposible la vida a la población local. El drama del Prestige (el barco petrolero que se hundió y destrozó la costa gallega), es el pan de cada día en la zona del Delta del río Níger.
Nigeria es el paradigma de este caso. Un país lleno de riquezas fósiles, inmerso en la miseria, arrasado por múltiples conflictos, carcomido por la corrupción de la élite dirigente que tan gustosamente se deja sobornar por las multinacionales extranjeras. Nigeria produce al día más de dos millones de barriles de crudo y es el sexto exportador mundial de esta materia. Sin embargo, su renta per cápita no supera el dólar diario, más del 70 por ciento de sus 130 millones de habitantes vive por debajo del umbral de la pobreza y la esperanza de vida no llega a los 50 años.
Estos son solo dos de los grandes problemas que atraviesan los distintos pueblos africanos, entrecruzados con ellos nos encontramos un sin fin de guerras, gobiernos corruptos, fanatismos religiosos, falta de libertades y miseria. Estos son los dramas que viven esas personas que en una situación de vida o muerte se ven en la obligación de abandonar su tierra, su familia y sus amigos/as para llegar a un país en el que nadie les promete nada y que en el peor de los casos se les criminaliza, agrede y asesina.
Fuga de cerebros
Como consecuencia del paro, la inestabilidad laboral y la falta de perspectivas de futuro muchos/as trabajadores/as buscan una nueva posibilidad en el extranjero. Se cuentan por cientos de miles las personas que han salido de España debido a la situación económica. Desde los medios de comunicación se hace un gran énfasis en la pérdida que esto está suponiendo para España. Se nos van los mejor formados y tenemos una generación perdida. Aunque puede no faltar razón en estas afirmaciones, es innegable la doble moral a la hora de cómo tratar a los/as migrantes españoles/as: Cualificados/as, estudiosos/as, jóvenes, con proyección de futuro…con los/ as migrantes de origen africano, los/as cuales parece que vengan a aprovecharse de nuestros grandes servicios sociales y por supuesto ninguna referencia a las causas y consecuencias de su ida de sus territorios de origen.
Un ejemplo de esta hipocresía mediática fue el sonado caso de las expulsiones de trabajadores/as españoles/as en Bélgica. Se les retiró el permiso de residencia a 323 españoles/as, aludiendo a que eran una carga para las arcas del Estado. Y claro, “los belgas primero”. Otro caso sonado ha sido el referéndum suizo en el que también se limita la entrada de inmigrantes, acto que atenta contra la supuesta libertad de circulación existente en Europa.
Nativa o extranjera, la misma clase.
Vista la hipocresía de los Estados Europeos que se dedican a criminalizar al/la migrante africano/a pero que pone el grito en el cielo ante los impedimentos a la libre circulación de sus propios/as ciudadanos/as, queda claro el carácter racista y xenófobo de los Estados europeos. Si además añadimos las argumentaciones que se dan para unos casos (aludiendo a la pérdida la generación mejor cualificada) y para los otros (vienen a robarnos el trabajo), vislumbramos el clasismo y el supremacismo cultural que pregonan nuestros Gobiernos y medios. Los problemas del/la migrante español/a y del/la migrante nigeriano/a son los mismos: la falta de perspectivas en su territorio de origen, los culpables de dicha situación, también coinciden: capitalismo, multinacionales y gobiernos. No hay lugar para el enfrentamiento entre compañeros/as que sufrimos las consecuencias de un mundo que nos condena a la miseria. La solidaridad y el apoyo al/la migrante se hace necesario, pues su lucha es la nuestra. Ni guerra entre pueblos, ni paz entre clases.