Protestas agrícolas y ecologismo: la urgencia de una alianza (im)posible

Por Helios Escalante (Ecologistas en Acción) y Adrián Almazán (Euskal Herria Bizirik). Extraído de Zona de Estrategia

Por un lapso breve de tiempo, y rompiendo con su habitual invisibilidad, diferentes componentes del sector agrícola comenzaron este año copando parte del espacio mediático y protagonizando movilizaciones que han sorprendido a muchos por su extensión geográfica y duración. A renglón seguido de recortes a los subsidios al diésel, en Alemania los/as agricultores/as tomaban carreteras y ciudades con el tractor como símbolo. No tardaron en sumarse Francia, Países Bajos, Polonia, Rumanía, Bulgaria, Hungría… Y finalmente el Estado español, que se unía a este clamor internacional a partir del 6 de febrero de 2024, reactivando en realidad protestas que comenzaron en 2020 pero fueron interrumpidas por la pandemia de la COVID-19.

Desde el primer momento los actores políticos y mediáticos han encontrado grandes dificultades a la hora de clasificar este movimiento diverso, polifónico y gris. Como justificación de este estallido de rabia se han esgrimido desde la invasión de cereal ucraniano causado por la guerra al aumento de los precios de los insumos, pasando por la burocracia de la Política Agraria Común –PAC– o una supuesta dictadura verde que desde la Comisión Europea condena a muerte al “campesinado” europeo.

Ninguno de nosotros es agricultor. Aunque participamos de diferentes formas del movimiento agroecológico, no nos dedicamos directamente al trabajo agrario. Es por ello que con este artículo no pretendemos decirle a nadie lo que tiene que hacer o sentar ningún tipo de cátedra. Nuestro objetivo es otro. Lo que queremos es pensar qué papel estratégico, positivo o negativo, ha jugado el ecologismo en esta movilización, y qué vías y alianzas se pueden abrir a partir del mismo. Entendemos que una reflexión como ésta es imprescindible en la compleja tarea de plantear una transformación ecológica y social de nuestras sociedades, hoy en trayectorias de colapso ecosocial1.

Para ello proponemos dos cosas. Primero, acercarnos a lo que consideramos las bases sociales y ecológicas de la crisis del sector primario que, desde nuestro punto de vista, se encuentra en la raíz de estas movilizaciones. Segunda, analizar políticamente este movimiento en el Estado español, centrándonos en las relaciones existentes y potenciales entre este y el ecologismo social.

Bases sociales y ecológicas de la crisis del sector primario

Hace décadas que la agricultura y la ganadería se han convertido en sectores industrializados. Lejos de la imagen bucólica del campesinado primigenio, la realidad es que el actual modelo agroganadero en Europa supone la expulsión estructural de las pequeñas explotaciones y condena a muerte a la producción familiar. Como en muchos otros sectores, la organización capitalista de la producción de alimentos ha supuesto la guerra a muerte contra la capacidad autónoma de la población (en este caso campesina) de satisfacer sus necesidades alimentarias, la privatización y mercantilización de la tierra y los instrumentos de trabajo, la salarización de los trabajadores, la pérdida de saberes, la introducción de intermediarios especulativos y una tendencia al monopolio y a la concentración de capitales.

Buena prueba de ello la da el Censo Agrario español de 2020. Según este el número total de explotaciones agrarias se redujo desde 2009 en casi 75.000. Esta pérdida, además, se concentra en los segmentos de menor tamaño: casi 60.000 de esas explotaciones perdidas eran de entre 1 y 2 hectáreas, y 47.000 de entre 2 y 10. Por el contrario, las explotaciones mayores de 100 hectáreas aumentaron en 4.500 durante el mismo periodo.

En paralelo a esta concentración y aumento de escala vemos una sustitución progresiva del trabajo familiar (que se ha reducido a la mitad en ese mismo periodo) por mano de obra asalariada tanto fija como, de manera emergente, subcontratada (empresas de servicios y externas). En Andalucía, Cataluña, Murcia o Canarias la mano de obra asalariada supone más de la mitad del trabajo fijo en la agricultura. Tratamiento aparte merecería, además, la precariedad de una parte de los trabajadores y las trabajadoras asalariados del campo que sufren al mismo tiempo el yugo del capitalismo, el patriarcado y el colonialismo en cultivos como la fresa de Huelva o en el mar de plástico de Almería.

De este modo, tal y como ya analizaron autores como José Manuel Naredo desde la década de 19702, la “modernización” (mecanización y progresiva dependencia de insumos industriales) no ha supuesto una mejora de las condiciones de las explotaciones familiares, sino su obsolescencia programada. El objetivo real, y ampliamente logrado, de esta gran transformación de la producción de alimentos ha sido hacer de ella un sector rentable y plenamente integrado en los mercados capitalistas.

Una muestra del éxito de este programa es que la renta agraria no ha dejado de crecer en los últimos años. Si en 2011 rondaba los 22.000 millones, en la actualidad suma ya 32.500 millones de ganancias3 que se concentran fundamentalmente en los grandes regadíos, los cultivos muy mecanizados y las nuevas propuestas de agricultura 4.04. Ello implica una importante contradicción. Por un lado, muchos productores pequeños y medianos acaban tirando sus cultivos a la basura ante la imposibilidad siquiera de recuperar el dinero invertido en ellos a tenor de los precios fijados por los grandes mercados alimentarios e intermediarios monopolistas. Por otro, crece el número de fondos de inversión que optan por la agricultura y son capaces de obtener rentabilidades de hasta un 10% anual. No hay, por tanto, una “crisis de la agricultura” en abstracto, sino un modelo que beneficia a la agricultura más intensiva en capital. Los actores pequeños y medianos quedan cada vez más fuera de juego por su incapacidad de invertir masivamente a través de deuda en capital fijo (maquinaria), de sostener consumos intermedios cada vez mayores y de adaptarse a una economía de escala y globalizada.

Este explosivo escenario en lo social es inseparable de una destructividad ecológica estructural que generan la agricultura y ganadería industriales. Probablemente la producción de alimentos capture mejor que ningún otro sector las irracionalidades de la organización industrial de la satisfacción de las necesidades. Históricamente, la agricultura y la ganadería fueron siempre una fuente de energía capaz de sostener a partir de la energía solar las necesidades de alimentación de las comunidades humanas –adaptándose a distintos territorios y climas–. Pese a que sería ingenuo idealizar una agricultura y ganadería históricas que no estuvieron exentas de impactos ecológicos, lo cierto es que, salvo en contadas excepciones, la producción de alimentos vinculó las necesidades humanas con las dinámicas de la biosfera, caracterizándose de hecho por una funcionamiento cuasi-circular, sostenible y capaz de cerrar ciclos en todas sus fases.

Con la industrialización, esta relación de simbiosis se ha sustituido por una dinámica de depredación destructiva en todos los niveles que lleva décadas siendo denunciada y que incluiría la erosión de la fertilidad de los suelos por el abuso de los fertilizantes de síntesis, la deforestación masiva para ampliar la tierra cultivable, una destrucción acelerada y masiva de la biodiversidad causada por el uso a gran escala de biocidas, la contaminación de acuíferos, una dependencia fósil exacerbada tanto en la producción de insumos como en el sostenimiento de cada vez más maquinaria o una contribución fundamental al cambio climático del sector, con el ejemplo paradigmático de las macrogranjas que dominan hoy la ganadería industrial. Precisamente, algunas reformas como la introducción de unas Buenas Condiciones Agrarias y Medioambientales (BCAM) como prerrequisito para el cobro de la PAC o leyes como la de Restauración de la Naturaleza o Reducción de fitosanitarios, se dirigían a mitigar de manera muy tímida algunos de estos impactos. Sin embargo, estas reformas han estado en el punto de mira de una de parte de las movilizaciones del “campo” y han sido parcialmente derogadas.

Por último, cabe señalar que en términos ecosociales hay un segundo conflicto que se superpone al anterior: el de la transición energética. Si en términos generales la voracidad en la construcción de infraestructuras de las últimas décadas ha impuesto una enorme competición por la tierra y sus usos, hoy estamos siendo testigos de un choque de trenes entre la industria alimentaria y la del capitalismo verde “renovable”. Grandes empresas instaladoras de paneles fotovoltaicos se han convertido en muchos territorios en competidores de primer orden por el acceso a la tierra agrícola, desplegando en algunos casos prácticas de coacción y ofreciendo enormes sumas de dinero por tierras agrícolas en diferentes puntos de la Península Ibérica5.

Protestas en el campo: una heterogeneidad en sintonía

¿Con qué tipo de propuestas, estructuras organizativas y estrategias encara el sector de la producción de alimentos esta situación crítica? Ya que dar una respuesta general y en profundidad a esta pregunta es imposible en este artículo breve, podemos tomar las protestas recientes como una muestra encapsulada de todo ello. En relación a lo organizativo, en las protestas recientes se han podido identificar dos grandes bloques. Por un lado, las Organizaciones Profesionales Agrarias (OPAs) con representación en el Comité Asesor Agrario: COAG, UPA, ASAJA. Por otro, todo un conjunto de organizaciones territoriales sin representación agrupadas en espacios como Unión de Uniones6 (resultado de una escisión de COAG), la “Plataforma 6F”7 (cuyos vínculos con Vox o con otras figuras de la ultraderecha en muchos territorios han sido evidentes), y otros espacios autoorganizados. En un primer momento las protestas en el estado español se organizaron por vías espontáneas como grupos de Telegram, fuera por tanto de las OPAs. Esta informalidad fue aprovechada por elementos de la extrema derecha, que trataron de encabezar la propuesta en diferentes territorios. Además, esta polaridad organizativa ha tenido como resultado una presencia importante de la reivindicación de algunas de estas plataformas de ser incluidas, vía elecciones agrarias, en el futuro Consejo Asesor Agrario8.

Ahora, en realidad estos dos bloques organizativos no corresponden a perfiles ideológicos, de capacidad económica, talla o relación laboral absolutamente diferenciados. Por un lado, cada uno contiene una diversidad socioeconómica interna muy grande. Especialmente representados en OPAs como ASAJA pero también en plataformas como la 6F, podemos identificar como protagonistas a grandes polos empresariales y financieros y a los mayores beneficiarios de las destructivas dinámicas ecosociales del sector que antes describíamos. Pero también hay propiedades pequeñas o medianas que a día de hoy han quedado completamente subsumidas en el modelo industrial, endeudados y dependientes tanto de regadíos insostenibles como de insumos químicos y prácticas destructivas. Y sobre todo, son absolutamente dependientes de la posibilidad de acceder a mano de obra (legal o ilegal) barata, y en gran medida desprotegida y sumisa. Por último, tendríamos también un conjunto de asalariados/as y jornaleros/as que, con excepciones como el Sindicato de Obreros del Campo – Sindicato Andaluz de Trabajadores/as9, con el carácter explícitamente jornalero de su afiliación o el Sindicato Labrego Galego (integrado en COAG), cuyos estatutos recogen que solo pueden afiliarse quienes trabajen directamente en la explotación agraria (aunque eventualmente recurran a contrataciones, como forma de solventar esta cuestión), no cuentan con espacios sindicales diferenciados y se encuentran o atomizados y sin representatividad o insertos en los sindicatos generales.

Lo que llama la atención es cómo, incluso pese a la pluralidad de su composición y la división organizativa, en las protestas ha predominado (o al menos ha resultado más visible) una línea estratégica y discursiva que, desde nuestro punto de vista, plantea una salida en falso a la actual crisis del sector. Esta partía de una supuesta unidad del “sector agrícola” que se vincula con la de un pretendido “mundo rural” también homogéneo. Y frente a esta unidad identitaria se alzaría el ecologismo como uno de los grandes enemigos que se habría de batir. Este, a través de la fantasmagórica y demonizada “Agenda 2030”, estaría poniendo en riesgo el ejercicio de la agricultura y ganaderías realmente existentes (asumidas como aproblemáticas) a través de sus medidas de control y regeneración ecológica.

Este relato se ha construido mediante movilizaciones como la de marzo de 202210 que agrupó a organizaciones de cazadores, agricultores y ganaderos y que en estas protestas ha vuelto a aparecer de la mano de la Plataforma SOS Rural y similares. Además, desplaza las problemáticas centrales del sector hacia cuestiones de enorme potencial simbólico como la del lobo. La reciente desprotección de este que han impulsado PP y Vox (con el apoyo de PNV y la abstención de Bildu) puede entenderse en el marco de un intento de construir hegemonía en los territorios no urbanos a través del reforzamiento de una política de gestos antiecologistas. Esta estrategia está alineada con cierto imaginario reaccionario, masculino y fundamentalmente nacionalista español del mundo rural promovido desde la extrema derecha, en el que cierta visión de la caza juega un papel importante. De hecho, es evidente que existe una sintonía total entre este gran relato ideológico y la propuesta estratégica en la que se enmarca el programa antiecologista de la extrema derecha. (Merecería un tratamiento independiente la importancia también en ciertos sectores agrícolas, y la cercanía con la extrema derecha, en la defensa de un discurso racista que ratifica y legitima el apartheid laboral de miles de trabajadores en las grandes explotaciones agrícolas del sur de la península y, a pequeña escala, apoya la progresiva salarización y proletarización de los/as trabajadores/as del campo. No es casual la preponderancia electoral de Vox en territorios especialmente dependientes de este racismo institucionalizado como Murcia o Almería.) Por tanto, no es casual que la extrema derecha haya hecho bandera de las movilizaciones del sector y se haya introducido orgánicamente en el mismo a través de espacios como la plataforma 6F. No obstante, ¿debemos entonces concluir que la alianza entre este nuevo ciclo de movilizaciones y el ecologismo es imposible? Consideramos que no, al menos por tres motivos.

Protestas en el campo: construyendo alianzas (im)posibles

El primero, porque en realidad algunas de las peticiones que han sido abanderadas por todos los actores y bloques agrarios en toda Europa son compartidas con el ecologismo social. Pensamos especialmente en la cancelación de los grandes tratados de comercio e inversión, y en particular la exigencia de no firmar el tratado MERCOSUR, una reivindicación de organizaciones como Ecologistas en Acción por sus implicaciones ecosociales: relajación de las medidas ecológicas, pérdida de soberanía alimentaria, profundización de la deuda ecológica y del neocolonialismo extractivista, agravamiento de la crisis climática, etc11. En las protestas agrícolas se han esbozado también otros elementos de crítica al actual modelo agroalimentario que pueden ser compartidos, como el señalamiento del papel de las grandes cadenas de distribución12. Existe además un malestar de fondo y una preocupación por la defensa de un mundo rural vivo que conecta con diferentes sensibilidades, entre ellas la ecologista.

El segundo, porque aunque hayan sido minoritarias, hemos tenido experiencias en el estado español que apuntan a una vía estratégica diferente. Sin ánimo exhaustivo podemos mencionar algunas de ellas que plantean posibles caminos de confluencia. Actores sindicales y movimientos sociales, como el agroecológico, se han incorporado a estas movilizaciones pero haciendo hincapié en que el conflicto actual del “campo” no se opone completamente al ecologismo, sino que más bien está atravesado completamente por las cuestiones que plantea este movimiento.

Desde una perspectiva a la vez de clase y ecológica han denunciado que por un lado están los que se benefician del actual modelo y, por otro, los que o lo sufren como asalariados o se encuentran en riesgo de ser expulsados de él ya sea por los nuevos monopolios financieros y empresariales del sector o por industrias como la energética. Además, han planteado que hacer frente a los efectos de la degradación ecológica debería ser una prioridad sobre todo para las pequeñas y medianas explotaciones, que se ven comprometidas si no son capaces de garantizar una regeneración ecológica suficiente de los bienes fondo como el agua o los suelos fértiles.

En Cataluña varias las plataformas y colectivos que como Revolta Pagesa13 o Assemblea Pagesa14 han participado en las movilizaciones de manera muy activa con un discurso que ha tenido el ecologismo social como referente y aliado explícito, denunciando la mercantilización de la producción de alimentos –en un sentido similar al que antes exponíamos– y reivindicando la construcción de soberanía alimentaria agroecológica. Podríamos también recordar la existencia de coordinadoras a nivel estatal que se han posicionado también en este contexto de movilizaciones con un discurso explícitamente ecologista y agroecológico, como la plataforma “Por Otra PAC”15 o la creada recientemente “Nos plantamos”, que articula a diferentes organizaciones y entidades del mundo rural y agroalimentario, desde COAG a Ecologistas en Acción o iniciativas agroecológicas locales16.

Otro caso interesante es el de algunos de los sindicatos locales de la COAG en Euskal Herria, muy en particular la Unión Agroganadera de Álava (UAGA), parte de la Euskal Herriko Nekazarien Elkartasuna (EHNE). Aunque recuperaron algunos de los elementos del discurso hegemónico (retórica antilobo, por ejemplo17), introdujeron también un crítica explícita al acaparamiento especulativo y financiarizado de la tierra ya sea por actores del “sector agrícola” como, especialmente, por los nuevos monopolios del capitalismo verde. Resulta esperanzador el que se hayan sumado a la convocatoria de una movilización el pasado 23 de marzo contra la industrialización del medio rural y en defensa de las tierras de cultivo –iniciativa de diferentes plataformas en defensa del territorio y ecologistas, en particular de Euskal Herria Bizirik18–. Dicha colaboración continúa en el presente y ya se han proyectado movilizaciones conjuntas bajo el lema “contra la industrialización del campo”.

Tal y como analizan con precisión y sentido de oportunidad político el colectivo Reprise de terres19 en Francia, nos encontramos en un momento bisagra fundamental para los territorios rurales y la actividad agrícola. Además de su situación de crisis, que hemos descrito, en la próxima década vamos a ser testigos de cómo en ellos se produce un auténtico reemplazo generacional. Se estima que alrededor de la mitad de los titulares de explotaciones alimentarias hoy en activo se jubilarán en dicho periodo, en países como Francia o España, desocupando miles de hectáreas de tierra y de infraestructuras ganaderas y agrícolas. En esa circunstancia se hace todavía más apremiante la pregunta de si esta se convertirá en una oportunidad de oro para inversores de todo tipo, una vuelta de tuerca definitiva y profunda en la dinámica de financiarización y mercantilización, o, en sentido opuesto, la oportunidad de una transformación integral y emancipatoria.

“Sublevaciones de la tierra”: componiendo nuevos movimientos

Anunciábamos que desde nuestro punto de vista, una vía estratégica alternativa era posible de imaginar por tres motivos. Los dos primeros, ya expuestos, apuntarían a la existencia de demandas compartidas que pueden ser simiente de movimientos más amplios. Además, hemos mapeado brevemente iniciativas ya en marcha que se pueden utilizar como palancas e inspiraciones para la construcción de dicho movimiento. No obstante, el tercer motivo que vamos a exponer es probablemente el que invita en mayor medida al optimismo: el modo en que en Francia estamos siendo ya testigo de la articulación y agencia de una estrategia de este tipo a una escala que podríamos considerar masiva (de orden de decenas de miles de personas).

El colectivo Reprise de terres, al que antes hacíamos referencia, es solo uno más de los componentes de uno de los fenómenos ecologistas que más han dado que hablar en Europa en este último año. La dinámica de lucha en Francia conocida como “Las sublevaciones de la tierra” (Soulèvements de la Terre) ha revolucionado la acción ecologista y en defensa del territorio demostrando la capacidad de movilizar a decenas de miles de personas en el marco de un discurso, y de acciones, anticapitalistas y decrecentistas. La oposición al agronegocio se combina con la lucha contra la construcción de infraestructuras como carreteras o trenes de alta velocidad. Al mismo tiempo, esta dinámica de lucha está demostrando la capacidad de incidir en el discurso de una parte muy amplia de los movimientos sociales, pero no solo. Ante la explosión de movimientos plurales y abiertos como las protestas en el campo, Sublevaciones de la Tierra han sido capaces de articular un discurso propio que, aliado con el ecologismo social abre la posibilidad de nuevas trayectorias de transformación ecosocial en los territorios no urbanos que son, desde nuestro punto de vista, tan urgentes como imprescindibles.

Aunque es imposible ahondar con detalle en la forma de funcionar de esta dinámica de lucha, algo que ya hemos hecho en otros lugares20, baste señalar que su principal potencia reside en la idea de “componer”. Es decir, aunar diferentes apuestas estratégicas no en ententes militares temporales ni en luchas conflictivas por la hegemonía; componer diferentes líneas de acciones como si se trataran de instrumentos de una orquesta, de un modo en que la diferencia potencia el conjunto y lo embellece. Incluso con disonancias puntuales. Es así como estrategias tan diversas como la acción legislativa y la acción directa no solo conviven, sino que son capaces de potenciarse mutuamente y hacer más factible la construcción de un horizonte compartido. Entre los integrantes de esta dinámica de lucha están asambleas locales opuestas a diferentes megaproyectos, militantes del ecologismo radical provenientes de diferentes experiencias como las ZAD21, grupos naturalistas, jóvenes practicantes de la desobediencia civil, alcaldes y alcadesas y, un actor clave: la Confederation Paysanne22.

El desarrollo de un movimiento como el de las Sublevaciones de la Tierra debe mucho precisamente a la extensión y trayectoria particular de una organización como esta, que consigue vincular la defensa de la agricultura familiar y campesina con los/las asalariados/as agrícolas y la transición agroecológica; capaz, por tanto (no sin dificultades y tensiones) de alcanzar acuerdos y movilizaciones conjuntas de innegable radicalidad con fuerzas heterogéneas. Este sindicato, el segundo más grande del país, es defensor explícito de un modelo campesino de producción de alimentos.

Lo que hemos visto en el último ciclo de movilizaciones agrícolas es que la Confederation Paysanne ha participado con un discurso y una práctica nítidamente opuestos al modelo de la agroindustria y las organizaciones agrarias que lo defienden, como la FNSEA (equivalente quizá a la ASAJA española). Y su posición, además, se ha visto exponencialmente amplificada por el hecho de integrarse en una dinámica de lucha conjunta y en defensa del territorio más amplia. Un ejemplo de ello fue el impacto político y la capacidad de generar debate y frenar la hegemonía de la extrema derecha que tuvo el posicionamiento de las Sublevaciones de la tierra en el momento de las protestas agrarias23.

Sin embargo, lo visto hasta aquí y las líneas ideológicas hoy dominantes en el Estado español no invitan al optimismo ante la posibilidad de una alianza como la que defendemos. Cabría discutir hasta qué punto algo así es o no replicable en el contexto ibérico. No obstante, consideramos humildemente que una tarea estratégica fundamental para el ecologismo social hoy es contribuir a una fractura de la pretendida homogeneidad del bloque rural/agrícola supuestamente reaccionario a fin de generar otras formas de composición. En este sentido, una alianza entre el “campo” (o “los campos”, con toda su diversidad) y el ecologismo social es, desde nuestro punto de vista, imprescindible.

La complejidad de una alianza tal reside en ser capaces de triangular la defensa de la producción de alimentos mediante la agricultura familiar, las luchas laborales con visión de clase de los/as asalariados/as en el sector, y la defensa de la naturaleza. Es imprescindible trabajar simultáneamente en los tres componentes porque los grandes actores del sector avanzan hoy subsumiendo las pequeñas explotaciones, y a su vez, en los diferentes segmentos de la cadena se trasladan hacia el trabajo y los recursos naturales la presión sobre los costes crecientes.

Las Sublevaciones de la tierra nos ofrecen muchas indicaciones de las vías estratégicas que la alianza (im)posible entre el ecologismo social y el “campo” debe priorizar: la búsqueda generosa de puntos de encuentro entre mundos diferentes, la defensa del territorio como elemento común entre distintos segmentos del sector agrícola y otras fuerzas sociales, o la voluntad de articular las luchas locales y los análisis más generales.

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  1. Se puede acceder a una versión actualizada de este diagnóstico en: Luis González Reyes y Adrián Almazán, Decrecimiento. Del qué al cómo, Barcelona, Icaria, 2023. ↩︎
  2. Una panorámica de este análisis se puede encontrar en: Naredo, J. M. (2004). Evolución de la agricultura en España (1940-2000). Ed. Universidad de Granada ↩︎
  3. https://www.plataformatierra.es/comunidad/la-agricultura-un-sector-estrategico/las-cuentas-de-la-agricultura-espanola-ano-para-reflexionar ↩︎
  4. Un breve análisis crítico de estas tecnologías se puede encontrar en nuestro artículo junto a Iñigo Arrazola: “Agricultura 4.0: una vuelta de tuerca al modelo agroindustrial”. https://www.soberaniaalimentaria.info/numeros-publicados/84-numero-48/1079-agricultura-4-0-una-vuelta-de-tuerca-al-modelo-agroindustrial ↩︎
  5. Para profundizar en esto se puede consultar el libro: Alberto Matarán y Josefa Sánchez (Eds.), Colonialismo energético. Territorios de sacrificio para la transición energética, Barcelona, Icaria, 2023 ↩︎
  6. https://uniondeuniones.org ↩︎
  7. https://plataforma6f.com/ ↩︎
  8. https://uniondeuniones.org/udu/elecciones ↩︎
  9. https://sindicatoandaluz.info ↩︎
  10. https://elpais.com/economia/2022-03-20/agricultores-y-ganaderos-se-manifiestan-en-madrid-para-exigir-medidas-que-impulsen-el-medio-rural.html ↩︎
  11. Ver “UE-Mercosur. Un acuerdo comercial contra el planeta y las personas” de Yago Martínez, Marta García e Izaskun Aroca el el nº107 de la revista Ecologista: https://www.ecologistasenaccion.org/167016/ue-mercosur-un-acuerdo-comercial-contra-el-planeta-y-las-personas/ ↩︎
  12. Una de las acciones que se han dado durante las protestas ha sido el bloque de centros logísticos de Mercadona, por ejemplo: https://www.elperiodico.com/es/economia/20240312/agricultores-bloquean-mercadona-protestas-distribucion-99376720 ↩︎
  13. https://www.revoltapagesa.cat/ ↩︎
  14. https://www.assembleapagesa.cat/qui-som/ ↩︎
  15. https://porotrapac.org/quienes-somos/mision-y-vision/ ↩︎
  16. https://nosplantamos.org/ ↩︎
  17. https://www.uaga.eus/por-que-nos-manifestamos/ ↩︎
  18. https://www.uaga.eus/23-de-marzo-movilizacion-contra-la-industrializacion-del-medio-rural/ ↩︎
  19. https://www.terrestres.org/2021/07/29/reprise-de-terres-une-presentation/ ↩︎
  20. Para un análisis más detallado de este movimiento: 40 voces por las Sublevaciones de la Tierra. Abecedario para desarmar el colapso ecosocial. VVAA, Ed. Virus (2024). En particular en su prólogo uno de nosotros se encargó de mostrar el potencial de esta nueva propuesta de organización basada en la noción de composición. ↩︎
  21. Zona A Defender, experiencias de ocupación de territorios amenazados por proyectos de grandes infraestructuras o urbanísticos y cuya defensa han aúnado en muchas ocasiones (la más conocida la oposición al aeropuerto de Nantes en Notre-Dame-Des-Landes) a agricultores, ecologistas y militantes de diferente tipo. ↩︎
  22. https://www.confederationpaysanne.fr/ ↩︎
  23. https://lessoulevementsdelaterre.org/es-es/blog/mouvement-agricole-communique-soulevements ↩︎
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