
Proyecto UNA es una colectividad millennial cuyo cometido es desenmascarar las nuevas formas de fascismo que se ocultan bajo simbología aparentemente inofensiva, así como reconocer y dar valor a las alianzas feministas forjadas al calor de los píxeles. Desde lo popular y lo comunitario, investigan acerca de las guerras culturales de poder en los medios, Internet y la realidad analógica.
Hace casi seis años publicaron, con nuestras amigas de la editorial Descontrol, un interesante y recomendable ensayo titulado Leia, Rihanna & Trump sobre la influencia del feminismo en la cultura pop y la reacción machista a su irrupción en escena. En sus páginas nos pintan una situación de caos absoluto: las redes están repletas de fake news, trolls y foros dónde habitan nerds, geeks y otras especies oscuras. En los últimos años los memes, hilos de Twitter y estrellas del pop han llenado el debate político hasta el aborrecimiento. La lucha cultural es el principal frente de batalla de la alt-right y el conservadurismo que, además, encuentran un gran altavoz en Internet porque los discursos de odio y la polarización generan unos enormes beneficios para quienes controlan los algoritmos de las redes. Pero, en contraposición, un movimiento feminista renovado se expande a la velocidad de la luz gracias a las nuevas tecnologías, por todo el planeta, en pugna por la liberación final.
Hemos entrevistado a este colectivo acerca de su libro, del Internet actual y sus alternativas, del mundo friki, del feminismo que se abre paso en él y de la internacional machitroll. Esperamos que os guste.
¿Qué es Proyecto UNA? ¿Cómo fue la experiencia de escribir un libro colectivamente?
Somos un colectivo de escritura que investiga las comunidades online, las nuevas formas de propaganda política y nuestra relación con la tecnología. Escribimos desde el anonimato porqué nos importa más la voz colectiva que cultivar una marca personal.
El libro se publicó hace más de cinco años y hemos llegado un poco tarde a él. ¿Qué acogida ha tenido desde su aparición?
Aunque lo escribimos hace casi 7 años y lo hicimos sobre todo desde la intuición y la experiencia, parece que ha envejecido bastante bien y aún sigue vendiéndose y referenciándose. Muchas de las cosas que decimos aún no las estaba señalando nadie en ese momento y ahora ya están en el debate mainstream (aunque no siempre desde la óptica que nos gustaría).
Estamos contentas de haber puesto un granito de arena a la hora de haber dado herramientas para entender qué estaba pasando. Hace 10 años del Gamergate, las señales estaban ahí, pero no les prestamos atención hasta que se hizo todo demasiado evidente. Por fortuna, todos los problemas derivados de la reacción conservadora y el Big Tech son ahora tan palpables que mucha gente muy valiosa se ha puesto a trabajar duramente en revertirlos.
En el libro os adentrais en el mundo friki, el cual hace unas décadas era muy marginal pero, paulatinamente, se ha ido haciendo cada vez más mainstream gracias a videojuegos, series y pelis varias (Juego de Tronos, Stranger Things, Star Wars, etc). Dada su actual influencia, ¿se ha convertido en un campo de batalla más entre el feminismo y la machosfera? ¿Creéis que lo friki tiene potencial subversivo y que debemos luchar por nuestro hueco en él?
Lo gracioso de todo es como cierta parte del frikismo se vio a sí mismo como una especie de identidad oprimida, cuando no era más que un nicho de mercado cuidadosamente seleccionado. Y aunque nunca fue marginal del todo, sí que su aceptación global tomó su tiempo y no se dio del todo hasta que se vio que había un mercado enorme al que sacarle partido. El friki como inadaptado no deja de ser una construcción social que responde a estructuras reales (roles de género, clase, raza, etc.) pero también a una identidad percibida y explotada por el marketing.
La potencialidad que presentan sus historias (siempre decimos que el terror y la ciencia ficción son la forma más directa para entender las ansiedades y problemas sociales de una época) y el enfoque hacia la creación de mundos alternativos tiene una potencialidad enorme a la hora de imaginar realidades diferentes a la nuestra. O al menos, de reinterpretarla y comunicarla desde visiones novedosas e incluso transformadoras.
Pero lo que nos interesa son las prácticas comunitarias que siempre existieron en ese mundillo. Que los primeros fanzines y reuniones de fans fueron llevadas a cabo por mujeres y personas disidentes que buscaban espacios donde podían existir otros mundos que eran vetados en el discurso hegemónico. La imaginación y la creación colectiva desde los márgenes son los aspectos más potentes del mundo friki, y son, precisamente, los que más ha intentado destruir la mercadotecnia. Frente al consumismo de la identidad y los productos, lo que nos gusta del frikismo es la posibilidad de creación colectiva de espacios y realidades donde desarrollar mundos que den cabida a otras formas de existir.
En el mundo friki siempre han dominado los hombres. O, al menos, esa ha sido la percepción habitual. Sin embargo, se trata de una masculinidad poco normativa, estando los frikis asociados a personas poco atléticas y con higiene deficiente, que no salen de casa, no saben ligar y juegan todo el día al rol o a videojuegos mientras comen Risketos. ¿Os han sorprendido los ataques viscerales contra actrices, gamers y mujeres que han osado entrar en su mundo?
En nuestro libro desmentimos que el mundo friki haya sido siempre exclusivamente masculino. No deja de ser una imagen sesgada. Las convenciones fueron inventadas por las fans de Star-Trek, las primeras programadoras eran mujeres (y muchas racializadas) y tanto el terror como la ciencia-ficción no se entienden sin pioneras como Shelley. Pero sí, los hombres que no llegaban al estándar hipermasculino de coches y deportes encontraron su refugio, su casa-árbol, en el mundillo friki. Y percibirlo como un refugio exclusivo para ellos es lo que provocó en gran parte que cierto sector ruidoso se encontrase molesto cuando el fandom «se abrió» a mujeres o el colectivo LGTBQ. Siempre habían estado allí, pero al haber negado su historia y al haber la mercadotecnia construido un nicho para esa masculinidad subalterna, también se dio pie a esa sensación de agravio, de «están invadiendo mi espacio exclusivo», cuando esa misma mercadotecnia empezó a mostrar productos más «inclusivos». Aquí se mezcla una nostalgia selectiva con la explotación de sentimientos más o menos validos por parte de oportunistas. Los
frikis conservadores no tienen problema con la teniente Ripley o no quieren ver que muchos de sus productos estrella son alegatos anti-imperialistas y pro-diversidad (de Star Wars a El Señor de los Anillos). Esto pasa porqué en un mundo donde el feminismo o el movimiento anti-racista ha puesto en cuestión ciertos valores sociales que pensábamos inamovibles, esto crea una inseguridad en quienes tenían un refugio en estos mundos. Un poco como «dejadnos en paz con nuestros videojuegos, que ya tenemos bastante con que el mundo no nos considere lo bastante machos». Pero claro, ni los videojuegos han estado nunca
exentos de política ni el mundo tiene un problema con que seas poco macho. De hecho, siempre tendrá un producto que venderte especialmente diseñado para ti. El problema viene de que te veas con el derecho a decidir quien puede o no puede existir en tus espacios, y esto no deja de ser cómo funciona el sistema sexo-género o el racismo a gran escala.
Aquí es donde entró la ultraderecha a intentar minar ese sentimiento de agravio percibido: «las feministas quieren arruinar tus aficiones». Cuando nunca ha sido así. Sólo se trata de abrir las posibilidades a todo el mundo. Pero cuando estás acostumbrado al privilegio de la representación, la equidad se siente como opresión.
Hace poco se anunció que el próximo ComiCon se celebrará en Málaga y Santiago Seguro no perdió tiempo en hacer chistes cuñados contra la comunidad LGTBIQ. ¿Es un ejemplo de masculinidad frágil luchando por su reconocimiento en el orden patriarcal clásico?
Absolutamente. Es un oportunista que no ha dudado en cambiar su imagen pública para seguir siendo relevante pero que en ocasiones así demuestra sus verdaderos valores. La fragilidad viene de un miedo absurdo a que te planteen: «si estos comportamientos que tenía ya no son normales, ya no son aceptables, entonces, qué soy?» Algunos frikis, en vez de ver esto como una oportunidad de cambiar las estructuras que, precisamente, les relegan a ser hombres de segunda, se refugian en ellas mismas y las replican, pero con otra estética. Pero bueno, que Segura, con su mentalidad rancia y poco respetuosa con la gente friki sea el encargado de abrir la Comic-Con ya demuestra la poca seriedad que tiene ese evento. Quién es él y por qué es relevante es la pregunta que se hizo la mayoría de gente del mundillo. Sobre todo cuando tenemos mogollón de personas mucho más interesantes y queridas. ¿Por qué no Vigalondo, Daniel Brühl, Dafne Keen o Anya Taylor-Joy, que hablan español y tienen bastante más que ver con el mundo del cómic? O, por ponernos imaginativas, ¿por qué no autores de cómic? Que tenemos gente como Emma Ríos o David Aja que han ganado Eisners, vaya. O Paco Roca o Albert Monteys que también son mediáticos y populares.
La derecha, el machismo y los incels buscan instaurar la idea de que el feminismo ha triunfado y que ellos son transgresores y rebeldes. ¿Se ha acrecentado o popularizado esta idea desde que publicasteis el libro?
Es una gran mentira que gran parte de los medios no han dejado de comprar. De nuevo, es su forma de percibirse, haber perdido un 1% del monopolio de la representación puede a alguien hacerle sentir frágil.
Pero no olvidemos que esta gente está de lado de los poderosos. Por muy rebelde que alguien se pueda creer apoyando a Trump o Musk, esa gente son los magnates de toda la vida.
También abordáis el éxito que ha tenido el neoliberalismo a la hora de erigirse en la única opción viable. ¿Creéis que el mundo digital puede ser útil para romper con esta idea?
No, porqué el mundo digital ha sido privatizado por esos mismos poderes.
La solución ha de ser social y política, no podemos esperar que las tecnologías cambien la inercia que tenemos, porqué no dejan de ser un reflejo del contexto en el que fueron creadas. Eso sí, en los últimos años hay una desconfianza hacia el Big Tech y un cansancio hacia las redes sociales comerciales que puede servir de trampolín para una crítica más amplia hacia nuestro sistema, así como una oportunidad de imaginarnos formas mejores de relacionarnos con el mundo virtual.
Por último, para quien no haya leído el libro y esté considerando hacerlo, ¿a quién va dirigido? ¿Qué ideas buscáis transmitir?
Nosotras lo escribimos teniendo en mente los movimientos sociales. Pensábamos dar herramientas para analizar algunas tendencias que, por aquel entonces, no estaban teniendo la atención que merecían. Si tantos años más tarde aún hablamos de ello, significa que muy desencaminadas no íbamos. Pero de todas formas, el libro ha recibido muy buena acogida en mogollón de espacios, tanto frikis como más convencionales, y estamos súper felices de que nos haya llevado a poder conocer y organizarnos con tanta gente increíble. Sin este libro no existiría Pantube, por ejemplo, que es el colectivo de creadoras digitales desde donde militamos
actualmente.