El mes pasado, ante la Ley de Cambio Climático, señalábamos que sería una buena ley si hubiera sido dictada en 1995. Algo parecido podemos decir de la Ley Rider aprobada hace unos días, que como toda la legislación laboral de este Gobierno no es más que una pequeña regulación, magníficamente vendida como un gran avance pero que llega tarde y deja fuera de ella cuestiones importantísimas y a muchos otros colectivos de falsos/as autónomos/as.
Mientras ponen los focos en esta norma, criticada desde RidersxDerechos, las reformas laborales (sí, en plural, la del PSOE de 2010 y la del PP de 2012) siguen sin tocarse. No nos puede extrañar dado que la política de la ministra de Trabajo, supuestamente comunista, se basa en la búsqueda constante del acuerdo entre unos sindicatos, sin fuerzas ni ganas, y la patronal.
La historia reciente no nos permite sorprendernos de las políticas del PSOE (OTAN, ETT, leyes de extranjería, invasiones militares, torturas y un larguísimo etcétera) pero el apoyo y la participación de Podemos en un Gobierno que sigue sin derogar las Leyes Mordaza, que continúa con las devoluciones en caliente y los CIE y que abandona a la clase trabajadora no hace sino reafirmarnos en que nuestro sitio no está en los sillones del parlamento y que solo desde la calle, con un movimiento fuerte, se puede empujar para que nuestra explotación sea un poco menos dura.
Apuntes sobre la Ley rider.
Como explica Cheve, cooperativista de la ciclomensajería Cleta, en el programa ¿Somos los usuarios cómplices de la situación de los riders? de Gen Playz, un rider no es más que un repartidor, pero la utilización de ese término da a entender que estamos ante una realidad muy nueva y moderna cuando es algo muy viejo. Con estas expresiones (apps, economía digital, algoritmos, glover, etc.), las empresas pretenden hacer creer que la legislación actual está desfasada para regular relaciones que ellas consideran innovadoras pero que no son más que las formas de explotación de toda la vida aliñadas con márketing de neoliberal. Y cuando el cofundador de Glovo, Sacha Michaud, nos habla de flexibilidad, de la oportunidad de tener tres trabajos a la vez… está siguiendo la estela tan de moda de romantización de la pobreza a través de coliving, coworking, salarios emocionales y otros términos que tratan de disimular la precariedad de siempre.
La historia se repite.
Y como antigua es la explotación, antigua es la tradición de lucha de los/as mensajeros/as en defensa de sus derechos laborales. Como nunca está de más recordar el pasado, rescatamos del olvido a la Coordinadora de Mensajeros creada en 1985, que vinculada al movimiento autónomo (el que nos gusta, alejado de partidos y burocracias sindicales y del que podemos aprender en el libro Armarse sobre las Ruinas, historia del movimiento autónomo en Madrid 1985-1999) protagonizó varias jornadas de huelga contra el acuerdo alcanzado entre la patronal de la mensajería y UGT en 1987. Curioso también es cómo acabó el conflicto: los tribunales dieron la razón a los mensajeros pero varios de los integrantes de la Coordinadora, para tratar de construir alternativas reales al trabajo asalariado, decidieron constituir una cooperativa. ¿Os suena? (Desde aquí un saludo a las compañeras de Cleta, La Pájara y Mensakas, cooperativas surgidas en los últimos años de gente que provenía de las grandes plataformas)
Las reivindicaciones de entonces, recordemos, de hace 36 años, bien podrían haberse utilizado en cualquier comunicado actual: “La coordinadora de mensajeros reclama el reconocimiento de una relación laboral empresa-trabajador y, en consecuencia, la aplicación del Estatuto de los Trabajadores. «Aquí no cabe darnos de alta como autónomos», afirmó Escruela, «que es lo que pretenden las empresas, pese a que la Tesorería de la Seguridad Social ha denegado la posibilidad de tal inscripción»”, tal y como se recogía en un artículo de El País de diciembre de 1985. Las formas de organización y las consecuencias de estas reivindicaciones, le sonarán a cualquiera que haya seguido las movilizaciones de las riders en lucha de nuestro tiempo: “Desde inicios de ese mismo año se reunían los mensajeros que coincidían en la empresa cada mañana, que no eran muchos, dada su dispersión. «Empezamos a plantearnos una plataforma para defendernos de estas condiciones de trabajo».De la plataforma nacieron las primeras huelgas y, poco después, los primeros despidos. Los mensajeros tomaron contacto con los sindicatos CNT, UGT y CC OO. «Hicimos una coordinadora unitaria y cada semana nos reuníamos en asamblea». Actualmente existen cinco cooperativas de jóvenes mensajeros. «Esto es un arma de defensa», dice Escruela. «Cuando protestamos, nos echan y salimos en los diarios; entonces ya no vuelven nunca a darnos trabajo y formamos cooperativas, que están constituidas casi todas por despedidos. Además, ahora, a la vez que el contrato, nos obligan a firmar un finiquito en blanco, con lo que la situación no ha mejorado mucho».” contaban en el mismo periódico un mes después.
Una ley insuficiente
Como decíamos, poco novedoso es este tipo de trabajo, por lo que la legislación que lo regula tampoco es especialmente nueva ni rebuscada: el Estatuto de los Trabajadores, que en su primer artículo, desde 1980, establece que “será de aplicación a los trabajadores que voluntariamente presten sus servicios retribuidos por cuenta ajena y dentro del ámbito de organización y dirección de otra persona, física o jurídica, denominada empleador o empresario”.
Por tanto, la nueva ley Rider (o, legal y pomposamente denominada Ley para garantizar los derechos laborales de las personas dedicadas al reparto en el ámbito de plataformas digitales), que consta de dos párrafos, no hace sino constatar lo que los tribunales habían venido señalando: la relación entre rider y plataformas es laboral. Así se ha denunciado desde RidersXDerechos que afirma que “Quien ha conseguido que se nos reconozca como trabajadores no ha sido el Gobierno sino todos los que nos hemos jugado el pellejo en huelgas, manifestaciones y más de 44 victorias judiciales”.
Además, y tal como ponen de manifiesto desde esta asociación, la norma permitirá a las empresas la subcontratación de la plantilla a otras compañías (tal y como hacen Cabify y Uber con Empresas de Trabajo Temporal), dejará fuera de la protección a cientos de repartidores que tienen una situación administrativa irregular y no sanciona a las empresas con años de actuación ilegal.
Igualmente, y como el resto de medidas en materia laboral del Gobierno (recordemos la tan publicitada y falsa prohibición de despedir tras ERTE o la del despido de personas trabajadoras enfermas), responde a una situación concreta de impacto mediático pero deja fuera una problemática de subcontratación (conductores de VTC, kellys, etc.) y falsos/as autónomos/as (periodistas, repartidores, limpiadoras, sanitarios, informáticos…) de los que los/as riders no son más que la punta del iceberg.
Por eso, y como afirman desde RidersxDerechos: “Esta ley no es el final, ni mucho menos, es un simple punto y seguido en nuestra lucha. Estas empresas han venido a cargárselo absolutamente todo y sabemos que, igual que se han saltado la ley durante más de 5 años, lo van a seguir intentando hacer con esta legislación. Es por ello que seguiremos luchando junto a muchos otros sectores de la clase trabajadora para que se respeten nuestros derechos y se deje de vulnerar sistemáticamente derechos fundamentales”
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