En este artículo analizaremos las limitaciones estructurales a las que se enfrenta la clase política en el Reino Unido. Cualquier gobierno enfrentaría limitaciones similares, tanto si su objetivo fuera «lograr el Brexit» como si fuera promulgar un programa de nacionalización «socialista».
Examinaremos dos aspectos principales de estas limitaciones.
En primer lugar está el duro golpe económico, que obliga al gobierno a adoptar medidas financiadas con deuda externa. En segundo lugar, está la dependencia internacional de la economía del Reino Unido, tanto en términos financieros como en cuanto a inversiones industriales y en investigación, ejemplificada por la disputa sobre el uso de empresas chinas para construir la red 5G o financiar reactores nucleares.
Nuestro principal interés es destacar cómo la crisis actual pone al descubierto la frágil columna vertebral productiva de la economía del Reino Unido y su sistema nervioso global. Esta crisis nos permite comprender la composición y las contradicciones de la economía del Reino Unido.
Nuestros desafíos políticos nuevamente son dobles.
Por un lado, tenemos que convertir este entendimiento en una crítica más clara del discurso «socialista democrático», que todavía cree en la posibilidad de superar el capitalismo por medios parlamentarios. Por otro lado, y más importante, tenemos que analizar la cambiante relación de poder entre patronal y trabajadores/as. El confinamiento y la puesta en valor de los «trabajos esenciales» ha aumentado la confianza entre los/as trabajadores/as manuales mal pagados, aumentando la presión salarial desde abajo. Al mismo tiempo, la crisis y el aumento del desempleo ejercen presión sobre los/as trabajadores/as desde arriba. La tensión aumenta. Destacaremos algunas disputas recientes al final de este artículo.
La crisis golpea
Reino Unido ha sido uno de los países europeos más afectados por la crisis del Covid, tanto en términos económicos como sanitarios. La economía del Reino Unido se contrajo una quinta parte en el segundo trimestre de 2020, cayendo en la recesión más profunda jamás registrada. Las inversiones registradas durante el año hasta septiembre de 2020 se redujeron en más del 30%. La caída está relacionada con una tendencia más prolongada: en el Reino Unido, la productividad se ha estancado desde la crisis financiera de 2008 y no se ha recuperado. Desde el segundo trimestre de 2008, la falta de crecimiento del Reino Unido contrastó con una expansión media del 9% en la productividad laboral de los 36 países miembros de la OCDE.
En cuanto a la crisis sanitaria, el Estado demostró que los vínculos entre el ‘alto mando’ y las diversas instituciones de la ‘sociedad civil’ del Estado (administración local, organizaciones de salud, estructuras comunitarias) son frágiles y, a menudo, la comunicación y las decisiones se transmiten mal a través de empresas «público-privadas», lo cual condujo a un estado de caos. El sector industrial no fue capaz de proporcionar servicios y bienes básicos, como tests y mascarillas. Esta combinación explica el elevado número de víctimas mortales, que superó las 42.000 en septiembre de 2020.
El gobierno intenta contrarrestar el desplome económico aumentando el gasto deficitario, es decir, endeudándose para pagar los salarios de los/as trabajadores/as y otorgar créditos baratos a las empresas. El déficit de 221.200 millones de libras (243.390 millones de euros) en los primeros cinco meses de 2020-21 fue 11 veces mayor que el registrado durante el mismo período del anterior año financiero. El endeudamiento neto saltó del 2,6% del PIB el año pasado al 19% este año, el más alto en tiempos de paz. Desde la crisis del Covid-19, en el Reino Unido, como en muchos otros países, el control de la provisión de dinero ha pasado silenciosamente del Banco Central (Banco de Inglaterra) al gobierno. El Estado está en el centro de atención y esta es una situación de riesgo para la clase dominante, tanto económica como políticamente.
Las decisiones económicas que antes estaban mediadas por fuerzas del mercado aparentemente «impersonales» ahora se ven como resultado de decisiones políticas, por ejemplo, el no rescatar a tal o cual empresa. El Estado como institución de representación y administración está sujeto a un mayor escrutinio y presión política tanto de la clase capitalista como de la clase trabajadora. Desde Virgin Atlantic hasta la City de Londres, todos los capitalistas intentan obligar al Estado a compensar sus pérdidas. El Estado intenta evitar rescates directos y prioriza garantizar los préstamos contraídos a través de bancos comerciales. Estos planes de préstamos han proporcionado casi 53.000 millones de libras (58.000 millones de euros) a más de 1,2 millones de empresas.
El dilema del Brexit
No queremos profundizar en los entresijos de las negociaciones del Brexit. Las cuestiones más controvertidas tienen que ver con cuánta autonomía tendrá el Reino Unido para intervenir en «su propia» economía. Si bien estos detalles son importantes, para nosotros/as es más interesante que la estructura económica y la dependencia internacional del capitalismo regional se revele con mayor claridad durante las negociaciones del Brexit y la posición del Reino Unido en relación con los principales bloques de poder global, es decir, la UE, EE. UU. y China, se vuelva más evidente.
El principal socio comercial del Reino Unido es la UE, lo cual supone el principal problema del Brexit. En este sentido, el Brexit generará daños económicos, sea cual sea el acuerdo. Durante la fase final de las negociaciones del Brexit entre el Reino Unido y la UE, el gobierno del Reino Unido estaba ansioso por llegar a un acuerdo con una nación comercial importante, a fin de tener una mejor posición negociadora con la UE. El acuerdo comercial con Japón en el verano de 2020 estaba destinado a desempeñar ese papel. El problema era que incluso en la relación con Japón, el Reino Unido está en el «extremo receptor», es decir, el Reino Unido depende de las inversiones productivas de Japón, y no al revés; véanse los ejemplos a continuación. Los negociadores del Reino Unido tendrían que aceptar un recorte en los aranceles de importación para los automóviles japoneses del 10%, que es la tasa actual de la UE, a cero.
¿Johnson-omía? Johnson-ismo?
La izquierda suele caricaturizar las políticas de Boris Johnson como una mezcla de corrupción elitista, capitalismo rentista y populismo de derechas. Al fin y al cabo su principal logro como alcalde de Londres fue convertir la ciudad en un lavadero de dinero global y su estrategia actual es simplemente exportar este modelo a una escala nacional.
Creemos que el intento de la izquierda de reducir al gobierno actual a lacayos de la ‘clase rentista’ es más bien una expresión de su propia crisis de identidad, que fue causada por la intervención estatal masiva de los conservadores durante la crisis de Covid, ya que esto se vio como una seña de identidad de las «políticas estatales de izquierda». Este hecho se profundizó aún más cuando los conservadores anunciaron importantes inversiones en infraestructuras y planes para aumentar el impuesto de sociedades y lucharon en el terreno internacional para obtener cierta autonomía en la gestión de los subsidios estatales. Al centrarse en los eslóganes simples (‘Johnson quiere vender el NHS a Trump’) pueden ignorar el hecho de que un gobierno laborista tendría que lidiar con las mismas limitaciones estructurales de la crisis y la dependencia global, lo que limitaría gravemente las perspectivas de “reformas socialistas”.
La desintegración del Partido Laborista
El nuevo líder laborista Starmer está intentando adelantar a los conservadores por la derecha al declarar que el plan del gobierno de aumentar el impuesto de sociedades del 19% al 24% en el presupuesto de noviembre es precipitado. En la guerra cultural, Starmer y la Secretaria de Relaciones Exteriores, Lisa Nandy, describieron al Partido Laborista como el partido de la «familia y la seguridad».
Cada vez hay más indicios de que el propio Starmer tiene estrechas relaciones con el servicio de inteligencia desde su época como Director del Ministerio Público. En 2010 y nuevamente en 2012, Starmer tomó la decisión de no acusar a un oficial del MI5 ante casos de torturas. Starmer nombró a Charlie Falconer, quien diseñó la justificación legal para la guerra de Irak bajo el mandato de Blair, en el puesto de Fiscal General.
Todo esto ha llevado a cierto éxodo de los partidarios de Corbyn del Partido Laborista y a la decisión de algunos sindicatos de reducir los fondos que recaudan para el partido, pero no a un cuestionamiento más fundamental de si la política parlamentaria no está condenada al fracaso por razones más estructurales. Muchos de los nuevos miembros de la «izquierda socialista» probablemente habrán votado por Starmer.
Luchas laborales
Las medidas de confinamiento han revelado la parte más vulnerable de la sociedad: el trabajo mayoritariamente manual y mal remunerado en los sectores esenciales. La opinión pública ha puesto en valor a los/as enfermeros/as, los/as conductores de reparto y los/as trabajadores/as agrícolas, lo que ha aumentado la confianza en sí mismos/as. Podemos ver que esto se tradujo, al menos parcialmente, (por ejemplo, en el caso de enfermeros/as o trabajadores/as de basura locales), en demandas e incluso luchas por salarios más altos. Al mismo tiempo, observamos que el aumento del desempleo y de la crisis, incluyendo el recorte de las prestaciones sociales, contrarrestará la presión salarial desde abajo.
Actualmente, la segunda ola de la pandemia de Coronavirus está en pleno apogeo. La primera ola llegó en aviones y afectó principalmente a las áreas metropolitanas. La segunda ola viaja en tren y autobús y golpea principalmente al norte industrial más pobre, en particular Liverpool y Manchester. Los confinamientos locales impuestos desde Londres aumentan la tensión entre la clase política local y nacional. Hay sectores entre los conservadores que están asumiendo el discurso de algunos «científicos» que dice que la sociedad debería volver a la normalidad y solo proteger a los/as vulnerables. Que mueran los/as pobres y los/as ancianos/as priorizando la economía. Este discurso, entendido a medias, gana mucho apoyo en amplias capas de la población que ve que el gobierno no tiene un plan, que no hay un final a la vista y que sabe que si la gente no puede trabajar está jodida. Se trata de una combinación, una crisis sanitaria mal administrada con confinamientos arbitrarios, una fuerte recesión económica y una clase trabajadora poco organizada, de la que la ultra-derecha podría beneficiarse.
Como militantes de la clase trabajadora tenemos que hacer dos cosas. Tenemos que cuestionar algunos de los escenarios catastrofistas que a la izquierda le gusta pintar, ya que éstos podrían funcionar a favor de la patronal, chantajeando a los/as trabajadores/as para que acepten peores condiciones. Hasta ahora, el desempleo ha aumentado sólo ligeramente, del 3,9% a alrededor del 4,5%; en los tres meses anteriores a agosto, 114.000 personas han sido despedidas. Esto no significa que las cosas no vayan a cambiar una vez que se agoten ciertos subsidios salariales, ya que todavía hay muchos trabajadores en ERTE. Necesitamos analizar la composición cambiante del desempleo. En segundo lugar, tenemos que observar los cambios reales en las relaciones de poder en el centro de trabajo durante el confinamiento y tras él.
Los sindicatos están jugando a su vez un papel cuestionable. Un compañero trabaja en el aeropuerto de Heathrow, donde British Airways aprovechó la crisis para realizar un ataque repentino, amenazando con despedir a la mayoría de sus trabajadores/as y volver a contratar a la mitad de ellos/as en peores condiciones: un total de 10.000 empleos destruidos. Los sindicatos que representan a los/as trabajadores/as en el aeropuerto no coordinaron una respuesta común, sino que iniciaron una campaña con el lema «British Airways traiciona a Gran Bretaña», dirigida principalmente al gobierno. Ciertas secciones sindicales firmaron acuerdos parciales aceptando el empeoramiento de las condiciones, con la esperanza de que sus departamentos se salvaran y dejando al resto de departamentos vendidos. El sindicato terminó ofreciendo un acuerdo de «recortes salariales temporales», pero la empresa se vio fuerte para exigir que estos recortes salariales fueran permanentes.
Para una comprensión más profunda de la situación laboral actual y para poder apoyar las iniciativas de la clase trabajadora contra los ataques derivados de esta crisis, tenemos que estar organizados/as, por ello estamos contactando con compañeros/as de distintas localidades para crear núcleos locales.
Artículo escrito por Angry Workers of the World
Extraído y traducido del inglés al castellano de Let’s Get Rooted