“Ha sido horrible, no sé por qué vine aquí. Ha sido la peor época
de mi vida. Mi padre falleció mientras yo estaba peleando aquí; No
pude viajar para despedirme de él, ni siquiera después de rogar al CID (Departamento de inmigración que forma parte del Ministerio de Interior), llorarle y postrarme a sus pies.” – Trabajador indio de 31 años, Supervisor de climatización y ventilación contratado por
Krantz Engineering para la construcción del Ras Laffan Emergency and Safety College, mayo de 2013.
A veces encontramos el reflejo de nuestros problemas en lugares que pensamos lejanos y remotos, pero el caso es que la lucha de clases se da en cualquier lugar en el que los/as poderosos/as traten de extraer más y más beneficio del trabajo de los/as explotados/as.
Esta vez nos fijamos en Qatar, el mundial de fútbol que se celebrará allí en 2022 y todas las infraestructuras que se están construyendo para albergarlo. De sobra conocemos cuánto emocionan estos macroproyectos a las élites y cuánto salimos perjudicados/as los/as de abajo con ellos. En esta publicación hemos dedicado bastantes líneas al respecto: Mundial de Brasil (www.todoporhacer.org/estadios-y-hospitales-el-mundial-contra-el-pueblo), Olimpiadas de Madrid (www.todoporhacer.org/y-ahora-a-por-madrid-2020-y-si-no-a-por-la-siguiente).
El esquema que se repite suele ser el mismo. Empresarios/as y políticos/as tienen una idea genial sobre un macro-proyecto, los sobres y maletines vuelan por debajo de la mesa para asegurarse de que son los/as amigotes/as quienes se benefician, los medios nos venden todas las ventajas que va a traer el proyecto para la gente de a pie: puestos de trabajo, inversión extranjera, turistas, instalaciones, etc., el proyecto se construye con dinero de todos/as para beneficio de unos/as pocos/as, los gastos suelen dispararse y los ingresos suelen ser mucho menores que los esperados, las instalaciones que quedan son inútiles o útiles para las capas de la sociedad más acomodadas, a nosotros/as se nos queda cara de gilipollas.
En este caso además de lo expuesto podemos añadir las violaciones de derechos humanos que se producen cotidianamente en el país y especialmente con los/as trabajadores/as de la construcción migrantes que Qatar está “importando” para crear todas las infraestructuras necesarias (no sólo estadios de fútbol sino también hoteles, carreteras, centros de convenciones, etc.).
Qatar es un país cuanto menos especial, con una extensión similar a Asturias, 1,4 millones de habitantes, de los cuales sólo un 18 por ciento de ellos/as son de origen catarí, una reserva de 15 millones de barriles de petróleo, el 14 por ciento de la reserva mundial de gas, la mayor renta per cápita del mundo muy por encima de Suiza y Noruega y con una monarquía absolutista regida por el emir Tamim bin Hamad Al Zani. Se trata de un país con una enorme riqueza basada en el petróleo y con la certeza de que este se acabará más pronto que tarde (las estimaciones le dan 35 años). Ante este panorama el régimen Qatarí se está planteando diversificar estrategias tanto en lo económico como en lo político.
En el campo político Qatar ha sabido mantenerse en un delicado equilibrio entre los beneficiosos negocios con Occidente y los vaivenes de Oriente Medio. Es un gran aliado de Estados Unidos (con una gran base militar en la capital Doha) y ha apoyando económicamente a diversos grupos rebeldes durante la Primavera Árabe en Libia, Egipto y Siria. Al Yazira, la cadena de televisión creada por el jeque en 1996, tuvo un papel fundamental en estas revoluciones. Creada con la idea de ser la réplica de la CNN en árabe, 70 millones de casas musulmanas ven diariamente sus boletines informativos. El rol de la cadena en las guerras de Afganistán y de Irak, narradas con objetividad para una audiencia musulmana, la ha convertido en un referente.
En lo económico la diversificación pasa por inversiones en empresas extranjeras cómo Porsche, Wolkswagen, inmuebles en Londres y París y por supuesto, el fútbol. A través del QIA (El fondo de inversiones nacional) Qatar ha comprado el Paris Saint-Germain, el Málaga CF, cerrado importantes acuerdos publicitarios con el FC Barcelona y finalmente ha salido elegida cómo sede del mundial 2022.
La elección de la sede ha estado plagada de irregularidades y las sospechas de sobornos son más que plausibles. Para empezar la Federación Española de Fútbol jugó un papel fundamental ya que tanto el Real Madrid como el F.C. Barcelona tienen patrocinadores originarios de Oriente Medio, lo que hizo que España y varios países latinoamericanos apoyaran la candidatura de Qatar. Por otro lado, este año han sido arrestados en Suiza siete altos ejecutivos de la FIFA y otras 14 personas han sido acusadas en EEUU por formar parte de un esquema de corrupción que en los últimos 24 años habría movido 150 millones de dólares. Hace poco la misma FIFA inhabilitó a Harold Mayne-Nicholls (quien fue presidente del comité de evaluación de postulaciones 2018-2022) debido a la ruptura del código de confidencialidad. El órgano que Mayne-Nicholls presidía otorgó la peor evaluación entre los aspirantes a Qatar, a pesar de lo cual posteriormente resultó elegida.
Trabajadores/as o esclavos/as
La gran mayoría de las infraestructuras necesarias para el mundial están siendo construidas por trabajadores/as inmigrantes. Las regulaciones sobre el trabajo de estos/as inmigrantes son mucho más laxas que para los/as trabajadores/as nativos/as, lo cual les deja en una situación de desprotección.
Para entrar al país un/a trabajador/a necesita una empresa madrina que será la que le contrate y “responda” por él/ella durante toda su estancia. En muchas ocasiones esto acaba siendo una trampa para el/la trabajador/a que depende totalmente de la empresa para la que trabaja.
Un/a trabajador/a no puede cambiar de trabajo sin un permiso llamado “NOC” (“certificado de no objeción” en inglés) expedido por su patrón/a, en caso de abandonar el trabajo sin este, el/la trabajador/a puede ser acusado de un delito de “fuga”.
Los/as inmigrantes necesitan también un permiso por parte de su empresa para abandonar el país. En muchos casos los/as inmigrantes tardan meses en recuperar el pasaporte que les es solicitado para tramitar el permiso de residencia, durante este tiempo corren el riesgo de ser detenidos/as por estancia ilegal.
Las leyes laborales prohíben expresamente que los/as inmigrantes se unan o formen sindicatos con la dificultad para defender sus derechos que ello conlleva.
Amnistía Internacional ha denunciado en su informe “El lado oscuro de la Inmigración” (www.todoporhacer.org/amnistia-internacional-qatar) estas situaciones y casos de empresas que han comenzado a pagar tarde los sueldos y tras varios meses han despedido a sus trabajadores/as obligándoles a firmar papeles en los que admitían haber recibido todo el dinero que se le debía a cambio de recuperar su pasaporte y su permiso de salida.
La oficina del primer ministro de Qatar invitó a varios equipos de periodistas en mayo de este año para mostrarles las fantásticas condiciones de trabajo de los/as migrantes, mientras recopilaban material adicional (fuera del recorrido marcado), periodistas de la BBC fueron detenidos y sus equipos confiscados:
“De repente, ocho autos blancos rodearon nuestro vehículo y nos dirigieron rápidamente hacia una vía lateral. Una decena de oficiales de seguridad nos registraron en la calle, nos gritaban cuando intentábamos hablar. Nunca se nos acusó de nada directamente, sino que una y otra vez nos preguntaban qué habíamos hecho y a quienes habíamos conocido. Tras tres días retenidos en comisaría y una prisión local, fuimos liberados. Curiosamente, pudimos sumarnos al viaje de prensa organizado para el que habíamos venido. Era como si no hubiera pasado nada, a pesar de que nuestro equipo seguía confiscado y se nos prohibía salir de Qatar.”
Nos parece que la mejor forma de empatizar con lo que está sucediendo es leer el relato de primera mano:
Stephen Ellis, Reino Unido:
Trabajé en marzo en uno de los centros de construcción del mundial en Doha a final de marzo. Me fui a las dos semanas porque las condiciones eran una absoluta desgracia. He estado como supervisor en obras por todo el mundo y nunca había visto condiciones tan malas. La mayoría de los trabajadores eran de India. Los trataban muy mal y cómo vivían era terrible. No hay agua para beber, sin aire acondicionado y a 45 grados centígrados. La salubridad es terrible y la comida es repartida como en la película de Oliver Twist. Pero lo que es peor es la seguridad, o más bien su ausencia. No existe. Los amigos con los que fui a trabajar y yo quedamos horrorizados con los riesgos que se toman cada día. Nos dijeron que un trabajador de India había muerto. El sitio era gestionado por supervisores de India y ellos eran los que maltrataban a su propia gente. Pero a la alta gerencia no parecía importarle. Simplemente miraban para otro lado. Nos dijeron que si no nos gustaba, nos fuéramos y eso hicimos. Había otros británicos que también eran maltratados. Nos pagaban mucho más que a los de India, ellos hacían como 50 dólares a la semana y nosotros estábamos cerca de 33 dólares la hora. Pero incluso perdimos dinero porque nos fuimos.
Frank, Kenia:
Vine a Qatar desde Kenia el pasado junio para trabajar en la construcción. Conseguí el empleo a través de una agencia. Me pagaban 350 dólares al mes cuando llegué, mucho menos de lo que me habían prometido. Además, sólo para llegar gasté 1.000 dolares.
Trabajé en la construcción de escuelas públicas cerca de Doha desde junio a noviembre. Hay muchos proyectos de infraestructura en el país más allá de la preparación del mundial. El principal lugar en el que estuve no era un buen entorno. La mayoría de los compañeros carecían de educación y las compañías se aprovechan, así que no pueden negociar. Se convierten en ayudantes y les pagan muy mal. Muchos terminan teniendo que aceptar porque carecen de medios para regresar a su país y porque son el sustento de sus familias. Yo mismo estoy mandando dinero a mi familia. Todos están pendientes de mí, pero no les puedo contar cómo es vivir aquí porque querrían que me volviera.
Cuando llegué, me dijeron que iba a trabajar de electricista aunque no tengo formación, lo que es peligroso. Una vez me electrocuté, afortunadamente no me pasó nada. Las condiciones son muy malas. Trabajas todo el día con el calor extremo. Empiezas a las nueve de la mañana y dura todo el día. No hay agua fría, sólo caliente. Es muy opresivo. Nadie te escucha si te quejas. Una vez hicimos huelga porque no nos habían pagado un mes. Nos pagaron pero a la gerencia no le importaban nuestras quejas.
La vida en Qatar es muy cara. El alojamiento nos lo provee la empresa, pero con la comida y otros gastos, es muy difícil ahorrar. Trato de mandar a casa todo lo que puedo. Respecto al alojamiento, lo describiría como patético. El primer sitio en el que me quedé, Al Khor, era una pequeña habitación que compartíamos diez personas. Eran cinco literas, sin espacio para guardar nada. Los baños estaban fuera. Era muy pequeño y muy incómodo. También tienes que darles el pasaporte cuando llegas para
que así no te puedas ir. Te sientes atrapado, como un prisionero. Ahora estoy en un sitio que se llama Industrial, donde vivimos la mayoría de los inmigrantes. Las condiciones de higiene son muy malas. Hay cinco por cada habitación, lo que es una mejora, pero no es limpio. Ahora trabajo en un centro comercial, en ventas, después de que me permitieran dejar mi trabajo en la construcción. He mejorado, pero tampoco es muy bueno. La vida es dura aquí. Me gustaría ver que cambia la vida de los inmigrantes. Es sólo sacrificio. Tiene que haber mejoras en seguridad, salarios y vivienda.
Resulta tristemente irónica la situación de los/as 3.000 trabajadores/as norcoreanos/as que se estima se encuentran trabajando en el país árabe. Sus movimientos y comunicaciones están firmemente vigiladas y su sueldo es pagado directamente al gobierno norcoreano que se queda con “impuestos” y “tasas” tras lo cual los/as trabajadores/as sólo reciben el 10% del salario original. Al mismo tiempo se les amenaza con represalias a sus familiares en caso de que intenten escapar. De esta manera el gobierno norcoreano satisface en parte su necesidad de divisas extranjeras. Vemos una vez más cómo las élites (no importa si son comunistas o capitalistas) se alían en contra de los intereses de los/as trabajadores/as.
La Confederación Sindical Internacional advirtió en septiembre de 2013 que las construcciones del mundial dejarán 4.000 trabajadores/as inmigrantes muertos/as. De acuerdo con las investigaciones de The Guardian 44 nepalís murieron entre el 4 de junio y el 8 de agosto de 2013 por ataques al corazón o accidentes laborales. El embajador indio advierte que 82 trabajadores/as indios/as murieron en los primeros 5 meses del año y unos/as 700 entre 2010 y 2012.
Desde diversos organismos se ha presionado a las marcas que patrocinan el mundial para retirar su apoyo: Visa, Coca-Cola, Adidas, Sony, Hyundai, McDonalds. Algunas de ellas se han desentendido de las críticas echando balones fuera, pidiendo responsabilidades a la FIFA, otras simplemente han hecho oídos sordos, en ambos casos han actuado al fin y al cabo como cualquier empresa, inmunes al dolor humano y ávidas de beneficios.
Una vez más comprobamos que los macro-eventos no están hechos para nosotros/as sino contra nosotros/as, no nos queda más que desear el mayor de los fracasos al mundial del 2022, esperar que los/as trabajadores/as migrantes de Qatar se organicen y conquisten mejores condiciones y que el resto de trabajadores/as del mundo decidan no colaborar con su explotación y boicoteen en todas sus formas el mundial de Qatar 2022.