La entrada del 2014 en Barcelona trajo consigo, como todos los años, la subida del precio del transporte público. Una subida más, otra piedra en el camino hacia fin de mes para tanta gente, otro encarecimiento de un servicio tan básico e indispensable como es el transporte público en una gran ciudad.
Pero esta vez la subida no pasó desapercibida entre quejas y lamentos. Esta vez los y las vecinas decidieron que por aquí no pasan y comenzaron a movilizarse desde que se anunció la subida. Así se creó la plataforma Stop Pujades (Stop Subidas, en catalán), con el objetivo de retirar la subida de precios pero también de abordar otros problemas del transporte público de la ciudad. En sus propias palabras: “Este aumento continuado de las tarifas que afecta a todas las zonas y muy por encima de los incrementos del IPC, convierte el transporte público, pagado por todos a través de los impuestos, en un lujo para los usuarios y en un auténtico trasvase de fondos públicos hacia las empresas que gestionan. Todo esto sucede mientras se eliminan líneas de autobús, se elimina el bus de barrio los domingos y festivos y, desde el año 2007, se ha ido reduciendo un 10% el servicio de autobús entre semana y un 25% los fines de semana. (…) Mientras re-pagamos el transporte público, la empresa TMB que gestiona el autobús y el metro -tal como lo han denunciado reiteradamente sus trabajadores/as- mantiene una opacidad absoluta sobre su presupuesto y sobre el sueldo de los 603 miembros del equipo directivo, ya que tienen un salario fuera de convenio y totalmente desconocido, además de los coches oficiales de que disfrutan. Además, continúa manteniéndose en secreto el motivo por el que tantos ex cargos públicos de PSC y CiU acaban ocupando puestos dentro de esta dirección”.
Desde entonces, cada miércoles a las 19h (y van trece en el momento de escribir estas líneas) se realizan concentraciones en más de 40 estaciones de metro y cercanías, bloqueando el servicio e informando al resto de usuarios/as, siendo habitual encontrarse los tornos de entrada abiertos con las puertas pegadas con cinta aislante para que la gente pueda entrar sin pagar.
Las protestas han salido también a la calle en varias ocasiones, la primera de ellas el 19 de febrero, cuando se realizaron hasta cincuenta concentraciones simultáneas que cortaron algunas de las principales arterias de la ciudad, y más recientemente el 15 de marzo, cuando más de mil personas se concentraron en la plaza Sant Jaume frente al ayuntamiento y la Generalitat. La Plataforma aprovechó también la celebración del Congreso Mundial del Móvil a finales de febrero (coincidiendo además con una huelga de cuatro días de los/as trabajadores/as de bus y metro de Transportes Metropolitanos de Barcelona-TMB) para visibilizar el conflicto a través de concentraciones y de la ocupación momentánea de la sede del Congreso y el Hotel Casa Fuster, llamando la atención sobre el coste que dicho evento supuso para la administración local – además de otras cuestiones como que los/as congresistas tuvieron un pase gratuito para el Metro durante los tres días del congreso – y tratando de desmontar la “marca Barcelona” que las administraciones intentan vender al mundo.
Ante la buena acogida y seguimiento de las protestas, no han faltado tampoco los oportunismos de turno. Así, numerosos partidos y sindicatos se han sumado a los colectivos firmantes del manifiesto de la Plataforma, y varios ayuntamientos del área metropolitana han aprobado reprobaciones al aumento de tarifas.
Evolución del precio (euros) del transporte público en Barcelona y Madrid. Datos de CCOO, UGT, ATM y CMT
El Ayuntamiento y la Autoridad del Transporte Metropolitano (ATM)
Con esa conocida costumbre de empresarios/as y políticos/as de echar balones fuera, ATM se apresuró a justificar las subidas por la deuda de 546 millones de euros que acumula y que dice estar provocada por la reducción de la aportación del Estado español (56 millones menos en cuatro años). Nada dice de otras más que posibles causas del agujero: obras que han costado cinco veces más de lo presupuestado (como la línea 9 de metro), sueldos desorbitados de algunos/as directivos/as de TMB…
El Ayuntamiento, por su parte, ha ido intentando calmar los ánimos haciendo algunas concesiones y promesas como el aumento del presupuesto destinado al transporte público, el aumento del servicio y frecuencia de varias líneas que habían sido recortadas, el impulso de algunas obras pendientes en infraestructuras, etc., pero eso sí, manteniendo la subida de tarifas intacta. Por eso la Plataforma no ha cesado las movilizaciones y se ha mantenido firme negándose a negociar nada hasta que no se cumplan sus dos exigencias básicas: la retirada de la subida de 2014 y la convocatoria de una mesa social para fijar tarifas y criterios.
¿Con qué nos quedamos?
Aunque a día de hoy el conflicto continúe y no sepamos cómo va a terminar, desde una ciudad como Madrid donde toda esta historia de subidas, despilfarros y recortes en el transporte nos suena demasiado familiar, no podemos evitar fijarnos en una lucha como esta y tratar de encontrar en ella algo de fuerza para quizás retomar la nuestra propia.
Acciones directas y continuadas en el tiempo como los bloqueos de estaciones y “coladas” masivas tocan a la empresa donde más le duele, en los bolsillos, y ejercen una presión directa y real sobre ella. Ir más allá de la mera retirada de la subida y tratar de abordar otras faltas del transporte público y cuáles son sus verdaderas causas es también un acierto. La comunicación y los lazos con los/as trabajadores/as nos parece otro punto fundamental en este conflicto y otros similares, para romper con esa falsa división entre trabajadores/as y usuarios/as que se suele vender desde las empresas, administraciones y medios de comunicación como si los intereses de unos/as y otros/as fueran distintos, y crear alianzas que refuercen la lucha de ambos. Por último, habría que cuestionarse a quién queremos a nuestro lado en nuestras luchas, y si verdaderamente el apoyo sobre el papel de organizaciones con evidentes intereses políticos (estos sí, distintos a los nuestros) es tal o sólo llega hasta el punto en que las acciones se alejen demasiado de los límites “aceptables” o hasta que el asunto deje de tener interés en la agenda.
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