Desde que a principios de noviembre el colectivo de desobediencia civil contra la crisis climática, Futuro Vegetal, realizó una acción directa en el Museo del Prado de Madrid consistente en pegarse a los marcos de los lienzos de la «La maja desnuda» y «La maja vestida» de Francisco de Goya, en protesta por la inacción de las instituciones en la lucha contra el cambio climático, muchos debates se han puesto sobre la mesa en nuestra sociedad. Desde cuáles son las formas correctas de protestar hasta cuál es el verdadero alcance de la crisis climática, ningún tema ha sido ajeno a los editoriales de los periódicos, a los debates televisivos y a los comentarios de nuestros cuñados en las cenas navideñas.
Otras acciones del mismo colectivo han sucedido a ésta, como lanzar pintura que simulaba petróleo sobre la vitrina de una momia en el Museo Egipcio de Barcelona mientras se celebraba en Egipto la Cumbre del Clima o COP27. También les hemos visto paralizando un partido de tenis de la Copa Davis en Málaga, en una acción performativa en Cortylandia (espectáculo infantil navideño) en Madrid, cortar la M-30 en plena Operación Salida de navidad en protesta contra las subvenciones a la industria cárnica, o manifestarse frente a la sede de la empresa Campofrío por su campaña de ‘greenwashing‘, cuando son responsables del destrozo de la biodiversidad con sus explotaciones ganaderas, entre otras.
Como consecuencia de estas acciones, varias activistas han sido detenidas y se han iniciado procedimientos penales en su contra. «[La represión] no nos asusta«, aseguró Futuro Vegetal en una entrevista concedida a este medio hace unos meses. «La situación es crítica y ni una multa, ni una pena de prisión, es nada comparado con el caos climático al que nos aboca el sistema económico actual. A todas las que tenemos aspiraciones emancipadoras se nos plantea un escenario de catástrofe que sólo va a empeorar si no logramos una revolución social capaz de mitigar el impacto de la Crisis Climática«.
En cuanto a las motivaciones detrás de sus acciones, nos explicaron en la misma entrevista que «el futuro debe ser vegetal por una cuestión científica: La ganadería es responsable de más emisiones de gases de efectos invernadero que todo el sector del transporte mundial combinado. También es el mayor usuario de tierras del planeta y el principal impulsor de la deforestación en el mundo. El IPCC lleva años recomendando un cambio de sistema agroalimentario hacia uno basado en vegetales para mitigar las consecuencias de la Crisis Climática. En el estado español consumimos un 80% de alimentos de origen animal frente al 30% que consumen la mayoría de regiones del planeta. Solo la sociedad «occidental» y su cultura del despojo mantiene niveles tan altos en este sentido. Para mantener este consumo la industria agroalimentaria emplea el 70% de los recursos hídricos del estado, destruye el suelo y su biodiversidad y contamina el agua restante.
Al mismo tiempo, entendemos que es uno de los pilares fundamentales del antropocentrismo especista que condena a millones de animales no humanos a las peores torturas por una cuestión de apetencia. La industria cárnica bebe de la objetivación extrema de otros seres sintientes y se nutre de ella para aplicar también condiciones próximas a la esclavitud a sus trabajadoras, la mayoría de ellas migrantes y/o precarizadas en situación de alta vulnerabilidad, siendo uno de los sectores líderes en suicidios a nivel global.
Además, también es un sector que favorece la concentración de la propiedad de la tierra en pocas manos, lo que genera un problema de soberanía popular al dificultar el acceso a bienes básicos y condicionar la forma en la que nos alimentamos. Nos hace dependientes de unas pocas manos«.
Viva el arte, pero no las artistas (ni las periodistas)
Las acciones en museos no ponen en riesgo las obras de arte, pero una sociedad a la que le importa muy poco la dignidad de los artistas y que no se ha detenido a proteger el patrimonio cultural hasta hace pocas décadas, ahora defiende a ultranza y con cinismo el arte desde un discurso de superioridad moral que evidencia que le importa bien poco las consecuencias desastrosas de un cambio climático (provocado por el capitalismo) que conlleva la muerte de miles de personas al año, la guerra por recursos naturales, el desplazamiento forzoso de millones de personas y, posiblemente, nuestro fin como especie.
También nos parece sumamente grave la detención de las dos periodistas que cubrieron la información de la acción en el Prado, las cuales se encuentran actualmente investigadas como coautoras de un delito de desórdenes públicos y daños al patrimonio. Desde estas líneas nos solidarizamos con estas profesionales de la información y con todas las integrantes del colectivo Futuro Vegetal (y otros similares) que sufren represión policial e institucional en acciones climáticas.
Las acciones como medio para sumar a la lucha climática
Si bien apoyamos a estas jóvenes que ponen el cuerpo y se juegan la libertad por un futuro mejor para todas, queremos recordar que las acciones performativas, como influencia del mundo anglosajón desde el pasado siglo, son ineficaces si se quedan en eso y nada más. Es decir, no se puede perder de vista que son un medio y no un fin. Son acciones estéticas y de propaganda por el hecho que buscan concienciar y sumar a gente a la lucha y, por consiguiente, su eficacia depende del eco mediático que se le otorgue. Sus plataformas de divulgación pueden impulsar su éxito, pero siguen siendo dependientes del papel que jueguen los medios. Si se consensua el bloqueo informativo y el silencio mediático sobre estas acciones, éstas jamás lograrán su propósito de incorporar a activistas a la lucha. Por ello, la acción del Museo del Prado fue un éxito, pues fue la noticia más comentada de ese fin de semana, replicada en todos los medios. Es cierto que generó múltiples reacciones contrarias y comentarios en redes de «se merecen un bofetón» o «hay que protestar de otras maneras» (siempre formulado por quien jamás participa en ningún tipo de protesta, qué curioso), pero contribuyó a poner el foco en la urgencia de la crisis climática. Que alguien estuviera dispuesta a ser detenida por protestar contra la inacción frente al cambio climático ayudó a muchas a entender la importancia de esta cuestión.
«Comenzamos nuestro trabajo con una serie de acciones de desobediencia civil para ocupar espacios en la prensa mainstream y tratar de poner de relieve la gravedad del asunto«, nos dijeron las activistas de Futuro Vegetal a las que entrevistamos en noviembre. «[…] Posteriormente, pasamos a la acción. No se entiende la divulgación y el trabajo colectivo si no va acompañado de una propuesta para incidir en la realidad material. Nuestra campaña se enfoca en el cierre de centros de la industria cárnica. Queremos acabar con la narrativa de que la función de los movimientos sociales es exigir medidas a las instituciones. Ni están, ni las esperamos. Tenemos que ser nosotras las que tomemos el papel principal en el marco político y quienes hagan lo necesario para asegurar un futuro que merezca la pena vivir«.
Estas acciones en sí mismo no van a provocar cambios legislativos, ni a solucionar el problema; para ello necesitamos que el movimiento climático (y contra la explotación animal) se vuelva masivo, que su presencia se haga sentir por todas partes y que la necesidad de frenar el cambio climático forme parte del sentido común colectivo. Acciones como las de Futuro Vegetal son útiles y necesarias para contribuir a formar ese movimiento pero, si ese respaldo popular no llega, jamás se podrá frenar el caos climático. Por ello, siempre animaremos a encontrarnos todas en las calles y no solamente en acciones (por espectaculares que sean) en las que participa un puñado de personas valientes para difundir en redes sociales, porque el fin capitalismo y de su crisis ambiental necesita de una movilización social masiva y de la construcción desde nuestro presente de alternativas reales.
La cruda realidad que este tipo de acciones revela
Después de que dos activistas climáticas lanzaran sopa de tomate al cristal de un cuadro de la serie de los Girasoles de Van Gogh, en Londres, el colectivo @Cuellilargo realizó, en un vídeo, uno de los mejores análisis que hemos encontrado sobre este tipo de acciones. Frente al ataque mediático que pide la cabeza de las activistas y ridiculiza sus demandas, e incluso frente a las críticas que dicen que «la causa es buena pero así pierdan la razón» y que «hay otras formas de protestar«, Cuellilargo analiza sosegadamente las consecuencias de la acción y los motivos que les llevó a hacerla, así como la fea realidad que impregna a nuestra sociedad.
«Al criticar de forma tan iracunda a las activistas, igual se nos está colando algo de privilegio«, nos dice al inicio del vídeo. «La generación que tiene ahora 20 años […] ve cómo se le viene encima un tremendo póquer de crisis: climática, energética y, como consecuencia, económica y social. Crisis que son el resultado de decisiones que esta generación no ha tomado. Y quienes sí las han tomado […] no van a sufrir las consecuencias. Y, además, cuando se ha «protestado correctamente» todo ha quedado en detenciones y en oídos sordos a sus reivindicaciones. […] Por otro lado, a una persona de Kiribati que ve cómo su isla está quedando sepultada bajo el mar o a una de Pakistán que ha perdido su casa y todo lo que tenía en las inundaciones de este verano, ¿les podemos decir que el problema climático es importante pero no tanto como para ensuciar el cristal de una obra de arte de un museo europeo? Veo que nos ofendemos mucho por la vandalización de una gran obra de arte, pero no por la vandalización continua del planeta hasta llevarlo al límite de la destrucción«.
¿No son el arte y la cultura, históricamente, un modo de subvertir el poder, un modo de cuestionar lo establecido? Entonces, ¿por qué molesta tanto cuando alguien usa una obra clásica con exactamente este objetivo?
Cuellilargo
Os recomendamos ver el vídeo en su integridad, pues sus conclusiones son perfectamente aplicables al presente caso:
La «generación de cristal»
Por otro lado, el mismo Cuellilargo cuenta con otro vídeo, también relevante para el propósito de este artículo, sobre la temática del cambio climático y la denominada «generación de cristal». Transcribimos a continuación sus conclusiones:
«Este es un vídeo más sobre el cambio climático, otro que no va a servir para absolutamente nada. Porque ya podemos ver cientos de bosques arder, temperaturas récord cada año, inundaciones constantes, olas de calor asfixiantes, tifones, huracanes devastadores como nunca, permafrost menguando sin pausa, sequías y plagas crecientes, extinción de especies en cadena o informe del IPCC diciendo que vamos hacia un infierno en la tierra. No importa, nada va a cambiar, lo sabemos perfectamente. Seguirán las cumbres climáticas tan pomposas y tan inútiles en que líderes de todo el mundo se reunirán, llegarán a acuerdos tibios que no tienen la menor intención de cumplir y regresarán a sus países recorriendo miles de kilómetros en sus aviones oficiales.
Nos dirán que debemos usar bolsas reutilizables, que por qué no tenemos un coche eléctrico y que dónde vamos con pajitas de plástico; mientras los super ricos siguen yendo de punta a punta del mundo en sus jets privados, veranean con sus yates ultracontaminantes, y las petroleras extraen hasta la última gota rentable de crudo. A la vez que todos ellos invierten millones en lobbies para negarlo todo. Los políticos, quienes han convertido nuestras ciudades en auténticos infiernos de asfalto y que pasan las olas de calor en sus áticos y chalets con el aire acondicionado a tope, planean ampliaciones de aeropuertos y nos dicen que sí, que muy preocupante todo esto del cambio climático, pero que un chuletón al punto es imbatible.
Hemos entendido perfectamente que lo que dicen que hay que hacer y lo que después hacen no tiene nada que ver. Bueno, no es que no tenga nada que ver es que directamente no es puesto. Sabemos que el 10% más rico de la población mundial es el responsable de la mitad de las emisiones, que los causantes (y beneficiarios) de todo este daño al planeta son muy pocos. Pero lo nocivo, lo perjudicial, como siempre en este sistema, se comparte. También sabemos que los super ricos ya se están asegurando su salvoconducto y también sabemos que quienes pagarán las peores consecuencias serán, como siempre, las personas más humildes, las que menos impacto han tenido y las que más difíciles lo tendrán para adaptarse.
También tememos que hemos superado puntos de no retorno, que las consecuencias están llegando incluso antes de lo previsto y, que aunque paremos hoy de golpe todas las emisiones, esto ya está desencadenado. Pero es que ni así las estamos parando, al contrario, las aumentamos año tras año. Sabemos que esto está ya fuera de control, y después aún se preguntan que por qué tanta tristeza entre los jóvenes, que por qué tanta angustia, que por qué tanta ansiedad, que cómo puede ser que se disparen los suicidios. Que si somos la «Generación de Cristal», porque claro lo peor viene en forma de pregunta, ¿para qué? ¿qué sentido tiene todo? ¿qué sentido tiene levantarse cada día, estudiar, trabajar, proyectarse a un futuro?
Que estamos viendo que no lo va a haber, que nos lo están robando, que vemos cómo todo se va despedazando un poco más año tras año. Somos la «Generación de Cristal», pero no porque lloremos y seamos sensibles, llorar es ser fuerte, es atreverse a sentir y a mostrar. Somos la generación de cristal porque de cristal es el futuro que nos están dejando. Todo por este sistema genocida que han creado, un monstruo llamado capitalismo que nadie puede detener, y cuyo avance nos condena. Un engendro que necesita engullir cada año más y más. Más recursos naturales, más combustibles fósiles, más vidas de animales, más vida de humanos y esto no es sostenible, es evidente, y todo el mundo lo ve. pero nadie hace nada.
Al menos, no nada real. Por tanto la única conclusión a la que podemos llegar es que somos una especie estúpida, una especie capaz de llegar a otros planetas de hacer robots que bailan, de componer melodías maravillosas, y de ejecutar exhibiciones de diez, pero a la vez también de aniquilar sistemáticamente todo lo que necesita para vivir.
Sabe mal decir esto porque es la nuestra, pero una especie que se comporta de esta forma no puede ser catalogada de ninguna otra manera, la ilusión de eternidad es esto, solo una ilusión, en cualquier momento se puede acabar todo como les paso a los dinosaurios y como algún día nos pasará a nosotros. Todo lo que ahora nos parece eterno algún día se acabará, podría ser perfectamente dentro de miles de años pero este sistema y quienes lo gobiernan están empeñados en que sea solo en unas pocas décadas.
Todo por pura ambición por ceguera, por poder. Y ya sabemos que para ellos es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo, pero para nosotros no, nos negamos a esto. Porque tenemos derecho a imaginarnos ya conseguir un futuro en paz, en prosperidad, sin fecha de caducidad. Tenemos derecho a un futuro donde podamos proyectarnos en nuestro pequeño lugar en el mundo de forma confortable, con nuestra gente, en armonía con el planeta, con los otros seres vivos y con nuestros iguales.
No pedimos más, pero tampoco menos, tenemos entre nosotras un sistema de la muerte y la destrucción que nos ha declarado la guerra, que está en modo suicida, y que se nos quiere llevar con él. Sin embargo, desde aquí le daremos batalla hasta el último aliento, para que se vaya solo, y cuanto antes mejor.
Al principio decíamos que este vídeo no serviría para nada, evidentemente este vídeo por sí solo no, porque las cosas no se cambian con un vídeo, se cambian haciendo cosas para cambiarlas, saliendo la calle, tomando posición, modificando hábitos, exigiendo cambios inmediatos y valientes, luchando, en definitiva, por levantar el mundo que queremos. Un vídeo no hace nada de esto, el trabajo y la cooperación entre todas nosotras sí, y lo reivindicamos con toda la alegría y la confianza de que así será, porque ya sabemos que los desesperados nunca se rebelan, ya que una revolución es siempre un acto de esperanza. Podemos hacer mucho mejor debemos hacer mucho mejor la vida era y es otra cosa».
Además de lo mencionado en la introducción sobre cambio climático y las acciones al respecto, este vídeo nos ha parecido la mejor respuesta a una dinámica que en estos pasados meses se ha puesto muy de moda entre los discursos televisivos más divulgados. Y es que personajes de las cavernas mediáticas lanzan proclamas continuadamente contra la juventud actual, tratando de crear una mentalidad social en la que las jóvenes aparezcamos (o aparecen, mejor dicho) retratadas como seres blandos, sin personalidad ni fortaleza. Estos personajes no se han mirado a sí mismos, analizando que los cimientos resquebrajados de esta sociedad los pusieron ellos mismos. Infancias traumadas que no han tomado la responsabilidad de afrontar, vidas de explotación camufladas por el sacrificio laboral, y un academicismo de un mundo occidental en completa ruina.
Evidentemente la sensibilidad sin unos objetivos sociales transformadores puede caer en la hiperindividualización del sistema capitalista. Por eso la creatividad e intuición de una generación debe vincularse a las luchas y a un compromiso activo que supere las indolencias y distopías que tragamos diariamente. La generación de cristal agarraremos (o agarrarán) esos vidrios rotos firmemente para autodefendernos y encontraremos el pegamento necesario para unirlos con valores comunitarios y estrategias de lucha colectivas para construir una vida sin capitalismo.