A finales de enero, el medio catalán La Directa publicaba el resultado de una ardua investigación –en la que han participado 13 personas que han invertido un total de 540 horas– que revela que un policía nacional, cuyo nombre corresponde con las siglas D. H. P., se había infiltrado en los movimientos sociales libertarios del barrio barcelonés de Sant Andreu.
Dani, como se le conocía en estos círculos, se infiltró en el centro social La Cinètika en junio de 2020. En los siguientes años, estableció relaciones sexoafectivas instrumentales con al menos ocho mujeres, utilizándolas para integrarse en diferentes grupos, desde asambleas de vivienda hasta el sindicato CGT. En este tiempo, ha participado en manifestaciones contra la entrada en prisión de Pablo Hasél o en concentraciones antidesahucios y pasó por espacios autogestionados de Móstoles (como el CSO La Casika) y Euskadi.
Hasta la fecha, cinco mujeres que habían tenido relaciones con el espía se han querellado contra él y su superior jerárquico por delitos de abusos sexuales y contra la integridad moral. El testimonio de Clara, una de las parejas de este ser, es desgarrador: “Si hagués sabut que era policia, mai hi hauria mantingut una relació. […]Res justifica que l’Estat i la policia es fiquin en la meva vida. Sento que m’ha violat, he estat amb algú que ara m’adono que no coneixia i això genera molta por. El que m’ha fet com a dona és molt fort, però crec que és igual de greu que s’hagi introduït en la vida dels seus amics o en les activitats polítiques”.
No es la primera vez que ocurre algo así. En junio del año pasado, La Directa destapó a otro agente (I.J.E.G.), infiltrado en el movimiento independentista. En todos los países la infiltración de policías en movimientos sociales es la norma, tal y como explica la campaña Police Spies Out of Our Lives (“policías espías fuera de nuestras vidas”). En el Reino Unido, un agente llamado Mark Kennedy (usando el alias Mark Stone) se infiltró en el movimiento ecologista y animalista durante siete años, incitó enfrentamientos contra la policía en manifiestaciones, se acostó con varias mujeres activistas e incluso llegó a tener un hijo con una de ellas.
En el Estado español, las infiltraciones policiales –que sólo están justificadas en caso de delitos extremadamente graves– tienen que estar sometidas a control judicial. ¿Aparte de ordenar el Ministerio de Grande Marlaska –ministro del Gobierno más progresista de la historia– la infiltración, algún juez autorizó que se mantuvieran relaciones sexoafectivas?
Animamos a leer toda la investigación publicada por La Directa y El Salto, a acudir a las concentraciones que se están llevando a cabo en Barcelona, Móstoles y más lugares y a gritar, alto y claro, “fuera policías espías de nuestras vidas”.
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