La justicia no es igual para todos. Eso está claro. No es neutral, ni objetiva, ni en la formulación de las leyes ni en la aplicación de las mismas. La justicia, en este sistema, es un mecanismo más de control social. Eso es algo que vemos día a día, desde leyes que castigan la pobreza, que no tienen en cuenta los contextos ni tratan de subsanar los supuestos daños causados, hasta indultos o causas que se pierden en el tiempo, según siempre a que clase social miremos.
Ejemplos hay muchos, pero estos días está resonando con especial fuerza el de Giannis Michailidis en Grecia. Giannis es un preso anarquista, encarcelado hace más de 8 años. Tras este tiempo, y según la legislación griega, debería haber optado a la libertad condicional hace meses. Sin embargo, la corte de apelación ha denegado su excarcelación en varias ocasiones. Las razones, que sigue firme en sus convicciones libertarias. Ante esta situación, Giannis comenzó una huelga de hambre, reivindicando su libertad condicional, el pasado 23 de mayo que ha mantenido durante 68 días hasta que la dio por terminada a finales del mes pasado. Casi ha muerto, y aún así, no ha logrado su libertad, pero durante este tiempo el apoyo que ha recibido en las calles ha sido multitudinario.
Al mismo tiempo que esto le sucede a Giannis, nos encontramos con casos como el del policía que asesinó a Alexis Grigoropoulos en 2008 (y que desencadenó una revuelta de larga duración en todo Grecia), que fue condenado a cadena perpetua. Ya se encuentra en libertad. Lo mismo sucede con el exdirector del Teatro Nacional (y amigo del primer ministro Miksotakis), condenado en 2015 a 12 años por la violación de dos menores. También está ya en libertad. Lo dicho, la justicia no es igual para todos.
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