Hace unas semanas se hacía viral el vídeo donde una conocida nazi de Murcia, Lucía García de la Calzada, se llevaba unas cuantas patadas por parte de un grupo de compañeras antifascistas. Lo que en un principio trató de presentarse como un salvaje ataque a una joven que tan sólo llevaba una bandera de España en la muñeca, acabó con las redes sociales inundadas del historial de agresiones en las que Lucía había participado de forma activa, tanto en su instituto como en las calles del centro de Murcia, además se hizo pública la histórica vinculación de los miembros de su familia con la extrema derecha local y su nada desdeñable presencia en las instituciones políticas y judiciales. Así que gracias al trabajo de prospección y difusión de anónimas vecinas de la ciudad, en parte, la jugada maestra le salió mal al movimiento fascista local, concentrado sobre todo en la organización Lo Nuestro, un refrito cutre de nuestro siempre odiado Hogar Social Madrid. Decimos en parte, porque estos canales de difusión informales no pueden competir con ciertos grandes medios que no son capaces de escarbar en la presencia fascista dentro del entramado institucional, o hacerse eco, aunque fuera a posteriori, de las cacerías del grupo formado por gente de Lo Nuestro y ultras del Murcia. Lo peor de todo esto. es que fueron detenidas 7 personas, de las cuales una, Topi, ha estado en prisión hasta el 8 de marzo de 2017.
Es necesario destacar que antes de decretar su ingreso en prisión, el juez preguntó a Topi porqué era antifascista, a lo cual respondió que su abuela aún sigue enterrada en una cuneta. Sin palabras.
Una semanas después, la directiva del Rayo Vallecano anuncia la cesión hasta final de temporada del jugador ucraniano del Betis, Roman Zozulya. Por las más que evidentes conexiones de Zozulya con grupos paramilitares nazis ucranianos, y con los ultras de su antiguo equipo, el Dnipro, de ideología también fascista (quien quiera más información sobre el tema, recomendamos el completo informe preparado por la plataforma de peñas del Rayo que puede consultarse aquí), la afición del Rayo inició una intensa campaña contra dicho traspaso que consiguió su objetivo, que Zozulya no pisara nunca el césped vistiendo la franja. Por un lado, nos interesa resaltar la determinación y unidad del entorno social del club rayista, que en apenas 48 horas consiguió organizar una respuesta lo suficientemente contundente como para poner contra las cuerdas a la directiva, y por el otro, la criminalización a la que se vieron y se siguen viendo expuestos tanto por la dirección de la Liga, con el infame Javier Tebas a la cabeza, y por el Ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido, así como por parte de la prensa, alcanzándose el cenit con el vergonzoso artículo publicado en El País, «Así influyó la propaganda rusa en el veto a Zozulya«. De momento, Tebas se ha querellado contra diez aficionados del Rayo Vallecano.
Como punto tragicómico del show mediático vivido, Manuela Carmena opinó básicamente que el hecho de ser un nazi es algo personal en lo que no deben inmiscuirse la afición rayista.
Por otro lado, decenas de situaciones que no adquieren la visibilidad mediática de estos dos hechos ocurren día a día en nuestras ciudades que nos hacen entrever como el aparato político y judicial ampara a esta gentuza. Por ejemplo, como ya ha pasado en más de una ocasión, tras producirse algún encontronazo con nazis en la calle, compañeras antifascistas han sido o están siendo juzgados por delito de odio, aumentándose así la carga represiva cuando no hay mucho a lo que agarrarse.
Y para acabar esta recopilación, es necesario destacar las más de 200 agresiones homófobas que se denunciaron en el 2016 en tan sólo la ciudad de Madrid. Un cifra tan elevada que contrasta con el silencio del propio Ayuntamiento y de la prensa local, con la clara intención de no generar cierta alarma que chafe el flujo turístico que supone que la ciudad haya sido declarada capital del Orgullo en 2017.
Reflexiones finales
La actual situación en la que nos encontramos, no creemos que se deba a un crecimiento inusual del número de personas vinculadas a grupos fascistas sino a la mayor visibilidad que han adquirido estos colectivos al perder el miedo a realizar ciertas acciones a pie de calle, al romper con la estética más marginal y el discurso más radical, y a una intensa presencia en redes sociales. Por ello, la estrategia antifascista debe redirigirse para adecuarse a la actual situación y asumir la importancia de la convergencia de la pluralidad de herramientas que tenemos a nuestra alcance, sin jerarquizarlas ni hacerlas competir. La lucha antifascista se nutre tanto de las personas que reparten octavillas en los metros e institutos denunciando una reciente agresión, de las que recogen comida para despensas solidarias donde confluyen gentes de diferentes países, de las que pintan la cristalera de un bar que tiene simbología franquista, de las que defiende a las compañeras en los juzgados, de las que pinchan las ruedas del coche de su vecino nazi, de las que llenan las paradas de autobús de carteles de la próxima manifestación, de las que se enfrentan físicamente a estos grupos, etc. La manifestación convocada en mayo del año pasado con el lema “Madrid para todas”, y toda la campaña y actividades que giraron en torno a ella, fue una referencia del camino a seguir. La diversidad bajo un mismo lema más allá de la sopa de letras y la macedonia de banderas que suponen habitualmente las manifestaciones; la asunción por parte de todas aquellas que participamos de una u otra forma en movimientos políticos de la importancia de ser partícipe de esta campaña; la confluencia del feminismo, la lucha de las personas migrantes, etc., con el antifascismo más clásico; y la renovación estética y discursiva, son lecciones aprendidas de “Madrid para todas” que estamos seguras que han permanecido y permanecerán en próximas campañas.
Y sobre el tema de la violencia, en el hecho concreto de lo sucedido en Murcia, si bien el debate es complejo, no se nos ocurren muchas formas de hacer frente, aquí y ahora, a grupos que pretenden ejercer la violencia sobre nosotras, sin perder nuestra autonomía entregando la capacidad de respuesta al Estado. Muchas personas de Murcia compartieron sus experiencias con esta mujer y su grupo más próximo, experiencias relacionadas con palizas, humillaciones, abusos, insultos e intimidaciones. Moralizar la respuesta colectiva de un grupo de personas ante esta realidad, cuando además, hay poco margen de actuación cuando se tiene a esta gente delante, es un error que desvía la atención de los pasos que el movimiento contra el fascismo y el racismo debe emprender en una situación así, arropar a las personas represaliadas y difundir una visión crítica de los hechos.
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