Me ofrecí a las compañeras del Todo por Hacer para hacer un artículo sobre el proyecto Madrid Nuevo Norte, o como lo conocemos todas, la Operación Chamartín (casi 3 millones de m2 edificables, de los cuales un tercio irán destinados a la construcción de una ciudad financiera). Porque me preocupa. Porque vivo en Hortaleza. Y si unís el Aeropuerto, el IFEMA y la próxima “City” patria, sale un triángulo cuyo centro somos nosotras. Un barrio que ya ha visto cómo ha aumentado el alquiler entre 100 y 200 euros en el último año. Y no tengo datos oficiales, pero os aseguro que son más fiables. Miro mi antigua casa en el Idealista y comparo, quedo con mis compañeras y me cuentan cómo las pasan canutas para encontrar algo decente y poder seguir en el barrio. Y por nuestra estratégica situación, somos un caramelo. Además, para ponérselo más fácil a los malos, en la zona de San Miguel, Santa María, etc., una inmobiliaria controla prácticamente todos los pisos en alquiler, porque son suyos, imponiendo con total impunidad una política de precios que no se corresponde con su calidad y situación. Joder, que vivimos pegaditas a la M-40, y las paredes son de papel. Pero bueno, que me lío, como suele ser habitual.
Empecé el artículo de una forma más tradicional, más periodística, remarcando los puntos calientes del proyecto (impacto medioambiental, la cultura del megaproyecto, proporción desmesurada de suelo para oficinas, el hecho de que aquí siempre acoquinamos las mismas mientras los beneficios van a parar a manos privadas, etc.). Pero al final, no iba a ser más que un copia y pega cutre de unos artículos ya publicados en otros medios, como “Operación Madrid Nuevo Norte, el retorno de la burbuja”, de Mario Espinoza Pino, en el blog de Contraparte, en Público, o los comunicados de Ecologistas en Acción, o la FRAVM. Que os recomiendo que echéis un ojo para informaros de verdad sobre dicha operación. Pero asumiendo el riesgo de que me maten mis compañeras, mientras escribía, se me iban los pensamientos a otros lados, y me voy a centrar en ellos.
Por una u otra razón, nos hemos juntado tres o cuatro veces con personas de Ahora Madrid con puestos de responsabilidad en el Ayuntamiento, y cada una de ellas no ha podido ser más decepcionante. Ya no quiero entrar a valorar las más que evidentes diferentes perspectivas y posiciones ideológicas, sino la actitud a la hora de afrontar las realidades cotidianas de nuestros barrios. En la asamblea de nuestro colectivo, he visto romper a llorar, apretar los puños, morderse el labio de rabia, abrazarse como si fueran uno, pasar noches en vela dándole mil vueltas a la cabeza. En algún momento a todas nos ha pasado que hemos explotado de rabia, de tristeza o de alegría. Peleamos en el barrio porque creemos de forma racional que se están cometiendo injusticias pero sobre todo porque nos sale de las entrañas, porque no nos sale hacer otra cosa. Y peleamos con mala leche. Pero con la gente de Ahora Madrid, nunca he sentido ese impulso. No sé si es por su procedencia socioeconómica, su posición de poder o yo que sé. Pero les cuentas algo, y se echa de menos algo más de empatía, que te miren y te digan: “joer, vaya mierda, a ver que podemos hacer”. Pero llegados a este punto, tras dos años, no espero nada de ellos. En su nuevo rol tienes que decir que no muchas veces si no quieres ser un gestor más. Plantar cara a poderes por encima del tuyo, enfrentarte a los malos, marcar límites, y esta gente no tiene la sangre ni la voluntad que se necesita para ello. Es decir, se darán todos los pasos que contribuyan a crear la fachada del Madrid del Cambio, como construir carriles bicis o hacer muchas actividades culturales en la calle, pero no se asumirá el conflicto necesario para que el Cambio sea una realidad rupturista con todo aquello que nos amarga la vida. Y no se asumirá por estrategia, por tener las venas de horchata o yo que sé.
Me da igual que Pablo Iglesias le de una dura turra a Rajoy en alguna sesión del Congreso, o que Manuela Carmena endurezca el tono de su discurso, pues es aquí abajo, en el barro, en el barrio, donde necesitamos que esa actitud se convierta en camino. Y lo peor, no es que el BBVA se la haya colado a esta gente, y al final, se apruebe un proyecto que les reportará un buen puñado de ceros a sus resultados anuales. O que se continúe el modelo de ladrillazo y macroproyectos, con la esperanza de atraer al siempre insatisfecho “inversor extranjero”. O las consecuencias medioambientales y el gasto ingente de recursos para llevar a cabo tal obra. O el pasarse por el forro los canales de comunicación abiertos con las asociaciones vecinales de los barrios afectados. O el no cumplir con aquello prometido en un primer momento.
Todo esto es una mierda que se les tendrá que echar en cara una y otra vez a esta gente. Pero lo que es aún peor es que encima no sean capaces de asumir su derrota sino que traten de venderte el nuevo plan. A través de un artículo insulso en eldiario.es del concejal correspondiente, o a través de una campaña en Tuiter basada en bonitas imágenes y cero contenido. La pieza fundamental de este discurso es la cantidad de vivienda pública que se va a construir en la zona. Pero, a personas con una formación crítica y una trayectoria considerable dentro de los movimientos sociales, ¿hay que explicarles que esta no es más que una salida en falso para afrontar la eterna escasez de vivienda pública y social en la ciudad? Que una ciudad que ha vendido de forma fraudulenta cientos de viviendas a fondos de inversión especulativos, que una ciudad que cuenta con cientos de pisos inutilizados que los bancos han arrebatado a familias que anteriormente hipotecaron hasta las cejas, que una ciudad que lo que menos necesita es seguir creciendo a base de más ladrillo y cemento que alimente el mercado especulativo, tiene muchas otras salidas.
Es decir, para 2000 viviendas públicas, no es necesario este jaleazo. Que seamos sinceras. Que nadie ha sido capaz de enfrentarse al BBVA y al Ministerio de Fomento, y plantearles que realmente Madrid, va a seguir un camino distinto. Así que nada, tan sólo nos queda esperar para ver como se desmorona un proyecto que realmente cuajó ilusiones y esperanzas entre muchas de nuestras compañeras, tan sólo nos queda esperar para ver como se consolida una nueva izquierda responsable en el arco político, como ya la teníamos, pero con otro nombre más millenial. Nosotras seguiremos, llorando y riendo, en el barro, en el barrio.
Escrito por un vecino de Hortaleza
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