En el momento en que escribo estas líneas el juicio que ha copado los medios de comunicación durante todo noviembre, el juicio de “La Manada”, ha quedado visto para sentencia.
Mi primer impulso al escribir sobre ello era recopilar todas y cada una de las barbaridades sexistas que han salido de la boca de abogados defensores, jueces y medios de comunicación y despotricar contra ellas. Pero no estaría contándoos nada nuevo y sólo conseguiría que las lágrimas de rabia me impidieran acabar.
Y aun así, aunque no tenga nada nuevo que decir, no puedo no hablar de este juicio al tratar de responder este mes a la pregunta “¿feminismo para qué?”
Porque este juicio ha llenado titulares, pero la mayoría de juicios por violación no lo hacen, y más aún, la mayoría de violaciones jamás tienen juicio. Porque en el Estado español al menos 3 mujeres son violadas al día (según datos del Ministerio de Interior) y aún sabiéndose, aún reconociéndolo, se sigue juzgando y criminalizando a las víctimas desde el antes (cómo de sexualmente activa era, qué actitud tuvo hacia los acusados antes de que ocurriera), durante (si muestra asco o dolor, si dice claramente que no) y después (si es capaz de rehacer su vida en vez de encerrarse en su sufrimiento), mientras que no importa el antes de los acusados (si bromean por whatsapp sobre violaciones) ni tampoco el después (jactándose de ello).
Porque esto no se soluciona con una sentencia, ni con mil. Porque tampoco se trata de que “La Manada” sea o no un grupo de desalmados, crueles y malas personas (no caigamos en la trampa de hablar de “locos”, “malvados” o “casos aislados”) sino de que vivimos en la cultura de la violación que permite y normaliza que cuando cinco hombres viajan a San Fermines con el objetivo público y difundido de follarse a una chica entre todos, lo hacen y lo anuncian orgullosos, veamos a la maquinaria judicial y mediática evaluando si la chica tenía cara de placer o de dolor y si ha quedado o no traumatizada. Una cultura de la violación que hace que estos y tantos otros hombres se sientan más hombres, más poderosos y más seguros de sí mismos por cosificar y someter a una mujer, y más aún por contárselo luego a otros hombres.
Por todo eso y por muchas cosas más que no caben en una pequeña columna mensual sobre feminismo, quiero responder a esa pregunta – ¿feminismo para qué?- con una imagen de las miles de personas, en su mayoría mujeres, que tomaron las calles el pasado 17 de noviembre para plantar cara a la violencia machista. La de las calles, la de los juzgados y cualquier otra.
Feminismo para que seamos manada.
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