Mientras en Europa vivimos un escenario político cada vez más similar a una distopía fascista, es decir, una época dorada de las extremas derechas y el retroceso de derechos sociales, en América Latina continúan las revueltas de una sociedad siempre en movimiento frente a una crisis constante. En Ecuador, el empuje del capitalismo más salvaje de la mano del presidente Guillermo Lasso, empresario y banquero conservador, ha encendido nuevamente la llama de la rebelión de los pueblos. Desde el pasado 13 de junio la comunidad campesina e indígena convocó un paro nacional que se ha extendido entre trabajadores organizados, movimientos feministas y estudiantiles. El gobierno de Lasso decretó el estado de excepción y, tras dos semanas, ya se había cobrado la muerte de cinco personas por las fuerzas represivas ecuatorianas. También ha dejado un saldo de 162 manifestantes detenidos, bajo presunto delito de paralización de un servicio público; procesos judiciales que deberán tener un seguimiento por los movimientos populares para asegurar las garantías de todas las personas detenidas y exigir su total absolución. El 30 de junio se hizo oficial la finalización del paro nacional en Ecuador pactada con el gobierno de Lasso, con una división total de opiniones entre las entidades sociales en lucha, debido a la consecución tan solo parcial de algunas de las demandas de las comunidades indígenas. Las bases de las organizaciones indígenas y la primera línea de resistencia exigían la continuidad de una lucha legítima hasta obtener la totalidad de las demandas.
La herencia colonial en las estructuras sociales Latinoamericanas
Latinoamérica se levanta para sacudirse el carcundo polvo colonial, una herencia que sigue viva a través de la explotación neoliberal en el siglo XXI. Si bien Europa hizo el simulacro de levantar su control sobre los territorios latinoamericanos, esto no significa haberse deshecho de la mentalidad colonial. Y ese caramelo de las independencias americanas estaba envenenado, las sociedades criollas lo recogieron en forma de brutalidad y racismo al conformarse como naciones, aplastando los derechos de comunidades rurales e indígenas. Las ciudades entendidas como la civilización, frente a lo indígena y rural como la otredad salvaje, de esa manera actúa la mentalidad colonial. Actualmente cada país en Latinoamérica ha tenido su particular recorrido histórico con unos hechos que, si bien diversos en su desarrollo nacional, conforman un todo como continente, expuestos al neocolonialismo y, por supuesto, a las constantes intervenciones militares del imperialismo estadounidense.
Haber sido ubicados en la periferia del capital como territorio de extractivismo de recursos energéticos y explotación humana, tiene por consecuencia una práctica constante de la revuelta, una lucha continuada por la vida y la dignidad. No se trata de sacar a un presidente conservador para poner a otro socialdemócrata, esa rueda ya se ha demostrado que no funciona ni funcionará porque tapona el legítimo derecho a la emancipación. Las sociedades latinoamericanas, a pesar de la represión y brutalidad a sus movimientos en el siglo pasado y el actual, siguen tomando conciencia del camino de la autonomía plena y de generar entidades sociales desde el poder popular y horizontal.
¿Cuáles son las exigencias del paro nacional convocado por organizaciones indígenas?
La Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (CONAIE) ha sido desde el inicio la principal convocante de este paro nacional, presentando un pliego de diez propuestas a cumplirse y que podríamos definir como un conjunto de demandas sociales, económicas y políticas de las comunidades rurales contra la carestía de vida. Están pensadas para la mejora de la vida de toda la comunidad social en su conjunto, y frenar las agresiones que provocan la privatización de sectores laborales, de la educación o la sanidad. También una defensa de los derechos culturales de las comunidades indígenas, sus lenguas y su derecho a la autodeterminación, así como la seguridad en sus territorios libres del narcotráfico y el crimen organizado ecuatoriano. A estas propuestas iniciales lanzadas por la CONAIE, se han sumado propuestas desde los movimientos feministas y estudiantiles que han enriquecido las demandas, y que han determinado una fuerte unidad en el paro nacional. El compromiso de estas organizaciones sociales es que no detendrán la lucha del paro nacional hasta conseguir un compromiso verificable del cumplimiento de las demandas populares, una cuestión controvertida y que estará por resolverse tras la firma del fin del paro nacional en el último día del mes de junio.
Bajo esas premisas se inició el paro nacional en Ecuador, para denunciar que un 57% de la población campesina vive en la pobreza, y un 27% vive en la extrema pobreza, mientras que en las zonas urbanas el porcentaje de precarización sigue aumentando cada año que pasa. Igualmente en el pasado mes las mujeres amazónicas y activistas ambientales expusieron sus problemáticas y demandas frente a la explotación y contaminación de sus territorios, en la celebración de la I Cumbre Amazónica de Periodismo y cambio climático, realizada en la ciudad de Puyo. Estas mujeres exigían la articulación de políticas sociales en la vía del compromiso con los ecosistemas, y denunciaban que el gobierno dice explotar sus territorios para obtener desarrollo y recursos, pero lo único que dejan las petroleras y mineras es contaminación del agua, de la tierra, y enfermedades en las comunidades humanas y animales. Por ello, siguen protegiéndose de estas agresiones, cuidando el territorio y tejiendo resistencias.
La autodefensa indígena y la Casa de las Culturas de Ecuador
Esta movilización se incrementó en la primera semana del paro nacional, y si bien el gobierno pensaba que al principio podría controlarla mediante la manipulación de los medios de comunicación afines a sus intereses, pronto llegó la represión policial más brutal. Ya en el segundo día del paro nacional, los principales líderes sociales indígenas fueron detenidos, lo que incendió más las calles e incrementó las acciones de bloqueos. Leónidas Iza, junto a otros hombres y mujeres de la CONAIE fueron liberados debido a la fuerza popular, lo que animó a que las protestas se extendieron a otras ciudades del país. Y es que las comunidades indígenas saben que no les permiten más camino que la revuelta, que todos los caminos institucionales son papel mojado y que las violencias estatales nunca abandonan sus territorios.
Mientras las clases medias y burguesas del país ponen el grito en el cielo por los destrozos que aseguran está habiendo en la ciudad, bien callaban durante todo el tiempo que los derechos de las clases populares eran pisoteados. Y es que defender la integridad de una sucursal bancaria o un gran hipermercado vale más que la vida de cualquier persona para la clase dirigente. Esa es la moral de quien atesora tantos privilegios que, para conservarlos debe apoyarse en la más brutal de las represiones. Mientras tanto, los sectores rurales, explican por qué la vuelta a la normalidad significaría regresar a la pobreza y al nulo acceso a servicios sociales básicos, y eso es algo que por dignidad no se pueden permitir.
Miles de indígenas y campesinos llegaron a Quito caminando desde sus comunidades o en camionetas, tratando de evitar la represión policial. Estas personas fueron recibidas en centros de acogida que se organizaron de manera autónoma en la Universidad Central y en la Universidad Salesiana, ocupadas ambas por el movimiento popular. También en la Casa de las Culturas de Ecuador, y el Parque de El Arbolito, como epicentro de la protesta indígena. Estudiantes, feministas y otras disidencias del país organizan donaciones y material de autodefensa; incluso grupos organizados de sanitarias atienden a los heridos por la violencia policial.
Las vulneraciones a derechos humanos durante las semanas del conflicto en el mes de junio han sido una constante, de hecho, las fuerzas policiales y militares han agredido violentamente al pueblo ecuatoriano en los bloqueos de carreteras, en las marchas en los barrios que se han ido levantando en el área metropolitana de Quito y, por supuesto, con gran violencia también hacia periodistas sociales. Sin duda, uno de los hechos más violentos se vivieron en la jornada del 19 de junio con el allanamiento de la Casa de las Culturas de Ecuador, ágora de encuentro de los movimientos indígenas y punto neurálgico de las protestas. También fueron asaltadas las universidades para impedir que se organizasen los apoyos solidarios a comunidades rurales que llegaron a Quito para sumarse al paro nacional. Y el 24 de junio con el anuncio de Lasso de incrementar la represión, la marcha pacífica de miles de personas que se dirigía hacia la Asamblea Nacional ecuatoriana fue violentada por centenares de policías y militares que recorrieron la ciudad agrediendo a los manifestantes que se autodefendían.
En el último fin de semana de junio el gobierno de Lasso anunciaba la bajada de los combustibles, una de las demandas económicas de la CONAIE. El propio presidente se enfrentaba en la Asamblea Nacional a una sesión de destitución, y sintiéndose cada vez más acorralado fluctuaba entre la represión para mantener el control y el empuje hacia el diálogo. Este anuncio fue recibido con muchas reticencias por parte de las organizaciones indígenas, que finalmente se sentaron a dialogar bajo el compromiso de mantener activo el paro nacional. En cuanto Lasso se sintió a salvo de la destitución que fue revocada en una votación asamblearia, estableció un nuevo contacto con la CONAIE. Finalmente se acordaron muy leves compromisos en torno a mecanismos de control de productos de primera necesidad frente a la especulación, declarar la emergencia en el sistema de salud pública (ya muy mermado por la privatización de la salud en manos de empresas) y la protección de territorios y derechos colectivos frente a la gran minería. Como ya pasara en 2019 en la revuelta social contra Lenin Moreno, se comprobó que no había habido ninguna victoria popular parcial, y que solamente se había postergado un nuevo estallido social. El futuro de Ecuador se seguirá escribiendo en letras indígenas, desde abajo y a la izquierda, ya sea en las ciudades, la costa, o la amazonia.
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