Salvador fue hijo de la derrota, de un tiempo de vencidos e impotencia, en el que vislumbrar un horizonte revolucionario parecía una tarea imposible. A pesar de ello, su generación, la nacida tras la Guerra civil y la Revolución social española, trataron de analizar su coyuntura con las herramientas teóricas que disponían, e impulsaron la lucha fundando una guerrilla urbana anticapitalista. Su lucha política no era solamente contra la Dictadura franquista, como muchos han afirmado restándole relevancia a una perspectiva con mayor profundidad, el Movimiento Ibérico de Liberación (MIL) en que estaba encuadrado Salvador Puig, tenía una pulsión revolucionaria contra el capitalismo, no solamente antifascista. Salvador fue asesinado el 2 de marzo de 1974 en la Cárcel Modelo de Barcelona a los 25 años de edad mediante el garrote vil, un Consejo de Guerra militar le condenó a muerte, siendo el último asesinado en el Estado español mediante ese cruel método.
El joven revolucionario catalán que soñó con derrotar al capitalismo
Salvador Puig Antich había nacido en Barcelona en 1948, hijo de Joaquim Puig, un antiguo militante de «Acció Catalana», un partido catalanista y liberal; por lo que fue encerrado en 1939 en un campo de concentración franquista en Deusto, y condenado finalmente a 8 años de prisión mayor, siendo enviado un tiempo a la localidad de Belchite a trabajos forzados en la reconstrucción del pueblo aragonés. Su padre arrastró desde entonces un gran tormento personal como vencido y encarcelado, mientras tanto, su madre, Immaculada Antich, había sido maestra y activa socialmente, participando en el «Ateneu Igualadí», y recibiendo Salvador una gran cultura política por parte de su madre junto a sus cuatro hermanas y su hermano Joaquim Puig, psiquiatra que ejerció en los Estados Unidos.
Salvador pasó por varios colegios e institutos de joven, incluso siendo expulsado de alguno de ellos por indisciplina. A partir de sus dieciséis años compaginará el trabajo en una oficina con sus estudios nocturnos para sacarse el bachillerato en el Instituto Joan Maragall en Barcelona. Allí conocerá y hará amistad con algunos de sus compañeros de lucha posteriormente como Xavier Garriga, o los hermanos Oriol e Ignasi Solé Sugranyes, que venían de distintas líneas militantes marxistas y juveniles. En este centro de estudios comenzó la militancia en la Comisión de Estudiantes, vinculada en la base a «Comisiones Obreras», sin embargo, pronto evolucionaría hacia posiciones autonomistas, situacionistas y cercanas a la tradición anarquista.
Los hechos del denominado «Mayo Francés» en 1968 fueron determinantes para Salvador y toda una generación de jóvenes con inquietudes políticas revolucionarias, que les decidieron lanzarse a la lucha armada. Sus posiciones se centraban en rechazar el dirigismo y la jerarquía en las organizaciones políticas y sindicales, y fue definiendo una línea de emancipación de la clase trabajadora que suponía una revisión del consejismo comunista. Inició en Barcelona estudios universitarios de Ciencias Económicas que abandonó, y realizó posteriormente el servicio militar entre 1970-1971 en la isla de Ibiza.
Movimiento Ibérico de Liberación, una amalgama de situacionismo, consejismo y autonomismo
Después de este periodo es cuando se incorporará a la nueva organización denominada «Movimiento Ibérico de Liberación», integrándose en el mundo de la lucha clandestina, y viajando a menudo al sur de Francia, donde estuvo exiliado su amigo Oriol Solé en Toulouse, y donde entraron en contacto con libertarios franceses como Jean-Claude Torres o Jean-Marc Rouillan, este último impulsor tiempo después del grupo armado «Action Directe». Además, se movían en un ambiente en que contactaron con viejos militantes cenetistas, aprendiendo pronto a realizar sabotajes, robar vehículos y el atraco de bancos para la autofinanciación de su grupo.
El MIL (Movimiento Ibérico de Liberación) se estructuró como un grupo clásico de agitación armada, se posicionaban contra una idea preconcebida de lo que era el vanguardismo, muy influenciada por las experiencias que arrastraban viejos militantes anarquistas respecto del marxismo. El análisis de su evolución y la compleja relación con distintas corrientes ultraizquierdistas y procesos de configuración de la autonomía obrera, hacen bastante difícil encajar categorías que puedan definir bien su línea teórica, no así como su praxis. En muy poco tiempo pasaban demasiados hechos, se desarrollaban debates rápidos que corrían como la pólvora y se añadían posiciones ideológicas efímeras en lo que se ha podido recoger como su principal proyecto, la denominada «Biblioteca Socialista», de difusión de literatura revolucionaria entre los trabajadores, y «Ediciones Mayo de 1937», donde traducían para la militancia textos inéditos del consejismo y del situacionismo.
El consejismo comunista era una postura ideológica nacida de los años 20 en Holanda y Alemania, como vía alternativa entre la socialdemocracia y el bolchevismo, que recogida por libertarios posteriormente preconizaba una sociedad organizada en consejos obreros con autonomía proletaria, y una capacidad organizativa federalista. Esta era una de las principales fuentes políticas del MIL, mientras que la otra sería el «Situacionismo», una corriente cultural, artística y de crítica social fundada sobre la raíz de la «Internacional Letrista». Esta asumía las posiciones políticas del consejismo, y añadía la práctica de la creación de situaciones o momentos revolucionarios donde se desarrollasen entidades autónomas al margen del capitalismo.
La praxis de esta teoría sería a través de la lucha revolucionaria armada, si bien el MIL no llegó a pasar de una decena de integrantes, organizados precariamente y expuestos a una enorme represión tanto en Francia como en España. Y es que sus acciones se redujeron a atracos de bancos, de donde se obtenía dinero para financiar las publicaciones periódicas y agitaciones que se realizaban, y también a sufragar con apoyo material luchas surgidas del movimiento obrero. El medio mismo que proyectaban se convirtió en un fin, sin un análisis más pormenorizado de las estructuras de poder del capitalismo y una estrategia más amplia.
El paso a la acción armada: detenciones y el asesinato de Salvador Puig
La actividad política armada del MIL se incrementó a partir de septiembre de 1972, tras el arresto en Toulouse de Oriol Solé y Jean-Claude Torres después del robo de material de una imprenta. Salvador Puig Antich regresa a Catalunya para incorporarse a actividades armadas, y participará como chófer fundamentalmente y organizando el botiquín, debido a sus conocimientos previos en la enfermería del servicio militar que había realizado; detalle por el cual será conocido con el pseudónimo de «El metge» (El médico). Participa en octubre de 1972 en el asalto a la sucursal de Caixa Laietana en el municipio de Mataró, cuyo botín quería ser destinado a sufragar la lucha de huelguistas, apoyar a obreros detenidos y las publicaciones clandestinas del grupo.
En la primavera de 1973 un contable de una sucursal del Banco Hispanoamericano en Barcelona resultó herido en un robo perpetrado por el grupo, lo que generó un periodo de discrepancias, descontentos y abandonos en el seno del MIL, que acabó determinando su autodisolución en agosto de 1973 en Toulouse. Sin embargo, la policía franquista ya había establecido un seguimiento del grupo lo que le puso en la diana de la represión. Solamente unos pocos componentes que integraron el grupo continuaban irregularmente reuniéndose, de hecho en el verano de 1973, el propio Salvador Puig reunido con Xavier Garriga en un bar, se había dejado una bolsa con una pistola y documentación comprometedora. En septiembre, tras el atraco de una oficina bancaria de la Caixa en Bellver de Cerdanya, la policía lanzará una fuerte ofensiva contra este grupo, muy endeble y con muchas carencias de organización a esas alturas.
En una operación policial serán detenidos Oriol Solé y Josep Lluís Pons Llobet, y también poco después Santi Soler, que fue torturado y utilizado como señuelo por la policía franquista en la tarde del 25 de septiembre de 1973. Tanto Xavier Garriga como Salvador Puig fueron detenidos en el bar Funicular de Barcelona, donde habían quedado con Santi Soler, instigado por la Brigada Político-Social, y que te a citarles allí, mientras tenían varios policías de paisano esperándoles. En la detención fueron zarandeados e introducidos en el portal número 70 de la calle Girona, donde hubo un tiroteo en su interior. Xavier Garriga pudo huir pero fue detenido posteriormente en la calle, mientras que Salvador Puig quedó herido como consecuencia del tiroteo. En los hechos murió el subinspector de policía Francisco Anguas Barragán tras un intercambio de disparos donde la bala mortal no quedó nunca esclarecido si salió del arma de Salvador o de otro de los dos policías en el interior del portal.
Salvador Puig fue encarcelado y acusado de los disparos mortales al subinspector de la policía franquista, juzgado en un Consejo de Guerra militar implacable que buscaba un escarmiento social tras la ejecución por ETA del Presidente de Gobierno Luis Carrero Blanco en diciembre de 1973. Fue condenado a muerte, lo que desató una intensa campaña mediática internacional activada por numerosos grupos solidarios, aunque la respuesta interna de colectivos antifranquistas catalanes o la propia CNT fue bastante tibia. Las manifestaciones de apoyo se hicieron eco en personalidades como el canciller alemán Willy Brandt y el Papa Pablo VI. La dictadura franquista se mostró implacable y no concedió el indulto, siendo asesinado en la mañana del 2 de marzo de 1974 por el garrote vil en la Cárcel Modelo de Barcelona tras quince minutos de agónica muerte.
Fue trasladado al Cementerio de Montjuïc, en presencia de treinta personas nada más, pero en el exterior su entierro se convirtió en una manifestación pública de medio millar de personas contra la Dictadura que fue brutalmente reprimida.
Legado cultural y político de Salvador Puig: los Grupos de Acción Revolucionaria Internacionalista
La memoria de Puig Antich ha sido reivindicada incluso en posiciones políticas desde las que él se sentía profundamente alejado, pero ha sido enarbolado muchas veces como símbolo del antifranquismo. Su fondo personal, donado por sus hermanas, se encuentra en el «CRAI Biblioteca Pavelló de la República» de la Universitat de Barcelona, que incluye correspondencia personal, documentos de su detención, del juicio y la ejecución, pero también poemas y otros recortes de prensa dedicados a Salvador.
En el año 2014, la jueza argentina María Servini, instruyó una causa penal internacional contra el Franquismo basado en el principio de justicia universal, y particularmente entre otros casos que investigaba era la imputación de antiguos ministros franquistas que firmaron la sentencia de muerte de Salvador Puig, como José Utrera o Antonio Carro, en aquel año aún vivos, y en la actualidad ya habiendo fallecido.
El legado cultural de Salvador Puig es muy amplio, ya que las circunstancias de su asesinato y su mediaticidad, hicieron de este joven catalán un símbolo representado en arte, cine, teatro y música. El pintor Joan Miró realizó la serie de pinturas «La esperanza del condenado a muerte» mientras Salvador esperaba su ejecución en 1974. Ese mismo año, el cantautor catalán Lluís Llach dedicaba el título de su disco «I si canto trist» a su figura, y el también cantautor Joan Isaac en 1976 la canción «A Margalida», dedicada a la pareja de Salvador en aquellos años. En 1996 el «Ateneu Enciclopèdic Popular» de Barcelona editaba el libro «Antología poètica a la memòria de Salvador Puig Antich», y en el año 2004 se elaboró la película protagonizada por el actor Daniel Brühl titulada «Salvador».
Más allá de este legado cultural, también hubo un legado político directamente relacionado con su asesinato, y es que algunos de los antiguos compañeros de Salvador Puig se coordinaron poco después en los Grupos de Acción Revolucionaria Internacionalista (GARI), un conjunto de grupos autónomos anticapitalistas que realizaron acciones de agitación armada y propaganda tras la autodisolución del MIL en 1973 en Toulouse. Tras la ejecución de Salvador Puig estos grupos coordinados buscaron realizar acciones en solidaridad con Oriol Solé y Josep Lluís Pons, que estaban encarcelados y a la espera de un juicio penal. Su primera acción fue el secuestro del director de una sucursal parisina del Banco Bilbao en mayo de 1974.
Integrados por distintos grupos informales de carácter temporal e irregular, entre otros algunos ex militantes del Grupo Primero de Mayo (continuadores de Defensa Interior, de CNT), realizaron acciones completamente aisladas de actos de sabotaje en vías ferroviarias de España y de Francia, o colocación de artefactos explosivos en organismos oficiales españoles en diversas ciudades de Europa tratando perjudicar los intereses económicos y políticos del Franquismo en sus estertores. Durante una visita a París en 1976 del monarca Juan Carlos I, doce anarquistas, entre ellos, algunos ex miembros de los GARI fueron deportados a una isla francesa en la costa atlántica durante esa visita oficial del rey español a Francia, suceso del cual se realizó el documental titulado «Vacances Royales».
Algunos miembros permanecieron encarcelados en Francia, y posteriormente fueron amnistiados tras la investidura de François Miterrand como Presidente de la República Francesa en 1981, salvo Jean-Marc Rouillan, que ha estado varias décadas en prisión desde 1987 como continuador con el grupo «Action Directe», y que salió en libertad condicional en el año 2012.
Todo este legado político nos ofrece algunas lecturas de caminos que llevan a callejones sin salida, ya que si queremos imaginar un proceso revolucionario, debemos pensarlo como un marco político amplio y que incluya toda la fuerza social posible con capacidad de actuación y organización colectiva. Los grupos reducidos de acción armada que trataron de activar mecanismos de autodefensa en tiempos de derrota, solo suman a una épica de compañeros históricamente con una gran voluntad, valentía e ingenio de supervivencia, pero no marcan una senda revolucionaria viable. Salvador Puig siempre lo reivindicaremos como uno de los nuestros, un joven que luchaba por un mundo con justicia social aboliendo el capitalismo, y que encontró una muerte brutal.
A lo largo de la historia de la lucha social y la memoria libertaria encontramos distintos mapas por donde se ha caminado, y el análisis crítico nos lleva a discernir dónde no encontraremos la equis del tesoro, y hacia dónde debemos seguir trazando estrategias de emancipación para volver a creer que la revolución es posible.