Según relata Aurora Báez Boza, en un artículo de El Salto, el domingo 29 de diciembre «Mahmoud Bakhum, de 43 años, se encontraba trabajando como cada día vendiendo productos en su manta cuando apareció la Policía Local de Sevilla. Las ordenanzas locales prohíben en la ciudad la venta ambulante por lo que los agentes comenzaron a perseguir al mantero para hacerle cumplir la ley, a Bakhum no le quedó más remedio que huir.
Aterrado por la persecución, sobre las 16.00 horas se precipitó al río Guadalquivir cerca de Los Remedios. No salió a la superficie. Según exponen desde el Ayuntamiento de Sevilla, después que el trabajador se precipitase, dos agentes intentaron rescatarle arrojándose al río, finalmente la Unidad de Rescate Acuático del servicio de Salvamento y Extinción de Incendios sacó el cuerpo sin vida del mantero del agua«.
De acuerdo con el jefe la Policía Local de Sevilla, este salto fue «sorpresivo, inusitado e incongruente«. Tener por incongruente la forma con la que intentó escaparse Mahmoud refleja que ostenta una visión acomodada, la de quien puede llegar a fin de mes sin el temor a que le incauten la mercancía, a ser detenido o a recibir una cuantiosa multa por vender materiales con derechos de autor. Las palabras del comisario ignoran lo desesperado que debía sentirse Mahmoud para saltar al agua, para no agarrarse a la mano que, supuestamente, le tendieron los agentes y terminar ahogándose; todo por evitar que le incautaran una mercancía con la que ganaría una pequeña suma de dinero. El salto al Guadalquivir fue sorpresivo para él porque el sistema no le empuja a vivir con miedo y desesperación a diario. Tal y como explicó ante los medios el portavoz Sindicato de Manteros de Sevilla, Saliou Ndiaye, «tirarse al río era la única salida. No huía por nada, solo quería salvar su mercancía«. Añadió que el fallecido «tiró primero la mercancía y después se tiró él«, que «el cansancio de la persecución hizo que se ahogara» y que los manteros «tienen temor a que les quiten la mercancía porque les cuesta muchísimo trabajo volver a ahorrar algo de dinero para comprar nuevos productos para revender«. Ndiaye, además, cuestionó la versión oficial de la policía – y muy en concreto que se tiraron al agua y tendieran la mano – y exigió ver las grabaciones de las cámaras de seguridad de la zona.
Cuestionando la versión oficial
Además de explicar por qué su compatriata saltó, Ndiaye cuestionó la versión oficial de la policía – y muy en concreto que se tiraron al agua y tendieran la mano – y exigió ver las grabaciones de las cámaras de seguridad de la zona.
También expresó sus dudas Joaquín Urías, profesor de Derecho Constitucional, en un artículo publicado en CTXT: “Ese mismo día, y al siguiente, numerosos medios de comunicación recogieron acríticamente la versión policial. […] Ninguno de ellos recogió la versión de los familiares y amigos de la víctima. A ninguno le pareció extraño que una persona que no sabía nadar decidiera saltar a un río helado ante la presencia de unos policías que no iban, siquiera, a detenerlo. […] Parece que el sistema de medios de comunicación español se basa en difundir acríticamente las versiones policiales, incluso cuando se refieren a daños sufridos por personas bajo su custodia o que iban a ser detenidas. En las redes sociales, centenares de ciudadanos, guiados por los titulares de la prensa, arremetieron contra cualquiera que pusiera en duda ese extraño suicidio o pidiera una investigación.
Sin embargo, el caso está lejos de ser tan claro. Al día siguiente, los portavoces policiales comenzaron a cambiar su versión. […] La policía local reconoció que en verdad no se tropezó con Bakhoun por casualidad como decía su primer relato, sino que lo estuvieron persiguiendo durante un kilómetro y medio hasta el río. Si a alguien le parece raro que la policía local de Sevilla persiga con diversos medios, en pleno dispositivo navideño, a un mantero durante tan larguísima distancia, a muchos periodistas, en cambio, les parece algo lógico y normal. Al fin y al cabo, su diligencia profesional como informadores no les impide ir difundiendo como buenas versiones contradictorias, mientras vengan todas de la policía.
Sin embargo, poco después la autoridad policial vuelve a cambiar su relato y saca a la luz que el joven no se arrojó al río desde el puente, sino que se colgó durante “minutos” de unos postes para amarrar barcos, desde donde cayó al agua.
A partir de ahí el asunto está lleno de interrogantes para todos, menos para la prensa. Nadie dice que Bakhoun fuera arrojado al río por la policía, pero no hay explicación al hecho de que fuera perseguido con tantos medios policiales durante una distancia tan larga. Tampoco está ya claro si saltó de un puente, como decía la primera versión, o se cayó por no poder aguantar más, como insinúa la tercera. Incluso creyendo la última explicación policial no sabemos cuántos minutos realmente estuvo esta persona colgando de un amarre sobre el Guadalquivir, ni cómo fue auxiliado en ese momento. Hay dudas incluso de si los policías se arrojaron al río inmediatamente o una vez que el cuerpo se había hundido. En fin, que la heroica acción policial pudo ser en verdad una suma de negligencias que terminaron con la muerte de una persona”.
Por otra parte, un grupo de anarquistas de Sevilla ha difundido por redes sociales un comunicado que explica que “las noticias de la prensa burguesa y la narrativa que está difundiendo la extrema derecha mienten descaradamente asegurando que se tiró al río por voluntad propia y que los policías fueron detrás a su rescate. Algo inverosímil, que sus propios compañerxs y amigxs han desmentido”.
La criminalización del fallecido
La labor de la prensa no se limitó a difundir acríticamente la versión policial. Un día después de la muerte de Mahmoud, con ayuda seguramente de la policía, que filtraría datos personales protegidos, se puso a trabajar a pleno rendimiento en criminalizar al fallecido. Como si su historial convirtiese en menos importante la pérdida de una vida humana, el diario ABC titula un artículo con «El mantero muerto en el río de Sevilla era un senegalés que vendía camisetas de fútbol en la Avenida de la Constitución» y otro con «El mantero que murió huyendo de la Policía Local de Sevilla tenía una condena de cuatro meses por atentado contra la autoridad«. Lo mismo ocurre con El Diario de Sevilla: «El mantero ahogado en Sevilla tenía antecedentes por atentado a la autoridad«. De esta manera, estos periódicos enfatizan el hecho de que Mahmoud se ganaba la vida al margen de la ley, obviando las circunstancias económicas y sociales y las políticas racistas que le obligaron a hacerlo, y terminan por deshumanizar a la víctima. Viéndole como un delincuente de origen africano y no como una persona en una situación desesperada, resulta más difícil empatizar con él, o entender por qué saltó al agua. Quizás si se centraran en relatar su calvario diario, en todos los obstáculos que tiene que sortear de manera cotidiana, sus acciones nos resultarían menos incongruentes.
Tres manteros muertos en la última década
Los medios también olvidaron que Mahmoud no es el primer mantero que fallece huyendo de la policía en nuestro país. En 2015, Mor Sylla perdió la vida al caer desde un balcón en la vivienda de la Plaça Sant Jordi de Salou durante una operación policial; y en 2018, Mame Mbaye sufrió un infarto mientras sufría una persecución en el barrio madrileño de Lavapiés. «No son casos aislados, son víctimas del sistema racista que nos obliga a vender en la manta«, escribió en redes sociales el ex-diputado autonómico Serigne Mbaye. Por su parte, el Sindicato de Manteros de Madrid tuiteó «Esto es solo la punta del iceberg. La persecución que se llevó a Mame Mbaye se ha llevado a Mahmoud. ¿Hasta cuando las políticas que ponen las vidas en el centro? Las leyes racistas nos mantienen en una situación de total desprotección y se ceban con nuestras vidas«.
La comunidad senegalesa arropa a Mahmoud, la prensa no
Continúa el artículo de El Salto explicando que horas después de la muerte de Mahmoud, «unas veinte personas se reunieron frente la comisaría de La Ranilla, la mayoría compañeros de Mahmoud y vecinos de la zona para mostrar su malestar por el fallecimiento del mantero. Una concentración que fue disuadida por la Policía Local y la Policía Nacional y que se saldó con un detenido por “atentado contra la autoridad, desórdenes públicos y daños” como explica la letrada a El Salto Diario. “La gente se reunió para preguntar por qué lo habían matado si no había hecho nada, tiene su mujer y sus hijos en Senegal y solo trabajaba”, explica Hassan de la organización Sevilla Negra desde las puertas del Juzgado de la ciudad a la espera de la liberación de su compañero.
Lamine lleva 8 años en Sevilla y era amigo de Mahmoud, “lo conocía muy bien”, se apena y denuncia “España es un país racista, la policía local en Sevilla siempre nos persigue”. Este mantero explica a este medio que no es la primera vez que ocurre una persecución de este tipo, el pasado agosto “la policía me pegó muy fuerte”, y continúa, “al denunciar me preguntaron ¿tienes pruebas? Iba con el ojo morado, pero no podía demostrar que fueron ellos”«.
De nuevo, la maquinaria del fango mediático se puso a trabajar, esta vez para criminalizar a los manifestantes. «Atacan la Jefatura de la Policía Local de Sevilla tras la muerte del mantero que se ahogó en el Guadalquivir» (El Español) y «Polémica por la muerte de un mantero en Sevilla: los familiares irrumpen de forma violenta en la comisaría» (Cuatro) son algunos de los titulares que ilustraron esta protesta. De nuevo, el foco se alejó de lo importante, de los motivos por los que protestaban y se centró en la naturaleza posiblemente «violenta» de la protesta.
Urías, en su crítica a los medios de comunicación (los cuales no se preguntaron por qué había compañeros del fallecido pidiendo explicaciones en la comisaría si la actuación policial había sido ejemplar y heroica), denuncia que los medios “publicaron esas protestas como unos graves desórdenes, a pesar de que el único incidente reflejado fue que uno de los compañeros del mantero fallecido arrojó un objeto contra un cristal de la sede policial que quedó agrietado, siendo detenido por ello. Del incidente daba fe un vídeo grabado por los propios policías desde dentro, que fue difundido en primera instancia por las redes sociales de Vox. Algunos periódicos no dudaron en atribuir en el pie de foto las imágenes a ese partido ultraderechista, aunque era evidente su autoría policial. No les mereció ninguna reflexión”.
Compañeras anarquistas de Sevilla denuncian, en el comunicado que hemos mencionado anteriormente, que “una vez más, los medios de comunicación y los relatos hegemónicos respaldan las mentiras y versiones maquilladas de la policía. Ponen el foco en los supuestos destrozos de la jefatura de policía de la zona y en los mínimos daños materiales para silenciar y opacar que se ha arrebatado una vida. En las protestas de esa noche detuvieron a otro compañero acusado de atentado a la autoridad y daños, cuando él fue golpeado por un número absurdo de policías y metido en el furgón tras una gran paliza”. Y denuncian que “estamos en un contexto en el que, cada vez, se castiga y reprime la pobreza y la disidencia más duramente; en el que el racismo y la xenofobia se extienden como la pólvora en los discursos de este estado fascista; y en el que los cuerpos policiales tienen cada vez más legitimidad, refuerzo de su papel de autoridad e impunidad frente a sus barbaries”.
Por último, la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA) ha hecho público un comunicado exigiendo el fin de la persecución a los manteros y denunciando la criminalización institucional de la pobreza. La APDHA entiende que “la muerte de Mahmoud era completamente evitable” y que “Sevilla es la ciudad del Estado español con los barrios más pobres y con importantes bolsas de exclusión social”, por lo que “criminalizar la venta ambulante, que es una de las prácticas a las que recurren en muchas ocasiones las personas más desfavorecidas, supone un ataque directo contra los colectivos más vulnerables de nuestra sociedad”. Las personas de origen extranjero, además, son uno de los colectivos que más frecuentemente se ven obligados a recurrir a la venta ambulante ante la imposibilidad de acceder a otros trabajos como consecuencia de la aplicación de la Ley de Extranjería. Y, por último, señala que “independientemente de la responsabilidad penal que pudiera recaer, llegado el caso, sobre quienes que participaron en la persecución, es evidente que el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, es el responsable político último de la muerte de Mahmoud”.
Concentraciones en solidaridad con Mahmoud
El 31 de diciembre, una manifestación espontánea expresó su rabia cortando algunas calles del centro. Y unos días después, el 2 de enero, diversas activistas y organizaciones pro derechos humanos, encabezadas por la asociación La Carpa, organizaron una manifestación en la Gavidia para pedir rendición de cuentas a las autoridades en este caso. Desde la Carpa expresaron su indignación frente a “una persecución tan brutal a un hombre que intentaba ganarse la vida” y que es “inaceptable que una actuación policial termine con la muerte de una persona”. La organización también denuncia que se está “tergiversando el relato” y “se trata de poner como víctimas a la policía”. Por último, hicieron hincapié en la falta de empatía que las instituciones están mostrando con “la víctima real y con su entorno”.
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