Autor: Homo Velamine. Autoedición, Mayo 2019. 208 páginas.
“En los últimos años internet ha humedecido los sueños revolucionarios de muchas personas. Ocurrió lo mismo con las nuevas tecnologías de hace un siglo, en
un escenario similar de crisis económica y democrática. […] Como sabemos, el vencedor de este cóctel no fue la revolución sino el capitalismo, que usó la crisis y las nuevas técnicas de comunicación para su propio beneficio. […] Los pensadores revolucionarios, no eran tan fáciles de engatusar. Escrutinaban los mecanismos del poder y los trataban de subvertir con sus propias herramientas según estas se sofisticaban, como el cine, o se creaban, como la televisión. Su sueño se mantenía inalterado: hacer consciente al Pueblo de las ataduras del poder y darle espacio para que alzara su voz. La mayoría de esas pretensiones se han hecho por fin realidad en el siglo XXI. El Pueblo tiene ahora un medio de expresión sin restricciones, con herramientas sencillas y accesibles para crear piezas y difundirlas, foros de todo tipo donde expresar sus opiniones e inquietudes, un nivel de educación elevado auspiciado por el propio Estado, y toda la información más revolucionaria al alcance del ratón. Pero a menudo el Pueblo no las usa para su liberación, sino para su sometimiento, que resulta mucho más gratificante […]”
Con esta introducción comienza este ensayo lleno de capturas de pantalla y memes cutres mezcladas con collages dadaístas y cómics situacionistas. De experimentos sociales a partir de parodias de portadas de La Razón mezclados con los escándalos de los Sex Pistols. Al leerlo, te ríes un poco de todo: de lo ingenuas que llegaban a ser algunas entusiastas predicciones sobre internet y las redes sociales, del cuñadismo y el gregarismo de derechas e izquierdas, del absurdo mundo consumista del que no podemos escapar, de tí mismo… Pero no es una risa vacía: la (auto)parodia es una buena herramienta para un análisis sorprendentemente inteligente, sin autocomplacencia que valga. Advertencia: es posible que tras leerlo no puedes dejar de hablar en su jerga.