En estos momentos nos sumamos a la rabia y la tristeza por la muerte de Manuel Prieto, último vecino de la Casa del Aire de Granada. Este espacio, del siglo XVII, fue una vivienda de vecinos/as, rebosante de vida, situada en el Bajo Albayzín. Fue vendida en el año 2002 a una inmobiliaria que, desde entonces, la abandonó por completo con la intención de que fuera declarada ruina y comenzó una importante campaña de acoso inmobiliario. Poco a poco, varias/os de las vecinas/os se marcharon, mientras Manuel y algunos/as nuevos ocupantes permanecieron. En el año 2010 se produjo el desalojo de sus seis vecinos/as okupas, lo cual generó una ola enorme de apoyo y solidaridad (véase www.solidarioscasadelaire.blogspot.com.es) en la ciudad andaluza. Manuel, sin embargo, permaneció allí, quedándose solo, pagando con grandes dificultades un alquiler de 88 euros al mes por vivir en un edificio medio en ruina que nadie pretendía arreglar. Mientras tanto, la propietaria comenzó a promocionar viviendas turísticas en ese espacio.
Manuel llevaba viviendo en la Casa del Aire 33 años. Allí vio nacer y crecer a sus hijos, allí se caso y cuando se separó, allí se quedó. Para Manuel la Casa del Aire era su epicentro, su refugio, no sólo físico sino también emocional y vivencial. Es por ello que Manuel, junto a sus vecinos y compañeras decidió hacer todo lo posible para que siguiera viva, en pie, a pesar del empeño de la propiedad en echarles y en derribar el edificio. Y a esto se ha dedicado los últimos doce años de su existencia. Solía decir “a mí me sacarán con los pies por delante” al referirse a la Casa del Aire. Y finalmente, lo han conseguido.
Manuel es la última víctima de aquello contra lo que ha estado luchando la última década junto a sus vecinas, amigos y compañeras; la especulación y el acoso inmobiliario por parte de la empresa propietaria, la dejadez de la administración pública, derivada de la connivencia con el sector empresarial y los procedimientos burocratizados hasta la extenuación, que permiten que estas injusticias sociales sucedan.
Reproducimos a continuación una Carta a Manuel, escrita por lxs Solidarixs de la Casa del Aire, sus compañeras y amigos más cercanas.
Manuel, descansa en paz, que nosotras seguiremos en guerra…
Carta a Manuel
Manuel, compañero y amigo, eras el último resquicio que quedabas de una casa otrora llena de vida. Y ahora nos has dejado. ¡No! No nos ha dejado ¡te han llevado!
Manuel, juntos supimos resolver los intentos de anular tu contrato, de desahuciarte, de cortar suministros, de denunciarnos sin presentarse a los juicios, de acosarnos por todas las vías posibles. Esos que se escudaban en que “había ocupas” para no rehabilitar el edificio. Y seis años más tarde del desalojo de los ocupas, no solo no hicieron nada para defender esa casa que tanto querías sino que han hecho todo lo posible para que no se pudiera rehabilitar.
Y a esto han ayudado los procedimientos y normativas administrativas, escritas para “una sociedad de propietarios en lugar de proletarios”. Salvo algunas técnicos que nos facilitaban la tarea simplemente con ejercer su labor, otros han intentado declarar la ruina de nuestra casa sin si quiera visitarla, obstaculizar y alargar los procedimientos, escudándose en que la ley es igual para todos, cuando ya llevamos tiempo sabiendo que eso no es así.
Y es que los jueces también han tenido mucho que ver en tu muerte, Manuel. Ellos fueron los que dieron la orden de echar a buena parte de la esencia que hacía que nos sintiéramos como una gran familia, dentro y fuera de nuestros muros. También fueron quienes no supieron escucharte todas las veces que acudiste a ellos para denunciar el acoso que estábamos sufriendo. Y no podemos olvidar que fueron ellos también quienes evitaron que la Casa del Aire este rehabilitada hoy día.
Por eso te decimos, Manuel, que no te has ido ¡Te han llevado!; porque consideramos que han tenido mucho que ver en tu muerte la empresa propietaria Edivara SL, la Gerencia de Urbanismo y el Ayuntamiento y los Juzgados. Todos ellos, han hecho que pasaras de una vida activa, en el barrio que te vio crecer, a sentirte cada vez más desarraigado sin ni siquiera haber cambiado de hogar. ¿Te acuerdas cuando nos recitabas de memoria cómo eran antes las calles del Albaicín, los comercios que había en una y otra esquina, lo que hacía la gente? Mucho ha cambiado tu barrio, tanto, que apenas lo reconocías. La gente con la que compartías también la fueron echando; tus tiendas dejaron de estar y las calles se llenaron de turistas. Pero, Manuel, tú no eras de cartón-pieda, tú eras real, amable, campechano y solidario. Tú te preocupabas por tu barrio. Y quizás, que éste fuera poco a poco desapareciendo también contribuyó a que fueras perdiendo tu luz.
Manuel, te has sumado a la lista de víctimas de esta sociedad injusta que habla de democracia pero en realidad no sabe lo que es. Una sociedad donde el beneficio económico se ha puesto por encima del bienestar de las personas; donde importa más no salirte de los límites que te impongan que permitir que la gente humilde también pueda vivir de una forma digna.
Sin embargo, eres un ejemplo de valentía, compromiso y tenacidad. Todo lo que has hecho no se perderá. Tus experiencias y aprendizajes se compartirán y tus amigos y amigas, compañeros y compañeras, nunca te olvidaremos. Porque la Casa del Aire siempre estará en nuestros corazones y tú formas parte de ella.
Buen viaje, Manuel, nosotras nos quedaremos un rato más, a ver si conseguimos no solo evitar que dramas como el tuyo se vuelvan a vivir, sino para hacer de nuestro barrio, ciudad, Estado y mundo, un lugar más justo y equitativo. Gracias a ti y a todas las personas que como tú han decidido tomar responsabilidad sobre su vida, otro mundo es posible.
¡¡La lucha continúa!!