El parque. La infancia entre cartones es algo así como una autobiografía de un barrio de una gran ciudad a través de un vecino educador social. Esta autobiografía es, al mismo tiempo, una radiografía de los servicios sociales, sus instituciones, sus profesionales y la enmarañada red que constituye el sistema de protección social de la infancia. Esta radiografía es la historia de una voz, la del propio Julio Rubio Gómez, que interacciona con todas esas voces que se ahogan en la deshumanización de este gran sistema de protección infantil, algo similar a un engranaje hambriento de personas.
El libro, editado por La Neurosis o Las Barricadas, se centra en la historia de un grupo de niños/as que, a partir del verano de 2017 en el madrileño barrio de Hortaleza, comenzaron a pasar las noches en el parque situado a las puertas de los dos centros de menores de primera acogida que les habían sido asignados. Ante los malos tratos a los que la Institución les sometía, prefirieron la calle, el hambre y el frío. Las reacciones del vecindario no se hicieron esperar, tanto las de criminalización desde el racismo y el miedo, como las de solidaridad vecinal.
Los protagonistas de “El Parque” son lo que las instituciones denominan MENA, Menores Extranjeros No Acompañados. ¿Qué implica para ellos esta clasificación?
Como decía Sara de la asociación Harraga; “detrás de la palabra MENA se esconde un niño, una niña”. Se empiezan a usar términos no como adjetivos, sino como sustantivos, y por lo tanto psicológicamente generamos un proceso de deshumanización, despersonalización y cosificación por el cual acabamos pensando que no son niños ni niñas, sino menores, MENAS, inmigrantes, usuarios, destinatarios, etc.
El término MENA igual que “menor” son términos jurídicos, que expresan una situación jurídica, legal, pero que sin embargo se usan para todos los ámbitos; pedagógico, periodístico, psicológico… por lo que la situación jurídica acaba teniendo preferencia sobre todo lo demás.
Un niño considerado MENA tiene que ser tutelado por la Comunidad Autónoma donde esté, el Estado tiene la obligación de tutelarlo; alimentarlo, acogerlo, darles unas condiciones dignas… exactamente igual que si fuera su padre o su madre.
Vemos que en la realidad hay diferencia de trato, si a un niño de la calle (MENA) se le mete al sistema de “protección”, antes de ir al centro de menores tiene que ir a comisaría (a la GRUME; grupo de menores de la policía nacional) a poner huellas (como si fuese un delincuente) en el registro de MENAs (que es competencia del Ministerio del Interior), es decir; su condición de extranjero prevalece sobre la de menor, es decir; la política de extranjería prima sobre la de infancia, es decir; es extranjero antes que niño.
Los dos centros de menores de Hortaleza son centros de primera acogida. ¿Qué significa esto? ¿Qué los diferencia de los otros centros de menores de la Comunidad de Madrid?
“Primera Acogida” significa que una vez declarado su desamparo el chaval o chavala al primer centro a donde es llevado es a estos (primer acogimiento); al Isabel Clara Eugenia si tiene entre 0 y 14 años y al de Hortaleza si tiene entre 15 y 17 años.
Y a partir de aquí hay dos realidades; la teoría y la práctica.
Teoría: el chaval o chavala permanece muy poco tiempo, como mucho unas semanas hasta que se decide cuál es el mejor recurso (centro, piso) que se adapta a sus necesidades por edad, situación, etc. Y se le deriva allí.
Práctica: los chicos y chicas se tiran meses esperando ser derivados a otro centro. Cuando se les deriva se les manda al recurso donde hay una plaza libre, se adapte a sus necesidades o no. Y a muchos chicos y chicas para librarse de ellos y ellas se les aplican las pruebas de determinación de la edad; un médico les mira genitales, muelas y muñeca y emite un informe donde dice que podría tener 18 años o más, y con esto fiscalía de menores emite un decreto de mayoría de edad (aunque tenga documentación de menor) y el centro de Hortaleza les deja en la calle con un listado de albergues para personas sin hogar.
De estos dos centros yo me he tenido que llevar a los chavales hasta 9 veces a urgencias; moratones, brechas, brazos rotos… y los críos repetían siempre lo mismo: “Vigilante de seguridad, educador, la ruina”.
Todos hablaban de “el nido”, lugares donde se les encierra bajo llave, en aislamiento. Como un comportamiento bipolar les dejan en la calle sin querer saber nada de ellos y cuando entran pueden caer en el extremo contrario; aislamiento. Como si la Institución tuviese un trastorno bipolar.
Pero con su lenguaje (para esto tal vez sirva la “educación social”) ellos no pegan palizas, sino que hacen “contenciones”, no les encierran en aislamiento, sino en la “habitación de reflexión”.
La sensación que tengo es que la Comunidad de Madrid, igual que el resto de Comunidades, quiere deshacerse de los niños declarados MENAs para evitar lo que ellos llaman el “efecto llamada” (aunque para mí lo que existe es el “efecto huida”), en el pensamiento de “si los trato bien vendrán todos a España y será el apocalipsis nuclear, el fin del mundo, y si los trato mal no vendrá nadie”. Así su intención en la práctica (que no en la teoría) es hacerles la vida imposible, para que de una Comunidad se vayan a otra, y de un país se vayan a otro, es decir, los trato mal para que se vayan a otro lugar, y ese lugar los trata mal para que se vayan a otro, y así el niño, el chaval (casi todos son chicos) va de un lugar a otro sin rumbo ni destino fijo.
La Comunidad de Madrid propuso llevarles a Somosierra, uno de los pueblos más alejados de Madrid, pero yo creo que dijeron este pueblo porque no pueden mandarlos a Siberia, sino les mandarían allí, en la filosofía de “si envío el problema lejos desaparece”, “si no veo el problema no existe”.
En el libro cuentas la historia de los chavales del parque desde que comenzaron a dormir allí, en agosto de 2017, hasta enero de 2018 ¿Cómo sigue la historia? ¿Sigue habiendo chavales en el parque?
En realidad había chavales durmiendo antes pero no en tanto número como aquel año. Actualmente la situación sigue igual o peor, y preveo que vaya en aumento, empeorándose la situación. Antes por lo menos les daban ropa, ahora los tenemos en diciembre en chancletas, en camiseta de manga corta, muertos de hambre… La política que están empleando es “cuanto peor mejor”, es decir, hacerles la vida imposible. Inevitablemente con esta política se generan más niños de la calle, más conflictos, más marginación…
La Institución genera un problema y posteriormente dará una solución, que preveo que sea la expulsión a sus países.
Como señalas en el libro y como has señalado también anteriormente en otros artículos, las instituciones de “protección” del menor tienen unos intereses propios vinculados a la Administración de turno, por lo que la intervención social desde ellas en beneficio de los/as chavales/as se hace prácticamente imposible. ¿Cuál es, entonces, el ámbito desde el cual se puede o se debe intervenir?
El problema de este profesionalismo; educación social, trabajo social, integrador social, etc., es que convierten un problema de Derechos Humanos en uno pedagógico y psicológico. Y esto es lo que están haciendo. La única solución es el respeto a los derechos fundamentales de cualquier ser humano, de cualquier niño o niña. Que se respeten los tratados internacionales que ya hemos firmado; Declaración Universal de Derechos Humanos, Convención de derechos del niño, etc.
Es decir, no estamos ante un problema pedagógico (educación social, psicología, pedagogía…), estamos ante un problema de violación de derechos fundamentales; derecho a unas condiciones de vida dignas.
Los niños se quedan en la calle no ya porque la Institución no pueda cumplir estos derechos humanos por un desbordamiento puntual, por una mala gestión imprevista, por una desgracia ocasional, sino porque hay una planificación premeditada de la Institución, de un “Sistema de Desprotección Organizado”. Es decir, la Institución no es que no pueda hacer cumplir los DDHH, es que es ella quien los está violando. Ante esto, solo nos queda la respuesta vecinal, de la ciudadanía, del tejido social, de organizaciones sociales (poco o nada institucionalizadas), del activismo de los colectivos. Y a través de dos vías:
1.- La primera desde el asistencialismo puro y duro, decía Enrique Martínez Reguera; “los niños no tienen derechos, tienen necesidades, porque los derechos son posponibles, prorrogables, las necesidades no”. Es decir, hay necesidades inmediatas; hambre, frío, ropa, higiene, etc., que no pueden esperar y se deben cubrir. Y porque esto supone un acercamiento real a quien está sufriendo un problema, se crea un vínculo, un contacto, un conocer mejor lo que está pasando.
2.- La segunda desde la denuncia, la presión, la visibilización. La Institución tiene el comportamiento de un maltratador de manual; ante la sociedad es amigable, social, cercano, y en la intimidad es perverso, sádico, retorcido. Por eso los centros de menores son bunkers donde nadie sabe lo que pasa en esa intimidad. El maltratador ha encontrado en el concepto “protección del menor”, “interés superior del menor” y “protección de datos” la excusa perfecta para no informar a nadie de lo que pasa en esa intimidad. Debemos romper ese bunker y sacarlo todo a la luz para mostrar a una sociedad incrédula la verdadera cara del maltratador, del Sistema de “Protección”. La Institución no va a reaccionar por humanidad, va a reaccionar solo ante la presión, ante la pérdida de legitimidad, de votos, de dinero, la salida a la luz de escándalos.
Mencionas el proyecto Hortaleza Boxing Crew y otros proyectos del barrio como el BOSA (Banco Obrero Solidario de Alimentos), la OFIAM (Oficina de Apoyo Mutuo de Manoteas), la Asociación Vecinal, etc., ¿qué importancia crees que tiene este tejido vecinal?
Se diferencia de otros organismos u organizaciones sociales más institucionalizadas en su capacidad de dar respuestas rápidas y ágiles. Mientras que una organización institucionalizada para dar respuesta a un problema tiene unos mecanismos lentísimos que tienen mucho que ver con la burocracia y los intereses de la Administración, la organización vecinal va “ligera de equipaje” es rápida, flexible, ágil, inmediata.
En los años 90 comenzó a sustituirse las organizaciones vecinales y los movimientos sociales por ONGs profesionales (el activismo por el voluntariado) y se perdió esa frescura, esa capacidad rápida de respuesta, esa labor de denuncia, esa independencia.
El error no fue tanto que naciesen ONGs profesionales (en el barrio hay y dan respuesta a muchos asuntos de la chavalada) sino que hubiese esa sustitución, que desapareciesen unas para crear las otras, esa conversión. Porque los colectivos vecinales son la columna vertebral de una democracia, son las personas poniendo solución y dando respuestas a sus propios problemas sin un intermediario, la participación directa en la construcción de su entorno.
Además al ser independientes las organizaciones vecinales, llevan consigo una labor de denuncia que muchas ONGs no pueden ejercer, porque si denuncian la Institución les castiga (retirada de subvenciones, finalización de contratos, etc.).
Para terminar, queríamos preguntarte sobre la situación del local en el que realizáis vuestras actividades tanto Hortaleza Boxing Crew como otros de los colectivos mencionados.
El local donde estamos, desde donde las asociaciones de barrio hacen su labor; reparto de comida, ropa, boxeo, breackdance, vivienda… está en la UVA de Hortaleza, un poblado de casas bajas que se creó en los años 60 para realojar a la gente que vivía en chabolas y que estaban sobre terrenos donde iban a construir (y que ahora cuestan una pasta). Era un realojo provisional en estas casas. En 2018 se sigue con estos realojos, y ahora le toca a nuestro edificio donde está nuestro local, que lleva funcionando desde 1976 aproximadamente y que lo construyeron y reformaron los vecinos y vecinas del barrio. Nos realojan a otro local más pequeño, menos funcional y nos piden unos 460€ mensuales más gastos de luz, comunidad, etc. Para nosotras es inviable, no somos una empresa, un negocio donde entra dinero. Al no aceptar el nuevo local porque es insostenible mantenerlo nos echan a la calle.
Nuestra intención es resistir hasta el último momento y visibilizar el conflicto, como en esta entrevista, para poder comunicar la realidad que estamos viviendo, además de varias paradojas:
1.- Nuestros barrios se llenan de casas de apuestas para la juventud mientras los proyectos sociales como el nuestro que trabaja para esa misma juventud somos expulsados.
2.- A los mismos niños a quienes su tutor legal, la Comunidad de Madrid, deja en la calle, consumidos por el disolvente, muertos de hambre, frío, solos… se les atiende desde este local; ropa, comida, mantas, actividades. Y los que vamos a ser desalojados, expulsados y castigados somos nosotros.
3.- La misma Comunidad de Madrid que nos deriva chavales al boxeo, nos quiere expulsar. Nos usa como recurso al mismo tiempo que nos expulsa, es de locos.
4.- La Comunidad de Madrid nos dice; “te cobramos, pero pídenos una subvención y te la daremos”. Es decir; la Comunidad de Madrid nos dice que pidamos una subvención a la Comunidad de Madrid para pagar a la Comunidad de Madrid. No tiene sentido, a no ser que esta formula se haga para controlar un proyecto, un movimiento social. O para ponerse medallas; “mira lo que estoy invirtiendo en algo social” pero que luego me vuelve como cobro de un alquiler. Es decir, estamos ante trileros profesionales.
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