Nosotros decimos: Una ciudad no es una marca. Una ciudad tampoco es una empresa. Una ciudad es una comunidad. Planteamos la cuestión social, que en las ciudades actualmente también es una cuestión de luchas territoriales. Se trata de conquistar y defender lugares que hagan que la vida en esta ciudad merezca la pena. También para aquellos/as que no se encuentran entre el público comercial de la “ciudad expansiva”. Nos tomamos el derecho a la ciudad, con todos/as los/as habitantes de Hamburgo que se niegan a ser meros activos económicos. – Extracto del manifiesto de la iniciativa “Not in our name, Marke Hamburg”.
Hamburgo. 1,8 millones de habitantes, la segunda ciudad más grande de Alemania y el segundo puerto más importante de Europa. Una ciudad próspera, tranquila, de marcada tradición burguesa y comerciante. Y sin embargo, también se trata de una urbe que siempre ha conocido importantes tensiones socioeconómicas: entre quienes descargan mercancías en el puerto y quienes se enriquecen vendiéndolas, entre inmigrantes económicos/as y quienes les explotan, entre gente que se busca la vida y gente que especula con su vivienda [1] quienes viven en los barrios y quienes se atrincheran en sus mansiones y urbanizaciones cerradas. Nada nuevo bajo el sol, pero el cóctel entre las contradicciones que atraviesan a la población de esta ciudad del norte de Alemania y una serie de conflictos que se venían acentuando en la misma –y que detallaremos a continuación- explotó en la cara de las autoridades en los últimos días del 2013; y las respuestas que éstas buscaron pueden leerse como una muestra aterradora de las políticas de urbanismo y control social que nos esperan a los/as habitantes de las macrociudades en el futuro próximo.
Conflictos y conflictividad urbana
El inminente desalojo de un centro cultural histórico del movimiento autónomo en el centro de la ciudad, las demandas de un campamento de refugiados/as africanos/as, el derribo de dos edificios de finales de los años cincuenta. Tres ejes temáticos a priori bien diferenciados, que sin embargo forman parte de un mismo relato. El relato de las sociedades urbanas, de quién pertenece y quién no, de inclusiones y exclusiones, fugas y llegadas. El relato, en resumidas cuentas, de cómo planteamos hoy en día la vida en sociedad en esas monstruosas megalópolis en las que malvivimos millones y que sin embargo forman parte de nosotros/as, de nuestro día a día, de nuestra identidad.
El 21 de diciembre se reunieron unas 10.000 personas en las cercanías del centro cultural “Rote Flora” para manifestarse bajo el lema “Nos quedamos todos/as” por estas cuestiones. Inicialmente pensada como una manifestación en defensa del centro cultural okupado, la efervescencia de otros conflictos en los que los/as afectados/as corrían idéntico peligro –de desalojo forzoso- les hizo tejer alianzas. Analizando contextos y trasfondos, se evidenciaron lógicas más que comparables en la situación de los diferentes proyectos. Veámoslo paso a paso: La “Rote Flora”, antiguo teatro, okupado en 1989, fue adquirido por el especulador imobiliario Klausmartin Kretschmer en 2001 –es decir, estando el edificio ya okupado- por unos 185.000€. El vendedor: la ciudad de Hamburgo. Mucho ha cambiado el barrio y, como ya se ha dicho, el precio del suelo en estos años, lo que al Sr Kretschmer le ha llevado a replantearse su inicial postura de mecenas que “no tocaría el estatus del centro cultural” a pedir un desalojo del mismo para poder materializar sus planes de venta del inmueble. Precio de compra: 20 millones de euros. Tras una larga campaña de movilización a favor del centro, durante la cual el propio ayuntamiento tomó consciencia de las diversas consecuencias que el desalojo tendría para la ciudad, se replantea la opción de recomprar el edificio. La oferta de 1,1 millones de euros es tildada de ridícula por el mecenas Kretschmer. A día de hoy el ayuntamiento se ha posicionado en contra de este personaje, por lo que la supervivencia del centro cultural se ve momentáneamente garantizada, al menos mientras el centro goce del enorme apoyo y éxito de convocatoria y hasta la siguiente vuelta de tuerca de esta rocambolesca historia.
La situación de los dos edificios, construidos en 1959, denominadas “Esso-Häuser” es muy diferente, ya que los dos edificios –o, lo que es lo mismo, cientos de viviendas y locales en más de 6000 metros cuadrados- han sido desalojados y derribados a finales de enero. En su lugar, otra empresa inmobiliaria planifica la construcción, con enormes beneficios, de viviendas y locales comerciales. Los/as inquilinos/as habían intentado evitar la demolición de los edificios que se habían convertido en uno de los puntos de encuentro del barrio de St. Pauli, argumentando que esta era innecesaria y que el mal estado de los edificios –que para nada era irreparable- se debía precisamente a las intenciones especuladoras de la empresa propietaria.
Se trata de tan sólo dos ejemplos de una larga lista de iniciativas vecinales que se han desarrollado en Hamburgo en los últimos años contra políticas públicas e iniciativas privadas de reordenación y recalificación urbana. Okupaciones en el Gängeviertel, campañas contra la construcción de un IKEA en medio del barrio de Altona o contra la destrucción de espacios verdes, se enmarcan en esta misma lógica de resistencias a un modelo de ciudad abiertamente neoliberal y excluyente.
Lampedusa-Hamburgo: lógicas de exclusión global
El tercer eje temático de la ya famosa manifestación del 21 de diciembre habla de un caso de exclusión aún más grave, el de las personas que acuden a Europa en busca de un refugio de la guerra y miseria en su lugar de procedencia, sólo para toparse con el racismo de estado y unas condiciones de acogida absolutamente indignas. Se trata de un caso que hoy en día no se suele producir -por la propia configuración de la Fortaleza Europa- en el territorio de los países del centro y norte de la Unión Europea. Desde marzo 2013 existe en medio de Hamburgo un grupo de refugiados/as africanos/as,que se ha organizado para denunciar su situación, mejorar sus condiciones de vida y encontrar una solución digna para todo el grupo a largo plazo. Bautizado con el nombre “Lampedusa en Hamburgo”, en alusión a la isla italiana tristemente famosa por su gigantesco centro de internamiento de extranjeros, por el cual muchos de los integrantes del grupo pasaron, el grupo se integra de muchos/as refugiados libios, pero también de personas provenientes del África subsahariana. Precisamente debido a su paso por Italia, el único tratamiento que estos/as refugiados/as que durante meses estuvieron viviendo en las gélidas calles Hamburgo, por parte del estado alemán es la deportación. Y es que los países del norte y centro de la Unión Europea han encontrado en el Reglamento europeo Dublin II una herramienta extremadamente conveniente para lavarse las manos y resguardarse de la molesta presencia de refugiados/as en sus tierras: este reglamento dispone que un/a refugiado/a en Europa tendrá que oficializar su estatus en el primer país europeo que pise. De esta manera el “problema” se queda en manos de los países periféricos del sur y este de la Unión Europea. En países como Alemania la figura del asilo político prácticamente ha desaparecido por la enorme dificultad que conlleva tener que demostrar que Alemania es el primer país europeo que uno/a ha pisado en su tortuoso periplo. Así ha de entenderse la cínica frase de Olaf Scholz, alcalde socialdemócrata de Hamburgo: “Italia es un país maravilloso, un estado de derecho. ¡No se puede decir que ahí no se pueda vivir!”
Actualmente los miembros del grupo, que se encuentran acogidos en una iglesia del barrio de St. Pauli, se niegan a que sus casos sean tratados individualmente e intentan conseguir una solución como grupo. Conscientes de que su identificación por la policía resultaría en la inmediata deportación de una parte de ellos/as (de quienes provienen de países africanos considerados seguros y políticamente estables y de aquellos/as que intentaron regularizar, sin éxito, su situación en Italia), el grupo, con ayuda de activistas locales, se ha resistido a ser identificado en numerosas ocasiones. Otras demandas, que se hacen oír mediante manifestaciones semanales, okupaciones simbólicas de oficinas del partido socialdemócrata o bloqueos de galerías comerciales, giran en torno a la mejora de sus condiciones de vida, que se ve drásticamente limitada por la legislación alemana que les prohíbe, entre otras cosas, vivir fuera de los centros de internamiento, salir de la ciudad o buscar trabajo.
Acción, reacción, securitización
Volviendo a la tarde del 21 de diciembre y a las 10.000 personas que, con estas diferentes motivaciones, se habían congregado para manifestar por un derecho a la ciudad para todos/as: por una razón o por otra, la policía y el ayuntamiento no estaban dispuestos a que la marcha, con su defensa de una idea de ciudad tan radicalmente diferente al proyectado por las autoridades, tuviera lugar. Tras avanzar una decena de metros la manifestación es atacada por la policía [2] que provocaría graves disturbios en todo el centro de la ciudad. La noche se salda con 23 detenciones, 500 personas heridas y un reguero de cristales rotos. Ningún pequeño comercio fue dañado, la gente supo orientar su rabia hacia quienes identifica como responsables de la situación insostenible que vive en sus barrios. Si la represión policial fue brutal, la posterior criminalización mediática no se quedó corta, dando voz a las más rebuscadas fantasías policiales –avaladas,de nuevo, por el Sr Schillz, mando policial de Hamburgo- sobre futuras necesidades de emplear armas de fuego contra manifestantes, debido a la “escalada de violencia”. Pero la cosa no se quedaría en meras declaraciones de intenciones. Mediante una maquinaría mediático-represiva perfectamente engrasada, una serie de incidentes entre activistas, ultras de fútbol y policía son magnificados hasta convertirse en “atentados terroristas contra edificios oficiales y las fuerzas de seguridad”. Tras el ataque a una céntrica comisaría durante la noche del 28 de diciembre la policía busca a un “grupo de desconocidos” por intento de homicidio. Los detalles de lo ocurrido –siempre según el informe policial- se dan a conocer en los medios de todo el país y sirven para allanar el camino a una medida insólita: la creación a partir del 4 de enero, de una “zona de peligro” que abarcaba la mayor parte del centro de la ciudad, incluyendo en sus límites a unos/as cien mil habitantes. Dentro de esta zona se incrementaron drásticamente los poderes de actuación de la policía (o, lo que es lo mismo, se limitaron los derechos de todos/as los/as demás). Concretamente, la policía obtuvo las facultades –e hizo un uso extenso de ellas- de parar, identificar y cachear a cualquier persona y confiscar cualquier objeto sin dar explicación alguna, así como de expulsar a cualquier persona no residente del perímetro. Tras diversas manifestaciones y acciones directas contra la zona de peligro y, sobre todo, después de que numerosos/as testigos/as hayan puesto en duda la versión de la policía acerca de los hechos de la noche del 28 de diciembre, que habían servido para legitimar la creación del perímetro de seguridad, las autoridades se ven obligadas a reducir la zona afectada, que a partir del 9 de enero se limita a las inmediaciones de algunas comisarías. Finalmente, tras hacerse públicas otra serie de incoherencias e invenciones de las autoridades (que por ejemplo había mantenido, falsamente, haber encontrado explosivos en diversos registros dentro de la zona de peligro), se declara el fin de esta medida policial el día 13 de enero.
El intento de la policía de Hamburgo y de su ayuntamiento social-demócrata de aplacar la protesta social con instrumentos puramente policiales ha sido, a corto plazo, un fracaso. Ahí queda el ejemplo de lo ocurrido para extraer lecciones. La crítica radical del modelo de ciudad neoliberal, de la urbe como una serie yuxtapuesta de factores económicos, va a ser combatida con todos los medios al alcance de las autoridades. Manifestaciones imposibilitadas mediante la fuerza bruta, incidentes magnificados o directamente inventados para fundamentar nuevas medidas represivas, la instauración de un estado policial a pequeña escala en aquellos barrios denominados peligrosos por el informe policial de turno: el cambio de año en la apacible Hamburgo nos ha demostrado un amplio abanico de instrumentos que las autoridades están dispuestas a utilizar en defensa de su modelo de ciudad. Apliquémonos el cuento para luchar por la nuestra.
1 El mercado de alquiler de la ciudad se ha vuelto cada vez más excluyente, habiéndose producido incrementos en el coste medio del alquiler de un 21,6% en los últimos cinco años, resultando esto en un fuerte proceso de gentrificación de los barrios del centro, en los cuales por cada piso en alquiler se encuentran hasta 120 inquilinos/as interesados/as.
2 El responsable de la operación policial defiende su actuación señalando que la violencia policial contra los/as manifestantes fue desatada porque la manifestación empezó antes de lo previsto. Una argumentación cuestionada en su coherencia hasta en los medios de comunicación menos sospechosos de simpatizar con okupas.