Solidaridad con José Alfredo

El pasado 9 de enero, José Alfredo Miranda Oblanca, quien lleva más de cinco años internado en hospital psiquiátrico de León en contra de su voluntad, inició una huelga de hambre y sed como protesta por lo que considera abusos dentro de la institución, buscando llamar la atención sobre su situación y las condiciones de su encierro.

Sin embargo, apenas unos días después de comenzar su protesta, el 14 de enero, el hospital tomó medidas drásticas: se le aisló y se le cortó toda comunicación con su grupo de apoyo, impidiendo que cualquier persona ajena al círculo familiar –su familia no pertenece al grupo de apoyo escogido por él y no respalda sus críticas hacia la institución– pueda visitarle o llamarle. Desde el exterior se desconoce si le llegan las cartas que se le envían y no tenemos acceso a ninguna información sobre su estado de salud. El grupo ha denunciado que el aislamiento prolongado es una forma de castigo utilizada en instituciones psiquiátricas para acallar voces disidentes.

La falta de acceso a asesoramiento externo ha sido otra de las preocupaciones en este caso. A instancia de sus allegadas, un abogado ha intentado sin éxito ponerse en contacto con Jose Alfredo, tanto personal como telefónicamente, para ofrecerle asistencia legal. Sin embargo, el hospital ha denegado rotundamente cualquier posibilidad de que mantengan siquiera una conversación. A todos los efectos, le han privado del derecho de defensa; lo cual denota que, al menos inconscientemente, se considera a las psiquiatrizadas como personas carentes de derechos. Y es que, para el sistema, cualquier persona privada de libertad tiene derecho a que una abogada se entreviste con ella e intente pelear por acabar con su encierro, salvo si se trata de un “loco”. En otras palabras, nunca resultaría aceptable impedir a un preso recibir asistencia legal, pero si ocurre con una persona diagnosticada (a la que no se le acusa de haber cometido ningún delito, sólo de encontrarse mal de la cabeza), no pasa nada. Pura hipocresía.

Dada la falta de comunicación entre la familia y el grupo de apoyo y la opacidad con la que el hospital maneja el internamiento, no se sabe con certeza si José Alfredo sigue en huelga de hambre (lo cual significaría que lleva un par de meses así, con serios riesgos para su salud) o si, bajo la presión y el aislamiento, la ha abandonado. Se trata de una incertidumbre angustiosa, que genera preocupación y sensación de impotencia a partes iguales.

Pedimos que en las próximas semanas estéis atentas a las noticias que vayan saliendo sobre José Alfredo, especialmente a las que se publiquen en la web del grupo de apoyo y su perfil de Instagram

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