“Si la tecnología es una droga —y se siente como una droga— entonces, ¿cuáles son los efectos secundarios?” – Charlie Brooker, creador de la serie y guionista de sus dos primeros capítulos.
Tres historias bajo el mismo título: «Espejo negro», la definición de cualquier pantalla cuando está apagada. No es una serie en el sentido habitual, no hay continuidad ni en la historia ni en los personajes. Pero sí que hay una reflexión que arranca con el primer capítulo, ambientado en nuestra época, y se desarrolla siguiendo una perspectiva muy clara y crítica en los siguientes dos capítulos, ubicados estos en un futuro con bastantes probabilidades de ser no muy lejano, visto el panorama en que vivimos. Dicha reflexión se centra en cómo afectan y pueden llegar a afectar las tecnologías de la información y la comunicación a las relaciones humanas. Las tres historias utilizadas para ahondar en este asunto se caracterizan por una gran calidad narrativa y fantástica, a la altura de algunas de las más conocidas distopías de la literatura, como puede ser el caso de Un mundo feliz, de Aldous Huxley, o Fahrenheit 451, de Ray Bradbury.
«El himno nacional». Además de quedar planteada la cuestión central de la serie, este primer capítulo sitúa al espectador en un importante dilema moral, del que sale siempre con cierto mal sabor. La historia transcurre en nuestro siglo y los protagonistas son el presidente de Inglaterra, Youtube, Twitter y una audiencia planetaria. Sin querer desvelar nada, sólo cabe señalar que el guión pareciera que lo ha escrito algún miembro de una guerrilla de la comunicación. Impresionante.
«15 millones de méritos». Una historia, situada mucho más cerca del lenguaje clásico de la ciencia ficción, que nos habla de un posible mundo en el que sólo existen dos castas: los que producen y los que gozan de la producción. Y todos, envueltos, casi literalmente, por pantallas y aplicaciones informáticas que dominan y diseñan la vida. Inteligente reflexión sobre hacia dónde nos puede llevar tanta mediatización tecnológica de la vida cotidiana y el repugnante mundo de los reality shows televisivos.
«Tu historia completa». Un guión de ciencia ficción de corte más social —en la línea de autores como Philiph K. Dick o Ballard— cuya historia funciona como una maquinaria de precisión, que nos plantea un mundo en el que las tecnologías se insertan en el cuerpo, y cada persona se convierte en un circuito cerrado de televisión. El control no está ya fuera, ni dentro, sino que cada uno es control. Habría sido interesante escuchar a Michel Foucault opinar sobre ello.