Aún con la alegría cercana de no contar con los juegos olímpicos en Madrid, queremos aprovechar para dar a conocer lo que fue un hito tanto de organización como de movilización del movimiento obrero en el seno del deporte y la vida cotidiana: La Olimpiada Obrera. Tal como son hoy las olimpiadas (burguesas), lo eran hace casi un siglo: exaltación del nacionalismo, propaganda capitalista, competitividad, lucro y mercantilización del deporte. Plenamente consciente de ello, el movimiento obrero de la época, amplio, fuerte y cohesionado, decidió hacer sus propias “contra-olimpiadas”.
Se celebraron 4 citas de estas olimpiadas: Frankfurt (1925), Moscú (1928), Viena (1931) y Amberes (1937), además de la contra-olimpiada organizada en Barcelona en pleno Julio de 1936, en vísperas del levantamiento militar contra el Gobierno de la República. Estas olimpiadas obreras se basaban en cinco puntos que las diferenciaban completamente de las burguesas, dotándose de una base popular y anticapitalista:
1. No se buscaba la competición en forma extrema, sino el espíritu de superación.
2. El culto a los/as deportistas per se era perjudicial y se evitaba.
3. Fuerte rechazo de la comercialización del deporte y promoción del amateurismo de los/as deportistas.
4. El deporte debe servir a la masa, lo que significa que todas las personas deben tener la posibilidad de hacer deporte.
5. Por medio del deporte y de los consiguientes contactos internacionales alcanzar la paz mundial.
La olimpiada barcelonesa se organizó expresamente como boicot y contrapeso a la olimpiada oficial organizada en la Berlín de Hitler. La organización de la olimpiada corrió a cargo del “Comitè Català pro Esport Popular”, organización sin ligaduras formales con organizaciones políticas (partidos o gobiernos) o sindicales, era la suma de diversas asociaciones deportistas de carácter obrero. Económicamente fue apoyada por los gobiernos progresistas, los frentes populares francés y español, el gobierno belga y la generalitat catalana. El Gobierno de la República decidió no mandar delegación a la olimpiada berlinesa, y los/as atletas de origen español acudieron a la olimpiada popular de manera fragmentada en un mosaico regional, aquí primaba el deporte y no la exaltación de los valores patrios.
La idea inicial era la de organizarlas a nivel nacional, pero el hecho de que la olimpiada burguesa fuera en la Alemania nazi, hizo que se sumaran delegaciones internacionales, tanto organizadas por el movimiento obrero de cada país, como Estados propios que la apoyaban. Un total de 23 delegaciones acudieron a la cita, seis mil personas, entre las que se encontraban regiones sin el estatus de independencia política como Argelia, Palestina, Pais Vasco u organizaciones judías perseguidas por el fascismo en Europa, haciendo así gala de los principios del internacionalismo obrero y la fraternidad entre los pueblos.
Al estar entre los objetivos de la olimpiada que esta fuera de masas y fomentar el carácter amateur, se crearon tres categorías: atletas de élite, expertos y aficionados. Así cada persona podría participar en función de sus posibilidades físicas.
La olimpiada estaba organizada para que tuviera lugar entre los días 19 y 26 de julio. Durante el ensayo de la orquesta que se encargaba del acto inauguratorio, en los días anteriores al comienzo de la olimpiada se dio el aviso de un inminente alzamiento militar contra la República. La reacción ante el surgimiento de un conflicto bélico en cualquier otra situación, hubiera sido la de proceder a la evacuación de las delegaciones internacioneles, pero esta no era una reunión internacional normal. Era el movimiento obrero organizado en defensa de su cultura. Al día siguiente la plaza de la República era ocupada por una manifestación de atletas agradeciendo a la ciudad su hospitalidad y llamando a la resistencia contra el fascismo. Muchos de los atletas de aquella olimpiada popular, en vez de regresar a la tranquilidad de sus hogares, fueron conscientes de la necesidad histórica en la que se veían envueltos, el primer frente de guerra contra el fascismo. Fueron estos atletas los primeros en engrosar las famosas Brigadas Internacionales.
Podemos leer testimonios en primera persona, en este caso de un atleta belga que retrató la situación en su diario personal:
“Las calles están vacías bajo un sol abrasador (…) en la Plaza del Comercio chocamos con las primeras barricadas (…) cientos de metros más lejos vemos a unos sindicalistas armados (…) las barricadas aparecen cada 100 metros. Todas las calles laterales están bloqueadas (…) nos deslizamos a lo largo de las fachadas de las casas. Las balas silban a través de la plaza. Instintivamente doblamos la espalda y nos refugiamos en un portal (…) Vemos claramente cómo desde el campanario de una iglesia los francotiradores disparan por la espalda a los trabajadores que se encuentran tras las barricadas.”
El desenlace final es por todos/as conocido, la guerra comienza y las olimpiadas no pueden comenzar. La olimpiada berlinesa es un éxito colosal, en tanto en cuanto Hitler consiguió su propósito de impresionar al mundo a través de su maquinaria propagandística. Sin embargo, la Olimpiada Popular de Barcelona nos deja enseñanzas y sobre todo nos da ejemplo de lo que es capaz de llevar a cabo un movimiento obrero amplio y fuerte, organizar un acto de carácter internacional, los valores de igualdad y fraternidad llevados a la esfera del deporte, el cual a día de hoy se asemeja muchísimo más al ejemplo de la Alemania nazi, que al ejemplo de la Barcelona rebelde, solidaria y fraternal.
Al año siguiente, se organizaron otras Olimpiadas Obreras en Amberes, la delegación española acudió bajo el lema “¡No pasarán!”.
He visto una noticia sobre el mismo tema en http://blogs.elpais.com/historias/2013/11/antifascista.html
Para más información:
– http://www.nodo50.org/esperanto/artik27es.htm
– http://www.nodo50.org/esperanto/artik33es.htm