Revuelta en Bosnia-Herzegovina

Hace ya un par de meses, a mediados de febrero, comenzaron a llegarnos pequeñas noticas sobre protestas que se sucedían en Bosnia-Herzegovina, protestas que rápidamente se extendían por toda su geografía y que nos dejaban imágenes de edificios gubernamentales en llamas. Un primer acercamiento a la situación nos llamó la atención “gratamente”, nos encontramos ante una serie de manifestaciones en las que se reclamaban mejores condiciones de vida, en las que se asumía el papel parasitario de las instituciones políticas, en las que las cuestiones sociales y de clase pasaban por encima de las diferencias religiosas o étnicas, en las que se palpaban modos de autoorganización… Como es de suponer, la revolución no estaba a las puertas, pero el salto hacia delante es importante. Tras estos dos meses, finalmente nos hemos decidido a dedicar un esfuerzo a tratar de analizar, aunque sea muy por encima, este asunto.

Buscando información de cara a escribir este artículo, hemos tratado de encontrar diferentes puntos de vista sobre lo acontecido en Bosnia, y como la primera noticia con la que nos topamos fue en el periódico El País, decidimos, a modo de experimento leernos todos los artículos que editó dicho medio sobre la revuelta (no es que fueran muchos, todo hay que decirlo). A ver cuál es la información que le llega a una persona sin más interés en el tema que el suficiente para leerse todos los días dicho periódico, alguien que no va a rebuscar mucho por ahí para enterarse del asunto. El resultado no es muy extenso, todo concluye con cinco días y seis artículos, hasta ahí llega el interés que generan los/as bosnios/as y sus conflictos, como ya dejara entrever una de las periodistas de El País en su propio texto (“el foco de los medios de comunicación –sobre todo de los extranjeros- se irá cerrando hasta un fundido en negro. Como si Bosnia, y el malestar de los bosnios, no existieran.”). Ni tampoco muy enriquecedor, pues los repuntes violentos más vistosos son lo que más atraen la mirada periodística, dejando más de lado la contextualización de las protestas, el movimiento de asambleas que acompaña a las movilizaciones o dando a entender en repetidas ocasiones que su no pertenencia a la UE agrava los problemas cotidianos. Suponemos que la coincidencia en el tiempo con los acontecimientos de Ucrania y Venezuela les hizo sombra, más si cabe cuando las protestas en Bosnia no pueden ser utilizadas en ningún juego geoestratégico. Si no hay morbo ni carnaza que arrojarse entre potencias capitalistas, ya se puede ir desmontando el chiringuito mediático.

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«Incendio de un edificio gubernamental. En la pared se puede leer: «Despidámoles a todos (los políticos). Muerte al nacionalismo»» y «La revolución es la única solución»

La coyuntura bosnia
Tras lo dicho, nos metemos en harina, y puesto que una de las cosas que hemos criticado de los medios de comunicación en este caso es la falta de contextualización, vamos a empezar por ponernos, rápidamente, en situación . Desde un punto de vista político, durante gran parte de la modernidad histórica Bosnia ha formado parte de otros entes supranacionales, ya fueran el Imperio Otomano o el Austrohúngaro hasta finalizada la Gran Guerra, la Yugoslavia de los años de entreguerras, la Croacia fascista de los años 40 o la Yugoslavia socialista que acompaña el final de la Segunda Guerra Mundial. Ya en 1992 se declara como Estado independiente, pero no será hasta pasar la guerra civil de 1992-1995 (englobada en el despropósito de las guerras balcánicas), que se firma, en este último año, el Acuerdo de Dayton (por Croacia, Bosnia-Herzegovina y Serbia) y conforma el actual Estado de Bosnia-Herzegovina, que contiene dos entidades: Federación Bosnia ( engloba las comunidades con mayoría bosnia y croata, y se divide a su vez en diez cantones) y la República Srpska (con las comunidades con mayoría serbia) –a lo que habría que sumar un distrito federal netamente independiente, el Distrito de Brcko-; y un complejo sistema administrativo en el que se mantienen unos cupos de participación y rotación de cargos generales entre miembros de las tres comunidades, serbia, croata y bosnia musulmana que suman, en total unos 3,8 millones de habitantes. Todo ello bajo tutela de la Unión Europea. Los diversos conflictos étnicos que han latido durante años en la región, son a su vez reproducidos por esta complejidad administrativa y por las élites de cada una de las comunidades en pos de sus intereses económicos (destacando en este juego los diversos partidos nacionalistas de cada una de las comunidades).

Si por otro lado nos vamos a los fríos datos económicos y sociales, nos encontramos con un país con una tasa de paro real que se supone alcanza el 44% (los datos oficiales lo reducen a la mitad, pero no mucha gente les otorga gran credibilidad), llegando casi al 70% en el caso de los/as jóvenes; un 20% de la población viviendo por debajo del umbral de la pobreza, un sueldo medio paupérrimo que no llega a las 500 euros mensuales, uno de los peores sistemas de salud de Europa junto con una seguridad social casi inexistente, una economía en recesión durante varios años, una política altamente corrupta… A todo habría que sumarle el proceso que se genera con la caída del Estado socialista y la entrada por la puerta grande en el libre mercado, en el que las antiguas élites socialistas (junto con algunas nuevas) comienzan la privatización de todos los sectores productivos, lo que conduce a la quiebra de muchas de estas empresas (con los consiguientes despidos, o incluso trabajadores/as que curran sin recibir un salario) de la mano de unos nuevos propietarios que ganan más succionando el capital y los excedentes de la empresa que tratando sacarla adelante, con lo que la economía se acaba dirigiendo a una nula producción económica interna. Es por ello, que el modelo económico subsiste en gran medida por el apoyo financiero exterior (de la UE o el FMI) y el dinero llegado de los/as emigrados/as (en torno al millón de personas).

Las revueltas de febrero
Regresando a 2014, a las actuales protestas, nuestra intención es hacer un pequeño recorrido cronológico por las mismas, y tratar de analizar algunos aspectos que nos parecen relevantes. En ese sentido, para buscar el punto de salida de estos acontecimientos, nos tenemos que dirigir a la ciudad de Tulza, situada al noreste de la Federación Bosnio-Croata. Nos encontramos ante una población de mayoría bosnia, gobernada por el partido socialdemócrata y que durante la Yugoslavia de Tito fue un importante centro industrial. Cabe destacar su pasado fuertemente izquierdista, así como el hecho de que durante la guerra de los 90, Tulza fue una de las ciudades en las que más resistencia hubo hacia los enfrentamientos étnicos. Dentro de la dinámica ya señalada anteriormente, Tulza ha seguido un proceso de desindustrialización generalizada; primeramente estas empresas se han privatizado, para después ser pauperizadas a conciencia por sus nuevos dueños, y acabar cerrando. Es en este contexto, que en la actualidad se mantienen en conflicto varios centros de trabajo, principalmente cinco, que han mantenido una lucha constante durante años por salarios impagados, seguros médicos que desaparecen o intentos de cierre (y venta de la maquinaria industrial). Dichas protestas, durante todo ese tiempo han pasado por diferentes modos y formas, de manifestaciones pacíficas a huelgas de hambre. Pero de repente se llega a un punto de inflexión, y la convocatoria de miércoles 5 de febrero frente a la sede del Gobierno Cantonal de Tulza, que sale de los sindicatos de dos de las empresas en lucha (Dita y Polihem), tiene una espectacular difusión y seguimiento. Tanto ese día como el siguiente, miles de personas apoyaron las concentraciones de protesta de los/as trabajadores/as, y la protesta deja de circunscribirse al ámbito específicamente laboral para adquirir una dimensión más global, que atañe a las paupérrimas condiciones de vida del proletariado. Ya en la protesta del jueves se producen los primeros choques con las fuerzas de seguridad.

Rápidamente, y principalmente a partir del viernes 7 de febrero, se van organizando actos solidarios por muchas otras ciudades bosnias (ante todo y con mayor fuerza en la zona de la Federación Bosnio-Croata) como Zenica, Mostar, Bihac o Sarajevo, en las que nuevamente destacan las reivindicaciones de carácter social y económico, y las peticiones de dimisiones de los diversos gobiernos locales, cantonales o generales (sin olvidar los diversos grupos de trabajadores/as con conflictos laborales abiertos que también suman sus reivindicaciones). Ya durante las protestas del viernes, se endurece la acción policial con numerosas personas heridas, cargas, lanzamientos de gases lacrimógenos e incluso varias personas son empujadas al río en Sarajevo, lo que unido a la falta de respuesta de las diversas instituciones (en muchos casos, más que inacción nos encontramos ante un desprecio evidente hacia las protestas), acaba generando en los/as manifestantes distintos intentos de autodefensa colectiva. Finalmente, las fuerzas de seguridad se ven superadas en numerosas ciudades (o directamente, en algunos contados casos dejan de intervenir), y se producen el asalto e incendio de varios edificios institucionales (cámaras cantonales principalmente).

A partir de ese momento, y durante casi una semana se fueron sucediendo numerosas movilizaciones a lo largo de todo la geografía bosnia (llegándose a producir actos solidarios, aunque menos numerosos, también en ciudades de la República Srpska como la capital Banja Luka), manifestaciones, cortes de calles y carreteras, concentraciones de apoyo a los/as detenidos/as, enfrentamientos con las fuerzas de seguridad… Poco a poco, la tensión se va suavizando, y van tomando cada vez más fuerza y presencia las asambleas (denominadas plenos, en referencia a las experiencias planteadas por los/as estudiantes croatas en 2009) que se han ido creando desde el principio de las protestas en las ciudades, y que suponen un espacio de debate y toma de decisiones de carácter horizontal. A partir de ahí, han ido surgiendo diversas demandas y acciones, y es por este camino por el que se ha mantenido viva la protesta.

Durante todo este tiempo también se han llevado a cabo numerosas manifestaciones y otros actos solidarios en muchos otros puntos de los Balcanes, ya sea en Serbia, Croacia, Eslovenia, Montenegro o Macedonia, en gran medida de la mano de diversos grupos izquierdistas.

Actuación de los medios de comunicación y de los diversos gobiernos
Como era de esperar, la primera respuesta dada desde los diferentes gobiernos locales, cantonales y general a las protestas ha sido la criminalización y el intento de represión de la misma, algo en lo que la prensa local no tardó en ayudar. Durante los primeros días, todos se afanaron en tratar de desacreditar a los/as manifestantes, a los/as que se llamó hooligans, y se trató de rentabilizar el incendio de parte del Archivo de Bosnia-Herzegovina, que se produjo por el contagio de las llamas de un contiguo edificio institucional. Si bien es cierto que con el paso de los días, muchos de estos gobiernos se han visto forzados a negociar, tratar de buscar salidas, e incluso dimitir (han sido cuatro de diez los gobiernos cantonales que han abandonado su puesto, así como algunos jefes de la policía, entre ellos el director de Coordinación de la Policía de la Federación Bosnia, que llegó a pedir una intervención armada de la UE en el país. Algo que llegó a valorarse por algún que otro político europeo).

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“La revolución es la única solución”

El papel de las diferencias nacionales o étnicas
Por otro lado, otra de las cuestiones que más interés ha suscitado durante estas protestas, es la poca importancia que han cobrado las diferencias étnicas-religiosas, quedando en gran medida sepultadas por las reivindicaciones de carácter político, social y económico. En este sentido, y desde nuestro punto de vista estereotipado, nuestro conocimiento de la realidad histórica cercana bosnia se reduce, en gran medida, a conflictos y guerras en los que el nacionalismo jugaba un papel principal. Lo cual no está del todo alejado de la realidad, pues como ya se ha destacado anteriormente, los acuerdos de Dayton suponen en la práctica una división estatal basada en las diferencias entre bosnios, serbios y croatas. Pero también hay que reseñar que poco a poco ha ido cambiando algo que se empieza a materializar ya desde 2006, con el nacimiento del movimiento Dosta (Basta), un pequeño foro (con una gran diversidad de sensibilidades) nacido en Sarajevo que fue creciendo hacia diversas movilizaciones con reivindicaciones sociales, y en el que ya superaban las diferencias étnicas. Aunque también es cierto que en algunos casos esta superación de los nacionalismos clásicos trata de realizarse desde posiciones que abogan por una construcción de la identidad bosnia (con mayúsculas, como Estado), algo que también nos parece peligroso. Si bien es cierto que desde los diversos grupos políticos nacionalistas (muchos de ellos en el poder en ciertas regiones) se ha tratado de azuzar el fantasma del conflicto étnico, tratando de presentar, según la zona, la protesta como un intento bien de los bosnios de caminar hacia un Estado más centralizado, bien de los serbios y croatas de aumentar las competencias de cada uno de sus gobiernos regionales; estas teorías de conspiración han sido contundentemente respondidas en la calle por los/as manifestantes. Se han producido marchas a lo largo de todo el país, y han sido numerosas las proclamas en contra de los nacionalismos. Uno de los ejemplos más interesantes es el Mostar, capital de la zona croata, en la que las manifestaciones han juntado tanto a bosnios/as como a croatas y donde en los disturbios del día 7 de febrero no sólo se atacaron edificios institucionales, sino que también se quemaron las sedes de los partidos nacionalistas bosnio (SDA) y croata (HDZ). También destacan las numerosas pintadas en diferentes ciudades en las que se puede leer “muerte a los nacionalismos”.

Pero, ¿Quién se ha manifestado? ¿Por qué? ¿Hacia dónde caminan?
Son muchas las preguntas que tenemos, y no son sencillas las respuestas. A la primera de ellas, quién ha salido a la calle, parece claro que estas protestas han conseguido aunar, según un activista de Mostar, a: “trabajadores, desempleados, pensionistas, muchos jóvenes, soldados desmovilizados, aficionados de fútbol, activistas de derechos humanos, padres con hijos…”. En cuanto al porqué, no hay más que volver a echar una mirada a la situación actual del país: la pobreza generalizada, los altos índices de paro o la falta de acceso a prestaciones sociales de una importante parte de la población, que se enlazan con unas élites que se enriquecen cada vez más y unos gobiernos abiertamente corruptos e incapaces de satisfacer las necesidades más básicas de la población (siendo esto último ampliado en este caso particular de la mano de la interminable y triple administración, con su consiguiente ineficacia). A ello hay que sumar el camino recorrido desde la época de Tito, una determinada “seguridad económica y social” que se ha ido esfumando de la mano de la entrada de lleno en el libre mercado, con las consiguientes privatizaciones, desmantelamiento industrial, pérdida de puestos de trabajo, falta total de comercio local… y todo por obra y gracia de las antiguas élites socialistas. Realmente, la pregunta sería ¿por qué no hasta ahora? Queda patente que la raíz principal de todo este lío deriva de las condiciones de vida, y por tanto, es un intento de cambio de rumbo.

Lo que nos lleva al cómo, a las fórmulas de lucha por las que ha discurrido esta protesta. Al contrario que en otros lugares, como pueda ser el caso ucraniano (con todas las diferencias entre ambos), en Bosnia no se ha tomado el camino de la búsqueda de los grandes salvadores (llámense UE o Rusia) ni se ha enarbolado la bandera del nacionalismo más exacerbado ni, por ahora, han surgido partidos políticos capaces de aglutinar el malestar. En ese sentido, tras unas movilizaciones generadas de manera más o menos espontánea (y que han dado paso a la sincera mala hostia acumulada durante tanto tiempo que te lleva atacar los símbolos de poder cuando te joden y encima cuando te quejas te pegan) y ante la falta de movimientos políticos, sociales o sindicales fuertes y que puedan apoyar el proceso de lucha en ciernes, la gente ha tratado de encauzar su acción a través de sus propia iniciativa. Y es en este punto en el que se generan los plenos, grandes asambleas de barrio o ciudad en los que se debaten las demandas y se concretan acciones desde unas formas de funcionamiento en gran medida horizontales; lo que se deriva de una desconfianza total hacia los mecanismos de participación propios de las democracias representativas y de la necesidad que sentimos de ser nosotros/as mismos/as quienes construyamos nuestra vida.

Las demandas de estos plenos, han sido, en gran medida demandas entorno a reformas de carácter social y político: detención de las privatizaciones, mejora de las condiciones de vida, mejora en los servicios sanitarios, dimisiones políticas, medidas para tratar de evitar y castigar la corrupción, creación de gobiernos con gente ajena a los partidos oficiales y con mayor control ciudadano… unidas a las demandas específicas de diferentes grupos de trabajadores/as en lucha. Demandas reformistas, con carácter radical, pero reformistas; lo cual entraba dentro de lo lógico. Está claro que estos enormes plenos tienen sus límites, más si cabe cuando nos encontramos ante un fenómeno nuevo dentro de la historia reciente del país, como puedan ser las diferentes capacidades de participación en los mismos, la falta de una clara construcción de clase, el inconsciente intento de adecuarlos a los ritmos y las formas propios de quienes nos gobiernan y así un largo etcétera. Al final, no nos encontramos ante un proceso revolucionario, eso está claro, pero también es cierto que este tipo de luchas son imprescindibles para ir generando un proceso de resistencia, para ir creando redes, comunidad, solidaridad y formas de lucha que vayan creciendo. Aún son pocos/as los/as que asumen una crítica al capitalismo en sí, y menos aún los/as que verán una salida en la superación del Estado, pero no es menos cierto que este tipo de experiencias de lucha (con un importante componente de autoorganización, con debates y tomas de decisión colectivas…) son los que pueden ir creando estas nuevas consciencias, pues hace falta tiempo y práctica para ir imaginando y creando alternativas más allá de lo existente. Yendo más allá, teniendo en cuenta la crudeza de la situación de los/as bosnios/as y la deriva de la acción política liberalizadora de sus diversos gobiernos, difícil es que la situación mejore en breve, por lo que las condiciones seguirán requiriendo un importante cambio por nuestro bando.

La situación actual es más complicada de explicar, la información que hay es menor y ante todo parece claro que la ola de rabia ya ha pasado. Ahora habrá que ir viendo el recorrido que tienen los plenos, cómo se reacciona cuando no se cumplan muchas de las demandas de los mismos, cómo se va enfocando la lucha a medio-largo plazo, qué estructuras o redes permanecen en el tiempo o qué capacidad de contagio tiene la situación a las regiones de su entorno.

Finalmente, queríamos dejar claro que para realizar este artículo se han utilizado diversas fuentes (algunas más cercanas que otras al contexto geográfico de Bosnia-
Herzegovina). Os dejamos la referencia a un par de artículos que nos han parecido más interesantes o clarificadores:

https://libcom.org/library/what%E2%80%99s-bosnia-juraj-katalenac
https://libcom.org/news/global-uprisings-documentary-bosnia-herzegovina-spring-21032014 y http://www.crimethinc.com/blog/2014/02/18/anarchists-in-the-bosnian-uprising/

(todos ellos en inglés, si bien la traducción automática de los mismos permite entenderlos, más o menos). Asumimos que lo escrito es sólo un pequeño acercamiento a este conflicto, que nos hemos dejado mucho fuera, y por ello os aminamos (nosotros/as ya lo estamos) a seguir investigando sobre el tema.

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