“Creo que deberíamos empezar a organizar disturbios; ha llegado el momento de que le paremos los pies a la autoridad que nos empuja y arruina este país” – Frase que colgó un chaval de 17 años en su Facebook por la cual ha sido condenado.
El pasado 4 de agosto, Mark Duggan, un joven negro del barrio londinense de Tottenham, murió abatido a tiros por la policía. Duggan, contrariamente a la información inicialmente difundida por la policía, no disparó contra los agentes, pero acabó acribillado de tal manera que su propia madre no fue capaz de identificar el cadáver. Este hecho fue el detonante de una explosión de movilizaciones, destrucción de mobiliario público, saqueo de tiendas y quema de edificios, en Tottenham primero y en el resto del país después, que se saldó con más de 1600 detenidos/as en su primera semana. Hasta aquí nada nuevo; cualquiera con una televisión en su casa o con acceso a un periódico se ha enterado de todo esto y se le han quedado grabadas en la retina imágenes de jóvenes huyendo de grandes almacenes con televisiones de plasma en las manos mientras otras tiendas ardían. Por eso, esta noticia no tratará de hacer un resumen de los hechos acontecidos en Londres y otras ciudades durante los disturbios que agitaron a todo el país a principios de agosto. A lo que aspiramos es a llenar el vacío que no sale en los medios y contextualizar estos acontecimientos, explicando su porqué o su razón de ser.
Tottenham cuenta con el cuarto índice de pobreza infantil más alto de su entorno y su tasa de desempleo dobla a la de la media nacional. Miles de jóvenes pertenecientes a minorías étnicas son expuestos/as a malos tratos por parte de la policía a diario, mientras se les bombardea constantemente con mensajes publicitarios que les hacen saber que jamás serán nada hasta que consuman y acumulen infinitos objetos materiales carísimos en pisos que no se pueden permitir (el precio de la vivienda en Londres es el más alto de Europa). “Robo este portátil porque sé que jamás podré conseguir uno de otra manera en toda mi vida”, declaró ante los medios de comunicación un parado de 24 años que horas más tarde acabaría detenido. Toda su vida se le ha dicho que para ser alguien necesita – entre otras cosas – un ordenador portátil. Y ahora por fin tenía la oportunidad de hacerse con uno, pero para conseguirlo tenía que poner en juego su libertad. Un pequeño riesgo por tan valiosa recompensa, pensaría. Este chaval es el producto natural de un sistema enfermo cuya religión no es otra que el consumismo.
Muchos/as analistas dicen que los disturbios de agosto nada tienen que ver con la situación política y económica del país. Sin embargo, aunque es cierto que entre los/as que participan en los disturbios cada uno/a es de su padre y de su madre, no se pueden ignorar los factores políticos que hay detrás de esta revuelta motivada por la supresión de derechos sociales. Desde que la coalición liberal-conservadora llegara al poder hace poco más de un año y los/as ingleses/as le perdieran el miedo a movilizarse contra el gobierno laborista supuestamente “de izquierdas”, Reino Unido ha sido testigo de decenas de movilizaciones estudiantiles y ocupaciones de facultades, huelgas en puestos de trabajo, manifestaciones de hasta medio millón de personas, el renacer de la actividad sindical y ahora enfrentamientos con la policía en en Londres, Liverpool, Manchester, Birmingham, Nottingham y otras ciudades del país. A pesar de que cada una de estas acciones se haya generado por una causa distinta, en todas se encuentran como trasfondo los recortes sociales y la imposición de medidas de austeridad como las que se aprobaron poco antes de este estallido social. Si bien todavía no ha pasado el tiempo suficiente como para que los últimos recortes (que se aprobaron apenas unos días antes de la muerte de Duggan) afecten a los/as británicos más pobres, saben de sobra la que se les viene encima. Y se niegan a aceptarlo.
La deplorable situación económica de las clases bajas, la mejora de la situación económica de las clases altas (los/as más ricos/as han aumentado en 100 veces su diferencia con los/as más pobres, según The Guardian), el resentimiento generalizado hacia la policía tras años y años de abusos (al menos 330 personas han muerto a manos de la policía desde 1998, sin que un/a solo/a agente haya sido condenado/a) y el afán materialista provocado por el sistema han dado pie a estos acontecimientos. ¿Y la respuesta del gobierno de David Cameron (Primer Ministro) y de Boris Johnson (alcalde de Londres)? Incrementar la presencia policial (más de 15000 agentes patrullando por la capital simultáneamente) y los poderes de sus agentes y de Tim Godwin, el comisario en funciones. O, en otras palabras, echar más leña al fuego, ya que aumentan la presencia de aquellos/as que en un primer momento vejaban a los/as oprimidos/as que ahora se movilizan. “Vamos a aumentar la presencia de agentes en las calles, a pesar de los recortes presupuestarios. Se gastará dinero donde sea necesario”, dijo ante las cámaras de la BBC George Osborne, el Ministro de Economía. Parece que para gastos policiales hay dinero, pero para gastos sociales no. Entre los poderes que se le otorgó a la policía se encontraba la posibilidad de usar balas de goma y cañones de agua contra sus propios/as ciudadanos/as. El único problema es que estas armas tardarían dos días en llegar, puesto que se encontraban todas en Irlanda del Norte.
En la actualidad, Inglaterra entera se encuentra tomada por la policía. Los disturbios nocturnos han dado paso a manifestaciones con lemas tales como “dad a nuestros hijos un futuro” o “culpa a los tories [conservadores/as], no a nuestros hijos” y a people’s assemblies (asambleas populares) y el gobierno de Cameron se ha comprometido a revisar su política social. Veremos en qué queda esto.
Información extraída de www.libcom.org, www.london.indymedia.org y www.ianbone.wordpress.com (en el que aparecen todos los comunicados de ALARM – All London Anarchist Revolutionary Movement).