Autores: Aritz Intxusta Pagola y Aitor Agirrezabal Moreno. Editorial Txalaparta. Euskal Herria, noviembre 2018. 236 páginas
La noticia judicial del mes – y quizás de la década – ha sido la Sentencia del Procés. Pero apenas cuatro días antes de su publicación, el Tribunal Supremo estimó parcialmente los recursos de casación interpuestos por las defensas de los chavales condenados por los hechos de Altsasu, rebajándoles en unos años las penas. Un gesto que se interpretó como una pequeña concesión para ganarse la reputación de Tribunal garantista y poder así meter un buen palo a los catalanes.
Para quien no lo recuerde, los hechos de Altsasu tuvieron lugar en la madrugada del 15 de octubre de 2016. Se produjo un altercado a las puertas del bar Koxka de Altsasu (Navarra), en el que se vieron implicados varios jóvenes del pueblo, dos agentes de la Guardia Civil y sus parejas. La pelea dejó como primer resultado dos detenidos y un tobillo, el del teniente, roto. Pronto vendrían más detenciones, cámaras de televisión, la derivación del caso a la Audiencia Nacional, acusaciones de terrorismo con peticiones de cincuenta años de prisión por acusado y condenas de más de 10 años. Y muchas movilizaciones protagonizadas por sus aitas y amas. Hasta convertir Altsasu en lo que, muy a pesar de los propios vecinos y vecinas, es hoy símbolo, mito y trinchera ideológica. Para unas, la palanca con la que intentar apuntalar la unidad de España. Para otras, un dique en la defensa de los derechos humanos y la justicia.
La pelea de bar se convirtió en una cuestión de Estado.
Entre la apisonadora político-judicial y mediática y el propio pueblo, un abismo, donde toman protagonismo asociaciones de víctimas, de guardias civiles, políticos, periodistas sin pudor, jueces y fiscales con afán de estrellato y donde, en esta trepidante crónica periodística (publicada antes de que existiera una sentencia firme contra los chavales), Aritz Intxusta y Aitor Agirrezabal rescatan la parte silenciada por los grandes medios, con múltiples entrevistas y dando voz, por primera vez, a los protagonistas de esta historia, que completan el relato con sus cartas desde la cárcel.
“Nos recibió un señor grande, gordo y con un bigote fino. Era como una imagen sacada del cine. Después de la ducha y con un buzo blanco, subimos a las celdas. Jokin y Aratz en una y Oihan y yo en otra. Cuando la pesada puerta se cerró, lo que nos vino a la cabeza fue que todo era una broma. Decíamos que aparecerían nuestros padres y madres con un ramo de flores, las cámaras de televisión y que nos iríamos a Altsasu. Ese momento todavía no ha llegado” – Iñaki Abad.
“Tenía días buenos y días malos. Y cuando tenía días malos… Igual he madurado. Siempre con una losa encima, pero he llegado a comprender que porque yo tenga un día malo no tengo que estar mal con los de alrededor. Ellos no lo merecen” – Ainara Urkijo.