Julio nos dejó la noticia de la decisión del gobierno de revocar el cierre de la central nuclear de Santa María de Garoña (Burgos) programado para 2.013, y muy probablemente septiembre nos confirme que una vez más van a salirse con la suya, alargando la vida de la central hasta 2019.
Habrá quien piense que tampoco es para tanto, que seis años más son poca cosa comparados con los 42 que lleva funcionando pero, lógicamente, las posibilidades de un accidente se incrementan con el desgaste. Esto es así hasta el punto de que se cifra en 100 millones de euros la inversión necesaria para poder cumplir con las normativas de seguridad solicitadas desde el Consejo de Seguridad Nuclear (CNS), que van desde aislar la sala de control y renovar decenas de kilómetros de cables hasta incorporar las obras necesarias para evitar un caso como el de Fukushima, lo que incluye la construcción de un edifico que sirva de refugio para los/as trabajadores/as en caso de accidente. Esto sorprende, porque si la central está funcionando ahora de forma totalmente segura, ¿cómo es que necesita tantas mejoras?
Lejos de intentar crear alarmismo, es de destacar que mientras que otros países optan por desmantelar sus centrales, especialmente después de lo sucedido en Fukushima, España insiste en alargar la vida de Garoña, cuyo reactor es idéntico al del accidente de la central japonesa.
Una vez visto esto, nos gustaría mostrar algunas de las excusas esgrimidas para justificar esta decisión, que implica grandes beneficios económicos para Iberdrola y Endesa (juntas constituyen Nucleonor, propietaria del 50% de la central), y las respuestas que a éstas se han dado, a pesar de que los mass media no se hayan hecho eco de ellas. El principal de los argumentos utilizados se basa en que este alargamiento de la vida útil de la central ayudará a reducir el déficit de la tarifa eléctrica. Sin embargo, los beneficios que se obtengan irán a parar a manos de las eléctricas; mientras éstas reclaman a los/as usuarios/as un déficit reconocido por el gobierno que ronda los 20.000 millones de euros, cada año obtienen beneficios superiores a las cantidades que reclaman. Sin ir más lejos, en el año 2010 el déficit de tarifa fue de 4.864 millones de euros, mientras que los beneficios de Iberdrola, Endesa y Gas Natural Fenosa fueron de 8.200 millones.
Además, se seguirá pagando el precio más caro del mercado por la electricidad que produce Garoña, de manera que no se obtendrá ningún beneficio económico con la ampliación de la explotación y la tarifa de la luz no subiría con el cierre de la central, aunque sí tendremos que asumir el coste extra de la custodia casi indefinida de los residuos nucleares tras la finalización de la explotación, debido a que el mantenimiento de Garoña más allá de 2013 aumentaría el volumen de los mismos.
Y hablando de residuos, otra de las “razones” que se plantean para alargar la vida de Garoña es el retraso en la construcción del ATC (almacén temporal centralizado) de residuos nucleares. Es una vergüenza que se ponga como excusa que se han tardado 40 años en encontrar un contenedor para la basura que se va generando. Sinceramente es algo que habría que haber pensado antes de construir la primera central. ¿Qué vamos a hacer con todos los residuos radiactivos y altamente peligrosos que generamos?
En definitiva, la respuesta ante esta mala noticia no es otra que decantarnos por el cierre y desmantelamiento de todas las centrales nucleares, pero no pasando por mantener el ritmo de consumo “normal” abusando de otro tipo de energías. La energía es una herramienta más que nos ayuda a vivir mejor, pero sólo podremos vivir mientras haya un mundo que nos sostenga, por lo que no podemos olvidar que lo primero tiene que ser preservar La Tierra.
Un molino para la obtención de energía eólica (aerogenerador) es útil y “verde”, pero un parque eólico moderno es, además de extraño al paisaje, destructor, pues sus piezas se construyen en industrias altamente contaminantes, se transporta por carretera en trailers, y suponen inconvenientes para la fauna de la zona, especialmente para aves y quirópteros (murciélagos). Lo “verde” enmarcado en un contexto desarrollista no existe… Es por ello que debemos plantearnos qué es realmente lo que necesitamos y dejar de abusar.
La masiva liberación de material radiactivo al medio ambiente que supuso el accidente nuclear de la central nipona causó daños fisiológicos y genéticos en las mariposas Zizeeria maha, una especie muy común en Japón. No será la única, pero de momento sí es la primera especie en la que se han demostrado estos cambios genéticos, según el artículo “The biological impacts of the Fukushima nuclear accident on the pale grass blue butterfly” publicado en la revista Nature el 9 de agosto.
A rasgos generales la investigación trata sobre mariposas de la especie Z. maha capturadas a varias distancias de la central y explica como la radiación ha afectado a las distintas poblaciones según la distancia a la que se encontraban y el tiempo transcurrido desde el accidente. Expone cómo los ejemplares capturados en septiembre presentaban mayores tasas de mutación que los capturados en mayo, a pesar de haber pasado más tiempo y por tanto, haberse reducido parte de la radioactividad. Concluye en que se debe a que las mutaciones sucedidas sobre esta especie han quedado registradas en la línea germinal de las células, consiguiendo que dichos cambios genéticos se transmitan a lo largo de generaciones. Apoya la conclusión con otros argumentos, como que los cambios sucedidos sobre la especie están fuera del ratio de variaciones que pueden mostrar estas mariposas, por ejemplo, en la pigmentación de sus alas. Además de las mutaciones sobre la pigmentación de las alas, se han descrito cambios y malformaciones en el resto de apéndices (patas, antenas…), y en los ojos, además de un descenso en la fertilidad de las hembras y dificultades y retrasos en la eclosión de los huevos y en la fase de pupación.