Escrito por Matt Broomfield. Publicado en Jacobin. Traducción el castellano: Kurdistán América Latina
Turquía abandonará su oposición a la entrada de Suecia en la OTAN, según anunció la semana pasada el secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg. Joe Biden, el nuevo gobierno de coalición de derechas de Estocolmo y los medios de comunicación liberales de línea dura saludaron la noticia en la cumbre de la OTAN, celebrada en Vilna. El primer ministro sueco, Ulf Kristersson, afirmó que el champán empezará a fluir muy pronto, a la espera de la ratificación formal. Pero no todo el mundo lo celebrará.
Como miembro de la OTAN, y de hecho al mando del segundo ejército más grande de la alianza, Turquía tiene derecho de veto sobre otros países que se adhieran al bloque liderado por Estados Unidos. Desde principios de 2022, el presidente Recep Tayyip Erdoğan ha utilizado este privilegio para frenar la adhesión de Suecia y Finlandia. Erdoğan ha utilizado este poder de negociación para presentar una larga lista de exigencias, centradas principalmente en facilitar a Turquía la continuación de sus agresivos ataques contra los derechos, la autonomía y la organización política de los kurdos, e incluso contra la diáspora kurda en Europa.
Debido a las concesiones de los países nórdicos a Turquía en el último año, los kurdos exiliados en Suecia y Finlandia se han enfrentado a acoso, cierre de cuentas bancarias, detenciones y deportaciones. El representante kurdo-sueco Hakan Cifci advirtió que permitir que Erdoğan dicte las condiciones equivale a un respaldo tácito a las “violaciones de derechos humanos, crímenes de guerra, operaciones transfronterizas, ejecuciones extrajudiciales, encarcelamiento de miles de políticos, periodistas, académicos, activistas y cierre de cientos de instituciones y redes de medios de comunicación” por parte de su gobierno.
El enfrentamiento muestra las limitaciones de una política dispuesta a consentir cualquier autoritarismo, por el mero hecho de oponerse nominalmente a Moscú. Incluso, al margen del derecho a la libre expresión y a la autodeterminación, los representantes kurdos señalan que el limitado apoyo humanitario y diplomático que los dos países nórdicos ofrecían anteriormente al movimiento kurdo, sobre la base de su antaño neutral política exterior, se ha evaporado rápidamente.
Ilustrativo es el caso de los socialdemócratas suecos. Tras haber defendido durante mucho tiempo la neutralidad militar, el partido se vio arrastrado hacia la derecha, en la cuestión de la OTAN, hacia el final de su reciente etapa en el gobierno. La tan cacareada “amiga de los kurdos” y ex ministra de Asuntos Exteriores, Ann Linde, llegó a comparar una bandera kurda con el estandarte de ISIS, mientras el gobierno socialdemócrata trataba de mimar a Ankara.
En las elecciones de septiembre, este partido se vio superado por una nueva coalición conservadora, con los Demócratas Suecos de extrema derecha como mayor base de apoyo en el Riksdag. Los legisladores kurdos (en Suecia) advierten de que, junto con su estricto programa antiinmigración, el giro de los Demócratas Suecos hacia la OTAN puede precipitar la persecución de los solicitantes kurdos de asilo y su deportación a manos del conocido aparato de seguridad turco.
Represión
Tanto en Suecia como en su vecino finlandés, que ingresó en la OTAN en abril después de que Turquía retirara un veto inicial, la comunidad kurda ya está bajo presión. Turquía reclama la extradición de decenas de kurdos exiliados y miembros de la diáspora, entre ellos Amineh Kakabaveh, kurda iraní y ex diputada sueca que nunca ha pisado Turquía.
“Para el gobierno turco, si luchas por los derechos de los kurdos, eres un terrorista”, dice Amineh a Jacobin. “No soy ciudadana turca, sólo tengo la nacionalidad sueca, ni siquiera papeles de Irán. Irán quiere matarme, pero Erdoğan también es un asesino”.
La propia Kakabaveh está a salvo en Suecia, pero se ha producido un cambio radical en el trato del país a los exiliados políticos kurdos. Un solicitante de asilo político fue deportado en 2022, mientras que Suecia también ha estado persiguiendo condenas nacionales basadas en una nueva y controvertida ley antiterrorista aplicada en respuesta a las demandas de Turquía. Suecia y Finlandia eran conocidas desde hace tiempo por dar cobijo a refugiados políticos, pero ahora se ha producido un aumento de los intentos de deportación. Los objetivos son supuestas amenazas para la seguridad europea, como un kurdo homosexual que abandonó Turquía a los diecisiete años, se convirtió al catolicismo y se casó con un sueco, pero que en una ocasión fue fotografiado en una manifestación con una bandera del proscrito Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) visible al fondo.
La nueva ley antiterrorista se utilizó recientemente para dictar una primera condena por “intento de financiación terrorista” del PKK, dictada contra un kurdo que blandió una pistola a la salida de un restaurante en un aparente intento de extorsión. Según Cifci, que representa a la organización política Congreso Nacional de Kurdistán (KNK) en Suecia, en el clima actual cualquier vinculación de sospechosos kurdos con la delincuencia hace suponer que tienen vínculos terroristas. “Esto crea miedo entre muchos kurdos en Suecia y también entre los que querían venir a este país”, advirtió Cifci. “El servicio secreto sueco (SÄPO) ha empezado a intimidar a mucha gente”, agregó.
La inclusión de facto del PKK en las listas europeas de terroristas ha sido objeto de crecientes críticas en los últimos años, dado que la organización no comete atentados en suelo europeo y es signataria de la Convención de Ginebra. En un caso histórico, el Tribunal de Casación de Bélgica dictaminó que el PKK debía considerarse parte legítima en un conflicto civil con las autoridades turcas, lo que podría allanar el camino para la reapertura de conversaciones de paz turco-kurdas similares a las que tuvieron lugar entre 2013 y 2015. Anteriormente, Suecia y Finlandia habían prestado un apoyo humanitario y diplomático limitado a la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (AANES), dirigida por los kurdos, una entidad política no reconocida que suscribe el mismo programa político progresista, de democracia directa y liderado por mujeres que el PKK, al tiempo que permitían al Partido de la Unidad Democrática (PYD), líder de la región, abrir una oficina en Estocolmo.
Sin embargo, bajo la reciente presión turca, esta política de tolerancia y fomento del diálogo se está desmoronando rápidamente. Un grupo de diputados suecos fue castigado por posar con la bandera del PKK, mientras que en Finlandia las manifestaciones kurdas, las celebraciones de Newroz (Año Nuevo kurdo) y las organizaciones se han enfrentado a exigencias sin precedentes para que retiren las banderas de su exhibición pública. La comunidad kurda de Finlandia “nunca antes había experimentado este tipo de represión”, según un portavoz del Centro de la Sociedad Democrática Kurda de ese país. Como señaló Cifci, dado que la organización militante kurda desempeñó un papel destacado en la derrota de ISIS y salvó a la minoría religiosa yezidí del genocidio a manos de este grupo, existe una “paradoja” en la forma en que estos países han apuntado a la bandera del PKK como si fuera equivalente al estandarte negro de ISIS.
Kakabaveh subrayó que el aumento constante de investigaciones, detenciones y órdenes de deportación contra kurdos no es una aberración, sino que pone al país en línea con una política europea de criminalización de la actividad política kurda bajo presión turca: “Cuando el pueblo kurdo derrotó a ISIS, nos convertimos en héroes mundiales, creando seguridad para que los europeos tuvieran una vida normal. Pero cuando luchamos por nuestros derechos, somos terroristas”.
Mientras tanto, Suecia ha adoptado una línea especialmente agresiva en la persecución de cuentas bancarias sobre la base de las nuevas medidas de la Unión Europea (UE), introducidas en 2023 destinadas a prevenir el blanqueo de capitales. La policía ha interrogado a personas que se suscriben a sitios y páginas web de noticias kurdas, que hacen donaciones a la Media Luna Roja kurda, o que compran libros a editoriales progresistas, obligándolas a cerrar cuentas bancarias.
Ofensiva en Oriente Medio
Cualquier concesión que se haga a Turquía seguramente también tendrá efectos reales en Oriente Medio. Turquía ha estado persiguiendo la luz verde para un nuevo asalto terrestre contra los kurdos en el norte y el este de Siria como contrapartida por permitir a Suecia entrar en la OTAN, repitiendo invasiones devastadoras en 2018-2019 que resultaron en cientos de muertes y el desplazamiento de cientos de miles de civiles. El copresidente del PYD y destacado político kurdo sirio Salih Muslim dijo a Jacobin que, si bien una invasión terrestre es actualmente improbable debido a la continua oposición de Estados Unidos, Turquía probablemente continuará o aumentará una ola de ataques mortales con aviones no tripulados que han matado a decenas de civiles solo en 2023, además de desestabilizar la región golpeando la infraestructura humanitaria, los políticos y los comandantes en la lucha en curso contra ISIS.
“Este tipo de ataques ya ocurrieron antes, con Turquía intentando liberar al ISIS”, advirtió Muslim. Se refiere aquí a la invasión de 2019, que permitió escapar a cientos de afiliados de ISIS mientras los proyectiles turcos atacaban infraestructuras de seguridad y a las fuerzas kurdas encargadas de custodiar a miles de miembros cautivos del grupo terrorista. Otras demandas turcas clave para abandonar el veto de la OTAN -en particular, la transferencia de aviones de combate F-16 de Estados Unidos y la reanudación de las ventas de armas de Suecia y Finlandia tras su suspensión en respuesta a la invasión de 2019 condenada mundialmente por Turquía- solo fomentarán la interminable guerra del Estado turco contra los kurdos.
Pero las operaciones militares transfronterizas de Turquía no solo ponen en peligro a los kurdos y su misión anti-ISIS en curso. Incluso, en los propios términos de la OTAN, el uso de Erdoğan de su veto para obtener concesiones sobre la cuestión kurda -un asunto que no preocupa seriamente a ninguna otra potencia de la OTAN- demuestra su falta de fiabilidad fundamental como socio de seguridad. Erdoğan lleva mucho tiempo aplicando una política de riesgo, enviando aviones no tripulados a Ucrania al tiempo que se niega a sumarse a las sanciones europeas contra Moscú, acoge a oligarcas rusos que eluden las sanciones y no cierra adecuadamente el Bósforo a la navegación rusa. “El interés militar común entre Rusia y Turquía es demasiado grande como para tirarlo por la borda”, afirmó Muslim. En el norte de Siria, Libia y otros lugares, las dos potencias han emprendido repetidamente una agresiva “diplomacia de los drones” sólo para llegar a acuerdos que les permitan mantener sus respectivas esferas de influencia.
La voluntad de Erdoğan de retrasar el proceso de adhesión durante meses en respuesta a unas cuantas banderas ondeadas en Estocolmo demuestra que sus prioridades se alinean con sus supuestos aliados sólo cuando le conviene. “Erdoğan no es el primer ministro de Suecia”, afirmó Cifti. “La OTAN manipula a la comunidad internacional afirmando que ‘Turquía tiene sus propias preocupaciones de seguridad’. Sin embargo, lo que la OTAN no reconoce es que Turquía supone una amenaza para la seguridad de los kurdos y otros pueblos de la región”, agregó la entidad
La batalla sobre la adhesión de los países nórdicos ilustra las limitaciones de una alianza de seguridad que depende de la participación y el consenso de gobiernos autoritarios. Por ahora, son los kurdos quienes seguirán soportando el peso de las exigencias de Erdoğan, pero mientras siga dirigiendo el segundo ejército más grande de la OTAN, el presidente turco también tendrá influencia sobre Occidente en general. Ni siquiera la adhesión de Suecia a la OTAN es un hecho, y es probable que Erdoğan exija más concesiones antes de que su gobierno ratifique el acuerdo. El movimiento kurdo está excluido de la diplomacia y de los pasillos del poder a instancias de Turquía, lo que hace que parezca fácil seguir apaciguando a Erdoğan. Pero Occidente puede encontrar en Ankara a su perro de presa dispuesto a morder la mano que le da de comer.
La alineación de Suecia con la OTAN ha sido una realidad de facto durante muchos años, más aún desde que Suecia abandonó la neutralidad militar formal en 1995 al unirse a las alianzas de seguridad europeas. Pero precisamente por eso los representantes kurdos afirman que no era necesaria la adhesión. “Suecia está absolutamente protegida por la OTAN, aunque no estemos oficialmente en la alianza”, explicó Kakabaveh. “Estamos más amenazados por la adhesión a la OTAN, porque nuestros principios están totalmente erradicados”. Ambos representantes kurdos piden un referéndum sobre el ingreso en la OTAN, que dé a los ciudadanos suecos la oportunidad de considerar alternativas a la adhesión formal.
De hecho, otras alternativas estuvieron alguna vez sobre la mesa. En la década de 1970, bajo el primer ministro socialdemócrata Olof Palme, Suecia era conocida por apoyar las luchas socialistas y progresistas de autodeterminación en todo el Tercer Mundo. En este periodo, el país también mantuvo una relación con el Movimiento de Países No Alineados liderado por Yugoslavia, que unía a países fuera de la OTAN y del Pacto de Varsovia, dominado por los soviéticos, en pos de objetivos comunes en campos como la deuda, la descolonización y el desarme nuclear. Por su parte, el movimiento kurdo sigue abogando por una “tercera vía” más allá de los bloques de poder de la Guerra Fría.
Una política exterior más audaz podría haber visto a Suecia organizarse con otras naciones de todo el mundo para abogar por la no alineación, el diálogo y la desescalada, sin dejar de mantener una oposición de principios a la invasión rusa. Pero la “neutralidad” nominal de Suecia se ha erosionado desde la Guerra Fría, la política europea está cada vez más polarizada entre la agresión rusa y el expansionismo de la OTAN, y los kurdos sin Estado siempre iban a ser los primeros en ser pisoteados.