Autora: Zekine Türkeri. Descontrol Editorial. 150 páginas. Barcelona, septiembre de 2016
Reportaje periodístico, diario de viaje o relato de historias personales. Cualquiera de estas categorías podría definir las páginas de “Un verano Kurdo”. Todas ellas se difuminan en las decenas de pequeñas historias que salpican sus páginas, historias individuales y colectivas que reflejan la vida en esa parte del mundo, inserta en un conflicto que no termina nunca, siempre candente.
El punto de partida de estas más de cien páginas es un viaje, el que emprende la periodista kurda (nacida en Turquía) Zekine durante el verano de 2014. Su intención, o al menos una de ellas, es grabar una serie de reportajes para la cadena de televisión para la que trabaja en Estambul. Su destino, el Kurdistán iraquí.
A partir de aquí, el viaje va tomando forma, desviándose, recorriendo caminos no marcados de antemano en medio de un contexto de guerra en la zona. Pues no hay que olvidar que el verano de 2014 marcó el punto álgido de la expansión del ISIS, su barbarie parecía no conocer límites, y mientras Zekine recorre estas tierras, sus tropas acaban de tomar Mosul y se acercan rápidamente hacia Arbil, capital del Kurdistán iraquí. El viaje que el libro nos propone, en medio del calor asfixiante que marca el verano en estas latitudes (un calor que se te acaba pegando), nos acercará a ciudades en pleno crecimiento, campos de refugiados (algunos de nueva creación como consecuencia de los desplazamientos derivados de esta guerra, y otros con casi veinte años de vida), montañas que son el refugio principal del PKK, e incluso a Rojava, la parte siria del Kurdistán, con su idiosincrasia concreta en pleno proceso revolucionario. Pero sobre todo, el libro nos conducirá a la microhistoria que se esconde detrás de los grandes titulares que leemos, al día a día quienes viven y luchan en estas tierras, con sus claros y sus oscuros. Refugiados/as yezedíes, guerrilleros/as, médicos/as, conductores/as de autobús, voluntarios/as, campesinos/as pobres dando todo lo que tienen, y así un largo etcétera de personajes para retratar una geografía convulsa, en pleno cambio. Un libro que te deja mal cuerpo pero al mismo tiempo genera ilusión.
“Deniz coge su cámara y se va a trabajar. Deniz e Idris están documentando todo el campo de refugiados de Mahmur en medio de este calor de agosto: cómo han levantado el campo, la historia de sus escuelas, la de sus ancianos, todo. No cesan con esta labor ni con el ISIS tocando a sus puertas; más bien todo lo contrario, parece que quieren estar ocupados para no pensar en el peligro. Esta vez quieren tener bien documentados los diecisiete años de vida que llevan en este campamento antes de que desaparezca una vez más.”