A mediados de octubre, Interior anunciaba que se estaba “estudiando” la creación de una nueva unidad de policía: una “macrounidad de élite”, destinada a aliviar el trabajo de las Unidades de Intervención Policial. Se ve que los pobres antidisturbios no daban abasto en sus labores de pegarnos porrazos y ayudar a echar a la gente de sus casas, y necesitaban un revulsivo. Poco tardaron en estudiarlo, y en noviembre pasaron al hecho: 378 agentes se incorporaron al refuerzo de la UIP en Madrid, con la consigna de mantener el orden público frente a la “intensificación del conflicto social”. Así fue como se sacaron de la manga las nuevas Unidades de Prevención y Reacción, una suerte de cuerpo de antidisturbios “de guardia”, disponible las 24 horas. De mano de Cristina Cifuentes y del jefe superior de Policía de Madrid, el nuevo grupo fue presentado en sociedad como una especie de fusión de superhéroes preparados para actuar siempre que se les necesite, dedicados/as a “la persecución y puesta a disposición judicial de los malhechores y personas antisociales”. Si ya es habitual últimamente ver cómo se trata de limpiar la imagen de las fuerzas del orden con noticias de heroicos salvamentos y partos asistidos, en esta ocasión se han pasado de peliculeros/as: Se les ha bautizado como “Los Bronce”, están formados por operativos de “Centauros”, “Alazanes” y “Zodiacos”; y portarán un escudo con un águila y la leyenda “Custodiam adsumimus et ordinem redigimus” (Asumimos la custodia y reestablecemos el orden).
Suponemos que se beneficiarán del desorbitado aumento en un 1.780% que los nuevos Presupuestos Generales reservan al gasto para material de “defensa” policial. En total, el próximo año se destinarán 3.26 millones de euros a adquirir chalecos, escudos, máscaras, pelotas de goma, artificios lacrimógemos, etc. Llorar es lo que quieren que hagamos (hace poco también salía a la luz una partida de más de un millón de euros en gas lacrimógeno para la Guardia Civil). Además, están previstas más subidas para los dos años siguientes. Aún así, exigen la rehabilitación de edificios para albergar a las nuevas unidades. Podríamos hacer demagogia con la cantidad de deudas hipotecarias que se podrían cancelar con 3.26 millones de euros; o con las familias sin ingresos ni prestaciones que podrían alimentarse con ese dinero; o con lo que se reducirían las manifestaciones y las alteraciones del orden público si se fueran todos/as y nos dejaran ser dueños/as de nuestra vida; pero si han decidido que es mejor gastar millones en represión, será que la culpa es nuestra por salir a protestar…
Poli malo y poli “bueno”
Siempre han estado ahí para reprimirnos, para identificarnos, para llevarnos a los calabozos y cubrir su cupo de detenidos/as del día (y cosas peores); pero en los últimos tiempos sus llamados excesos corren como la pólvora por las redes sociales e inundan los medios de comunicación. Lo que ellos/as definen como su trabajo, está siendo puesto en entredicho, y se defienden atacando a sus amos/as para que veamos que están de nuestro lado y que son “pobres victimitas” del sistema como nosotros/as.
Para empezar, se han manifestado en la calles (cosa que a nosotros/as no nos dejan hacer tranquilamente) y portavoces de los principales sindicatos de policía se han prodigado por las televisiones, reivindicando que su papel represor estaba siendo utilizado como chivo expiatorio para desviar la atención de los recortes y de los verdaderos problemas contra los que se estaba rebelando la gente. También han denunciado la utilización política que se hace de sus escandalosas actuaciones en las manifestaciones, pidiéndoles responsabilidades e investigaciones internas después de haberles dado la orden de cargar y detener a mansalva. Cierta razón no les falta, aunque eso no les exime de ser ellos/as quienes dan el porrazo o disparan la pelota. También es cierto que toda esta desviación de la atención probablemente se disipa en cuanto pasa el temporal, y pocos asuntos internos llegan a puerto. Terminarán en un cajón, como otras muchas investigaciones que atañen a quien no deberían.
El Sindicato Unificado de Policía ha decidido abrir parte de ese cajón, y ha empezado a sacar documentos a la luz, mostrándose como portadores de la verdad o Wikileaks a la española. En primer lugar, le llevaron la contraria al Gobierno tras las movilizaciones del 25S, anunciando a bombo y platillo que sí existían infiltrados/as en las manifestaciones. Más tarde, tras la tragedia tan mediatizada del Madrid Arena, el SUP acusó al Ayuntamiento de Madrid de “ocultar la realidad” sobre las irregularidades en la licencia del recinto. Finalmente, a las puertas de las elecciones catalanas, hacían público un informe que implicaba en un caso de corrupción a CiU y CDC, y denunciaban públicamente que los jueces/zas no están por la labor de continuar con las investigaciones cuando en ellas “aparece un político o un empresario conocido”.
La guinda de este pastel surrealista la ha puesto Sánchez Fornet, secretario general del SUP, en su cuenta de Twitter. Del creador de “Leña y Punto” (redoble de tambor) llegaba el llamamiento a participar en la Huelga, “parar la nación” y “obligar al Gobierno a ayudar a los más pobres”. Asímismo, invitaba a los/as agentes a negarse a ejecutar desahucios, señalando que “tendrán garantizado el sueldo y la mejor defensa jurídica”. Todo esto, en el momento en que empezaban a hacerse públicos los suicidios.
Esta supuesta solidaridad muestra de qué pie político cojean (¿querrán cambiar de jefes/as?) y es un intento burdo de engañarnos (y autoengañarse) haciéndonos creer que otra policía es posible, cuando en la esencia misma de sus funciones no está el protegernos a nosotros/as, sino a la ley y, por tanto, a quienes la dictan. Si estuvieran en nuestro bando no estarían enfrente, armados/as hasta los dientes. Si de verdad quisieran estar con la gente, protegerla y salvarla, se habrían metido a bomberos…