Los movimientos sociales se reencontraron en las calles sacando pulso por la sanidad pública, más allá del gesto simbólico y, honestamente, poco útil e hipócrita de aplaudir desde los balcones, y es que necesitamos reactivarnos nuevamente en los espacios que nunca debimos abandonar.
Tras el shock de una pandemia, y en mitad de una vorágine de discursos reaccionarios desde hace ya tiempo, debemos comprender que la salud como patrimonio comunitario no se defiende sola. Sin embargo, también debemos ver las luchas con perspectiva, y tenemos que seguir encontrándonos en esta línea, apoyar la huelga de médicos de la sanidad, o mantener la presión en los barrios defendiendo los centros de salud. Porque como anarquistas, el único sistema que queremos fuerte es el inmunitario.
Existen muchísimos motivos para organizar socialmente el camino que lleve hacia una huelga general, porque desde la última (salvando las huelgas generales feministas del 8M) ha pasado ya una década y solo hemos visto incrementados los motivos y las agresiones directas a nuestras vidas en este sistema inhumano. La lucha por la sanidad podría ser el resorte que impulsara un movimiento social hacia una huelga que paralizase todo, porque de eso se va tratando, de frenar en seco las lógicas capitalistas, y poner por delante las cuestiones sociales para una vida autónoma y equitativa para toda la sociedad.
Frente al colapso sanitario, movilización sostenida y continuada
No queremos que este artículo sea una crónica más de la gran manifestación del pasado 13 de noviembre en las calles de Madrid, y que desbordó cualquier previsión de asistencia. La sanidad es uno de los servicios básicos que cualquier sociedad debe organizar, consolidar y proyectar en el futuro como una columna fundamental de la buena salud integral, para todas las personas, nativas o extranjeras. Si bien el valor social de la movilización es indiscutible, además, por el hecho de implicar a familias completas, no siendo una mera movilización de activistas sociales. Las luchas que tenemos por delante, como por ejemplo, la sanitaria, son tan relevantes que, es necesario incluir el activismo político organizado en nuestras vidas, no como un extra en nuestro tiempo libre exclusivamente. Las reivindicaciones deben dirigirse a solucionar de raíz las problemáticas políticas y sociales, y cuando se juntan muchos factores para salir a la calle como en el caso de la sanidad, esto debe ser catalizador de una coordinación más amplia, y no cerrar las luchas saliendo a la calle a gritar tan solo un día.
Hace mucho que tocamos fondo, que encontramos el pozo negro de la sanidad, particularmente en Madrid con décadas de acoso y derribo, una política planificada contra el sistema sanitario público. Medidas sangrantes que han atacado a la sanidad pública, en favor de las políticas privatizadoras, instalando a la larga la salud como un privilegio. El pasado mes miles de personas caminaron en diversas columnas hasta confluir en la Plaza de Cibeles en Madrid, recordaba a las grandes manifestaciones de las mareas o el Movimiento 15M, desbordando las previsiones de asistencia. Pero una lucha efectiva con una estrategia de largo plazo para la defensa de la sanidad, no se valora en una única manifestación, porque eso sería caer en el error de pensar que una movilización es un fin, y no únicamente un medio para lograr un objetivo.
Desde hace bastantes meses, y procedente de las movilizaciones en los barrios de Madrid que hubo desde que finalizase la cuarentena que se impuso en la pandemia del Covid-19, se ha mantenido el pulso de las concentraciones ante centros de salud y subsedes de la Consejería de Sanidad. Algunos barrios, principalmente del sur de Madrid, llegaron a constituir concentraciones semanales, como en Villaverde, Usera, Carabanchel o Vallekas; y que han mantenido una consolidada movilización por la sanidad.
El colapso sanitario es el colapso de una sociedad, y su fracaso completo, porque la sanidad es un bien común a mantener vivo y fuerte. Ya vemos lo que sucede en países con sistemas sanitarios deficientes y a merced de intereses privados; la brecha de privilegios y las desigualdades aumentan de manera exponencial. Sin una salud cuidada socialmente no podemos luchar por nada, ni individual ni colectivo. Una pandemia global ya nos debería haber enseñado la importancia de la sanidad, y sin embargo, pareciera que nos haya dejado en una posición mucho más dócil y conformista socialmente. Hemos normalizado de manera alarmante la muerte de cientos de miles de personas solo en el Estado español, sin relacionar los vínculos entre ese hecho, la sanidad asfixiada y un sistema criminal y autoritario.
Huelga de la atención primaria madrileña, el anarcosindicalismo debe estar presente
Las urgencias hospitalarias viven en un eterno desborde, ya que los centros de atención primaria y servicios de urgencia de los barrios fueron aceleradamente desmantelados a raíz de la emergencia sanitaria de la pandemia. Los antiguos SUAP, Servicio de Urgencias de Atención Primaria, ahora reconvertidos en PAC, Puntos de Atención Continuada, han reabierto casi tres años después desde su cierre en el año 2020, y de manera parcial exclusivamente, con la plantilla incompleta en muchos casos. Se han registrado centros donde solo había una enfermera y un celador, sin médico si quiera, a costa del previo desmantelamiento también de los Servicios de Atención Rural en la Comunidad de Madrid. Estas medidas no implican únicamente descoordinación o falta presupuestaria, como en algunos casos se quiere justificar solo. Es una estrategia pensada y desarrollada para cargarse la sanidad pública, practicada en su conjunto por las instituciones estatales y autonómicas; la imposición de una situación dramática de la salud común con un punto de no retorno para adaptarla a las necesidades privatizadoras del capitalismo.
Las médicas de urgencias denunciaban presiones contra la huelga indefinida convocada en Madrid, el SERMAS (Servicio Madrileño de Salud) estaba informando a facultativos y facultativas de los Puntos de Atención Continuada que no tendrían disponible una planilla para planificar sus días de trabajo hasta que no acabe la huelga y les ha desplazado, a golpe de burofax, a cubrir servicios mínimos en otros centros. Recordamos que esta huelga se ha planteado como la última gota que ha colmado un vaso ya rebosado hace muchísimo tiempo, y es la consecuencia directa de la noticia de la Comunidad de Madrid a finales de septiembre, cuando anunció que no pretendía abrir todos los antiguos SUAP en dotaciones anteriores a la pandemia.
Esto llevó a profesionales de atención primaria del sistema sanitario madrileño, unas 5 mil médicas y médicos (incluidos pediatras infantiles) a convocar una huelga indefinida, pero evidentemente estamos hablando de una medida de presión laboral que difícilmente puede realizarse de manera efectiva, porque eso implica dejar desprovistas de sanidad a miles de personas. Esa es la cuestión principal por la que debemos repensar las estrategias a la hora de luchar por la sanidad, las profesionales de la salud necesitan de un apoyo social masivo, no solamente un día de manifestación, sino de manera continuada y sostenida. Las huelgas sanitarias no son eficientes si no son huelgas sociales, que atraviesen a todos los colectivos, sindicatos de clase y movimientos populares. Manifestaciones como la del pasado mes deben potenciar la creación de una cultura sindical sanitaria, vinculando el deterioro de las condiciones laborales en sanidad con el deterioro de la salud como bien comunitario.
Frente a décadas de política sanitaria en Madrid atacando su salud pública, y ante el respaldo económico e ideológico que el conservadurismo tiene en el territorio, presionar en el sentido de negociar un nuevo plan de choque para abordar la problemática en los centros de salud como quieren los profesionales, requiere de una movilización masiva y constante. Además, conformarse con una manifestación como la que hubo el mes pasado en Madrid, gritar en las calles: ¡Ayuso dimisión!, y regresarse a casa, demuestra poca profundidad política en los problemas reales. Colectivos o sindicatos anarquistas debemos estar presentes en estas luchas, y nuestras propuestas deben ser de organización social más resistente, señalar también a partidos como PSOE y UP (que conforman el gobierno más progresista de la galaxia) como responsables directos de este deterioro sanitario.
En el último fin de semana de noviembre se reactivaba también la Marea Blanca en las ciudades andaluzas, con varias concentraciones y una manifestación multitudinaria en las calles de Sevilla. Mientras que, por otro lado, también se anunciaba que todos los centros sanitarios de Catalunya irán a la huelga en enero del 2023, por una situación que califican de insostenible, entre precariedad laboral y sobrecarga asistencial.
Reorganizar la sanidad desde abajo, medicina social y autónoma
Una de las entidades más complejas de autoorganizar desde la perspectiva anarquista, pero no imposible, es un sistema sanitario autónomo. Tenemos el ejemplo del camino marcado por algunas sociedades como la zapatista, organizando un sistema sanitario propio basado en la ciencia. La medicina social implica concebir la salud como una idea integral y, por supuesto, rema contra los intereses del mundo capitalista. La salud física y mental son variables que importan muy poco bajo el sistema de dominación que vivimos. Principalmente cuando comprobamos que toda ciencia se aplica a la rentabilidad, incluido el bienestar de nuestros cuerpos, ya sea para el consumo o para la producción ilimitada.
Viendo que el desmantelamiento neoliberal del sistema de salud se perpetúa gobierne quien gobierne, y que no se revierte ese proceso de privatización y deterioro sanitario, debemos mirar más allá del partidismo en clave electoralista. Si bien no hay que dejar el terreno de la presión a las instituciones completamente vacío, porque eso significa que otros lo llenarán posiblemente con intereses contrarios a las clases populares; el pulso verdaderamente está en nuestras calles, en nuestros barrios. Tal y como creamos grupos de apoyo mutuo en plena pandemia, quizá sea el momento de sentar las bases junto a trabajadoras de la salud de proyectos autónomos basados en una medicina comunitaria. Los mejores anticuerpos sociales son aquellos que activamos desde lo colectivo, en el encuentro y la construcción común, hasta que conseguir que esta vida merezca la pena ser vivida para todo el mundo.
Intento coger perspectiva:
Cuando un médico vale más que una ama de casa, nos olvidamos que una de las cosas esenciales de La Vida son los cuidados.
Yo no veo el porqué un médico tiene que cobrar más que una ama de casa y sigo sin entender el trabajo asalariado.
Si un ingeniero hace caminos, un barrendero los deja transitables; y si un piloto pilota aviones, una azafata hace que todo el mundo esté a gusto en esos aviones.
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