Reproducimos en estas páginas una entrevista publicada originalmente por La Directa a Fernando Balius, autor de la novela gráfica Desmesura, en la que relata en primera persona la experiencia propia de convivir con el sufrimiento psíquico y en particular con la escucha de voces, su búsqueda de sentido y de herramientas para afrontarla huyendo del discurso de la psiquiatría tradicional.
¿Cómo llegas a Desmesura?
Es fruto de una reflexión colectiva sobre los discursos críticos en salud mental. Habitualmente el abordaje del sufrimiento psíquico se circunscribe a contextos profesionales o movimientos sociales y en primera persona. Son espacios acotados donde el activismo crea un código propio que limita.
Desmesura es una apuesta narrativa para llegar a todos saltando al espacio cultural. Para crear relato y combatir el discurso dominante es necesario un cambio de lenguaje.
¿Por qué un cómic?
A los 19 años, cuando empecé a escuchar voces, consumía cómics compulsivamente. Hemos producido un material que me hubiera gustado encontrar, que habría podido entender y que me habría ayudado entonces. Tanto Mario Pellejer como yo debutábamos en este formato. Yo venía de editar Saldremos de esta del psicólogo Javier Erro, un material sencillo para acompañar en momento de crisis, con una respuesta abrumadora. Hay que socializar conocimiento.
Hay un camino del aislamiento al conocimiento mediante el activismo
Saber que mucha más gente tiene una experiencia radical como tú reduce la angustia. En Andalucía, donde vivo, creamos un primer grupo de escuchadores de voces tras el congreso mundial de Entrevoces (Alcalá de Henares, 2015). El movimiento Hearing Voices del que hablo en el libro tiene más de 130. Una persona que conocí creyó, durante 46 años, ser la única que escuchaba voces. Siento que tengo la responsabilidad de compartir, lo más honestamente posible, experiencias que creo colectivas y que me han ido bien.
Santiago López Petit presentaba Desmesura como un camino de honestidad que, desde una vida concreta, nos acerca a anclajes universales
Cuando hablamos de sufrimiento psíquico, ‘psíquico’ es un adjetivo pero el sufrimiento es consustancial al ser humano. Hablo de mi experiencia subjetiva, escuchar voces durante 20 años, diciendo que es una experiencia inusual, pero es común y, más aún, normal. El sufrimiento vive en la condición humana y, en contextos de canibalismo social, de capitalismo, se sufre más. Ambas presentaciones han sumado más de cien personas: el interés está. Desde el activismo hemos reclamado a menudo que se nos busque, quizás nos toca generar nosotros el encuentro.
No es habitual establecer, como haces, una relación tan clara entre el entorno y el sufrimiento
En el contexto donde vivimos todos los dispositivos están emplazados para que te repliegues y aísles en cualquier situación. Ante esto nos organizamos alrededor de intereses comunes y generamos acciones colectivas como lo hace la PAH. En la lucha por la vivienda, de la que también participo, hay un relato de sufrimiento vinculado al contexto de crisis con paralelismos de apoyo mutuo y nuevos lenguajes para romper el aislamiento. La salida pasa, de nuevo, por compartir experiencias y construir puentes.
Los contextos también cambian deprisa
Mira, de pequeño vivía en un edificio ‘colmena’. Cuando mi madre se iba tocaba timbres hasta que una vecina abría la puerta y me dejaba. Esta experiencia ya no es cotidiana. Dentro del activismo a menudo se dan soluciones individualizadas a problemas colectivos, especialmente en salud mental. En cambio todo sucede en contextos atravesados por relaciones de poder donde urbanismo, condiciones laborales o estructuras familiares son específicos. Sentimos culpa individualmente cuando el contexto está diseñado para atomizar e individualizar, como también lo hace la psiquiatría.
Precisamente la psiquiatría, señalas en Desmesura, no parece tener en cuenta contextos biográficos
El paradigma hegemónico es biologicista, reduccionista. Sus hipótesis y categorías cambian como modas que, incluso, son geográficas. El trastorno límite de la personalidad es el último hit. No tienen nada que ver con tu biografía, ni con tu barrio, ni con las estructuras familiares ni con el género. En todos los espacios mixtos donde he estado ha aparecido la figura del abuso y eso no se aprende en la facultad. Hay que politizar la salud mental porque tiene un componente político.
Señalas la disonancia que te generó el relato médico como una duda que te remueve. ¿Dónde quedan los psicofármacos?
Cualquier persona con conocimiento técnico suficiente sabe que los psicofármacos no “curan” ni revierten ninguna anormalidad del organismo. Los efectos neurotóxicos tienen la virtud, y no siempre, de alejarte de los síntomas que manifiestes. Cuando te están aplastando la vida, tiene sentido tomar fármacos y posiblemente lo vuelva a hacer si me siento desbordado. Lo que pasa es que, lo que te sucede o te deja de suceder, estará ahí aunque te drogues.
También hablas de algunos efectos adversos y de las suturas que has vivido
Al redactar el guión he tenido serios problemas. Hay partes de mi vida, como cuando tomaba 30mg de Zyprexa, que no sé cuánto duran. Son agujeros, tiempo de vida perdido. No creo que hacer de la vida un gruyère sea la mejor opción de afrontarla salvo momentos puntuales donde pueda ser necesario. Quiero, por lo que venga, que el tiempo que nos toman de cuerpo y mente se reduzca. Y un mundo donde tener una diferencia psíquica no suponga ser segregado, silenciado o asesinado. Cada año muere gente siendo contenida y atada en alguna planta de psiquiatría de España.
¿Crees que aún quedan vestigios manicomiales?
Rotelli, discípulo del psiquiatra Franco Basaglia, explica que los tres ejes del contexto manicomial perduran a pesar de los cambios evidentes. Estos ejes son peligrosidad, cronicidad e incomprensibilidad, es decir, presuponer que no se pueden comprender nuestras experiencias. Ninguna de las tres premisas es cierta y muchos ejemplos las refutan. En psiquiatría el campo semántico está clausurado y la injerencia de la industria es brutal. Diagnósticos y consumo de fármacos no paran de aumentar sin que pase nada. Si habláramos de tuberculosis o de cualquier otro ámbito médico sería un escándalo.
En Desmesura narras la posibilidad de un cambio de lógica. Y compartes herramientas que has usado
Cuando me pregunto por qué estoy vivo y por qué no estoy institucionalizado valoro que algo ha salido bien. Lo que narro en Desmesura no tiene ninguna particularidad trágica, tengo una vida tan compleja como común. El activismo político, sin estar exento de problemas, me ha procurado una red esencial aunque fuese precaria. Esto me ha generado mucha salud porque, al final, la locura es una especie de ruptura que te aísla. Cuando alguien encuentra en la red un congreso de escucha de voces y te lleva gastándose los ahorros, como explico en el libro, te salva la vida en cierta medida.
Los síntomas ¿pueden convertirse en faros?
Las voces pueden ser mapas o balizas, como las dibujamos también en la historia. Si asumes la premisa de que las voces, u otros padecimientos psíquicos, tienen raíz biográfica, su aparición puede ser un aviso valioso. Podemos cambiar la relación con el síntoma y hacerlo brújula. Comparto camino o mapas no para que la gente los copie sino para compartir la necesidad de crearlos. Son generadores de autonomía. Dentro del sufrimiento propongo contrabando de ideas y conocimientos profanos, resaltar la capacidad de buscar salidas y articular conexiones.
Amor y humor son dos palabras fundamentales
¡Y comparten muchas sonoridades! He tenido que aprender que, sin reírte de ti mismo, es más difícil reponerte. El humor rompe el egotismo del sufrimiento que vincula contigo todo lo que te pasa. También te permite dejar de tomar en serio la pretensión de objetividad científica. He tenido múltiples diagnósticos desde el TOC a la esquizofrenia. Es un hecho habitual pero, recuperado y como trabajaba y tenía pareja, me llegaron a tachar de falso positivo. El amor te vincula con el otro que te trata como igual y te hace cruzar los límites que te trazan en la consulta. El otro te pone los pies en el suelo y te involucra en relaciones de reciprocidad. Esto genera comunidad, la antítesis de lo que vivimos.
Fernando Balius no es exactamente tu nombre. ¿Por qué utilizas seudónimo?
La respuesta es sencilla: ¡por google! Vivo del trabajo asalariado más o menos precario, intermitente o estable. No quiero que el encargado de turno se entere haciendo una búsqueda de que escucho voces. En el contexto hipertecnológico donde vivimos, mirar el perfil de las futuras trabajadoras es una práctica habitual. Podría perder un trabajo. No tengo ningún problema en hacer una charla, pero compartir narrativas no quiere decir que no te protejas. Hay un tabú: no vivimos en un mundo que facilite reconocer tener depresiones, ingresos, alucinaciones o intentos de suicidio.
¿Todavía escuchas voces frecuentemente?
Responderé con un ejemplo que ni hecho a medida. Acabo de hacer dos presentaciones por compromiso, en parte, con un editor que se arriesga y que apostó por el libro enseguida. Me he expuesto, me he emocionado y me han atravesado historias que me ha contado la gente: he pasado la última noche escuchando voces. Es un ejemplo de cómo determinados contextos vitales pueden favorecer experiencias psíquicas. El síntoma viene a decirme que me tengo que cuidar. Ocurre que tengo amigos que viven en el campo y ahora me llevarán en coche. De nuevo, apoyo mutuo y tener red.
El pasado 9 de noviembre un joven de 27 años fue sacado a la fuerza de su domicilio en Abrera (Barcelona) por los Mossos d’Esquadra y efectivos del Sistema de Emergencias Médicas (SEM), para llevar a cabo su ingreso involuntario en un centro psiquiátrico. Al resistirse al traslado, los Mossos le redujeron hasta conseguir atarle a una camilla, durante lo cual sufrió una parada cardiorrespiratoria y murió.
“Queremos denunciar que no se trata de un suceso aislado porque este sistema propicia la impunidad de la violencia institucional ejercida contra las locas.
A pesar de los diferentes informes elaborados por el Relator Especial de la ONU sobre la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes y lo recogido en la Convención de Derechos de las Personas con Discapacidad, ratificada por España en 2008, se sigue vulnerando nuestro derecho a la libertad, a la integridad física, a la información…
Nuestro compañero ya no puede alzar su voz para pedir responsabilidades ante esta actuación, pero nosotras como activistas estamos aquí para reclamar JUSTICIA y exigir el fin de los ingresos forzosos, la sobremedicación, las contenciones mecánicas y todas las violencias que el sistema psiquiátrico ejerce sobre nosotras.
Queremos construir una sociedad donde el sufrimiento psíquico, también en sus momentos críticos, pueda afrontarse dentro de nuestras comunidades y redes sociales de apoyo sin aislarnos ni borrarnos del mapa.” – (Extracto del comunicado de Orgullo Loco en respuesta).