Virginia Occidental, Oklahoma, Kentucky, Arizona…, son algunos de los muchos focos de un incendio que se extiende por todo EEUU, el de las huelgas en el sector de la educación pública. Desde principios de año no paran de resonar marchas y acciones de protesta. Todo comenzó en el Estado de Virginia Occidental, donde tras años de soportar salarios extremadamente bajos y crecientes recortes en los seguros de enfermedad a través de la Agencia de Seguros de Empleados Públicos (PEIA), la situación acabó por explotar. Las protestas fueron en aumento de la mano de la creciente organización de los/as empleados/as del sector educativo, a lo que ayudó la autoritaria gestión del problema por parte de las autoridades del Estado, que a todo respondían con insultos y bravuconadas. La huelga se fue extendiendo de condado en condado. La especial coyuntura de este caso es la que ha marcado su desarrollo (así como sus logros); las condiciones especialmente precarias del sector han hecho irremplazables a los/as empleados/as en huelga, la falta de negociación colectiva en la educación en Virginia Occidental y la débil afiliación sindical dejaron el desarrollo de los paros y la negociación en manos de la militancia de los/as trabajadores/as. Finalmente, tras semana y media de paros totales, se llegó a un acuerdo con las instituciones: se acordó un aumento del 5% del salario, algo que se extiende al resto de trabajadores/as públicos/as, mientras que el futuro de PEIA pasa a una comisión de trabajo específica.
Tras esto, las acciones de protesta y las huelgas se han ido expandiendo a otros Estados, como Oklahoma o Kentucky, cada uno con sus problemáticas concretas, ya fueran con reclamaciones en torno a los salarios, las pensiones u otros aspectos. La situación está en continua evolución, muchas de estas huelgas están aún en marcha mientras escribimos este artículo, por lo que detenernos en cada una de ellas no creemos que sirva de mucho. Las cosas habrán cambiado bastante para cuando estas páginas lleguen a tus manos. En este sentido, os recomendamos visitar la web de la revista estadounidense Jacobin (jacobinmag.com) o la del medio de contrainformación inglés Libcom (libcom.org) para manteneros al día. De modo que lo que os ofrecemos no es tanto una puesta al día de las huelgas como un pequeño análisis sobre las mismas, sobre lo que representan a nivel organizativo y su importancia dentro del contexto laboral actual en EEUU. Para ello reproducimos parte de un artículo (aunque creemos que peca de cierto exceso de optimismo) publicado en marzo en la revista Jacobin bajo el título de “The lessons of West Virginia”.
Las lecciones de Virginia Occidental
La gran huelga salvaje de Virginia Occidental es la victoria laboral más importante en los Estados Unidos desde principios de la década de los setenta. Aunque la huelga de UPS de 1997 y la huelga de docentes de Chicago de 2012 también captaron la atención del país, hay algo diferente en el caso de Virginia Occidental. Esta huelga se extendió a todo el Estado, fue ilegal, se volvió salvaje y parece estar extendiéndose.
El resurgimiento de Virginia Occidental comparte muchas similitudes con la militancia de base de finales de la década de los 60 y los 70. Pero también hay algunas diferencias críticas. Mientras que las luchas laborales de hace cuatro décadas vinieron de la mano del boom económico de la posguerra y de los inspiradores éxitos del Movimiento por los Derechos Civiles, esta nueva agitación laboral ha estallado en un periodo de ininterrumpidas derrotas obreras y austeridad económica. La inminente decisión del Tribunal Supremo de volver a colocar al sector público de vuelta en la era de la open-shop, otorga a la huelga en Virginia Occidental de un mayor grado de trascendencia.
Es muy temprano para confirmar si la huelga de Virginia Occidental provocará la reactivación de un movimiento de lucha laboral en todo el país o no. Ello dependerá, en gran medida, de si los/as trabajadores/as de este conflicto pueden seguir ganando en los próximos meses, y de si la ola de huelgas en la educación pública se materializa en otros lugares como Oklahoma, Nueva Yersey, Arizona o Kentucky.
Comprender las razones que llevaron a una victoria de los/as trabajadores/as en esta huelga será crucial para los/as activistas involucrados/as en futuras batallas, y para todos/as aquellos/as interesados/as en revivir el movimiento sindical estadounidense.
Poder de clase
Cuando se trata de encontrar una estrategia exitosa para el mundo del trabajo, no hay necesidad de reinventar la rueda. Virginia Occidental ha vuelto a poner sobre la mesa las ideas políticas simples que hace mucho tiempo fueron abandonadas por la mayoría de líderes sindicales, así como gran parte de la izquierda.
La lucha de clases obtiene resultados
La “cooperación” a un nivel laboral ha llevado a una concesión tras otra en las últimas décadas. Tampoco la forma prevaleciente de lo que se ha va venido a denominar “sindicalismo de justicia social” ha sido capaz de revertir el declive del sindicalismo organizado. En lugar de construir tejido y huelgas en los lugares de trabajo, muchos sindicatos progresistas se han centrado en campañas de relaciones públicas, llamados morales a los/as consumidores/as y seguidismo de los/as políticos/as demócratas.
En contraposición, la militancia de base y la huelga de maestros/as y empleados/as escolares de Virginia Occidental ha revitalizado la organización de la clase trabajadora y ganado a una serie de concesiones importantes, entre ellas un aumento del 5% del salario para todos/as los/as empleados/as públicos/as.
Desde el primer día, la activa participación de las bases, y su notable habilidad en momentos críticos para superar la inercia o los compromisos de los liderazgos sindicales, ha sido el motor que ha impulsado la huelga en Virginia Occidental. A través de las dinámicas empoderadoras de la lucha de masas, muchas personas que hace sólo dos semanas carecían de experiencia política y estaban desorganizadas se han convertido en activistas respetados/as por sus compañeros/as de trabajo.
Ganar batallas laborales a menudo requiere infringir la ley
Aunque era ilegal que los/as trabajadores/as en Virginia Occidental fueran a la huelga, lo hicieron de todos modos. Dentro de la larga tradición de realizar acciones ilegales para ganar causas justas, muchos/as huelguistas se manifestaron con carteles caseros que decían “Rosa Parks no estaba equivocada”. El Estado amenazó inicialmente con poner fin a la huelga, pero se vio obligado a retroceder. En los momentos de lucha de masas la legalidad se convierte en una cuestión de relación de fuerzas. Si una huelga tiene la fuerza, el ímpetu y el apoyo público general, es difícil para la élite gobernante tomar medidas enérgicas en su contra.
La voluntad de incumplir la ley será especialmente crucial en los próximos años. Las restricciones de la estructura legal e institucional de las relaciones laborales en EEUU configuran un panorama en el que el movimiento sindical está abocado a la derrota. Esto será más cierto aún si, como se espera, la Corte Suprema elimina ciertos derechos laborales en el ámbito del sector público. Pero como demuestra la experiencia de Virginia Occidental, es posible luchar y ganar incluso frente a los obstáculos legales más draconianos.
Los lugares de trabajo siguen siendo nuestro más poderoso lugar de resistencia contra las élites gobernantes
El hecho de que el sistema dependa de nuestro trabajo nos otorga un inmenso poder estructural. Como los eventos de la última semana y media han demostrado, esto sigue siendo tan cierto para los/as empleados/as públicos/as (incluyendo puestos laborales preeminentemente femeninos, como las maestras) como lo es para los/as trabajadores/as del sector privado. De esta forma, uno de los cánticos más populares durante las protestas ante el capitolio de la última semana y media fue: “¡Si esto no se arregla, ciérralo!”.
Mantener y extender este potencial poder depende en gran medida de las iniciativas independientes de una “minoría militante” de activistas obreros de base
Es poco probable que la huelga de Virginia Occidental hubiera tenido lugar, y menos aún hubiera tenido éxito, sin los incansables esfuerzos de un pequeño grupo de profesores/as radicales profundamente arraigados/as en sus centros de trabajo. Muchos/as de ellos/as ya destacaron durante la pasada campaña de 2016 de Bernie Sanders. Otros/as, principalmente en el sur del Estado, como el Condado de Mingo, provienen de una tradición multi-generacional de militancia que se remonta a las Guerras de las Minas de principios del siglo XX.
Reconstruir una red análoga a lo largo del país es esencial. Desde la expulsión de gran parte de los/as militantes radicales de los sindicatos en la década de los 50 durante la era McCarthy, los movimientos obrero y socialista se han visto fatalmente debilitados por este divorcio. Y los/as izquierdistas en las últimas décadas se han mostrado sorprendentemente desinteresados/as en tratar de enraizarse en sus lugares de trabajo y en las organizaciones de clase. Con suerte, el inspirador ejemplo de Virginia Occidental fomentará un nuevo énfasis estratégico en la lucha de clases en los centros de producción.
Promover la fusión del socialismo con el movimiento obrero requerirá necesariamente abandonar el bagaje ideológico y los malos hábitos políticos acumulados durante décadas de marginación
El ethos de los/as huelguistas de Virginia Occidental ha sido el polo opuesto al sectarismo estéril, a la insularidad política y a la cultura del reclamo que prevalece en gran parte de la izquierda. Los/as radicales tenemos mucho que aprender del modelo de unidad de acción de Virginia Occidental. Como resume la profesora de secundaria de Charleston y activista laboral Emily Comer: “Para generar un movimiento de masas exitoso, las personas no tienen que ponerse de acuerdo sobre política partidista, religión o cualquier otro aspecto en este sentido. Pero sí han de unirse y luchar solidariamente en torno a un objetivo compartido”.
Poner el foco sobre las grandes demandas de la clase trabajadora
La lucha aquí giró en torno a cuestiones materiales, sueldos y seguros médicos, que directamente afectan a los medios de subsistencia de miles de habitantes de Virginia Occidental. El creciente impulso hacia acciones similares en todo el país muestra que la urgencia de estos problemas no se circunscribe a los Apalaches.