La revuelta de las Comunidades castellanas fue un acontecimiento histórico sucedido entre 1520 y 1522. Actualmente se están cumpliendo los 500 años de los sucesos de esta revuelta antiseñorial. Esta clase de hechos históricos lejanos de nuestro tiempo contemporáneo, son reinterpretados en favor de los sujetos dominantes que van heredando las estructuras de poder. De los procesos históricos en nuestro pasado hay que rescatar aquellos que nos ayudan a reconstruir una historia social con utilidad para una didáctica de las injusticias del presente. En el siglo XIX muchos liberales pusieron en valor un hecho completamente olvidado, las Comunidades castellanas se utilizaron para crear un discurso de construcción del nacionalismo español contemporáneo. Más allá de la articulación de la cultura castellana que ha derivado en un nacionalismo de segundo orden, queremos analizar este suceso histórico de los Comuneros, en que si bien no se puede hablar de Revolución popular puramente, esta revuelta fue lo más similar a un estallido social que hizo temblar la comodidad de los poderosos de su tiempo.
Se inicia en Toledo en abril de 1520, y tuvo tres personajes relevantes: Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, que acabarían siendo ajusticiados un año más tarde tras la Batalla de Villalar. Los regidores de Toledo son animados a no partir hacia las Cortes Reales tal y como habían sido convocados, impelidos según las crónicas de la época por hombres bajos, traviesos, escandalosos de vida airada y gentes del pueblo armada. Una presión de grupos populares, que se vuelve a repetir en mayo de 1520 en Segovia: tintoreros, pañeros y artesanos acaban ejecutando al procurador real Rodrigo de Tordesillas, quien había sido sobornado para aceptar el mandato de los impuestos económicos por la monarquía. Los distintos concejos (Ayuntamientos corporativos) de ciudades castellanas, durante ese verano de 1520 se alzarán en contra de las medidas de imposición económicas de la Monarquía Hispánica, recientemente encabezada hereditariamente por la Casa de Austria, y en concreto Carlos I.
Gentes comunes, que no principales, según las propias fuentes, fueron la principal fuerza de esta revuelta antiseñorial y que retó a la Alta Nobleza castellana aliada con la monarquía. Si las clases medias e hidalgos acabaron liderando los ejércitos que se enfrentaron en campo abierto a las tropas reales; este estallido social en las distintas ciudades castellanas no habría sido posible sin la participación activa de sus clases populares. Nos da nota de un tiempo en que todo parecía muy en sintonía de una estructura social inamovible, y que siempre han existido fuerzas latentes y pequeños sucesos en lo cotidiano que han saltado a la palestra de lo revoltoso como una manera de expresar resistencia a injusticias. No siempre, por supuesto, se han dado en los términos que contemporáneamente hemos instituido que deben darse las revoluciones en el mundo; y que limitan mucho las perspectivas emancipatorias a lo largo de la historia.
La estratificación social y económica de estas ciudades castellanas estaba marcada igualmente por jerarquizaciones, por un mercado europeo textil del cual dependía gran parte de la economía de esta época. Ni antes del capitalismo había un pasado ideal y mesiánico comunitario, ni el sistema liberal ha traído un equilibrio social, sino que, sostenido por las jerarquías de siempre, ha instituido unos regímenes que nos hacen partícipes complacientes de nuestra condición de precarios y desahuciados de la sociedad.
El concejo popular de la villa de Madrid se levanta contra la oligarquía nobiliaria
La noche del 4 de julio de 1520 estallaba el primer episodio de la Revuelta Comunera en la villa de Madrid, cuando dos artesanos llamados Francisco Marqués y Juan Cachorro, alertaban de la llegada del alcalde Herrera junto a decenas de soldados. Entre gritos y en medio de la cálida noche, la multitud se echa a las calles y se congregan a las puertas del Palacio de los Vargas, en la madrileña Plaza de la Paja. La familia Vargas es una de las principales entre la oligarquía madrileña y mantiene estrechos vínculos con el monarca, además en ese palacio se guardaban algunas armas adquiridas recientemente por la villa. Se asalta el palacio y se reparten las armas entre los vecinos, que servirán para formar la primera milicia comunera de Madrid. Esta patrullará las calles de la villa y más adelante saldrá en apoyo a otras ciudades castellanas integrándose en el Ejército comunero.
No se sabe si realmente fue un rumor que el alcalde Herrera llegase con tropas esa noche a la ciudad, pero en todo caso el pueblo de Madrid era consciente de que tenían que defender la villa, en contacto estrecho con la ciudad de Toledo. Los miembros del concejo madrileño se negaron a pagar el servicio al futuro Emperador Carlos V en Cortes, después de las asambleas multitudinarias de los representantes de barrios. Los ánimos estuvieron caldeados esa primavera, y el regente Adriano de Utrecht envió el 17 de junio una carta al concejo madrileño prohibiendo los festejos de San Juan para evitar posibles altercados. Dos días después vuelve a escribir otra misiva en la que advierte a Madrid para que cese de tener contactos con Toledo. Sin embargo, en esas fechas ya se había producido una ruptura con la monarquía, al ser destituido el corregidor Astudillo colocado por Adriano en el cargo, y sustituido temporalmente por Juan Zapata. Desde finales de junio, en Madrid se había conformado ya una Comunidad en las reuniones mantenidas en la Iglesia de San Salvador; un ayuntamiento popular que junto a la milicia armada se erigen de facto como un poder popular alternativo al del Consejo Real.
Este ayuntamiento subvierte toda la legalidad anterior. Entre otras cosas, los oficiales serán nombrados por el pueblo y no por el rey, se eliminan los cargos vitalicios, y los representantes de las parroquias, es decir, los barrios, vuelven a tener presencia. Los estamentos no privilegiados ven reforzada su participación en la vida política de la villa. Se determina que el ayuntamiento repartiera 900 fanegas de trigo entre los sectores más desfavorecidos de la población. A pesar de ello, la oligarquía sigue teniendo cierta presencia. El día 21 de julio habían conseguido pactar con la Comunidad que se respetase el Alcázar, mientras desde allí no se hostigase a la población ni se reforzase con nuevas tropas reales. Algunos caballeros están tomando contactos y urdiendo intrigas palaciegas para acabar con esta situación desde el interior de la villa. De hecho, en esas fechas muchos miembros de la oligarquía están abandonando la ciudad, algunos para unirse al bando realista, y sus bienes son saqueados en su ausencia. También se confiscarán varios impuestos recaudados para la monarquía y se destinarán a sufragar los gastos del Ejército comunero; la Comunidad cada vez está más fuerte y hay más tensión social.
Del asalto comunero al Alcázar madrileño a la revuelta campesina en el sur
Ante el asedio realista a Segovia, los comuneros de Madrid se dan cuenta de que necesitan más armas y a mediados de julio se decidirán a romper la tregua y asaltar el Alcázar para tomarlas. El alcaide del Alcázar, Francisco Vargas, había huido de la ciudad, quedando su mujer María Lago al frente de la defensa del mismo. El Alcázar de Madrid estaba situado donde se encuentra actualmente el Palacio Real, que fue demolido por Felipe V tras el incendio de 1734, nunca se sabrá si intencionado o no, pero se sabe que a los Borbones no les gustaba el estilo tosco de esa arquitectura castellana. La ciudad inició el asedio aislando a la guarnición y cortando las vías de aprovisionamiento de víveres y armas. Toledo, por su parte, colaboró enviando al regidor Gonzalo Gaitán al frente de quinientos hombres y treinta lanzas. La fortaleza resistirá hasta la fecha del 31 de agosto.
La rebelión campesina antiseñorial y la ruptura de la Alta Nobleza con el movimiento comunero era un hecho. En pleno asedio del Alcázar, algunos comuneros solicitan al señor de Torrejón de Velasco, Juan Arias Dávila, que acuda a ayudarles. Él hace lo contrario, recluta hombres para combatir a los comuneros, lanzándose contra la villa de Madrid. Inmediatamente desde Alcalá de Henares y desde Toledo se envían refuerzos a Madrid y por los municipios del sur se desata una violencia contra todas las posesiones de Juan Arias, que será el germen para la revuelta campesina. Campesinos comuneros de pueblos como Móstoles, Illescas, o Chinchón llegarán a Torrejón de Velasco y destrozarán el Castillo de Puñonrostro, de Juan Arias Dávila.
Las consecuencias de la revuelta comunera; legado ideológico y represión
Se trató de una revuelta dinámica. Alentada al calor del avance de su movilización, se suma de manera determinante esta implicación social popular mencionada. Unos hechos protagonizados por individuos comunes con profesiones manuales y con un estilo de vida migratorio o nómada a lo ancho del territorio castellano. Hubo más de cuatrocientos represaliados oficialmente, embargos de bienes o torturas a las familias, con una represión más cruel a los estratos populares; muchas de estas represiones extrajudiciales. Solamente se incluyeron en el perdón general a la punta de la pirámide, se fue condescendiente con los privilegiados y cruelmente duro con los débiles.
«El ideario comunero era muy heterogéneo, y se expresó de manera más o menos radical o reformista según el contexto particular de los sucesos en cada ciudad o región campesina. Las motivaciones ideológicas de las clases populares en aquellos tiempos eran confusas, contradictorias, mezcla de tradiciones, expresadas a través de folclore, mitos y prácticas cotidianas». El orden social al que aspiraba el campesinado era una vida sin señores, se abrieron los concejos a la participación popular, y se defiende la constitución de esta institución de democracia directa. Las medidas comuneras iban en el sentido de la defensa política y el reparto equitativo del trigo, suprimir alcabalas (impuestos sobre el comercio) y otros impuestos lesivos a las clases populares o cambios en la representación municipal. Una revuelta que, si bien en una concepción plenamente estamental de la sociedad, situó un punto en la historia de las luchas de las gentes comunes.
Fuentes:
Realistas y comuneros en Madrid en los años 1520 y 1521. Introducción al estudio de su perfil sociopolítico. Máximo Diago Hernando. Instituto de Historia, CSIC, Madrid. > http://digital.csic.es/bitstream/10261/30683/1/Realistas_y_comuneros.pdf
‘Comunidades de Castilla. La Revuelta Comunera.’ – Revista Contrahistoria. Núm 4, Primavera 2012 > www.revistacontrahistoria.blogspot.com
José Nieto Sánchez. Doctor en Filosofía y Letras por la UAM, y profesor de Historia Moderna. Conferencia: ‘La revolución de las Comunidades de Castilla: un análisis social’. Emitido el 14 de abril de 2021 >