¿Por qué Marx no habló de copyright?

Autor: David García Aristegui . Edita Enclave de libros (http://enclavedelibros.blogspot.com.es/)

Desde Enclave de Libros se han ido publicando algunos libros de interés para el movimiento libertario como Anarquía en acción de Colin Ward (publicada origialmente por Tusquets como Esa anarquía nuestra de cada día…..) o la T.A.Z. – Zona Temporalmente Autónoma de Hakim Bey que cuenta con prólogo de Servando Rocha.

portada aristeguiA priori el libro de David García Aristegui ¿Por qué Marx no habló de copyright? no tendría que tener demasiado interés específico para el anarquismo. Hablamos de lo que es una breve historia política de los derechos de autor y que presta especial atención a la figura de Karl Marx, tanto como autor como periodista precario. Pero en su apartado “Los dilemas de los anarquistas” García Aristegui nos recuerda episodios del movimiento libertario por desgracia largamente olvidados. Para empezar, recupera la figura del anarquista proudhoniano Lysander Spooner, que fue uno de los primeros autores en defender activamente la propiedad intelectual en la temprana fecha de1855, además de las ideas de Tolstoi sobre derechos de autor y las de Kropotkin sobre patentes.

O textos mucho más cercanos políticamente, como la conferencia de Anselmo Lorenzo titulada El derecho a la evolución, donde se exponía que los intelectuales “abiertas de par en par tienen las puertas del sindicalismo; nadie les priva de constituirse en sindicatos de producción intelectual; por ejemplo, en defensa de sus derechos de autor contra la explotación editorial; porque, más o menos privilegiados, y a veces más míseros que los obreros de blusa bajo su traje decentemente presentable, son asalariados […] y pueden concertarse con nuestros sindicatos, federaciones y confederaciones”. También se recuerda la figura de Salvador Seguí, que afirmó “mi profesión es pintor. Soy ahora, además, periodista, y vivo de mis artículos y colaboraciones”.

Para el autor los debates sobre propiedad intelectual han estado dirigidos e impulsados por el liberalismo, estando las diferentes familias históricas del socialismo siempre a remolque en estos temas (pone el ejemplo de los derechos de autor en la URSS, un calco de los de Francia), agravándose la falta de ideas y discurso con la llamada cultura libre. En las conclusiones del libro García Aristegui retrata al copyleft y sus licencias como el brazo cultural del neoliberalismo, es decir, coherente con las prácticas desreguladoras y precarizadoras de cualquier trabajo asalariado, pero que paradójicamente cuenta con el aplauso entusiasta de algunos sectores de la izquierda más tecnófila o “cibereufórica”.

Los últimos párrafos son una invitación a la organización de las y los trabajadores culturales para que se impulsen “nuevas instituciones, a caballo entre lo sindical y la gestión colectiva de derechos. Nuevas instituciones para redefinir qué tipo de industrias culturales queremos, con qué condiciones laborales y qué nuevos consensos se pueden alcanzar en torno al acceso a la cultura, además de posibilitar nuevas alianzas en un mercado laboral cada vez más precarizado”.

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