«Un niño que no sea abrazado por el pueblo lo quemará para sentir su calor».
– Proverbio africano
Desde finales de junio se han sucedido numerosos disturbios en la antigua Suazilandia, un pequeño país al sur del continente africano rodeado casi en su totalidad por Sudáfrica, y con límite al Este con Mozambique. Eswatini sería el nuevo nombre de este país que, oficialmente impuso la monarquía swazi en 2018 para conmemorar los 50 años de independencia de Reino Unido. Se trata de la última monarquía absoluta de África, una entidad carcunda y anclada en otro tiempo desde la perspectiva civilizadora occidental y defensora (pero solo por escrito en fastuosas constituciones) de la división de poderes más estricta. Este pequeño país, exportador de materias primas principalmente a su vecina Sudáfrica, es una consecuencia pasada y presente de un colonialismo que actúa en muchos niveles de violencia y según las criminales leyes del extractivismo de recursos. Un país que, por ejemplo, no se diferenciaría mucho en intensidad del autoritarismo político de Marruecos, pese a que este país norteafricano afirme ser una Monarquía Constitucional, y Europa pacte con gusto todos los tratados de comercio intercontinental que sean necesarios. Eswatini sirve para desviar las miradas de otros gobiernos igualmente violentos en el mundo, utilizado como ejemplo de todo lo que está mal políticamente hablando, pero no por ello nuestro análisis debe invalidar la ciertísima realidad de las necesidades de mínima emancipación que siempre apoyaremos de cualquier población que se levante contra cualquier autoritarismo.
Origen político y social de las protestas populares sin precedentes en el país
Desde finales de junio se han producido enfrentamientos entre grupos de manifestantes antimonárquicos y las fuerzas de seguridad por todo el país. Según fuentes de la oposición el rey Mswati III, quien gobierna el país desde 1986, estaría siendo cuestionado por una parte importante de la población.
Estas protestas populares antimonárquicas sin precedentes recientes se originaron en el mes de abril cuando se unieron varios movimientos de protesta tras el asesinato, por parte de la policía swazi, de un activista estudiantil y la expropiación de tierras agrícolas, para el uso particular de la monarquía. Las protestas comenzarían a intensificarse rápidamente cuando, el pasado 24 de junio, el rey Mswati publicó un decreto prohibiendo el envío de solicitudes al gobierno con el fin de impedir la entrega de varias demandas para la realización de reformas democráticas en el país.
Comenzaron a producirse revueltas en varias ciudades de Eswatini. fundamentalmente en Manzini, la ciudad más poblada del país. El ejército ha sido desplegado en las principales ciudades para dispersar las protestas, controlar los disturbios e impedir los saqueos. La rama local del EFF, un partido panafricanista socialdemócrata originado en Sudáfrica, afirma que se está produciendo una revolución en el país y se otorgaba inicialmente un papel protagonista en la misma. El gobierno de Eswatini ha suspendido durante varias semanas las clases e impuso un toque de queda ente las 6 de la tarde y las 5 de la madrugada.
Doble objetivo: Contra la represión policial y la monarquía absoluta, por la justicia social y la libertad política.
El Primer Ministro en funciones, Themba Masuku, nombrado personalmente por el monarca, aseguraba que haría todo lo posible para abordar las demandas de los manifestantes. Tras varios intentos forzados desde la vecina Sudáfrica al gobierno swazi para abrir diálogo con activistas y sindicatos, la respuesta ha sido la sangrienta actuación de las fuerzas policiales. El gobierno también ha utilizado la clásica táctica del poder autoritario señalando que las manifestaciones habían sido «secuestradas por criminales» y que las fuerzas de seguridad han sido desplegadas para mantener la ley y el orden. Sin embargo, durante semanas han continuado los disturbios antimonárquicos en Eswatini. En Mbabane, la capital del país, se habrían quemando negocios vinculados a la monarquía. Numerosas marchas pacíficas han discurrido por sus ciudades, y han dejado al menos hasta mediados del mes de julio, el asesinato de 142 de manifestantes o participantes en los bloqueos laborales.
El acceso a internet y el uso de las redes móviles se encuentran limitados, aunque esto no ha impedido que los manifestantes se coordinasen para incendiar decenas de fábricas, almacenes y puestos comerciales durante algunas noches como protesta. Algunos líderes sociales afirman que las protestas continuarán y escalarán hasta que las reclamaciones sean alcanzadas, siendo indispensable cerrar el parlamento y forzar al gobierno a disolverse. The Times of Eswatini, el periódico más antiguo del país, ha cerrado sus oficinas después de que un grupo de manifestantes antimonárquicos irrumpiera en las mismas. Los manifestantes acusan al medio de comunicación de criminalizar las protestas y de respaldar a la monarquía. Los militares invaden casas de opositores políticos ejerciendo una brutal violencia, ninguno de estos sucesos es recogido por los medios nacionales bajo el control de la monarquía, ni tampoco por demasiados medios internacionales. Si se quieren seguir los sucesos recomendamos echar un vistazo en Twitter al hagstag #EswatiniProtests o #EswatiniLivesMatter.