En el mes de septiembre tuvo lugar en Madrid una convocatoria bajo el lema ‘Orgullo frente al fascismo’, una marcha de un millar de personas que recorrió el Paseo del Prado desde Atocha hasta la Plaza de Colón, pasando delante del ayuntamiento gobernado por la extrema derecha en Madrid. A comienzos del verano, concretamente el 28 de junio, el movimiento LGTBI salió a las calles reivindicando la lucha de los colectivos de disidencias sexuales, el conocido como ‘Orgullo Crítico’, que reúne al bloque alternativo anticapitalista contra toda clase de opresiones. Sin embargo, una semana más tarde tenía lugar el descafeinado ‘Desfile del Orgullo LGTBI’, en el que organizaciones como la policía municipal de Madrid o el grupo político Ciudadanos integraron esa marcha mercantilizada.
Concretamente, fue muy mediática la actitud beligerante y provocadora de Inés Arrimadas, diputada de Ciudadanos, que de manera surrealista acusó de intolerancia y autoritarismo al movimiento LGTBI que rechazó su presencia en el evento. Tan solo dos semanas más tarde de estos sucesos se sitúan los orígenes de la convocatoria de esta manifestación que inaugura el otoño, la realizada el pasado sábado 21 de septiembre. Una marcha que pretendía plantar cara a la extrema derecha y los partidos que utilizan la visibilización LGTBI para generar discursos en favor o en contra según les favorezca en el vaivén de lo políticamente correcto. Las disidencias sexuales y afectivas no negocian con determinadas entidades sociales, puesto que no se deben respetar todas las opiniones si perpetúan las violencias estructurales y dominantes durante siglos de historia. Las políticas institucionales pretenden vestirse del color del capitalismo rosa, manteniendo intactas cuestiones discriminatorias que marcan las agresiones homofóbicas cotidianas. La manifestación también tenía como objetivo visibilizar la lucha LGTBI fuera de los límites impuestos por una fecha tan simbólica y domesticada como el 28 de junio de cada año.
La manifestación era organizada de manera completamente autogestionada y era puramente reivindicativa, ni festiva ni mercantilista, promovida por un movimiento diverso de disidencias sexuales que desde la crítica al capitalismo, tratan de activar un frente social contra esas violencias sistémicas todos los días de nuestras vidas. El fascismo no se debate, el racismo no se tolera, la homofobia no se soporta, y el machismo no se discute. Debemos enseñar que las opresiones se combaten y eliminan, no se les otorga ninguna clase de legitimidad discursiva. La existencia de colectivos que resisten estas violencias encarnan una lucha contra la normalización de los autoritarismos criminales.