Los tiempos rebeldes necesitan de organización, de encontrarse y discutir sobre la humanidad, de obtener nuevas ideas consecuencia de arduos debates y también nuevas estrategias nacidas de la reflexión y el conflicto constructivo. Mientras se escribían las líneas de este artículo, se cumplen 150 años de un congreso internacional antiautoritario donde las ideas librepensadoras y el federalismo anarquista se debatían en la Europa de abajo y a la izquierda de aquellos tiempos. A finales del verano de 1872 se reunió por primera ocasión la Internacional de Saint-Imier, fundada por Mijail Bakunin y James Guillaume, tras ser expulsados en el Congreso de La Haya de la Primera Internacional.
Siglo y medio después de aquél encuentro, se han vivido algunos ciclos históricos de revolución y experiencias emancipatorias de la clase trabajadora, pero también la gran derrota obrera que ha supuesto la aplastante imposición del neoliberalismo global. Esto hace que sea más necesario que nunca regresar a un horizonte de organización internacionalista que recoja los ideales humanistas de estos congresos históricos y adaptarlo a la lucha social de la actualidad y la superación del capitalismo.
Orígenes de la Primera Internacional y camino hacia la escisión marxista y bakuninista
Desde la Revolución de 1848 en Europa las jóvenes generaciones de trabajadores, fueron fraguando lentamente movimientos y se fundaron pequeñas organizaciones que veían necesario relacionarse internacionalmente. Entre los años 1862 y 1864 en ciudades como París o Londres, algunos núcleos obreros trabajaron directamente en la labor de esa vinculación.
Los orígenes de la Primera Internacional se asientan sobre algunas reuniones públicas, cuidadosamente preparadas, con buenos oradores y un público entusiasta, hasta que resultó por fin la reunión del 28 de septiembre de 1864 en Londres. El objetivo principal era lograr un orden social más justo e igualitario luchando contra el capitalismo, y la Internacional se postulaba como un símbolo de solidaridad entre los obreros por encima de las fronteras. En España comenzó a tener repercusión con la llegada de Giuseppe Fanelli, enviado por la sección anarquista de la Internacional y que, tras un encuentro con Anselmo Lorenzo, Rafael Farga i Pellicer o Tomás García Morago, consiguió su implantación en Barcelona y la celebración del Congreso Obrero de 1870. La sección marxista fue introducida en España por Paul Lafargue, consiguiendo afianzarse en la vertiente cantábrica. Sin embargo, la vía anarquista será la que más arraigo alcance.
En 1867, Bakunin se había establecido en la ciudad suiza de Ginebra y en septiembre de 1868 fundó la Alianza Internacional de la Democracia Socialista, en la que se integraron algunos exiliados rusos, polacos, franceses e italianos. Por lo tanto, se funda como una organización con perspectiva internacional, que contó desde 1871 con la colaboración de la Federación del Jura, la más importante federación anarquista en la Primera Internacional de un pequeño cantón suizo. Tuvieron un gran apoyo sus tesis contrarias a la participación en las instituciones políticas burguesas, proponiendo la intervención política directamente sobre las clases populares.
Esta organización anarquista, tenía una existencia tanto pública como clandestina, según la situación política de persecución y represión en cada país en que trataban de instalarse. Por lo tanto, concebían su estrategia en el dualismo organizativo, querían articular una organización política que reforzase su intervención en la acción de la clase obrera. Los miembros de la Alianza no creían que la conciencia social y la estrategia revolucionaria fueran resultados directos e inmediatos de la represión autoritaria. La acción colectiva requería de tácticas en que confluyeran tanto el pensamiento político como la motivación revolucionaria, surgida de organizaciones militantes que agitasen y favoreciesen la organización de la clase trabajadora.
En el V Congreso de la Asociación Internacional de Trabajadores en La Haya entre el 2 y el 7 de septiembre de 1872, se produjo la escisión entre marxistas y bakuninistas. La principal diferencia que se tenía fue una distinta concepción de la esencia de la propia organización Internacional, siendo para Karl Marx una función centralizadora, unificadora y que dirigiera el movimiento obrero hacia la dictadura del proletariado como situación transitoria. En cambio, la visión de Mijail Bakunin postulaba a que la Internacional fuese una confederación de movimientos social-revolucionarios autónomos y su oposición al autoritarismo, defendiendo la libertad de acción del pueblo. A Bakunin no le interesa tanto un porvenir anarquista perfecto, pero sí que le preocupa sentar unos buenos fundamentos de la nueva sociedad emancipada, una base que impida una reacción y garantice la transformación social. Bakunin insistía en un sólido comienzo de la revolución social basado en la organización y no se fía de espontaneidades ni del azar.
El congreso de Saint Imier, 1872: «Pacto de Amistad, de Solidaridad, y de Defensa Mutua entre Federaciones Libres»
En la celebración del Congreso de La Haya, el Consejo General de la Internacional decidió la expulsión de los anarquistas Bakunin y Guillaume, argumentando que no habían disuelto la Alianza Internacional de la Democracia Socialista, organización que desde el comienzo había desatado roces con el sector marxista, y que exigían no pudiera participar en la Internacional sino a través de las federaciones regionales de sus miembros. Una cuestión paradójica que una organización internacionalista no pudiera participar oficialmente en la Internacional, aunque lo que esa decisión escondía era el temor de que acabasen consolidándose las tesis netamente anarquistas contra la vía de la dictadura del proletariado.
Los delegados de la Federación del Jura (Suiza), la Federación de Bélgica, la Federación Napolitana y la Federación Regional Española, junto a un delegado holandés y otro suizo, firmaron un manifiesto mostrando su total rechazo a la expulsión de los compañeros anarquistas. Estos reaccionaron inmediatamente abandonando el congreso en La Haya, y marcharon a la ciudad suiza de Zúrich donde tuvieron una primera reunión. Decidieron desplazarse a la localidad de Saint-Imier, donde por iniciativa principalmente de la federación italiana, entre ellos Giuseppe Fanelli o Errico Malatesta, se decidió realizar un congreso que diera continuidad a la Asociación Internacional de Trabajadores, fundando la Internacional antiautoritaria.
Este congreso tuvo lugar en el edificio del ayuntamiento municipal de Saint-Imier entre el día 15 y 16 de septiembre de 1872, asistiendo seis delegados italianos, cuatro delegados españoles, dos franceses, dos suizos y un delegado estadounidense. Estos quince delegados aprobaron un total de cuatro resoluciones en el congreso, siendo la primera resolución un rechazo por unanimidad a los acuerdos del congreso en La Haya y a la decisión de su Consejo General, de mayoría marxista, sobre la expulsión de Bakunin y Guillaume. La segunda resolución acordó el denominado como «Pacto de Amistad, de Solidaridad, y de Defensa Mutua entre Federaciones Libres», lo que en la práctica se materializaba como una confederación de autodefensa de aquellas organizaciones internacionalistas frente a las ambiciones autoritarias del marxismo. La tercera resolución versaba sobre la naturaleza de la acción política del proletariado, como un compromiso de solidaridad de la acción revolucionaria al margen de todo poder político provisional de carácter autoritario. Y la cuarta resolución acerca de la organización de la resistencia del trabajo, donde se aprueban las tesis bakuninistas sobre el colectivismo económico.
Los sucesivos congresos de la Internacional antiautoritaria, y el debate sobre las corrientes económicas del anarquismo
La bandera antiautoritaria izada en el congreso de Saint-Imier tendría consecuencias inmediatas. Diez días después de finalizar el congreso se reuniría la Federación belga desconociendo los acuerdos alcanzados en La Haya. A finales de diciembre de 1872 y principios de enero 1873, se reunía el congreso de la Federación Regional Española en la ciudad de Córdoba, acordando sumarse a las resoluciones de Saint-Imier. La Federación inglesa, que siempre había apoyado las tesis marxistas, se reunió a finales de enero de 1873 y acordó la irregularidad del congreso de La Haya, declarando sin valor sus resoluciones y el Consejo General de la misma. En febrero de ese mismo año la Federación holandesa, que aún no había emitido formalmente su opinión, declaraba no reconocer las medidas de suspensión decretadas por el Consejo General de la Primera Internacional. Y, poco después bastantes secciones reunidas en el congreso italiano en Bolonia, desconocían igualmente los acuerdos de La Haya.
En esa situación se alcanza en septiembre de 1873 el congreso de Ginebra, el segundo encuentro de la Internacional Antiautoritaria, u oficialmente el sexto congreso, ya que se considera legítima heredera de la Internacional fundada en Londres en 1864. Coincidió en el mismo mes que el sector marxista había convocado un encuentro en la misma ciudad, resultando este último un fracaso debido al escaso número de federaciones que participaron y porque el Consejo General no acudió por falta de fondos. En el congreso antiautoritario de Ginebra inaugurado el 1 de septiembre de 1873 se debatió acerca de la cuestión de la huelga general, acordando que la solidaridad revolucionaria se materializaría en la declaración de una huelga internacional por parte de las federaciones obreras de todo el mundo, para apoyar cualquier movimiento revolucionario que estallase, e imposibilitar así la concentración represiva de las fuerzas de la burguesía sobre un territorio.
En los siguientes congresos se siguieron tratando temas de debate en torno a la acción política de la clase obrera. En el congreso de Bruselas entre el 7 y el 13 de septiembre de 1874, además se retomó el debate entre la sociedad autoritaria y la sociedad libertaria, e igualmente se habló sobre los servicios públicos básicos en la nueva organización social. También se mencionó por primera vez acerca de seleccionar una lengua universal para el intercambio de las federaciones territoriales de la Internacional, una tendencia precursora que se materializaría con la aparición del Volapük, una lengua artificial creada por el sacerdote alemán Johann Martin Schleyer en 1879, o el reconocidísimo Esperanto, creado por el doctor Zamenhof en 1887.
En el congreso de Berna en octubre de 1876, se debatió sobre un encuentro universal socialista en el que participar junto a otras organizaciones no anarquistas directamente, que tendría lugar en septiembre de 1877 en Gante. Antes de ese encuentro, que trataba de ser el último intento de conciliación entre la vía autoritaria y libertaria del socialismo, se celebró el último congreso de la Internacional anarquista en Verviers, entre el 6 y 8 de septiembre de 1877. A este acudieron tan solo veinte delegados y tuvo una marcada tendencia a abrazar las tácticas de la insurrección y la propaganda por el hecho.
El punto de debate más interesante que se desarrolló en el congreso de Verviers fue el planteamiento enfrentado entre las diversas corrientes económicas: el colectivismo y el comunismo libertario. La línea más predominante hasta entonces fue el anarcocolectivismo, basado en los escritos de Mijail Bakunin, quien había muerto un año antes. Sin embargo, el comunismo como sistema económico fue defendido por la nueva generación anarquista, entre otros por Piotr Kropotkin, Errico Malatesta o Elisée Reclus.
Habiendo sido superado el mutualismo proudhoniano, el colectivismo no cree que el capitalismo pueda ser derrotado introduciendo poco a poco relaciones equitativas en la economía, es una propuesta revolucionaria que opta por la propiedad colectiva de los medios de producción, sin embargo, no cuestiona la existencia del salario y propone que la retribución económica del trabajador corresponda a su capacidad productiva. Aunque el colectivismo fue perdiendo fuerza con las décadas, durante la Revolución social española en 1936, se aplicó este modelo de manera mixta, en circunstancias que ciertos bienes escaseaban y no se encontraba otra manera de retribuir el trabajo.
El comunismo anarquista no cree en la teoría del valor de del trabajo, por lo que no considera que la labor de un productor se pueda calcular de forma objetiva. La máxima de los comunistas libertarios era: «Cada cual según sus posibilidades y a cada cual según sus necesidades». El comunismo libertario, por tanto, no solo cree en la propiedad colectiva de los medios de producción, sino también en la de los bienes de consumo como las viviendas o los alimentos. La Internacional antiautoritaria sentó un precedente de organización anarquista con aspiraciones reales a la trasformación profunda de la sociedad, ese fue su legado.
Memoria histórica de la Internacional de Saint-Imier y encuentro mundial antiautoritario en 2023
La memoria de aquél congreso de Saint-Imier se recuperó activamente en la pasada década, cuando entre el 8 y el 12 de agosto del 2012, se celebró en la localidad un encuentro internacional con la presencia de unas tres mil anarquistas. Este encuentro se celebró con motivo del 140 aniversario de la primera reunión de la Internacional antiautoriaria que tuvo lugar en la misma localidad suiza. Un conjunto de charlas, conferencias, debates, conciertos, exposiciones, reuniones formales e informales, permitieron acercar redes y proyectos, interrelacionar organismos y desatomizar el anarquismo de la pasada década.
El próximo año 2023 se ha convocado un nuevo encuentro internacional anarquista entre el 20 y 23 de julio, con motivo del 150º aniversario este presente año y que se ha retrasado aún por las consecuencias de la pandemia sanitaria que se ha vivido globalmente. Este año tuvieron lugar durante el verano algunos actos descentralizados, pero el año que viene se han convocado cuatro jornadas de conferencias, conciertos, seminarios y actividades variadas en Saint-Imier como punto de encuentro.
Según la organización del evento se trata de una oportunidad para los simpatizantes libertarios, los habitantes de la región, de otros lugares y para todos los públicos, de encontrarse, debatir, compartir y vivir la experiencia de las ideas y prácticas libertarias. Será también la ocasión para aquellas y aquellos que aún no han descubierto la riqueza del movimiento, de conocer sus contribuciones al progreso social y a las luchas de los últimos siglos hasta hoy en día.
Plantearse preguntas acerca de qué hacemos las anarquistas hoy en día, cuáles son nuestras acciones y pensamiento y la manera en que hemos contribuido a la historia de la humanidad a través de una estrategia emancipadora. Aún nos queda mucho que aprender del anarquismo y esta corriente se hace más necesaria que nunca en un mundo en colapso.
También según las organizadoras del encuentro, la anarquía no significa caos o ausencia de orden, al contrario: la anarquía defiende la organización personal y social antiautoritaria y autogestionada, tiene por objetivo la emancipación de todos los seres humanos, lucha contra todas las formas de opresión, explotación y autoridad impuesta, busca promover la libertad, o ausencia de dominación, la equidad, o ausencia de privilegios, y la ayuda mutua.
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