Autor: Lewis Pogson. Edita: Ochodoscuatro Ediciones. Madrid, 2016. 167 páginas.
Medio siglo después de que diferentes colectivos comenzaran a reivindicar liberaciones y recates de animales no humanos confinados en centros de explotación, aún existe gente, incluso dentro de los propios movimientos animalistas, que considera que estas acciones son “simples” actos de compasión o episodios heroicos, que poco o nada tienen que ver con la política y el resto de cosas de este mundo. Aun aisladas de todo contexto sociopolítico, no podría subestimarse el impacto que los rescates y liberaciones tienen en la vida de los individuos implicados. Pero, si “solo” fueran eso, actos aislados de compasión, no existirían en algunos Estados leyes especiales para reprimirlas; no se harían montajes policiales y campañas institucionales para desprestigiarlas y frenarlas, y las personas como Lewis Pogson no irían a prisión bajo un régimen diseñado para “extremistas violentos”. Los/as enemigos/as de la libertad lo saben, saben que las ideas y los actos de liberación animal ponen peligrosamente en cuestión los cimientos de su sistema. Este libro, desde el relato de la experiencia personal de su autor, persigue que los/as amantes de la libertad comprendan también esta realidad, con todos los riesgos que conlleva, pero también con todo su potencial.
Lewis Pogson fue condenado por su participación, en 2008, en una acción reivindicada con las siglas del Frente de Liberación Animal. La acción en cuestión causó pérdidas económicas de 750.000 libras a una granja que criaba conejos destinados a laboratorios de experimentación animal, y además se saldó con el rescate de 129 individuos. El hecho de librar a estos conejos de su prisión le costó a Lewis 11 meses de cárcel, 12 de arresto domiciliario y 18 de libertad condicional. Con la humildad y el optimismo de alguien que no es, ni quiere ser, héroe ni erudito, cada paso de su historia aclara, para quien aún tenga alguna duda, que tanto la lucha por la liberación animal, como su represión y la cárcel en sí misma, son sin duda cuestiones políticas. Pero sus protagonistas son personas y, por tanto, sus experiencias, como las de cualquier otro/a preso/a, son únicas y personales. Ninguna de las dos cosas debería ser olvidada.
La cárcel pretende detener la vida y la lucha, pero no lo consiguió en el caso de Lewis, ni en el de otros tres activistas que narran sus vivencias en el apéndice “Tras la prisión”. El poder de la convicción, de la solidaridad y del apoyo colectivo es algo que los/as enemigos/as de la libertad aún no han podido comprender ni vencer. No les dejemos.