Más allá de la inminencia del colapso: Porque buscar otro colapso posible no es suficiente

Sobre Mi Gata es un grupo musical barcelonés que define su estilo como “postcumbia makinera”, cuyos integrantes forman parte de los movimientos sociales. Este año han publicado su primer disco, Calor del colapso, en cuyas letras está presente la crisis ecosocial y el colapsismo.

Las miembros de este grupo nos han escrito el artículo que sigue a continuación.

Teorías preapocalípticas, tertulias colapistas, mesas redondas y encuentros anticapitalistas sobre cómo colapsar de otra manera, anticipan la necesidad de organizarse ante la inminencia del colapso. Mientras ponemos la mirada y las energías al imaginar otro colapso posible, nos olvidamos que quizás esta vez no debemos ser nosotros los protagonistas, dejando de colocarnos en el centro también de un «colapso alternativo».

Colapsar mejor no es suficiente

En la era pospandémica, la amenaza de una infección mortal ha sido desalojada por el miedo al colapso, al final de una época o de una era. Hasta hace muy poco el colapso no tocaba mucho nuestros pensamientos, al menos que no apareciera en una película de ciencia ficción barata. De repente nos bombardean con un colapso inminente, a las puertas del fin del mundo. Ante la incuestionable crisis social, humanitaria, medioambiental sin precedentes y el agotamiento de recursos naturales y energéticos, medios de comunicación y redes sociales generan un ruido de fondo que no nos deja pensar si es qué se está terminando el mundo, el capitalismo, una mezcla de estos dos, o algo más.

Lo que seguro se nos están acabando, para algunas de nosotros, son algunos privilegios que el capitalismo hasta ahora nos había otorgado. Desde una mirada blanca eurocéntrica, la idea del colapso nos ha tocado un miedo profundo: hasta ahora hemos vivido cuestionándonos muy poco nuestros privilegios como personas blancas. Ahora mismo, el miedo a poder perder alguna de nuestras comodidades y facilidades, dice mucho sobre la poca conciencia de que tenemos, sobre desde donde viene nuestro bienestar, seguridad y riqueza.

En los últimos años, en los entornos anticapitalistas, se han multiplicado los encuentros y asambleas enfocadas a buscar una alternativa, otro colapso posible o una solución, en otras palabras: cómo colapsar mejor. Las respuestas elaboradas no dejan de buscar una viabilidad para continuar estando nosotros en el centro, pero de una forma algo más sostenible. Juntarte con las personas con quien crees tener una afinidad preapocaliptica, marchar en comunidad o en pareja al campo, continuar reproduciéndose de una forma muy o poco responsable (ahora alguien habla de natalidad responsable), instalar placas solares como si no hubiera mañana, garantizarse una salvación basada en todo tipo de tecnología (verde y no) de última generación, recuperar las enseñanzas de la agroecología, olvidando cómo nos hemos alimentado hasta el día de hoy y de dónde venían los fertilizantes (que actualmente se están agotando) que han permitido la agricultura a escala masiva.

Otra vez estamos buscando una alternativa para nosotros, las personas blancas: a ver cómo, otra vez nosotros, podemos salir mejor. En estos debates no acaba de aflorar como el colapso afectará a las demás, todas aquellas personas desde siempre oprimidas por el sistema capitalista. Antes de imaginarse poner en práctica algunas estrategias por un colapso alternativo, es necesaria una reflexión sobre su viabilidad: sobre todo a expensas de quienes podrían ser viables. No podemos pensar otro colapso posible sin reflexionar desde dónde viene la tecnología, sus componentes y los recursos que supuestamente utilizaremos para afrontarlo. ¿De dónde vienen los materiales y minerales para parecer placas solares, microchips, móviles y ordenadores? Tampoco podemos dejar de tener en cuenta si todas podríamos acceder a estas estrategias o solo algunas. ¿Cómo formamos estas comunidades, qué nos salvarán de la soledad del colapso? ¿Cómo nos preparamos para entrar y saber convivir en ellas? ¿Quién priorizaremos por salvarnos, nuestros vínculos de sangre, la familia o sabremos tener en cuenta otros tipos de relaciones que habremos construido? ¿Quién podrá irse al campo en una masía con unos precios que ya se disparan, para montar su comunidad? ¿A partir de qué valores estamos construyendo estas comunidades? ¿Qué identidades no normativas las van a habitar? ¿Somos todas blancas y de la misma clase social las personas que formaremos parte? ¿Realmente queremos formar parte de estas comunidades o es porque no vemos una alternativa? ¿Nos estamos dejando algo y algunas personas por el camino?

¿Para quién se están terminando determinados recursos energéticos y naturales? Hasta hace poco dormíamos tranquilos, a pesar de saber que desde el Sur Global, desde hace siglos, saqueamos y explotamos sus recursos, para garantizar los nuestros. Y esta extracción se ha hecho y se realiza sobre la piel y la vida de millones de personas que han permitido que este sistema nos garantizase un bienestar y acceso a recursos que parecía no tendrían fin.

El miedo al colapso ha llegado a Europa. Tenemos miedo a perder muchos de los privilegios que hemos gozado hasta ahora. Estos privilegios lo que nos están recordando es que nuestro sistema y estilo de vida no son sostenibles para todas. Pero hasta ahora hemos obviado esa reflexión. De hecho, es paradigmático el hecho que sea el mismo colapso, quizás un colapso más antiguo, quien ha generado y nos ha otorgado todos estos privilegios.

El capitalismo y el patriarcado se fundamentan en el colapso

Para algunos colapsólogos parece que el capitalismo empiece a tambalearse, que estén en las últimas horas. Para otros directamente es que todo se va al garete, el mundo tal y como lo conocíamos se está acabando. El capitalismo necesita y utiliza el colapso para funcionar: durante siglos hasta el día de hoy el capitalismo ha permitido la acumulación de capital a través de colapsar de varios modos países y poblaciones enteras. La extracción de sus recursos naturales y animales se ha llevado a cabo sin ningún tipo de escrúpulos. El esclavismo, bajo sus formas más antiguas y más modernas, ha permitido explotar una mano temprano más que barata y una acumulación de capital fundamental para la salud de capitalismo. Fomentar y participar en guerras que desestabilizan países, llevar a cabo genocidios. Relegar a las mujeres a los espacios domésticos, privarlas del control sobre el propio cuerpo y garantizar la reproducción gratuita de la fuerza de trabajo necesitaría para perpetuar ese sistema. Reprimir e invisibilizar toda clase de disidencia. Son infinitos los ejemplos de los países y continentes colapsados por el hombre blanco.

Solo uno de los ejemplos de este colapso, es el mundo de las Américas, que hace cinco siglos vivió el exterminio de sus pueblos originarios y su explotación gracias al esclavismo y al comercio negrero. El mundo que habitamos se ha levantado a partir de esa lógica. A partir de aquí se ha construido la riqueza y el bienestar europeo. Si hay un colapso que está llegando, que parece nos tocará, debemos tener claro su origen: nosotros sencillamente seremos entre los últimos que sufrirán sus consecuencias.

Reparar un daño infinito

Otra reflexión está faltando en las numerosas búsquedas de alternativas al colapso. Antes de pensar en cómo colapsar de una forma mejor, deberíamos detenernos y profundizar cómo hemos llegado hasta aquí, cuál ha sido el camino y la historia que ha permitido generar tanta desigualdad y tanto dolor. Como civilización eurocéntrica hemos explotado por encima de las posibilidades humanas, naturales y animales. Es hora de reconocer el daño que históricamente, como hombre blanco, hemos generado en poblaciones enteras humanas y no humanas, en la naturaleza y en el planeta.

Estudiar, reconocer y arrojar luz sobre las consecuencias de este daño debería ser el primer paso antes de pensar en un colapso alternativo, por no repetir las mismas premisas. Debemos ser conscientes de dónde vienen los privilegios que nos facilitan nuestro día y sobre quién y qué se han edificado. A partir de ahí, cuando imaginamos otro colapso posible, deberíamos incluir unas estrategias que contemplen cómo reparar ese daño infinito. Sin tener en cuenta la necesidad de una reparación, continuaremos poniéndonos en el centro y solo perpetuaremos alternativas del tipo «se salve quien pueda».

Sacarnos del centro

Debemos dejar de estar en el centro. No somos el centro, a pesar de habernos construido durante siglos de este modo. Hemos generado opresión sobre otros seres humanos, sobre los animales y sobre la naturaleza de este planeta, para poder explotar y extraer sin escrúpulos y solo por el beneficio de una pequeña parte del mundo. Darnos cuenta de que no somos sostenibles, que nuestro estilo de vida se basa sobre el colapso de otras civilizaciones. Cada gesto, cada compra, cada necesidad que cubrimos tiene detrás de un rastro de explotación. Pero hasta ahora hemos estado en el centro y nos hemos beneficiado de esa pirámide. Poco a poco parece que haya siempre menos espacio arriba e ir bajando nos da miedo. Miedo a perder seguridades, comodidades, miedo a tenernos que cuestionar privilegios que pensábamos intocables o que pensábamos fuesen derechos adquiridos. Centrar la mirada sobre las consecuencias de la obra de este sistema debe hacer pensar sobre si somos sostenibles, si es posible un mundo donde todo el mundo consuma, explote, gaste, contamine como el primer mundo. Debemos empezar a reflexionar sobre cómo el colapso afectará a las otras, las poblaciones históricamente oprimidas y explotadas, las indigenas, las personas migradas, las disidentes sexuales, de género, y neurodivergentes.

No podemos olvidar las consecuencias de un sistema que pone la raza humana por encima de cualquier cosa: los efectos sobre la población animal y sobre la naturaleza son devastadores. La industria cárnica, el sufrimiento y la matanza sistemática del mundo animal revelan otro colapso del que se habla poco. No podemos seguir actuando como depredadores y explotadores de otras especies con las que deberíamos convivir en sinergia y armonía.

Sacarnos del centro. Empezar a reconocer el daño generado. Y si tenemos que hablar de colapso, debemos poner el foco sobre las poblaciones que hemos destruido, sobre las poblaciones que han visto su mundo terminarse hace siglos a causa del capitalismo y del hombre blanco. Estas poblaciones detienen un conocimiento sobre el fin, sobre el daño y el dolor que hemos generado, sobre cómo resistir y ser resilientes. Escuchar y poner en el centro estas voces es lo que nos puede ayudar a cambiar nuestro marco mental y dejar de utilizar inconscientemente el colapso como herramienta perpetradora del capitalismo, del su poder de destrucción y dominación.

El colapso, en todas partes

El colapso está en todas partes, pero parece que preocupen solo sus capas más superficiales. Parece que solo nos dé miedo la crisis medioambiental o la progresiva escasez de recursos. No remueve tanto el drama de las fronteras, los miles de personas que cada semana intentar atravesar por mar o tierra, buscando la esperanza de una vida mejor. No remueve el racismo que encarnamos diariamente y sus efectos nefastos. No remueve el drama del acceso a la vivienda, no poder pagar unos alquileres siempre mayores debido al colapso que generan los pisos turísticos y la especulación inmobiliaria. Los feminicidios, la homofobia, la transfobia y todas las consecuencias del patriarcado que mata a diario, parece que no den tanto miedo como el riesgo a vernos restringir el uso del agua o el consumo de algún bien. Hablar de colapso debería ir más allá de una mirada individualista blanca androcéntrica.

Parece que el colapso sea alguna ajena a nosotros, algo que venga de fuera, que está aterrizando más o menos rápidamente. Pero si somos capaces de cambiar de verdad la mirada, podremos ver que el hombre blanco es quien encarna el colapso en todos los sentidos. El presente y pasado de la historia del patriarcado, del racismo y del capitalismo nos recuerdan que es urgente un cambio humano profundo: si nosotros somos el colapso, también tenemos la responsabilidad y la clave para revertirlo.

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3 comentarios en «Más allá de la inminencia del colapso: Porque buscar otro colapso posible no es suficiente»

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