
Israel ha asesinado a más de 51.203 palestinas desde el 7 de octubre de 2023, más de 1.800 desde el fin del alto al fuego. El Ministerio de Salud estima que aún hay 31.000 cadáveres en lugares inaccesibles como escombros y que hay más de 4.100 denuncias de desaparecidos por parte de familiares, lo que podría traducirse en nuevas muertes a causa del genocidio La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas expone que el 91% de la población en Gaza vive una situación de inseguridad alimentaria grave y que más de 345.000 personas en Gaza se encuentran en la fase 5 de hambruna, que supone la inanición total.
Ante estas aterradoras cifras, hemos rescatado este importante artículo sobre la hambruna como arma de guerra en Gaza. Fue escrito por Blanca Ortega y Ángel Marrades y lo hemos extraído de Descifrando la Guerra
Desde hace más de un año, las principales organizaciones humanitarias, de desarrollo y derechos humanos vienen denunciando la grave situación que se vive en la Franja de Gaza y en el territorio palestino ocupado. Con indicadores como los altos niveles de hambruna o las casi 64.000 personas asesinadas en Gaza hasta marzo de 2025 –de las cuales más de 21.000 serían niños y niñas menores de 14 años–, resulta plausible afirmar que Israel ha estado ejerciendo un castigo colectivo sobre la población palestina que puede calificarse de genocidio.
Bombardeos masivos, desplazamientos forzados, detenciones arbitrarias y el uso de municiones ilegales son solo algunos de los métodos utilizados por Israel en Gaza que violan el derecho internacional. Estos actos no son aislados, sino que forman parte de una serie de tácticas que tienen como objetivo infligir daño directo y destructivo a la población palestina.
Además, se han documentado otras infracciones, como las violaciones de la intimidad, el bloqueo de ayuda humanitaria, el uso de la población civil como escudos humanos y la guerra psicológica. Todas estas acciones constituyen violaciones graves de las leyes internacionales, especialmente del derecho internacional humanitario, que prohíbe el castigo colectivo y la utilización de civiles en conflictos bélicos.
La hambruna en Gaza
Como ya se ha adelantado, una de estas acciones ha sido el uso del hambre como arma de guerra. Según la Cuarta Convención de Ginebra, como potencia ocupante en Gaza, Israel tiene la obligación de garantizar que la población civil gazatí reciba alimentos y suministros médicos. No obstante, fuera de cumplir con sus deberes, las fuerzas israelíes están bloqueando deliberadamente el suministro de agua, alimentos y combustible al mismo tiempo que arrasan áreas agrícolas y privan a la población civil de objetos indispensables para su supervivencia. Así lo declaró públicamente el ex ministro de Defensa, Yoav Gallant.
Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), antes del 7 de octubre de 2023 Gaza era en cierta medida autosuficiente en alimentos. Un año después, casi el 70% de las tierras de cultivo han sido dañadas o arrasadas y alrededor del 95% de todo el ganado está muerto. Como consecuencia, la hambruna ha llegado a ser inminente en el norte de la Franja de Gaza y toda la población se enfrenta a niveles de crisis de inseguridad alimentaria.
Debido al carácter artificial de esta hambruna generada por Israel, la gravedad de la crisis en Gaza puede cambiar rápidamente. Esto se debe a que el enclave palestino es un territorio muy pequeño de fácil acceso, donde no existe ninguna dificultad geográfica para distribuir la ayuda. A razón de esto, en febrero de 2024, la hambruna estuvo en su punto álgido, con el 30% de la población con niveles de desnutrición aguda extremadamente críticos. Este es el nivel 5 de la Clasificación Integrada de las Fases de la Seguridad Alimentaria (CIF).
En conjunto, el 95% de los hogares se encontraban en malnutrición aguda elevada o superior a la habitual –nivel 3 del CIF–. Durante el alto al fuego iniciado en enero de 2025, la llegada de ayuda humanitaria, del todo insuficiente para solventar la crisis, palió parcialmente la situación. El 86% de la población continúa en nivel 3 según el informe de octubre de 2024, pero solo el 6 % en nivel 5, lo que indica que, aunque la hambruna en Gaza se ha mitigado y es menos grave, no se ha resuelto, ya que la malnutrición sigue siendo muy elevada.
No obstante, pese a que todavía no hay datos más recientes, la situación actual puede ser más grave puesto que desde principios de marzo Israel ha bloqueado la ayuda humanitaria, rompiendo como consecuencia el alto el fuego. Se trata del cierre más severo desde el comienzo de la guerra. A diferencia de ocasiones anteriores, en lo que va de marzo no ha entrado ni un solo camión. La aprobación de una ley en Israel para prohibir las actividades de la UNRWA y las declaraciones del gobierno indican que esta vez la estrategia de hambruna en Gaza va a ser más amplia y sistemática.
El objetivo final sería expulsar a los palestinos del territorio. Para conseguir esta limpieza étnica, las autoridades militares ya han establecido una oficina de inmigración “voluntaria”, igual que hicieron los nazis con los judíos. El peligro en esta nueva fase es que la hambruna devaste completamente a la población en Gaza. Cabe subrayar que, según el derecho internacional, someter intencionalmente a una población a condiciones de existencia insostenibles que conlleven su destrucción física constituye un crimen de guerra.
Civiles como escudos humanos
Otra violación –tanto de la legislación internacional como de la ley israelí– por parte del ejército hebreo en Gaza ha sido el uso de detenidos como escudos humanos. Según un testimonio recopilado por The Guardian, muchos prisioneros en diversas operaciones fueron obligados a entrar en casas y túneles, vestidos con uniformes militares israelíes, antes que los propios soldados, exponiéndoles al riesgo de explosivos y ataques de los combatientes de Hamás.
El uso presunto de detenidos como escudos humanos por parte de Israel ganó atención pública gracias a imágenes difundidas por Al-Jazeera en los meses de junio y julio. Además, el periódico israelí Haaretz informó sobre esta práctica, citando testimonios de soldados israelíes que afirmaron que la táctica estaba institucionalizada y que se referían a los detenidos como «shawish», una palabra turca que significa «sargento».
Estos soldados indicaron que no se trataba de un hecho aislado, sino de una estrategia aprobada que se realizaba con el conocimiento de los comandantes de brigada, como mínimo. De igual forma, el hecho de tener un nombre para referirse a esta práctica evidencia que no es un acto novedoso. De hecho, en 2005, el Tribunal Supremo de Israel en el caso Public Committee Against Torture in Israel v. Government of Israel abordó la práctica de utilizar a los palestinos como escudos humanos.
Como ha revelado el periodista israelí Nadav Weiman, el uso de los palestinos como escudos humanos es algo habitual que tiene una continuidad institucional en las fuerzas israelíes, conociéndose como “procedimiento mosquito”. El amplio uso durante la campaña de Gaza se debe a que apenas quedan perros en la unidad canina, por lo que literalmente el ejército israelí considera a los palestinos animales.
Cabe resaltar que el uso de civiles o prisioneros como protección en operaciones militares constituye una violación del artículo 28 del Cuarto Convenio de Ginebra, que prohíbe emplear a estos individuos para proteger las actividades militares de ataques.
Uso de herramientas digitales en Gaza
El uso de determinadas herramientas digitales por parte del ejército israelí también corre el riesgo de violar el internacional humanitario, en particular las leyes de guerra relativas a la distinción entre objetivos militares y civiles que ya han sido nombradas, y la necesidad de tomar todas las precauciones factibles antes de un ataque para minimizar el daño civil.
Según la investigación de Human Rights Watch, las herramientas en cuestión parecen depender de una vigilancia israelí continua y sistemática sobre todos los habitantes palestinos de Gaza, lo que incluye la recopilación de datos antes de los actuales enfrentamientos, de una manera que contraviene el derecho internacional de derechos humanos.
Estas herramientas utilizan información personal de los palestinos para guiar acciones militares, como la predicción de amenazas y la identificación de objetivos. Algunas de ellas se apoyan en el aprendizaje automático, una tecnología que permite a los sistemas informáticos extraer conclusiones y reconocer patrones a partir de datos sin instrucciones explícitas.
Lavender es una de estas herramientas, que según el jefe de ciencia de datos de la Unidad 8200, la división de inteligencia de señales militares, sirve «para encontrar nuevos terroristas«. Esta herramienta recopila datos como tu círculo social, tus chats en diferentes redes sociales, tus cambios de domicilio y demás para asignarte una calificación numérica que se relaciona con la presunta probabilidad de que una persona sea miembro de un “grupo terrorista”.
Otro ejemplo es The Gospel, herramienta que emplea un algoritmo que analiza datos de vigilancia para elaborar listas de objetivos. Según informes periodísticos, identifica cuatro tipos de blancos no humanos: instalaciones militares, incluidos túneles; viviendas de presuntos militantes; y estructuras civiles denominadas «objetivos de poder», atacadas para generar impacto y presionar a los civiles a influir sobre Hamás.
Finalmente, cabe mencionar otra inteligencia artificial comúnmente utilizada por el ejército de Israel: Where’s Daddy. Esta actúa como una herramienta con capacidad para rastrear la ubicación de teléfonos móviles con el fin de alertar a los operadores militares israelíes cuando las personas designadas como objetivos militares ingresan a una zona determinada.
Según los informes, estas zonas suelen ser, en su mayoría, viviendas familiares, donde residen personas designadas como objetivos. Como consecuencia, una gran parte de estos ataques se producen contra familias enteras en el momento en que la persona señalada entra en su residencia.
Los sistemas de aprendizaje automático convierten a las personas en conjuntos de datos que son procesados por programas con sesgos y limitaciones inherentes a su diseño. Al reducir a los seres humanos a simples datos, estos pueden ser monitorizados, clasificados y categorizados, lo que facilita la toma de decisiones sobre quién puede ser objetivo de acciones dañinas, incluidas las letales.
Este proceso, que conecta la vigilancia automatizada con la ejecución de daño, se conoce como «deshumanización digital«. Igualmente, la inteligencia artificial también juega un papel crucial al insensibilizar y acelerar el proceso de selección de objetivos, permitiendo una toma de decisiones más rápida y, en muchos casos, sin la intervención humana directa, lo que aumenta el riesgo de que se tomen decisiones erróneas o injustas.
Lejos de lo que podría pensarse, estudios como el de Human Rights Watch indican que estas prácticas no aumentan la precisión de los ataques ni contribuyen a reducir las bajas civiles. Por el contrario, están elevando el riesgo para la población y la infraestructura de la ciudad, además de generar preocupaciones éticas, legales y humanitarias. De igual forma, se evidencia que la vigilancia de Israel de los palestinos en Gaza está inextricablemente ligada a un sistema de violaciones de derechos equivalente a una política de apartheid.
Explotación de vulnerabilidades y guerra psicológica
En relación con el apartado anterior, es necesario destacar como Israel usa las herramientas anteriormente nombradas y sus grandes bases de datos para ejercer control y opresión en los territorios ocupados. La tecnología se ha convertido en una pieza central de un sistema que perpetúa el chantaje, la vigilancia masiva y el sometimiento de la población palestina con el objetivo de forzar la colaboración de estos con Israel.
En 2014, exmiembros de inteligencia israelí revelaron cómo la vigilancia masiva sobre civiles palestinos se usaba para identificar vulnerabilidades personales –como problemas financieros, relaciones extramatrimoniales o preferencias sexuales– y extorsionar a los afectados para obtener su cooperación. En una carta que publicaron los reservistas, exponían que su negación a volver a trabajar para el gobierno se relacionaba con el hecho de que el fin de este espionaje no era la seguridad nacional, sino controlar todos los aspectos de la vida palestina con el objetivo de dividirla para perpetuar la ocupación.
En 2024, una campaña israelí en Gaza publicó datos personales de presuntos espías de Hamás para sembrar miedo y sospecha entre los habitantes, debilitando las relaciones sociales y deslegitimando al grupo palestino. Estas tácticas reflejan cómo el control tecnológico y psicológico sirve para perpetuar la ocupación y la división en la sociedad palestina.
La guerra psicológica es el día a día de la población gazatí. Las fuerzas israelíes en Gaza han utilizado drones cuadricópteros equipados con sistemas de sonido para difundir ruidos aterradores, como los gritos de bebés y mujeres. Esta estrategia busca atraer a los residentes al aire libre, donde pueden quedar expuestos a ataques de francotiradores y otras fuerzas militares. Los sonidos no son reales, sino grabaciones que se reproducen a altas horas de la noche con el fin de generar angustia y miedo.
Además, los drones también simulan disparos, enfrentamientos y explosiones, y en algunos casos, emiten canciones tanto en hebreo como en árabe para desorientar a la población. Según Maha Hussaini de Euro-Med Human Rights Monitor, estas tácticas psicológicas han provocado heridas y muertes, mientras que el Ministerio de Salud de Gaza reporta miles de víctimas civiles a causa del constante bombardeo israelí. También se han emitido mensajes amenazantes para aquellos que resisten, añadiendo un coste psicológico adicional para los residentes.
Los aviones israelíes han incrementado la frecuencia de las explosiones sónicas en el último año, generando ruidos ensordecedores al volar a baja altitud. Estos estruendos no solo rompen ventanas, sino que también causan una gran ansiedad y miedo entre la población civil. Las explosiones afectan la vida diaria, creando un ambiente de constante tensión, y se utilizan como una táctica para intimidar y desestabilizar a los residentes.
Las operaciones psicológicas de Israel han ido más allá de métodos tradicionales como los folletos o la vigilancia aérea, incorporando tácticas cibernéticas aprovechando sus bases de datos para manipular las redes de comunicación y enviar advertencias directas a los residentes. Además de llamadas y mensajes de texto, las fuerzas israelíes han interceptado transmisiones de radio para difundir estas advertencias.
Daniel Hagari, portavoz del ejército israelí, subrayó la importancia de estos mensajes, instando a la población a seguir las directivas emitidas a través de diversos canales. Expertos señalan que estas acciones, junto con el constante ruido de los aviones de combate y las explosiones sónicas, ejemplifican las tácticas de guerra psicológica de Israel, que buscan generar miedo y desestabilizar a la población en las zonas de conflicto.
En definitiva, las tácticas utilizadas por Israel en Gaza no solo constituyen una serie de violaciones graves al derecho internacional humanitario y los derechos humanos, sino que, al recurrir a medidas de castigo colectivo, pueden interpretarse como un intento deliberado de destruir, total o parcialmente, a la población palestina, lo que se acerca a los elementos definidos en la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio.
El bombardeo indiscriminado, la hambruna como arma de guerra, la manipulación cibernética y las estrategias de guerra psicológica contribuyen a la desestabilización y el terror sistemático, infligiendo un daño directo a la vida y dignidad de los civiles que viven en Gaza.
Estas acciones, al someter a la población a condiciones de vida inhumanas y prolongar su sufrimiento de manera deliberada, no solo constituyen una flagrante violación de las leyes internacionales, sino que también podrían considerarse parte de un proceso genocida, en el cual la destrucción de un grupo nacional, étnico o religioso se lleva a cabo de manera planificada y sistemática.