Durante las últimas décadas hemos visto con ilusión cómo el feminismo se ha desarrollado y cogido fuerza . Se han creado distintas corrientes más o menos institucionalizadas que han sabido trabajar juntas o al menos no ponerse piedras en el camino unas a otras. Se han abierto debates sociales y se han cerrado con la victoria de decidir lo que ya no será tolerable. Se ha marcado la agenda política, se ha conseguido que nuevas generaciones de mujeres lleguen a la edad adulta no sólo sin miedo sino con cariño y simpatía a una palabra, hacia un movimiento, el feminista que lucha por sus derechos, se ha ganado el valor para pararles los pies y establecer líneas rojas a nuestros compañeros (de trabajo, estudios, militancia, sexuales o sentimentales) desde los casos más graves hasta los más sutiles y supuestamente inocuos.
El patriarcado nos ataca en todas las facetas de nuestra vida y el feminismo ha sabido plantarle cara en cada una de ellas. Aunque los avances han sido impresionantes el trabajo que queda por hacer es titánico, nunca fuimos tan ilusas de pensar que un sistema de opresión con milenios de historia y con sus raíces profundamente hundidas en nuestro cerebro iba a desaparecer fácilmente.
Hay quién nos dice que pedimos demasiado, que si ya podemos votar y trabajar qué más queremos, que dejemos de armar jaleo. Entendemos perfectamente la trampa, la bestia, que se sabe herida, finge cara de pena, promete que “no volverá a pasar” y con una mano nos ofrece un ramo de flores mientras con la otra nos sigue pegando, violando y asesinando.
El patriarcado no es una opresión más, es LA opresión, es el sistema que sirvió de cimientos sobre los que construir el estado y el capitalismo, tres estructuras que se apoyan mutuamente y han conquistado cada rincón del mundo, tres amigotes que se ríen las chistes sin gracia entre sí palmeandose las espaldas mientras riegan de sufrimiento todo el planeta y secretamente comparan para ver quién la tiene más grande.
Cada día vemos hechos, en la tele pero también en nuestras vidas cotidianas, que nos reafirman en la necesidad de seguir luchando y en la necesidad del feminismo.
En esta sección pretendemos diseccionar mensualmente (o casi) casos que nos parezcan ejemplares de por qué SI necesitamos el feminismo
Este mes queremos recordar las repugnantes declaraciones del juez de menores Emilio Calatayud, personaje que cada cierto tiempo busca sus cinco minutos de fama en las redes sociales a base de decir “lo que todo el mundo piensa” es decir un analisis de la realidad superficial defendiendo el autoritarismo hacia los/as menores y despreciando cualquier tipo de empatia, educación o inteligencia emocional.
“Las niñas se hacen fotos como putas” fue el sesudo resumen de la realidad de este personaje cuando en un programa de televisión trataban los peligros de internet para los menores. Lo peligroso de la declaración es que efectivamente mucha gente piensa así, en barras de bares, en nuestras calles podemos oír frases que nacen de una idea común: ante una violación la mujer es culpable o cuanto menos sospechosa , ante un adulto que sexualiza el cuerpo de una niña la culpable es la niña, ante un sistema que nos enseña desde pequeñas que no somos nada si no atraemos a los hombres, la depravada es la niña que cumple con el mandato que se le dio.
Afortunadamente hoy en día no se pueden hacer declaraciones públicas como esta sin que se desate un escándalo, el trabajo ahora consiste en desterrarlas también de los espacios privados, de las barras de bar, de las calles, de nuestras casas, de nuestras mentes.