De Bakur a Bashur, de Rojava a Rojhilat, la lucha sigue y el pueblo vencerá. Y es que los cuatro territorios kurdos diseminados en cuatro países distintos: Turquía, Iraq, Siria e Irán; que vienen a definirnos los cuatro puntos cardinales, son un escenario de lucha social y política desde hace muchas décadas, pero sobre todo desde el inicio de la Revolución Kurda en el año 2012. En mitad del conflicto sirio de la década pasada, la sociedad kurda organizada en el territorio de Rojava (Kurdistán sirio) se abría camino hacia un proceso revolucionario inspirado fuertemente en el feminismo, el ecologismo y la autonomía política. La propuesta revolucionaria kurda no es una liberación nacional, no se trata de la conformación de un Estado étnico-religioso homogéneo, sino la labor de conseguir una paz total y definitiva en Oriente Medio. Esa revolución se presenta como una guerra amplia contra el capitalismo y el fascismo, ya que su accionar político supone una ofensiva hacia los regímenes sustentados por el sistema global.
Abdullah Öcalan, la lucha por su libertad y la del pueblo kurdo
En este mes de febrero se está cumpliendo el 25 aniversario de la detención de uno de los líderes del histórico PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), Abdullah Öcalan, quien viajó a Europa en octubre de 1998 tras ser expulsado por el régimen sirio, y secuestrado en Nairobi, la capital de Kenia, el 15 de febrero de 1999 durante un operativo conjunto entre el MİT turco (Millî İstihbarat Teşkilatı, la agencia estatal de inteligencia turca), el Mossad israelí y la CIA estadounidense. Una operación protagonizada por el imperialismo, que llevó a este pensador y revolucionario kurdo a Turquía donde fue juzgado en un proceso completamente irregular, y condenado inicialmente a muerte. Esta pena se conmutó por cadena perpetua agravada, ya que Turquía abolió la pena de muerte en el año 2002 con intención de entrar en la UE, y esa condena definitiva es la que cumple actualmente en total aislamiento en la isla-prisión de Imrali, situada al sur del mar de Mármara. A pesar de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenase este castigo como inhumano en el año 2013, no ha habido ninguna consecuencia tangible hasta este momento. Este suceso puso en el centro mediático internacional al pueblo kurdo, expuesto siempre a un enorme hostigamiento debido a los ideales de solidaridad entre pueblos y libertad para todos, que fueron evolucionando de estrategia hacia el Confederalismo Democrático en los años 90 del pasado siglo.
Abdullah Öcalan nació en 1949 en la aldea de Amarna, en el distrito de Urfa en el sureste turco, cursó algunos estudios de Derecho en Estamul, y posteriormente se matriculó en Ciencias Políticas en Ankara en los años setenta, donde accedió a ideas de liberación del pueblo kurdo, así como su participación en huelgas estudiantiles, por lo que fue detenido en 1972. Al año siguiente se reunía junto a un grupo independiente que tenían en común la idea de la libertad kurda. En 1975, entre Öcalan y el revolucionario Mahmet Hayri Durmuş redactaron el marco teórico de este grupo con un análisis sobre imperialismo y colonialismo. En 1977 viajaron por el Kurdistán turco concientizando sobre el camino de la revolución del Kurdistán en algunos discursos pronunciados públicamente, y que tendrían como fin la creación del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en noviembre de 1978. Rápidamente se desató la represión turca, y Öcalan y algunos compañeros en 1980 tuvieron que cruzar a Kobani (norte de Siria) antes del Golpe de Estado en Turquía que impuso el régimen militarista de Kenan Evren, con el apoyo de guerrillas de extrema derecha de la rama turca de las Operaciones Gladio de la OTAN.
De hecho, en julio de 1982 cuatro presos kurdos iniciaron una huelga de hambre o «ayuno de la muerte», muriendo posteriormente en los siguientes meses. En los años 80, Abdullah Öcalan dirigió la formación política de las bases del PKK, y fue el responsable de las relaciones diplomáticas y exteriores con otros kurdos en el mundo, y otras entidades políticas. Escribió durante este tiempo numerosos artículos y libros, que serían trascendentales en la formación de los nuevos cuadros políticos para la lucha que se avecinaba. A partir de 1985 las acciones armadas del PKK contra Turquía se incrementan, también aumentando su popularidad y su influencia regional.
En los años 90 se institucionalizan las prácticas autoritarias y el neoliberalismo en Turquía, prohibiendo la lengua kurda y su cultura, persiguiendo sus organizaciones y negando su existencia como pueblo. No solamente encontró el PKK un apoyo popular masivo entre los kurdos, sino también una parte de la sociedad turca de izquierdas, derivando en una reconceptualización de la estrategia de lucha y una democratización radical para liberar al pueblo kurdo, a las mujeres y otros grupos oprimidos. Esta evolución ideológica en términos de objetivos se centra en transformar al PKK en una organización que pueda proteger la liberación de sus propios militantes y del pueblo; y por otro lado superar el modelo político soviético sin renunciar a realizar una revolución socialista.
El resultado de estas ideas que estaba enunciando Abdullah Öcalan y el intento de una estrategia por lograr la democratización que culmine en la paz de Oriente Próximo, aumentaron las presiones imperialistas sobre Siria que determinó que Öcalan tuviera que abandonar ese país en octubre de 1998. Tras un periplo de algunos meses tratando de alcanzar acuerdos diplomáticos en algunos países europeos y hostigado fundamentalmente por la Unión Europea y los Estados Unidos, decidió marcharse a Sudáfrica, pero nunca llegó ya que fue secuestrado antes tras un complot organizado por varios servicios de inteligencia imperialistas.
En palabras del propio Öcalan este afirmaba tiempo después: «Mi intención era encontrar una plataforma democrática para la cuestión kurda. Si hubiera encontrado apoyo para ello, también habría sido posible impulsar a Turquía en esta dirección. Sin embargo, Europa parecía no estar interesada en una solución a la cuestión kurda. Si se me hubiera permitido ser políticamente activo en Europa, habría sido el fin de la guerra. Por desgracia, esta opción no era compatible con la estrategia de Occidente». A día de hoy, está encerrado en la isla-prisión de Imrali, además no puede recibir cartas ni tiene acceso a un teléfono; y en la última década ha tenido tan solo cinco reuniones con sus abogados y cinco visitas familiares.
El régimen turco mantiene encerrado a Abdullah Öcalan desde hace veinticinco años, ejerciendo sobre él una violencia psicológica y física extrema, que es un ejemplo del tormento que ejerce sobre la población kurda. Ese ataque contra la vida y dignidad de Öcalan es una ataque contra toda la soberanía y resistencia del pueblo kurdo. Y aunque se trate de un único individuo, pero los y las revolucionarias kurdas entienden que no habrá libertad para todo su pueblo, mientras no vean libre a Öcalan. Por ese motivo cada invierno en Europa se realiza una gran marcha por diversos países, exigiendo la libertad de este preso político kurdo; pero también otros y otras muchas revolucionarias kurdas presas en Turquía y otras naciones. La existencia de ese sistema de tortura y aislamiento en la isla de Imrali y otras prisiones aseguran la opresión, crueldad y explotación contra el pueblo kurdo y la humanidad. Por lo tanto, la eliminación de esa violencia pasa por ponerle fin al capitalismo y sus políticas coloniales y genocidas.
La revolución de Rojava implica una guerra total al capital y el patriarcado
Históricamente en el pasado siglo XX el pueblo kurdo se ha visto agredido por todas las naciones de la región como consecuencia directa de las grandes guerras mundiales, de los procesos de desplazamiento forzados de poblaciones en la configuración de los países coloniales en base a los intereses imperialistas, esos Estados-nación vulnerabilizados pero necesarios para sustentar el capitalismo desde sus periferias. A lo largo de bastantes décadas el pueblo kurdo ha protagonizado veintiocho levantamientos sociales, legitimados en haber sufrido la violencia en el pasado siglo de Iraq, Siria, o Irán, y también actores como recientemente Daesh (Estado Islámico), quien fuera potenciado y originado en el seno del imperialismo estadounidense; e igualmente de manera continuada por parte de Turquía. Este último mantiene una ocupación militar al norte de Siria en la actualidad sobre el cantón de Afrin, parte del territorio de Rojava, y continuados bombardeos y desplazamientos de civiles, así como el intento de la eliminación de su cultura y su existencia como sociedad. Estas luchas no han estado exentas de contradicciones, errores y aciertos, y es por eso que el pueblo revolucionario kurdo aplica la crítica y autocrítica como herramienta para afinar sus análisis y estrategias sobre la realidad de la guerra que deben librar.
La ideología del capitalismo ha roto todo vestigio de sociabilidad, es contraria a cualquier forma razonable de organización social, por lo que cualquier propuesta emancipatoria debe contar con un nuevo sistema social que debe imponerse al capitalismo.
En la actualidad les preceden cincuenta años de lucha desde el pensamiento revolucionario, realizando un análisis pormenorizado de la historia de su pueblo, de la cultura, y por supuesto también del sistema capitalista y cómo este se ha afianzado en Oriente promoviendo el enfrentamiento entre etnias y creencias religiosas diversas presentes en la región. Igualmente de las imbricaciones que tiene este sistema de dominación global junto al patriarcado, y las consecuencias de estas explotaciones sobre el medioambiente y la ecología. En definitiva, la defensa del capitalismo es un culto a la muerte; por lo que secularizar todos los aspectos de la vida y entidades políticas es una labor emancipatoria, construir mayor autonomía común, liberación de la mujer y una economía social que no agreda abusivamente el mundo natural. La ideología del capitalismo ha roto todo vestigio de sociabilidad, es contraria a cualquier forma razonable de organización social, por lo que cualquier propuesta emancipatoria debe contar con un nuevo sistema social que debe imponerse al capitalismo.
En el contexto de la década pasada, en el año 2012 en el Kurdistán sirio, se crearon las YPG e YPJ (milicias de autoprotección kurdas tanto mixtas como femeninas) que fueron actores principales en el inicio de la autonomía establecida frente a Siria en el conflicto interno de este país. A partir de 2015, y en su lucha contra el Estado Islámico se crearon las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), integradas fundamentalmente por esas milicias kurdas, y sin embargo también con el respaldo internacional de la coalición liderada por la fuerza aérea estadounidense, y por Rusia que lideró otra coalición en la pasada década. Todos esos actores expulsaron a Estado Islámico del territorio norte y este de Siria, involucrándose complejas estrategias geopolíticas y actores que, en unos territorios establecían unas tácticas, y en otros conflictos internacionales otras líneas aparentemente contradictorias. El conflicto sirio en el que ha surgido esta Revolución Kurda es un escenario muy complejo donde aplicar una pureza ideológica es una auténtica quimera. El pueblo kurdo no tiene más amigos que las montañas como ellos mismos afirman, y sin embargo, detrás de esa retórica inspiradora saben que la mejor alianza siempre es una lucha revolucionaria internacional, que es la única que puede asegurar una verdadera autonomía en todos los sentidos de la vida digna y en paz para los pueblos que aspiran a conquistar su libertad.
El 19 de julio de 2012 estas milicias de autoprotección del pueblo kurdo rompieron el cerco y establecieron su autonomía sobre el territorio del norte y este de Siria, la guerra interna con Siria y el resto de actores geopolíticos aseguraban un doble conflicto íntimamente vinculado; una guerra contra el capitalismo y el imperialismo, al tiempo que se iniciaba un proceso revolucionario por la emancipación social. Desde el inicio de esta revolución no se persigue la conformación de un Estado-nación que otorgue continuación a las opresiones sistémicas, sino la creación de nuevas entidades bajo el paradigma del Confederalismo Democrático con un Consejo Supremo Popular donde hay una representación de las decisiones tomadas en un sistema horizontal. Esta realidad práctica tiene como inspiraciones el comunalismo, del teórico anarquista Murray Bookchin y del sociólogo Immanuel Wallerstein. También han implementado la «Jineología», es decir, la ciencia de las mujeres, definida como una ciencia social que defiende la libertad de las mujeres como requisito indispensable para la libertad colectiva, y para construir una modernidad democrática. El proceso revolucionario está catalizado por la organización conocida como TEV-DEM, o Movimiento para una Sociedad Democrática desde 2011, una coordinadora de distintas agrupaciones políticas kurdas y de otras comunidades sociales que aseguran el camino revolucionario en este proceso. Tanto la fecha tan simbólica como lo que implica globalmente esta revolución kurda, es inevitable no hacerle una comparativa con la Revolución social española protagonizada por la CNT-FAI y otros actores del pueblo el 19 de julio de 1936.
La paz en Oriente Próximo solo es posible si se aseguran mecanismos de democracia directa, entendiendo común el territorio para todas las etnias y una liberación de clase y de género completa. No habrá paz si alrededor del pueblo kurdo hay autocracias que reman en favor de los intereses imperialistas, por lo que su autonomía política solo se entiende como una lucha total y una revolución para todos y para todas internacionalmente. Todos los sujetos políticos kurdos pretenden crear esa autonomía para ejercer una democracia radical sobre la base del confederalismo y una realidad feminista, ecologista y decolonial.