El 28 de agosto, cuando la mayoría de las madrileñas estábamos en la playa huyendo del calor infernal agravado por el cambio climático, representantes del Ayuntamiento de Madrid se personaron en la calle Gobernador e intentaron desalojar el centro social La Ingobernable.
Pese a la agosticidad del momento, su astuto plan no surtió efecto, puesto que las casi 500 personas que se encontraban concentradas en la puerta impidieron que se pudieran siquiera acercar al edificio. Y es que unos días antes el gobierno de Martínez Almeida les había notificado que el primer intento de desalojo se produciría esa jornada, por lo que la asamblea del Centro Social no dudó en convocar un multitudinario desayuno para fastidiarles la intentona. Y lo más impresionante es que la estrategia funcionó y se consiguió movilizar a cientos de personas solidarias pese a la dificultad que presentaba la veraniega fecha (un miércoles de agosto), lo cual dice mucho del éxito del proyecto.
Dos años de existencia de La Ingobernable
Para quien no conozca La Ingobernable, se trata de un centro social que fue okupado en el mes de mayo de 2017. Cuenta con 3.000 metros cuadrados, está en perfecto estado y se encuentra situado en un lugar privilegiado de Madrid, en pleno Paseo del Prado, a escasos metros de Neptuno y Atocha. Propiedad municipal, había sido cedido gratuitamente por el gobierno de Ana Botella a un arquitecto amigo suyo para que creara un museo en medio del eje cultural del Prado-Thyssen-Reina Sofía a su mayor gloria, por lo que se había convertido en el icono perfecto de la especulación que asola nuestra ciudad.
En La Ingo se realizan toda clase de actividades y se celebran asambleas de colectivos tan importantes como Las Kellys, Ecologistas en Acción, Fridays for Future, Bici Crítica, BDS Madrid y Contra el Diluvio, por citar algunos ejemplos.
Desde su inicio, varios de los miembros de la asamblea no dudaron en intentar negociar con el gobierno de Carmena para intentar mantener en el tiempo un espacio tan útil y sobre el que se vertebran varios movimientos sociales de Madrid (una estrategia que no comparten otros centros sociales, como La Enre o La Dragona), pero de poco les sirvió porque el intento de pactar un acuerdo se saldó sin éxito alguno. Al contrario, el Ayuntamiento del cambio inició un expediente administrativo de expulsión, el cual ha sido heredado por el nuevo ejecutivo del PP, Ciudadanos y Vox, quienes basaron su campaña electoral en criminalizar la okupación, presentarlo como el mayor mal que acecha a nuestra ciudad y en la promesa de echar a las okupas de los edificios municipales (lo cual incluye también al centro social de La Dragona).
Resistencia a la primera embestida del trifachito
Unos días después del intento de desalojo, Almeida declaró ante los medios que a los okupas les hubiera gustado que les echaran “a gorrazos” y que la policía “entrara a sangre y fuego” a fin de poder tener “un catálogo de excusas victimistas sobre el imperialismo del Ayuntamiento frente a aquellos pobres que lo único que hacen son actividades sociales y culturales”. Unas declaraciones que sólo pueden venir de alguien que no ha sufrido nunca en sus carnes la represión, los golpes de porras, el miedo que infunden los uniformes y el daño psicológico que un procedimiento penal le pueden causar a alguien.
Celebramos que se haya logrado paralizar en esta ocasión el desalojo del centro social y esperamos que vuelva a repetirse en el futuro. Lo que nos queda es la reflexión de si una movilización así se hubiera producido si nos encontráramos ante un desalojo promovido por el Ayuntamiento de Carmena. Al fin y al cabo, mucha gente se anima a movilizarse contra las decisiones y las políticas de ultraderecha que toma el trifachito, pero les cuesta más hacer lo propio cuando los ataques provienen de Ahora Madrid, Más País o Podemos.
No podemos dejar que las falsas aliadas nos engañen. Consideramos que el espacio, que actualmente es todo un referente para los movimientos sociales de Madrid y como ejemplo de lucha contra la especulación, debe protegerse de toda injerencia, venga de donde venga. Un proyecto no deja de ser menos válido cuando una señora repartiendo magdalenas intenta desalojarlo que cuando lo quiere hacer Abascal a lomos de su caballo.
Mucho ánimo a las compañeras que luchan.