Alto contenido en vitaminas A, B y C, aporte de minerales como potasio, magnesio y hierro, aporte de grasas monoinsaturadas… un SUPERALIMENTO, que por lo demás tiene sabor y textura exquisitos. Desde hace ya muchos años los supermercados europeos han tenido acceso a este fruto que esta tan de moda: el aguacate.
Como ya casi todas las frutas y verduras que llegan a nuestras fruterías o supermercados, la mayoría son exportadas e importadas desde diferentes lugares del mundo, con el consecuente mercado de cultivo y transporte que eso genera. A quienes parten, o intentamos partir, de una crítica a los mercados globalizados, no es novedosa la reflexión de que para que en nuestra mesa haya un alimento exquisito o exótico, son muchos y muchas las que sufren la explotación y deterioro de las condiciones de trabajo y de la tierra. Si rascamos un poco debajo de lo que consumimos, probablemente resulte imposible no encontrar las consecuencias nefastas que el capitalismo y la globalización van dejando a su paso.
Desde la región chilena desde la que escribimos no consideramos que sea muy diferente lo que ocurre acá frente a lo que con probabilidad ocurre en otros muchos territorios del mundo. Sin embargo, creemos que compartir las experiencias y las consecuencias de lo que acá se vive en primera persona, es importante para hacernos una idea más global de cómo los tentáculos del capitalismo se extienden a todos lados y cómo un plato exquisito en España o cualquier lugar de Europa, supone en otro territorio del mundo un conflicto que va más allá de lo económico, se trata de un conflicto en el que se juega la vida de muchas personas.
En la zona centro-norte del territorio denominado Chile existe una comuna llamada Petorca. Entre la falda de los Andes hasta tocar el Océano Pacífico, habitan en torno a unas 10.000 personas a lo largo de los diferentes pueblos que conforman la comuna. Hasta hace pocos años Petorca era un territorio desconocido para la mayoría de los y las chilenas, y a día de hoy, se está convirtiendo en una zona tristemente famosa, especialmente porque de ahí es de donde salen la gran mayoría de los kilos y kilos de aguacates (o paltas como se conocen acá), que se exportan a Europa y Estados Unidos.
Allá por los años 2006 – 2007 un conjunto de iluminados decidió que Petorca reunía las condiciones perfectas para la plantación de esta especie tropical que iba en gran proyección en los diferentes mercados internacionales, el aguacate. En aquellos momentos Petorca estaba dentro de las zonas más empobrecidas del territorio chileno y la llegada de grandes plantaciones se vendió como la llegada del “Oro verde” que iba a traer prosperidad y bonanza económica a la zona. Fueron miles los árboles que se plantaron y fueron miles de millones de dólares los que se están embolsando las grandes plantaciones. 15 años después estamos viendo las consecuencias del “Oro verde”.
Una especie tropical en una zona pre-desértica, un río cuyo caudal depende exclusivamente de las precipitaciones anuales, puesto que no se nutre de las nieves de los Andes, unido a una situación de escasez hídrica general en un territorio en el que llueve tarde, mal y nunca, dan como resultado que, a día de hoy, en la comuna de Petorca el agua esté racionada a unos 10 litros por persona al día aproximadamente. 10 litros con los que cada persona de la zona tiene que hidratarse, comer, cocinar, limpiar, ducharse, hidratar a sus animales y en caso de los que puedan, regar sus plantas o pequeños huertos.
¿Dónde está el engaño en todo esto?
A estas alturas ya es casi un cliché recordar que Chile tiene el deshonroso honor de ser el país más neoliberal del mundo, y más aún, la deplorable medalla de ser el único país del mundo en el que el agua está en manos de empresas privadas. El famoso código de aguas de Chile, creado en 1980 de la mano con la constitución actualmente vigente (cuyos creadores eran la mano derecha del dictador augusto Pinochet), establece que las fuentes de agua y su gestión están en manos privadas y además esa gestión puede ser heredada. Es decir, que quien tiene dinero compra las fuentes de agua y además decide cómo y dónde utilizarla.
Según la legislación chilena, el uso del agua para consumo humano es gratuito y está garantizado. Supuestamente en situaciones de escasez hídrica es el Estado el que tiene la facultad de expropiarle a las empresas el agua. Cosa que, a día de hoy, aún no sucede.
No es de extrañar en un país en el que la economía general está en manos de 7 familias, con nombres y apellidos, que deciden e influyen en cualquier decisión política, basándose siempre en criterios empresariales y económicos. A día de hoy, en Petorca y otras muchas zonas del territorio chileno, el agua en lugar de ser un bien común pasa a ser prioritaria para la industria extractivista. Ya no sólo en el caso de los paltos de Petorca, sino también en otros territorios en los que los caudales de agua de desvían hacia las grandes mineras o hidroeléctricas por encima de las necesidades básicas humanas y animales.
No contentos con tener el derecho y la gestión del agua, los grandes terratenientes de la zona de Petorca además están acusados por diferentes organizaciones ambientalistas de robar el agua de la población. A pesar de haber secado el río hace años, los habitantes del lugar y pequeños agricultores tienen acceso a pequeños pozos de aguas subterráneas, las llamadas napas, las cuales, también están siendo expoliadas. La capacidad de los y las pobladoras de poder excavar unos pocos metros para encontrar agua, no tiene comparación a las grandes tuneladoras de los dueños de las plantaciones, quienes sin escrúpulos cavan más profundo y continúan secando las pocas fuentes subterráneas de agua que van quedando. Hecho que por ningún motivo está penado por la ley chilena puesto que el delito de “robo ambiental” no existe (en el papel), por lo que la pena máxima es pagar una multa y seguir robando.
Hay que recordar que, al tratarse de una especie tropical, la palta o aguacate tiene un consumo de aproximadamente de 100 litros de agua diarios. 100 litros versus los 10 por persona que establece la “sequía” en la zona. El hecho de crear monocultivo tropical en una zona que no lo es, además del consumo de agua, supone una devastación para la flora y la fauna autóctona, donde además de matar los nutrientes propios de la tierra, han desaparecido fenómenos que eran naturales de la zona, como la camanchaca o neblina nocturna que dotaba de una humedad natural a la zona.
Las luchas contra el saqueo
Son muchas las organizaciones ambientales que están llevando a cabo una lucha visible frente al conflicto del agua en Petorca. No pocos miembros activos de estas organizaciones han recibido amenazas de muerte y algunos incluso han abandonado sus casas por miedo al terrorismo empresarial. Al grito de “No es sequía, es saqueo” quienes habitan y sufren las consecuencias del expolio ambiental vienen denunciando hace años que no es posible que, por motivos económicos, se responsabilice a la población, quien sobrevive a base camiones aljibe que una vez por semana rellenan de agua los depósitos de las casas para poder sobrevivir, mientras que, a lo lejos en el valle a la falda de una montaña amarilla, brilla una plantación verde.
Como bien se dice, no es sequía, es saqueo. El agua está y es suficiente para abastecer al mercado, sin embargo, no para abastecer la vida de las personas y animales que habitan un territorio que, previsiblemente si nada cambia, será expoliado y posteriormente abandonado a su suerte.
Son muchas las esperanzas e ilusiones que habitan en muchas personas de que el cambio constitucional que viene para Chile modifique el código de aguas y permita equilibrar esta situación. Sin embargo, a algunos nos cuesta vislumbrar otro tipo de gestión del agua, siendo que hace algunas semanas, y por primera vez en la historia, el uso del agua pasó a cotizar en bolsa en Wall Street. Como si de una película distópica se tratara, el agua ya está siendo un conflicto abierto y no tiene para cuando terminar.
Es, una vez más, la lucha por la vida contra el capitalismo. De qué lado estemos lo determinan nuestros posicionamientos, el foco de nuestras luchas y, por qué no decirlo, nuestra responsabilidad de consumo. El foco no está contra la palta o aguacate, el foco está contra quienes se adueñan de los territorios, los secan y después se van a expoliar a otro lado cuando ya no tienen de donde sacar.
El mercado europeo de los superalimentos, las dietas veganas basadas en el mercado ecocapitalista, el exotismo en nuestros supermercados de productos que ni siquiera respetan las temporadas de cultivo propias de la tierra, son solo un ejemplo más de los tentáculos de un sistema que nos está matando. A unos antes que a otros, claro.
Por eso desde los posicionamientos anarquistas se hace fundamental la visibilización, el boicot, sabotaje y toda herramienta que esté en nuestras manos para frenar y no colaborar con las grandes empresas que lucran con la vida. La autoorganización y defensa de los territorios se hace fundamental, así como la complicidad desde otros lugares del mundo. Sobre todo, desde aquellos en los que se consume lo que acá mata.
Si no tenemos tierra en la que hacer la revolución, esta no queda más que en palabras y papel mojado.
Escrito por compañeres residentes en Santiago de Chile
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