En estos últimos tiempos nos estamos encontrando con varios acontecimientos y noticias en torno al resurgimiento de grupos fascistas. Los tiempos cambian y la adaptación de la acción política de estos grupos al nuevo contexto en el que vivimos les está llevando a dejar de lado (a algunos por lo menos) el conservadurismo y la casposidad propia de la ultraderecha patria de estos últimos decenios. Su discurso y su práctica les están llevando por unos derroteros más sociales, más cercanos a las problemáticas reales de la gente. Eso sí, las costumbres no se pierden, y el racismo, la homofobia o el autoritarismo siguen ahí, aunque bajo una cara más amable y comprometida. Si tratamos este tema aquí es porque nos parece un problema grave, que aún no ha cobrado en nuestro ámbito local la importancia que pueda tener en otros países de nuestro entorno, pero más vale prevenir que curar. Este es un asunto en el que hay que actuar con rapidez, sin dejar que esta gentuza prospere a merced de la situación social y económica actual.
Ejemplos cercanos
Esta nueva vía de la que hablamos (no tan nueva, pero sí con fuerzas renovadas) tiene dos claros ejemplos en nuestros vecinos mediterráneos: Italia y Grecia. Por un lado, en Grecia nos encontramos con Amanecer Dorado, partido que en el último año ha cobrado una importancia espectacular tanto a nivel material como mediático. Las noticas que nos llegan van bailando entre sus dos caras, la de mamporreros/as y la de hermanitas de la caridad. El discurso marcado por el partido del antiguo militar Michaloliakos pivota entre un rechazo a las medidas antisociales impuestas a la sociedad griega en estos últimos años y un ultranacionalismo que encuentra en el/la inmigrante el mal de males de la situación del país. En cuanto a su acción política, con una mano reparten el pan (en forma de populistas comedores sociales, bolsas de empleo o ayudas a parados/as griegos/as, llegando al absurdo de tratar de organizar donaciones de sangre sólo por y para griegos/as) y con la otra la leña (creando patrullas paramilitares de acoso a los barrios de inmigrantes bajo la excusa del aumento de la delincuencia). Todo ello, bajo el espectáculo de toda una parafernalia y actitud marcial que trata de rescatar la estética nacionalsocialista de la Alemania hitleriana.
Por otro lado, el ejemplo italiano es algo menos mediático, pero con un recorrido histórico importante. En este caso hablamos de la organización Casa Pound, que surge en Roma en 2003 con la ocupación de un edificio en el centro de la ciudad. A partir de ahí, comienzan a crecer, planteando como eje principal de su acción política la problemática del acceso a la vivienda, y como solución a corto plazo la ocupación de inmuebles vacíos para gente sin recursos (o desahuciados/as), eso sí, siempre y cuando sean italianos/as. De este modo, también comienzan a generar otros espacios de trabajo social, ya sean centros culturales, repartos de alimentos e incluso un sindicato de estudiantes propio, pero cómo no, únicamente para italianos/as. Todo ello se tiñe de una “fuerte” crítica al sistema económico y a la clase política, lo que no les impide seguir manteniendo lazos con los tradicionales partidos ultraderechistas italianos. Esta vertiente social viene acompañada, como ya se ve, de un rechazo total a la inmigración, así como de de un discurso altamente patriótico, unos valores profundamente conservadores (en relación a la familia, la sexualidad…) y de constantes menciones y referencias a ideólogos/as fascistas.
Pero sobre todo, en ambos casos, se destila autoritarismo y subordinación por los cuatro costados. La vertiente social y de barrio se jalona con constantes agresiones a inmigrantes, homosexuales o izquierdistas, que desgraciadamente han finalizado en más de una ocasión en asesinatos. Con la excusa de la delincuencia, organizan pogromos a barrios con una importante presencia de extranjeros (aunque cuando se refieren a extranjeros/as, casualmente, suelen señalar a población normalmente pobre y no blanca), o como en el reciente caso griego, marchas a zonas de alterne gay a señalarles lo demoníaco de sus apetencias sexuales y relacionales, y recordarles que tras los/as inmigrantes/as, ellos/as son los/as siguientes en la lista negra.
La idea central de esta vía del fascismo social, así a grandes rasgos, es sencilla: en estos tiempos en los que el Estado de Bienestar se viene abajo, o al menos anda en serio retroceso, nos encontramos con que muchas de sus, hasta ahora, competencias (sanidad, educación, ayudas sociales, dependencia…) quedan descubiertas. La pobreza avanza a pasos agigantados, y ellos/as tratan de cubrir todas estas necesidades sociales que quedan desatendidas. Te dan pan, y tú a cambio te tragas su discurso. Todo este halo humanitario lo cubren a su vez de un supuesto anti-capitalismo (o por lo menos, una crítica superficial al status quo), descargando la responsabilidad sobre bancos o políticos/as. Ya por último, y puesto que su crítica “anticapitalista” anda algo coja de propuestas e ideas, acaban dando con una cabeza de turco, la inmigración, a la que culpar de todo aquello de lo que no culpan a bancos o políticos/as, y una solución a todos los problemas, su expulsión. Con ello se salva la patria y todos recuperamos nuestros antiguos curros y vidas. Mezclando este coctel con algo de macarrismo (que en estos tiempos jodidos y de medias tintas siempre impresiona), te sale un discurso muy majo.
Lo que se queda en la trastienda es su propuesta de cambios, ante esta crítica que plantean, ¿qué se ofrece? No hay que rascar mucho para entrever como el autoritarismo más exacerbado hace su aparición. Frente a su crítica a la democracia, a sus instituciones y a sus daños colaterales, no se contrapone una organización desde abajo y horizontal de la sociedad, sino más mano dura, más jerarquización y más leña. Quieren cambiarnos el/la dueño/a que tenemos ahora por otro/a, si cabe más cabrón/a. Nos venden patria, fronteras e inseguridad contante hacia el/la que no es como nosotros/as. Nos tratan de vender un supuesto apoyo a la clase trabajadora (de donde salen muchos de sus apoyos), mientras jerarquizan en la misma según procedencia cultural, sexo o gustos sexuales. Ahí está también su contante apoyo a unas fuerzas de seguridad erigidas cada vez más como salvaguarda de los intereses empresariales y gubernamentales, o su esquirolaje (activo en muchos casos) durante las recientes huelgas generales o parciales.
Por otro lado, es de reseñar el tufo claramente asistencialista de toda su acción política, en la que toda ayuda se da desde una posición de superioridad, no como apoyo entre iguales. Se acaba representando un papel, explotado hasta la saciedad en estos lares por la Iglesia Católica, eminentemente paternalista, en el que el/la hijo/a es un/a pobre inconsciente que necesita que le marquen el camino, pues por sí solo/a no es capaz de llegar a ningún sitio. Se presta una ayuda que no son más que migajas, que no posibilitan al/a ayudado/a a salir de su posición de dependencia. No se le otorgarán capacitaciones para que resuelva sus problemas por sí mismo, no se prestará un apoyo en su toma de decisiones. Simplemente se otorga pan para hoy, y si mañana quieres más, tendrás que seguir mis normas; en suma, la consagración de la ONG facha. Como es de esperar, así la emancipación de los/as de abajo nunca llega.
Esta nueva ola, aunque con retraso, también alcanza nuestras ciudades y pueblos. A menor escala que en Grecia o Italia, pero la intención corre por estos caminos, y es aquí donde podemos englobar los intentos de participación (no muy fructíferos hasta la fecha) de ciertos grupos fascistas en asambleas del 15M, en acciones como el rodeo del Congreso de los Diputados durante los pasados meses de septiembre y octubre o en manifestaciones contra la privatización de la educación pública y la subida de las tasas universitarias. Del mismo modo, están comenzando a crecer las acciones de tipo asistencialista dirigidas a españoles/as que están sufriendo los recortes, y sus intentos de generar un discurso en torno a problemáticas como la vivienda o el paro. A ello sumaríamos las visitas en estos últimos tiempos de diversos cargos de Amanecer Dorado o de Casa Pound a actos programados en Madrid, Málaga, Barcelona o Castellón.
A modo de conclusión
Una vez llegados a este punto del artículo, y antes de darlo por cerrado, nos gustaría plantear un par de conclusiones que nosotros obtenemos de esta situación. Primeramente, y teniendo en cuenta todo lo anteriormente reseñado, nos parece imprescindible que este tema no se quede únicamente en palabras, sino que vemos necesario darle forma en una práctica real. No queremos resultar alarmistas, ni otorgar a esta gentuza más importancia de la que tienen. Sin embargo, nos parece un tema muy serio, que debe afrontarse sin dilación, pues no podemos esperar a que ganen fuerza para luego lamentarnos cuando lleguen las desgracias. Hay que denunciar sistemáticamente las prácticas de estos grupos fascistas, desenmascarar ese pseudodiscurso social que trata de esconder su cara racista, homófoba, altamente clasista y autoritaria. No tenemos intención de darles ningún tipo de respiro y creemos esencial que esa nueva imagen que tratan de presentar no nos engañe, que no se les permita participar en manifestaciones, asambleas de barrio, conflictos en los curros o luchas en general. No son nuestra gente. Con sus discursos (y sus prácticas) no hay lugar al entendimiento, no hay lugar para la sana discusión. Este es uno de los ámbitos en los que tenemos las ideas muy claras, su crecimiento deviene en nuestra destrucción, en mandar a la mierda todas nuestras esperanzas y empeño por cambiar las cosas a mejor.
Por otro lado, darle vueltas a este asunto también nos conduce a mirarnos a nosotros/as mismos/as al espejo y plantearnos nuestros fallos. En cierta medida, el crecimiento de esta gente en plena crisis va unido a una falta de discurso (y ante todo, a una incapacidad de materializar en la práctica este discurso) de la izquierda en general, desde la socialdemocracia hasta los movimientos sociales. Al fin y al cabo, con toda la mierda que lo acompaña y con un regusto muy cristiano, lo que estos grupos están planteando son intentos de solución a los problemas de la gente, de su día a día. Soluciones que lógicamente ni compartimos, ni creemos que realmente solucionen nada, pero ahí están. Nosotros/as decimos intentar promover ciertas prácticas como el apoyo mutuo, pero algo estamos haciendo mal si la gente prefiere que cuatro cerdos/as les den de comer que organizarse autónomamente para conseguir lo que necesitamos. Significa que no somos capaces de generar suficientes herramientas y espacios de solución de los problemas como el paro, los desahucios, la pobreza, los cortes de luz o agua… Que es necesario que lo demos todo no sólo en generar discurso, sino en que este venga refrendado por una práctica, en plantear alternativas al sistema que sean útiles para el día a día de la gente, no desde posiciones asistencialista o vanguardistas, sino desde la solidaridad –ese palabra tan manida que para nosotros/as sigue significando mucho-, a través de asambleas de barrio y de trabajadores/as, ateneos, centros culturales, grupos de consumo, okupaciones de viviendas, huertos urbanos, redes de apoyo… Invitamos a todo el mundo a pensar cuál es el camino a seguir para llegar a las calles, para demostrar que no es necesario depender de la asistencia de otros/as (ya sea el estado o una ONG) sino que juntos/as podemos crear redes para cubrir nuestras necesidades.
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sólo la autorganización y la lucha nos sacarán de este sistema podrido
Estoy de acuerdo con este artículo, vuelve el fascismo, pero sólo renueva sus símbolos, no así su discurso. A nada que se haya leído de verdad sobre fascismo, veremos fácilmente como este emerge de nuevo en tiempos de crisis. Vemos como las clases acomodadas salen a las plazas para defender su status, su situación en el capitalismo, ante el temor a proletarizarse, de perder lo que tienen. Y para ello lanzan proclamas en defensa del Estado, de la sanidad pública, de la educación pública, que es el adiestramiento del Estado burgués. Tan es así que hoy día hasta los anarquistas defienden a ultranza lo público, esto es, el control y la gestión de nuestras vidas por parte del Estado. La intervención, y consiguiente fortalecimiento, del Estado para frenar a los tiburones financieros, a los especuladores, a los judíos usureros.
Vemos hoy día en cualquier plaza como gritan con enorme indignación contra las “plutocracias”, recuperando este término tan básico del discurso de Mussolini, contra las oligarquías financieras, como decía Falange, la misma “Internacional del Oro” de la que hablaba Girón. Vemos como se retoman las consignas del socialismo nacional como la nacionalización de la banca, el aumento de los impuestos a los grandes burgueses, las grandes fortunas, defendiendo a la pequeña burguesía propietaria de tiendas, pequeñas empresas y tierras. Y vemos incluso la vuelta de un nacionalismo feroz proteccionista con manifestaciones por la soberanía monetaria, estos es, la soberanía nacional contra la injerencia de poderes extranjeros, contra los malditos alemanes, los nórdicos que nos explotan, las naciones ricas que explotan a las pobres. La misma negativa a pagar una “deuda ilegítima”, el lema con el que Hitler inicia su ascenso en los años 20, lema que hoy unificará toda la indignación social de las diversas clases temorosas de perder su patrimonio. Hemos visto incluso “huelgas sociales”, esto es, huelgas dirigidas a todos los ciudadanos, sean trabajadores, empresarios, rentistas, especuladores, todas las clases juntas por el fortalecimiento y defensa del Estado social contra el Gran Capital.
Vuelve el fascismo, y está muy muy indignado.